Revista Nro. 21 Libertad y fraternidad (ponele), la igualdad te la debo, por Favio Camargo

 

Cuando en 1789 se hace la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, las mujeres no estaban incluidas, en opinión de muchos, como Rousseau, a las mujeres no se les debían otorgar los mismos derechos. El texto de Olympe de Gouges “Los derechos de la mujer y la ciudadana” marcaba con fuerza ese sentimiento de que no estaban incluidas y reclama en él, para las mujeres, los mismos derechos que la Declaración de 1789 le había otorgado a los hombres. Si bien participaban a la par de los hombres en algunas organizaciones civiles como la de los Amigos de la Verdad (Palm, Etta (1791) pp. 70) y en organizaciones de caridad desde hacía tiempo, la mujer entra en el centro de la escena política en los llamados “motines de subsistencia”, que eran levantamientos populares que les demandaban a las autoridades que tomaran medidas frente al alza del costo de vida y en los casos de desabastecimiento de alimentos de primera necesidad. Pero no solo eran quejas por la situación económica penosa, sino que se animan a hacer demandas políticas. Para marcar que la cosa iba en serio y un poco para defenderse de una represión segura, van armadas, como en el caso de la “Marcha a Versalles” del 5 y 6 de octubre de 1789.

Algunos de las demandas del movimiento de mujeres será la  igualdad de derechos, pero también de obligaciones, no debemos olvidar tampoco la petición de ser tratadas como iguales ante la ley. Ante un mismo delito, debía corresponder la misma pena sin tener en cuenta el género de quien hubiera cometido el delito, ya que eran juzgadas por tribunales especiales y condenadas con más dureza por el solo hecho de ser mujeres.

Antes de conseguir sus derechos, las mujeres tenían sus capacidades jurídicas reducidas, al nivel de los niños y los locos. Por ello el “primer feminismo”, liberal e ilustrado, formado por mujeres francesas de sectores medios, va a demandar derechos políticos e igualdad jurídica con el hombre. La Revolución Francesa traerá consigo un proceso de laicización de las instituciones civiles y cambios legislativos que beneficiaran a las mujeres. En 1791 se sanciona la ley de matrimonio civil. El matrimonio, que antes estaba en manos de la iglesia y revestía carácter sagrado, ahora era un contrato entre dos partes iguales. Como todo contrato, en algún momento puede terminarse por disconformidad de alguna de las partes, por lo tanto era lógico que en 1792 apareciera la ley de divorcio. También se limitó el poder paterno sobre sus hijas mujeres. También en cuestiones de herencia se otorgan los mismos derechos para ambos sexos en las líneas sucesorias, antes tenían privilegio los hijos varones. El divorcio, que antes era solo accesible a  reyes o a personas que pudieran pagarlo contratando abogados canónicos, ahora era accesible para todos, gratuito. Es más, ahora la mujer también podía pedir el divorcio, sin tener que pedir autorización a su marido. Pero todos estos avances van a comenzar a frenarse en 1793 cuando tomarán más centralidad en el poder los Jacobinos, que en cuestiones de género eran muy conservadores. La mujer fue puesta en la categoría de “ciudadana pasiva” o sea sin derechos políticos y se le marcó desde el Estado, que su lugar era la casa. Con el ascenso de Napoleón se retrocederá a un más y en su Código (1804) Napoleónico se consagrará en la legislación la inferioridad de la mujer. El balance que dejó la revolución francesa para las mujeres europeas fue el primer paso de un camino bastante accidentado con avances y reacciones conservadoras que provocaban retrocesos. A pesar de todo abrió el camino hacia una sociedad más justa e igualitaria.

Si lo miramos desde nuestro país el avance parece mayor, ya que el derecho al voto se consiguió recién en 1947 (pero pudo ser ejercido recién en las presidenciales de 1951) y el divorcio sería aprobado en 1954, pero derogado por la dictadura en 1955.  Recién se volvió a legislar sobre el tema en 1987, casi 200 años más tarde, pero era un trámite que pedía el acuerdo de las dos partes. 



El divorcio por voluntad de una sola de las partes, se sancionó recién en 2015. Aunque parezca una joda para 1947, algunos diputados opositores se escudaban en la craneometria (que llevaba años descartada) para negarle el derecho al voto a las mujeres, con el divorcio el conflicto era más para el lado del delirio religioso….”la desintegración de la familia y la misma guitarra de siempre”.

 





*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur

 

 


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