En
un artículo anterior me referí a la conspiranoia que asoma como respuesta
cuando la ciencia no puede dar respuestas inmediatas a determinados fenómenos,
es entonces cuando aparecen los “timadores de siempre” conspirando contra ella.
Las teorías de la conspiración no
siempre son el resultado de sostener creencias falsas de forma genuina. Se
pueden construir o amplificar intencionalmente por razones estratégicas y
políticas, por caso pueden desplegarse como una herramienta retórica para
evadir conclusiones inconvenientes. Según Stephan Lewandowsky y John Cook en
su “Guía para las Teoría de la
conspiración” hay siete claves del pensamiento conspiranoico:
Contradictorio:
Los teóricos de la conspiración pueden creer simultáneamente en ideas que son
mutuamente contradictorias.
Ominosas
sospechas: El pensamiento conspiranoico
implica un grado profundo de escepticismo hacia la explicación oficial. Este
grado extremo de suspicacia impide creer cualquier cosa que no se ajuste a la
teoría de la conspiración.
Nefastas
intenciones: Se asume invariablemente que las
motivaciones detrás de cualquier presunta conspiración son nefastas. Las
teorías de la conspiración nunca proponen que los presuntos conspiradores
tengan motivaciones benignas.
Siempre
algo debe andar mal: Aunque los
conspiranoicos ocasionalmente pueden abandonar ideas específicas cuando se
vuelven insostenibles, esas revisiones no cambian su conclusión general de que
“algo debe estar mal” y que la explicación oficial se basa en el engaño.
Persecución
de víctimas: Los teóricos de la conspiración se
perciben y se presentan como víctimas de una persecución sistemática. Al mismo
tiempo, ellos se ven como valientes opositores enfrentando a los malvados
conspiradores. El pensamiento conspiranoico implica una autopercepción de ser
simultáneamente una víctima y un héroe.
Inmune
a la evidencia: Las teorías de la conspiración son
inherentemente herméticas: la evidencia que las contrarresta se reinterpreta
como algo originado en la conspiración. Esto refleja la creencia de que cuanto
más fuerte sea la evidencia contra una conspiración, más deben desear los
conspiradores que la gente crea su versión de los hechos.
Reinterpretar
el azar: La extrema suspicacia del pensamiento
conspiranoico frecuentemente resulta en la creencia de que nada ocurre por
accidente. Pequeños eventos aleatorios se reinterpretan como causados por la
conspiración y son entretejidas en un patrón más amplio e interconectado.
Un
gramo de prevención vale un kilo de cura. Por ello, los esfuerzos deberían
centrarse en proteger al público de la exposición a esas teorías, inhibiendo o
frenando su difusión. Ante la aparición de alguna “nueva teoría” deberíamos
preguntarnos:
-
¿Reconozco al noticiero
que publicó la historia?
-
¿La información en la
publicación suena creíble?
-
¿La publicación está
escrita con un estilo que esperaría de un noticiero profesional?
-
¿La publicación tiene
motivaciones políticas?
Cuando
fallan los esfuerzos para contener la propagación de una teoría, los
comunicadores deben recurrir a estrategias que reduzcan el impacto de las
teorías de conspiración. Si la gente está preventivamente consciente de que
podrían engañarla, puede desarrollar resistencia a los mensajes conspiranoicos.
Este proceso se conoce como inoculación o “prementir”. Hay dos elementos para
una inoculación: una advertencia explícita sobre un riesgo inminente de ser
engañado, y una refutación de los argumentos desinformativos. Hay varias formas
de desmentir una teoría de la conspiración:
a) Los
desmentidos basados en hechos muestran que la teoría de la conspiración es
falsa, al comunicar información precisa.
b) El
desmentido basado en la lógica explica las técnicas engañosas o el razonamiento
defectuoso empleado en las teorías de la conspiración.
c) Un
desmentido basado en fuentes intenta reducir la credibilidad de los teóricos de
la conspiración, mientras que los basados en empatía llaman compasivamente la
atención sobre los objetivos de estas teorías.
El
pensamiento conspiranoico se asocia con sentimientos de control reducido y
amenaza percibida. Cuando las personas sienten que han perdido el control de
una situación, sus tendencias conspiranoicas aumentan. Pero lo contrario
también sucede que cuando la gente se siente empoderada, es más resistente a
estas teorías. Hay varias formas de “empoderar cognitivamente” a las personas,
como animarlas a pensar analíticamente en vez de confiar en su intuición. Si el
sentido de control de las personas está preparado serán menos susceptibles de
adoptar estas teorías. Considerando que este último razonamiento - “empoderar cognitivamente” a las personas - es lo más difícil, no estaría mal implementar una “cuarentena” de
medios de comunicación (televisivos principalmente) en donde haya programas
permitidos (ficción, música, noticieros de “solo noticias”) , al menos por un
tiempo NADA de programas “periodísticos” llenos de opinólogos de todo,
panelismo lleno de charlatanes, mesas de invitados de “hablemos por hablar y
sin saber”; en fin, casi toda la grilla. En una de esas ponemos a ejercitar un
poco las neuronas…
*Dora Mabel Eulalia, Profesora de Física y Química, Analista de Sistemas y Editora
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