Revista Nro. 21 El pensamiento conspiranoico. Por Dora M. Eulalia

 

En un artículo anterior me referí a la conspiranoia que asoma como respuesta cuando la ciencia no puede dar respuestas inmediatas a determinados fenómenos, es entonces cuando aparecen los “timadores de siempre” conspirando contra ella.  Las teorías de la conspiración no siempre son el resultado de sostener creencias falsas de forma genuina. Se pueden construir o amplificar intencionalmente por razones estratégicas y políticas, por caso pueden desplegarse como una herramienta retórica para evadir conclusiones inconvenientes. Según Stephan Lewandowsky y John Cook en su  “Guía para las Teoría de la conspiración” hay siete claves del pensamiento conspiranoico:

 

Contradictorio: Los teóricos de la conspiración pueden creer simultáneamente en ideas que son mutuamente contradictorias.

Ominosas sospechas: El pensamiento conspiranoico implica un grado profundo de escepticismo hacia la explicación oficial. Este grado extremo de suspicacia impide creer cualquier cosa que no se ajuste a la teoría de la conspiración.

Nefastas intenciones: Se asume invariablemente que las motivaciones detrás de cualquier presunta conspiración son nefastas. Las teorías de la conspiración nunca proponen que los presuntos conspiradores tengan motivaciones benignas.

Siempre algo debe andar mal: Aunque los conspiranoicos ocasionalmente pueden abandonar ideas específicas cuando se vuelven insostenibles, esas revisiones no cambian su conclusión general de que “algo debe estar mal” y que la explicación oficial se basa en el engaño.

Persecución de víctimas: Los teóricos de la conspiración se perciben y se presentan como víctimas de una persecución sistemática. Al mismo tiempo, ellos se ven como valientes opositores enfrentando a los malvados conspiradores. El pensamiento conspiranoico implica una autopercepción de ser simultáneamente una víctima y un héroe.

Inmune a la evidencia: Las teorías de la conspiración son inherentemente herméticas: la evidencia que las contrarresta se reinterpreta como algo originado en la conspiración. Esto refleja la creencia de que cuanto más fuerte sea la evidencia contra una conspiración, más deben desear los conspiradores que la gente crea su versión de los hechos.

Reinterpretar el azar: La extrema suspicacia del pensamiento conspiranoico frecuentemente resulta en la creencia de que nada ocurre por accidente. Pequeños eventos aleatorios se reinterpretan como causados por la conspiración y son entretejidas en un patrón más amplio e interconectado.

 

Un gramo de prevención vale un kilo de cura. Por ello, los esfuerzos deberían centrarse en proteger al público de la exposición a esas teorías, inhibiendo o frenando su difusión. Ante la aparición de alguna “nueva teoría” deberíamos preguntarnos:

-          ¿Reconozco al noticiero que publicó la historia?

-          ¿La información en la publicación suena creíble?

-          ¿La publicación está escrita con un estilo que esperaría de un noticiero profesional?

-          ¿La publicación tiene motivaciones políticas?

 

Cuando fallan los esfuerzos para contener la propagación de una teoría, los comunicadores deben recurrir a estrategias que reduzcan el impacto de las teorías de conspiración. Si la gente está preventivamente consciente de que podrían engañarla, puede desarrollar resistencia a los mensajes conspiranoicos. Este proceso se conoce como inoculación o “prementir”. Hay dos elementos para una inoculación: una advertencia explícita sobre un riesgo inminente de ser engañado, y una refutación de los argumentos desinformativos. Hay varias formas de desmentir una teoría de la conspiración:

 

a)      Los desmentidos basados en hechos muestran que la teoría de la conspiración es falsa, al comunicar información precisa.

 

b)      El desmentido basado en la lógica explica las técnicas engañosas o el razonamiento defectuoso empleado en las teorías de la conspiración.

 

c)      Un desmentido basado en fuentes intenta reducir la credibilidad de los teóricos de la conspiración, mientras que los basados en empatía llaman compasivamente la atención sobre los objetivos de estas teorías.

 

El pensamiento conspiranoico se asocia con sentimientos de control reducido y amenaza percibida. Cuando las personas sienten que han perdido el control de una situación, sus tendencias conspiranoicas aumentan. Pero lo contrario también sucede que cuando la gente se siente empoderada, es más resistente a estas teorías. Hay varias formas de “empoderar cognitivamente” a las personas, como animarlas a pensar analíticamente en vez de confiar en su intuición. Si el sentido de control de las personas está preparado serán menos susceptibles de adoptar estas teorías. Considerando que este último razonamiento -  “empoderar cognitivamente” a las personas -  es lo más difícil,  no estaría mal implementar una “cuarentena” de medios de comunicación (televisivos principalmente) en donde haya programas permitidos (ficción, música, noticieros de “solo noticias”) , al menos por un tiempo NADA de programas “periodísticos” llenos de opinólogos de todo, panelismo lleno de charlatanes, mesas de invitados de “hablemos por hablar y sin saber”; en fin, casi toda la grilla. En una de esas ponemos a ejercitar un poco las neuronas…

 

 


*Dora Mabel Eulalia, Profesora de Física y Química, Analista de Sistemas y Editora


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