Este escrito no abordará un tema específico de Ciencia y Tecnología, como había sido la intención primaria de esta ventana para la revista “Nos Disparan…”, sino de un tema que ahora se encuentra en debate, el cual trata de las ventajas y desventajas del fomento a los biocombustibles. Es un tema relevante entre otras cosas desde el punto de vista energético, en las economías regionales y para el ahorro de combustibles fósiles. Los biocombustibles se clasifican en tres grupos: primera generación, segunda generación y tercera generación. Los biocombustibles de segunda y tercera generación también se conocen como biocombustibles avanzados.
Los de primera generación se producen por medio de
tecnología convencional que utiliza azúcar, aceite vegetal (maíz/soja) o grasas
animales como fuentes. Dado que sus materias primas también son fuentes de
alimento, el debate “alimentos vs combustibles” es un tema mayor dentro de los
combustibles de primera generación. De acuerdo con los expertos, los
biocombustibles de segunda generación generan mayores ahorros en emisión de
gases de efecto invernadero que los biocombustibles de primera generación. Sin
embargo la producción de biocombustibles de segunda generación es más
complicada porque involucra la extracción de materias primas útiles de biomasa
leñosa o fibrosa.
La
tercera generación de biocombustibles corresponde a aquéllos que se producen a
partir de algas. La producción de aceite o combustible de algas conlleva la
fermentación del carbohidrato del alga.
Para comprender cabalmente el contexto del desarrollo de estos combustibles hay que reconocer que el desarrollo global de la economía de los últimos ciento veinte años tuvo como uno de sus pilares al petróleo, recurso que a la fecha podría haberse agotado en más de la mitad y que, en adelante, seguirá teniendo elevados costos de extracción; si bien el desarrollo de recursos no convencionales como los de Vaca Muerta alejaron el horizonte del famoso “peak de petróleo”, pero dicho desarrollo trae consigo mayores esfuerzos económicos y ambientales para la obtención del hidrocarburo. Por algunos de esos motivos hace más de quince años en Argentina se tomaron muy en cuenta las ventajas comparativas que tiene nuestro país en la producción agrícola y agroindustrial, y que resultaba oportuno, en el marco de desarrollo industrial tan necesario para nuestro país, diversificar la matriz energética generando las condiciones para el impulso de los biocombustibles de manera de sustituir importaciones de energía, fomentar el empleo local y mejorar el balance de divisas, todo ello mientras contribuye activamente en el cumplimiento de las metas de ahorro de gases efecto invernadero - causantes del cambio climático global -, en el marco de los compromisos internacionales asumidos por nuestro país. Aunque no era una iniciativa novedosa ya que debe recordarse que en 1948 el entonces presidente Perón, ante la escasez de recursos energéticos que sufría nuestro país, estableció un Plan Nacional de Energía por el cual creó la Dirección General de Combustibles Vegetales y Derivados que tenía a su cargo "...la obtención de alcohol de maíz y de otros cultivos". Y anteriormente ya en 1900, Rudolf Diesel utilizó aceite de maní para el motor que hoy lleva su nombre. Por lo dicho y desde la reglamentación en el año 2007 de la Ley 26.093 se estableció un régimen de desgravaciones y otros incentivos para promover la producción de biocombustibles, fijando asimismo cortes obligatorios en la nafta y el gasoil a partir del año 2010, estando el corte de biodiesel al gasoil en la actualidad en el 10% y del 12% el corte de bioetanol en las naftas. Esa norma define como biocombustibles al biodiesel, bioetanol y biogás, que se produzcan a partir de materias primas de origen agropecuario, agroindustrial o desechos orgánicos.
El
biodiesel que se obtiene a partir de lípidos naturales como aceites vegetales o
grasas animales es el combustible renovable que tiene el mayor potencial de
desarrollo en el país. El bioetanol que se elabora en base a la melaza, un
sub-producto de fabricación de azúcar, de jugo directo de caña de azúcar y de
los cereales, principalmente el maíz, puede reemplazar a la nafta, como ya se
hace en Brasil con el alcohol de caña o el de maíz en los Estados Unidos.
Numerosos proyectos de multinacionales y de aceiteras locales crecieron en el
país y nacieron por la decisión política, del entonces presidente Néstor Kirchner,
de desarrollar y revalorizar la agroindustria, el medio ambiente y la
producción federal de energía como ninguna otra cadena productiva puede
acreditar. Es el caso de los biocombustibles, un conjunto de 54 plantas
productoras distribuidas en 10 provincias del país que generaron más de 1.000
millones de dólares en inversiones genuinas y más de 65.000 puestos directos de
trabajo. Argentina es el tercer productor mundial de biodiesel en base a aceite
de soja, y ocupa el primer lugar como exportador. Casi el 90% se exportó a los
Estados Unidos (en la actualidad hay restricciones), mientras que el 10%
restante fue a Perú (otro país que impone restricciones) y Panamá, durante al
año 2016. La producción actual de bioetanol casi en su totalidad se destina al
corte obligatorio y se procesa en 20 ingenios, 16 destilerías y 9
deshidratadoras de alcohol del Noroeste Argentino. Una cadena de valor
integrada también por 8.100 productores independientes de caña de azúcar y
400.000 hectáreas, que emplea a más de 60.000 personas en forma directa y más
de 90.000 en forma indirecta
En
el mercado interno de biocombustibles se viene priorizando la instalación y la
consecuente actividad de plantas radicadas fuera del área núcleo pampeano,
hecho que favorece a las economías regionales. De esta forma se plantea un
cambio de paradigma en el típico desarrollo industrial argentino, permitiendo
la transformación de materias primas en origen. La producción de biodiesel
puede generar nuevos negocios, como nuevas plantas elaboradoras de aceite,
aprovechamiento integral de los subproductos, como: glicerina, fertilizantes, y
la posibilidad de obtener otros co-productos como lubricantes, solventes e
insecticidas. Además de las ventajas enunciadas, la principal debilidad a
mediano plazo que se le presenta la industria de los biocombustibles líquidos
es el reemplazo por otra tecnología energética limpia: el automóvil eléctrico. La
industria de los biocombustibles a partir de la asunción del gobierno de
Mauricio Macri empezó a sufrir un ataque frontal con una sucesión de
modificaciones en los procedimientos de determinación del precio regulado que
poseen, perjudicando en forma reiterada al sector hasta dejarlo cercano a una situación
de quebranto. Según la Federación del Sindicato Petrolero las plantas de
biocombustibles se encuentran en una situación crítica, donde el producto que
cubre el 80% de su producción, el aceite de soja, aumentó en un 25%; mientras
los precios finales se mantienen de la misma manera desde 2019. La actividad se
ha paralizado, afectando a cientos de trabajadores suspendidos, quienes no
pueden cobrar sus salarios. Por esta situación que se da en medio de la
pandemia, los trabajadores y empresarios exigen la actualización de los precios
en la materia prima, para poder volver a sus labores. Con la llegada del nuevo
secretario de Energía piden por la intervención inmediata y la protección del
trabajo e industria nacional. La política en materia de combustibles revela un
claro privilegio para el sector petrolero. Entre 2018 y 2020 la nafta súper - que
contiene un 12% de bioetanol - tuvo un incremento de precios del 134%. En el
mismo período el bioetanol se actualizó en un 84%. Existe una clara
transferencia de recursos del sector sucroalcoholero al petrolero. No se comprenden
las razones que justifican privilegiar a una industria que contamina más,
genera menos puestos de trabajo y está en retirada en el mundo. No se comprende
porque no es necesario hacer competir a estos sectores que son perfectamente
complementarios. El panorama se dificulta aún más ya que se dispuso garantizar
a través del “barril criollo” al sector petrolero su rentabilidad ante la
crisis mundial inédita. Al contrario para la industria de los biocombustibles no
se propició una solución semejante. Se deciden subsidios para el sector
petrolero pero no se actualizan para la industria de los combustibles
renovables, más baratos, no contaminantes, que agregan valor a la materia prima
y permiten el desarrollo a lo largo y lo ancho de todo el país. Las ocho provincias
argentinas que integran la Liga Bioenergética (Buenos Aires, Córdoba, Entre
Ríos, Jujuy, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán) quieren aumentar
el porcentaje de biocombustibles en la nafta y el diesel que se venden en la
Argentina. El objetivo es incrementar el corte con etanol y biodiesel de
producción local, para impulsar las economías de esas provincias. Las
industrias petroleras que operan en el downstream y las industrias automotrices
locales, salvo excepciones, han influido negativamente en los últimos tiempos
sobre las áreas de Energía y de Producción, para detener la anterior propuesta,
habiendo logrado en gran parte y por el momento, su objetivo. Las automotrices
rechazan debido a que el parque actual, según su postura, no está preparado para trabajar con otra
calidad de combustibles, acarreando posiblemente dificultades mecánicas.
Mientras tanto que se producen presiones de todos los interesados, los sectores
vehiculares depositan las esperanzas en que los análisis de emisiones al medio
ambiente arrojen resultados negativos al aumento de un porcentaje de corte
mayor. La puja entre las partes deberá ser definida por el Gobierno nacional,
ya que el plazo establecido en la normativa
vigente vence en mayo de 2021.
Este
debate se enmarca dentro de la decisión
de cuál será la matriz energética que elegirá el Gobierno. El proyecto de la
Liga pretende llevar el corte de etanol a un 15% sin un marco temporal
establecido y el del biodiesel al 15% en forma inmediata; al 16%, en 18 meses, y
al 17,5% a más tardar el 31 de diciembre de 2027.
Los
petroleros, en alianza con las automotrices, afirman que un proyecto así no
sólo implicaría una suba de precios en los surtidores a los consumidores, sino
que provocará una baja en la recaudación del Estado por una caída retenciones,
ya que derivaría producción del campo a la industria energética. Además
solicitan que en todo el país el tipo de corte sea homogéneo y no varíe de
provincia a provincia.
Como
respuesta indican que "Hace un año y medio que funcionan colectivos con
biodiésel 100% puro en Santa Fe y no hubo inconvenientes en la adaptación de
los motores", dicen expertos de esa provincia.
Otras
ventajas
Costo:
una vez que la tecnología se desarrolle por completo, el precio de los
biocombustibles será incluso menos al de la gasolina o el diésel gracias a su
abundancia y fácil adaptación para el uso cotidiano.
Gran
Abundancia: mientras que otros materiales como el petróleo escasean en el
mundo, los biocombustibles pueden ser obtenidos de muchos materiales
diferentes, renovables y que abundan en grandes cantidades.
Independencia:
muchos países que dependen de grandes potencias para la generación de energías
o combustibles podrán comenzar a producir de manera local sin depender de otros,
por lo que existe un ahorro en la importación de combustible liquido
convencional.
Estimulación
económica: al producir el biocombustible de manera local, se generaran grandes
cantidades de plantas creando así muchos puestos de trabajo.
Sustitución
de combustibles: los biocombustibles son utilizables en cualquier motor
sustituyendo así los fabricados por combustibles fósiles.
Otras
desventajas
Contaminación
en la producción: Si bien a la hora de ser quemados no se genera una
contaminación, muchos estudios muestran que el proceso para crear los
biocombustibles sí contamina.
Adaptación
de motores: si bien los biocombustibles se pueden utilizar en los motores,
estos necesitan modificaciones para el correcto funcionamiento de combustibles
alternativos.
Como
corolario podemos afirmar que si bien los biocombustibles no surgen como la
solución definitiva para el reemplazo de los combustibles fósiles, ganarán
participación en la matriz energética mundial en los próximos 25 años.
Argentina es uno de los países líderes en la producción de biodiesel, mientras
que se encuentra rezagada en lo que hace a la producción de bioetanol, en
consonancia con la producción de maíz y soja. Es un desarrollo de fuerte
presencia en la denominada “zona núcleo” especialmente en Santa Fé, que surge
como la principal provincia productora. Se necesita avanzar hacia
biocombustibles de segunda y tercera generación, ya que los mismos no generen
conflictos con el precio de los alimentos.
*Guillermo F. Sala, Arquitecto
Un problema recurrente es la articulación política de los distintos intereses económicos, cosa que puede aletargar un adelanto tecnológico beneficioso durante años, a tal punto de transformarlo con el paso del tiempo en obsoleto..
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