Revista Nro. 20 Los Fierros del Poder Judicial le apuntan a la democracia… Nota Editorial

 

Obra: Cristo destruye la cruz - José Clemente Orozco




Y están allí, nunca se fueron, mimetizados por los quiebres y agachadas de la democracia y aguardando por los disparos finales. Los fierros están cargados, lustrados, aceitados con denuncias de toda clase y tenor. Las hay armadas por sus socios de los servicios, las hay ciertas y que por supuesto es necesario investigar, las hay aquellas que pertenecen al ámbito personal, las que constituyen delito, las que no constituyen delito, y están las más importantes, aquellas que devienen de ciertas decisiones políticas distributivas, bloqueando medidas que no agradan a las corporaciones dominantes, sean incisos impositivos o directamente propuestas oficializadas dentro del presupuesto o aquellas que provienen de leyes que rompen con determinadas estructuras dominantes y anquilosadas. Para estas últimas la estrategia opositora en pos de judicializar la política mediatizándola con la táctica del denuncismo ha sido fundamental. Y es aquí en donde se está jugando la puja real, la lucha por el poder. La Voluntad Popular en crudo conflicto con la Voluntad Corporativa. Las demás se mueven como satélites alrededor de ella. De antaño los fierros judiciales interactuaban con los fierros castrenses (Yrigoyen, Perón), en algunos períodos de nuestra historia ni siquiera tuvieron la necesidad de desenfundar (Frondizi, Illia). En la actualidad y aparentemente sin la colaboración de los militares se han visto en la imperiosa necesidad de exponerse en soledad, casi descarnadamente, debido a que retan a un gobierno nacional y popular cuyos paradigmas aún perviven en buena parte de la sociedad que enfrenta al modelo neoliberal que el Poder Real desea imponer. Jueces, fiscales y hombres del Poder Judicial han decidido pintar y camuflar sus rostros y se han levantado contra la democracia utilizando esos fierros que disponen discrecionalmente, saben que Alais nunca llegará.  Caños que no pagan impuestos, que no tienen obligación de declarar, caños que pueden exhibir libremente sin que nadie tenga el derecho de pedirles ninguna explicación. Caños que en realidad son nuestros, para nuestra defensa, pero que ellos utilizan cargados con municiones de coerción fáctica, inhibidores políticos y sociales que coloca al “Suprapoder” Judicial dentro de un plano de impunidad extremadamente peligroso. La ley y su interpretación como acción política en manos de los extorsionadores, abyectos que firman sus sentencias con tinta color sangre.

 





 

*Nos Disparan Desde el Campanario -  Nota Editorial

 

 

 

 

 


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