Obra: Cristo destruye la cruz - José Clemente Orozco
Y
están allí, nunca se fueron, mimetizados por los quiebres y agachadas de la democracia y aguardando por los disparos finales. Los fierros están cargados,
lustrados, aceitados con denuncias de toda clase y tenor. Las hay armadas por
sus socios de los servicios, las hay ciertas y que por supuesto es necesario
investigar, las hay aquellas que pertenecen al ámbito personal, las que
constituyen delito, las que no constituyen delito, y están las más importantes,
aquellas que devienen de ciertas decisiones políticas distributivas, bloqueando
medidas que no agradan a las corporaciones dominantes, sean incisos impositivos
o directamente propuestas oficializadas dentro del presupuesto o aquellas que
provienen de leyes que rompen con determinadas estructuras dominantes y
anquilosadas. Para estas últimas la estrategia opositora en pos de judicializar
la política mediatizándola con la táctica del denuncismo ha sido fundamental. Y
es aquí en donde se está jugando la puja real, la lucha por el poder. La
Voluntad Popular en crudo conflicto con la Voluntad Corporativa. Las demás se
mueven como satélites alrededor de ella. De antaño los fierros judiciales
interactuaban con los fierros castrenses (Yrigoyen, Perón), en algunos períodos
de nuestra historia ni siquiera tuvieron la necesidad de desenfundar (Frondizi,
Illia). En la actualidad y aparentemente sin la colaboración de los militares
se han visto en la imperiosa necesidad de exponerse en soledad, casi
descarnadamente, debido a que retan a un gobierno nacional y popular cuyos
paradigmas aún perviven en buena parte de la sociedad que enfrenta al modelo neoliberal
que el Poder Real desea imponer. Jueces, fiscales y hombres del Poder Judicial
han decidido pintar y camuflar sus rostros y se han levantado contra la
democracia utilizando esos fierros que disponen discrecionalmente, saben que
Alais nunca llegará. Caños que no pagan
impuestos, que no tienen obligación de declarar, caños que pueden exhibir
libremente sin que nadie tenga el derecho de pedirles ninguna explicación. Caños
que en realidad son nuestros, para nuestra defensa, pero que ellos utilizan
cargados con municiones de coerción fáctica, inhibidores políticos y sociales
que coloca al “Suprapoder” Judicial dentro de un plano de impunidad
extremadamente peligroso. La ley y su interpretación como acción política en
manos de los extorsionadores, abyectos que firman sus sentencias con tinta
color sangre.
*Nos Disparan Desde el Campanario -
Nota Editorial
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