Revista Nro.16 Sobre los orígenes de la posverdad, por Javier M. Miró


"Hace un tiempo se podía saber la fuente de las noticias: agencia Reuters, Tas, etc..., igual que en los periódicos se puede saber su opción política. Con internet no sabes quién está hablando. Incluso Wikipedia, la cual está bien controlada. Usted es periodista, yo soy profesor de universidad, y si accedemos a una determinada página web podemos saber que puede estar escrita por un loco, pero un chico no sabe si dice la verdad o si es mentira. Es un problema muy grave, que aún no está solucionado".
“Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado. Internet ha multiplicado la soledad. Internet ha permitido a muchos trabajar desde casa, y eso ha aumentado su aislamiento, generando sus propios remedios para eliminar ese aislamiento, Twitter, Facebook, acaban incrementándola porque relaciona con figuras muchas veces fantasmagóricas, debido a que uno cree estar en contacto con una bellísima muchacha que en realidad resulta ser un mariscal de la Guardia Civil. La televisión ha promovido al tonto del pueblo, con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de Internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad. Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente, ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas".  UMBERTO ECO


SOBRE LOS ORÍGENES DE LA POSVERDAD (POSVERDÁ)

La excitación producida por el retorno de los primeros navegantes aventureros en España fue inigualable. Resonaban en las callejuelas y las plazas los nombres gloriosos de Colón, Vespucio o Juan De la Cosa. Eran buenos tiempos para la corona, pues el pueblo se sentía  parte de las conquistas y proclamaba la adición de los nuevos territorios conquistados como si fueran suyos, de esta manera se olvidan de las miserias y las desigualdades que les imponía un régimen despiadado e injusto. Luego de estas primeras aventuras donde audaces navegantes llegaban a algunas islas del Caribe y al poco tiempo retornaban con historias, vasijas, chucherías y algunos nativos para la diversión, el asombro de los hispanos los reyes encargaron a los futuros expedicionarios empresas mucho más ambiciosas. Las nuevas expediciones al mando de prestigiosos navegantes contaban con un mayor número de embarcaciones, de mayor envergadura, y con un número importante de tripulación capaz de establecerse, fundar poblaciones, luchar contra fuerzas adversas y sobre todo saquear aquel famoso oro del que tanto hablaban entre fiebres y “delirium tremens” los escasos afortunados retornantes. Es así como desde los puertos de Palos o San Lucar de Barrameda el pueblo fue despidiendo con algarabía a los Cortés, los Gaboto, los Mendoza, los Magallanes y los Cabeza de Vaca entre otros.
Desafortunadamente estos viajes tardaban mucho tiempo y las multitudes se habían empezado a impacientar ya cansadas de esperar cada tarde el regreso sus triunfantes bergantines, después de todo ya habían pasado dos largas semanas desde la partida de Magallanes en su misión de circunnavegar el planeta y aún no había noticias ( recordemos que la expedición de Magallanes concluyó casi cuatro años después; completada por su lugarteniente Sebastián Elcano. Don Hernando murió en una batalla en unas islas cerca de Filipinas).
Al percibir cierto descontento entre la plebe, luego de que una lluvia de escupidas malograra el costoso vestido de encaje de la princesa Fernandina y el ulterior salvaje intento de violación al infante Gregorio (sobrino de la princesa), a la salida de la misa de los santos penitentes en la Iglesia de la Merced, el rey Carlos l se reunió secretamente con Pepe Fonseca, un gitano que lideraba un grupo de ilusionistas, charlatanes y embaucadores ambulantes. Pepe organizó a pedido del rey, con su primo Moaheb “el Moro” dos compañías de artistas y exhibiciones en las plazas mayores teatrillos y colmaos donde bajo su dirección presentaban sus hazañas, disfrazados de supuestos bucaneros y marinos rescatados que retornaban presumiblemente de las heroicas epopeyas marinas; para brindar un relato entretenido del periplo. Los rufianes exhibían rústicas vasijas rescatadas del descarte de la taberna local adornadas con pintura dorada, palomos del campo teñidos tricolor personificando simpáticos guacamayos, dos o tres putas del burdel bañadas en lodo, cubiertas con pieles y plumas bailando frenéticamente ritmos norafricanos, y completando el espectáculo el infaltable grupo de enanos tiznados con carbón y un burro con falsas franjas blancas introducido como “la cebra patagónica”. Todo esto complementado con los vivaces relatos de don Pepe acerca de gigantes dragones marinos acechando las embarcaciones, feroces combates con tribus salvajes caníbales, y lujosos palacios donde la abundancia de oro y plata superaba la avaricia del más miserable de los usureros. Es entonces que la gente retomó el entusiasmo inusitado por las aventuras y peripecias de los grandes navegantes y dejó de lado el rencor y resentimiento por las injusticias infringidas por la familia real y el hambre reinante. El interés viró rápidamente en ardiente fervor, habiéndose formado a consecuencia de la excitación dos grupos bien diferenciados: los Hernandarios simpatizantes de don Hernando de Magallanes y los fanáticos seguidores de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca también conocidos como los vaqueanos. Los artistas manipulaban esta rivalidad, incentivando cantitos insultantes, burlas disputas y agitadas discusiones a la salida del teatro. No era extraño que se pasara al desagradable tumulto y al desborde violento vociferando consignas hirientes por parte de la turba tales como: “Cabeza de Vaca se come la matraca” o “Hernando botón, cornudo y maricón” dejando la tarde de domingo una plaza bañada en sangre y una multitud calma y satisfecha.
Una tarde gris de Setiembre  el puerto de Sevilla vio llegar los restos de lo que fue la elegante fragata “Victoria” con solo 18 hombres de los 270 que habían partido. Nadie estuvo presente contemplado su penoso arribo, no se veía en el puerto ni orquestas, ni mozuelas mostrando sus pechos a los marineros, ni banderas ni mucho menos multitudes agitando pañuelos debido a que todos estaban en el teatro de la plaza absortos escuchando las falsas aventuras de la troupe de Pepe Fonseca. Solo una figura triste y temblorosa aguardaba bajo la pesada llovizna gris sobre las tablas gastadas del viejo muelle crujiente, se trataba de  Sofía de las Blancas Nalgas Ordoñes y Vega, secreta amante del Adelantado Elcano. La dama llorando se abalanzó hacia don Sebastián al verlo bajar vencido la escalerilla y le espetó sin darle respiro: “Cornutti, filio da puta, vil malquisto pisaverde, atarre comeflores culopollo!! Me dijiste que te ibas a la esquina a comprar tabaco, me cago sentada en cien cojones, ahora vas a ver cuando lleguemos a casa! “ Elcano primera víctima de la posverdad murió de pena y escorbuto a bordo de un bergantín en su segunda expedición a las islas Molucas unos meses después de escapar de su casa por la puerta de atrás, aquella misma tarde gris de Setiembre.





*Javier Martín Miró. Ingeniero agrónomo, autor del libro Javier, Paco y el Loco y otros cuentos. En 1991 emigró a Sydney, Australia, en donde desarrolla su actividad profesional como Biosecurity Officer

Comentarios

  1. Elcano no terminó así.
    Resulta que al salir de San Julián, donde había pasado el invierno, Magallanes fue arrastrado por una tormenta hacia el este, aunque un par de días más tarde regresó a la costa algo más al sur (uno de sus barcos parece que vio las Malvinas y como no encontró a don Fernando se volvió a Cádiz). Vio la ría del Gallegos, y luego la boca del Estrecho, donde de puro culo había viento del este; cruzó el Estrecho, el Pacífico, murió, don Sebastián dio la vuelta al mundo, ya todos sabemos la historia.
    Entonces el rey lo mandó de regreso, con sus mapas, a cruzar el Estrecho por segunda vez. Elcano fue reconociendo las entradas anotadas, y estimo que habrá ido contando: "San Julián, Santa Cruz, Gallegos, este tiene que ser el Estrecho, lo veo un poco cambiado, pero es la tercera entrada desde San Julián, ¡a toda vela!" Y se metió con no sé cuantos barcos... hasta el fondo de la ría del Río Gallegos. Todos encallaron, la marea bajó y terminó con los barcos rotos y volcados de costado.
    Lo que había pasado es que la tormenta del viaje anterior les había impedido ver la ría del Coyle y, aunque ninguno lo sabía, el Estrecho no era la tercera sino la cuarta entrada al sur de San Julián.
    Hizo pedazos los barcos y tuvo que regresar a España con lo que le quedó sin destruir: si alguien lo fue a recibir, habrá recorrido el muelle recibiendo patadas en el traste. Por supuesto, su fama se esfumó y nunca volvió a cruzar el Estrecho.

    A veces la historia resulta casi tan surrealista como la ficción.

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  2. Es un cuento , no es un ensayo historico , algunos datos son reales otros no , se puede ir descubriendo la farsa y reirse. Es una critica a la manipulacion de la realidad por parte de ciertos sectores . En vez de hacer una investigacion (otra mas ) con datos y documentos que nadie lee , escribi' un cuento. Sin embargo aprecio tu aporte ciertamente da para otra historia. Muchas gracias

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  3. Interesante ver blogs diferentes a los españoles
    Me has encantado

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