Revista Nro. 17 La Nueva Brújula señala caminos viejos: ¿qué debería hacer la política? Por Astor Vitali – FM De La Calle
Fuente:
FM De La Calle
En
general, desde que el término “la grieta” comenzó a utilizarse para leer la
realidad a través de un prisma binario inadecuado (macrismo-kirchnerismo), el
problema del acceso a la información ha quedado en un segundo plano. La Ley de
Servicios de Comunicación Audivisual, que tuvo origen en un debate democrático
profundo, fue virtualmente fulminada por el macrismo y se ha construido la idea
de que se trata del oficialismo contra Clarín y La Nación y viceversa. Si bien
esa pelea existe, la lectura binaria pone en un plano secundario el principal
debate: la propiedad de los medios.
Los
medios comunitarios, alternativos y populares tenemos una clara pertenencia a
sectores sociales vinculados a la lucha popular y nos organizamos de forma
asociativa. No hay nada que esconder. Está todo a la vista: financiación,
origen de militancia, participación en organizaciones sociales, gremiales o
políticas. Sabés quiénes somos. De esta forma, lo único que influye en términos
de censura o autocensura en nuestros medios es la presión que las propias bases
de esas organizaciones puedan ejercer sobre el medio del cual participan. En
decir, se da una puja política democrática abierta acerca de los contenidos y
de las formas que se emiten en nuestros medios. Esa puja tiene lugar entre las
organizaciones de la comunidad.
En
cambio, los medios con fines de lucro tienen la práctica de difuminar la
pertenencia de sus integrantes (a espacios políticos o económicos) y de sus
comunicadores y se organizan de forma lucrativa. Son muchos los acuerdos
económicos y políticos que deben ocultar (dado que si no se les caería la
careta de independientes). Pero además, el carácter privado, con fines de
lucro, conlleva dos peligros para la comunidad en la que esos medios se
desenvuelven (pensar en los medios de la ciudad): por un lado, el principal
objetivo es generar ganancia y, por ende, los contenidos se ven moldeados por
ese interés. En otras palabras, serán aliados estratégicos de los factores más
poderosos de la sociedad que son quienes tienen la capacidad económica de
ofrecer grandes sumas en pautas publicitarias. Juegan para los que más tienen.
Por otra parte, y esto es igual o aún más riesgoso, los dueños de medios de
comunicación, en el esquema actual, no llegan a serlo por una denodada pasión
por los productos y servicios comunicacionales: compran medios para generar
influencia política, económica y judicial y, a su vez, para proteger sus
intereses, o sea, ocultar la información que pueda perjudicar el desarrollo de
sus negocios y de sus proyectos de espaldas a la comunidad.
¿Cómo
operan? Si hay que levantar un proyecto: títulos de aquí y de allá, dándole
para adelante. “Fuentes confiables” salen a respaldar –en general, son las
interesadas en que determinada cosa ocurra. Si hay que darle de baja: carpetas
y denostaciones a quien haya que castigar tanto del sector público como
privado.
En
medio de esa marañona, hay trabajadores y trabajadoras de la comunicación que
llevan adelante sus tareas de manera responsable y profesional. Pero eso no
alcanza, porque la decisión editorial la tienen los dueños y, casi siempre, la
oficina del principal editorialista o de los gerentes de noticias están pegadas
a la oficina de la gerencia comercial.
Esto
en sí mismo hace imposible el desarrollo de la democracia porque no se trata de
medios de comunicación que buscan vender publicidad (lo que cual ya implicaría
el primer riesgo que señalamos) sino actores de la alta alcurnia de turno que
manejan información vital para que la ciudadanía pueda tomar sus decisiones
cívicas (electorales y no electorales).
En
este escenario, la discusión de la propiedad de los medios, del rol de los
medios comunitarios (que por comunitarios no tenemos por qué ser marginales) y
de los medios públicos no es sólo una discusión sectorial, es decir, que
incumba al periodismo o al mundillo de las comunicaciones. Es un problema
central para comprender que no hay democracia posible sin acceso a la información
y que estamos leyendo, discutiendo y compartiendo ni más ni menos que la
zanahoria informativa que los tipos que tienen más poder, más guita y más
vínculos quieren que sigamos como conejos. ¿Dónde está la agenda que importa a
cada sector social, a cada barrio, a cada niñe? ¿Quién define lo que es
público?
Si
bien la discusión no es nueva, lo que existe en la actualidad es un
acrecentamiento de este esquema y una encerrona económica a quienes no besen el
anillo de los Corleones subdesarrollados.
Uno
de los problemas que enfrentamos, es que los partidos mayoritarios hasta ahora
han pensado que hay que convivir con este esquema porque si no “te matan”
políticamente. Sin embargo, no tomar este problema de raíz no hace más que
acrecentarlo.
La
cobertura del caso Facundo refleja con creces lo antedicho. Podría ser
cualquier tema que afecte intereses poderosos. La política local no debería
aceptar que haya que esperar 20 años para saber lo que ocurre en la actualidad.
Hacer política a través de la política y no a través de los medios de
comunicación que no sirven más que a sus propios intereses, podría ser el
camino de ida hacia una calidad institucional al menos soportable. La Nueva
Brújula señala caminos viejos. Callejones sin salida para el bienestar
comunitario. ¿No es la política el ámbito para cambiar las cosas?
*Astor Vitali. Músico, Escritor, Periodista,
Locutor, integrante y Conductor radial dentro del colectivo comunicacional FM
De la Calle de Bahía Blanca, autor del libro El Consorcio
Según cuentan los coleros que rondan Balcarce 50 que Alberto decidió declarar de interés público Internet, la telefonía y la Tv paga, motivado por la ausencia de colaboración en la coyuntura de quienes tienen el dominio de esos segmentos (empresas oligopólicas de múltiples vinculaciones financieras).
ResponderEliminarSegún cuentan afirmó: "Yo vine a cerrar la grieta, y ellos lo único que hacen es perjudicarnos". Dos cosas surgen de esta anécdota . Primero la enorme inocencia de Alberto al creer que esta gente que representa intereses plutocráticos le iba a perdonar políticamente la vida por más que le cumpliera con todos los deberes, y segundo, una pena que lo haga como respuesta espasmódica y no por convicción. Esto quiere decir que ante una tregua no modificaría el actual estatus. Al Presiente, en su momento, no le gustó la ley de medios, sigue sin creer que nuestra Patria será democrática cuando verdaderamente exista un libre y democrático acceso a la información