Fuente:
El Tábano Economista …. AQUÍ
Crónica
original AQUÍ
Cuando un grupo de personas de una sociedad convierte el saqueo en
una forma de vida, con el tiempo creará un sistema legal que lo autorice y un
código moral que lo enaltezca.
Hoy nos encontramos con el resultado
de materializar cada una de las palabras del epígrafe, convertir el saqueo en
una forma de vida e instaurar su marco legal y, como si esto fuera poco, que
los saqueadores sean glorificados. Aun así, la pandemia inauguró la idea de que
tenemos ante nuestro futuro un elevado campo de opciones que podría modificar,
alterar o, al menos, condicionar la lógica de políticas económicas de los
últimos cuarenta años.
La idea suena genial, solo tendríamos
que hacerle algunos ajustes al relato para comprender de qué estamos hablando.
La aclaración inicial debería ser que el Covid-19 no fue el detonante de la
crisis económica mundial, solo el certificado de defunción de las más
desdichadas políticas económicas aplicadas (para la mayoría). Sin embargo,
estas fueron abaladas por líderes mundiales, empresarios, millonarios,
economista, la clase media y algún imbécil desclasado que nunca falta.
Las mismas personas que enumeramos, y
sobre todo los economistas, son las que utilizan el virus para encubrir el daño
social causado durante todos estos años y alterar el relato del fracaso
económica, centrando su responsabilidad e imputando al virus. Por ejemplo,
Argentina es uno de los países que tuvo virus al cuadrado (Covid-19)² porque
tuvo un germen llamado Mauricio Macri con capacidad destructora económica letal
y después se presentó el Covid-19 en un país devastado, complicando su
resurgimiento. Si a esto le agregamos que, en cualquier crisis económica
mundial, quienes ganan son los que más tienen y quienes pierden son los más
necesitados, habremos delimitado los extremos.
La
alternativa entonces para evaluar qué tan ciertas son las oportunidades de
nuevas políticas económicas dependerán en gran medida del lugar en que nos
posicionemos como actores sociales o, en su defecto, la ubicación que nos
quieran imponer los dueños del poder. Es como cuando Michel Foucault intenta
describir en Las palabras y las cosas desde
dónde se mira el cuadro de “Las Meninas” de Diego Velázquez o ¿qué está
queriendo mostrar el pintor en realidad. Cada ángulo brinda una explicación
diferente de lo que quiere mostrar el pintor.
Un
ejemplo serían los Estados Unidos, donde, oculto tras una multiplicación de
contagios del coronavirus, Donald Trump se enfrenta a un poder real que ha
decidido poner fin a su mandato. Facebook, por orden del poder real, está
tratando de inmovilizar al presidente en las redes sociales, mismas que lo
llevaron al poder. Es un acto deliberado e intencionado para quitar el poder y
el conocimiento que el partido Republicano adquirió en las fake news y la potencialidad de crear una nueva
Cambridge Analytica 2.0. Para tener una idea del peso y la importancia de las
redes sociales, el programa más visto de Fox News en horario central tiene 3
millones de telespectadores, el presidente americano tiene 20 millones de
seguidos en el Twitter.
La idea es mantener la jerarquía, con
diarios nacionales, medios de difusión y restricción de redes, en el mundo es
la forma de administrar y guiar la información, esa es la lógica a seguir, por
eso los ataques y cierres de cuentas específicas que el establishment americano
promueva. A diferencia de ser reguladas por los gobiernos, las redes sociales
se autorregulan a su conveniencia, en algún momento las fake news, que
auxiliaron y favorecieron el camino al poder, no preocuparon a Mark Zuckerberg,
la CIA o el Departamento de Estado, ahora son llamativas, perturbadoras y alarmantes.
No es una cuestión de libertad de expresión, sino de conveniencia.
Entonces, al parecer nos están
haciendo trasladar la mirada a lugares que no la deberíamos de dirigirla o en
un ángulo en que las oportunidades no difieren de las actuales, aunque parezca.
Por ejemplo, la idea que circuló en Argentina que el plan de salida de la
cuarentena, la nueva normalidad o la reestructuración económica podría lograrse
con el apoyo del establishment, de aquellos que, por error u omisión,
desplazaron los beneficios de sus negocios al exterior en cantidades
apreciables, unos U$S 500 mil millones, no sin antes haber evadido su pago al
fisco y colocarlo en algún país con nula o escasa tributación, resulta extraña.
Quizás
la vana idea de que el año entrante los evasores, en un acto de nobleza y
generosidad, inviertan en el país, cuando los beneficios no sean apreciables,
el consumo se resienta o el empleo flaquee, a contramano de la historia,
apostarían por al país. La idea es difícil de verificar a futuro, pero invito a
que investiguen que este extraño evento no sucedió en toda la historia
argentina, no al menos en las 1.035 páginas que tiene Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003)
de Mario Rapaport. Y no veo argumento que le dé posibilidades ciertas de
ocurrencia.
La divulgación de la negociación de
la deuda corre por los mismos carriles ópticos. Comenzamos con proponer 40% de
pago y ahora estamos en Valor Actual Neto de 53.5%, con una tasa de descuento
del 10% (demencial). Así expuesta la información pasa a ser incomprensible para
la sociedad, nadie entiende por qué suavizamos la posición, cuánto es el monto
“sustentable”, si ofrecemos pagar cada vez más. Tampoco sabemos, aunque se
sospechan aterradoras, las consecuencias de un default que nunca fue evaluado,
al que nadie quiere entrar, aunque no sepa sus consecuencias. La idea más
difundida es que las empresas privadas, las que tienen los U$S 500 mil millones
afuera no podrían encontrar financiamiento, y no podrían invertir el año que
viene.
El
economista Juan Valerdi, en su artículo “El País de no me acuerdo”, nos cambia de ángulo la
mirada y nos posiciona en una ventana de oportunidad, donde si le cobramos a
10.000 personas, de estos fugadores de U$S 500 MM, podríamos juntar unas
monedas para garantizar algún tipo de ayuda a unos 12.000.000 de connacionales
que cobran algún tipo de ayuda estatal. Pero también deja entrever: “Si en el último medio siglo este selecto grupo de argentinos no
hubiesen fugado los capitales que obtuvieron por medios legales o ilegales, hoy
Argentina no tendría deuda externa que negociar, el mundo nos debería al menos
150.000 millones de dólares”.
Una
nueva ventana, pensé, y se me vino a la cabeza Norges
Bank Investment Management, sí, el Banco Central de Noruega que maneja uno de
los mayores fondos de inversión del mundo. Se entiende, el Banco Central maneja
un Fondo Soberano de Inversión, o varios Vicentin. Si nosotros tuviéramos 150
MM de dólares podríamos andar estafando gente por doquier, como el fondo
Noruego, que con las ganancias del petróleo del país boreal especula en
cualquier sector, acciones, bonos, inmobiliaria, medios y sus ganancias van
para todos sus ciudadanos.
Después
pensé en ANSES, el Banco Central Argentino, el dinero del comercio exterior, el
eslogan de “visite Canadá antes que sus empresas mineras visiten y destrocen tu
país”. Todos en el mismo ángulo, hacer negocio especulando, sacando el dinero
del mundo, como lo hacen estafadores tan respetados como BlackRock, para
distribuir ganancias para los argentinos. ¿Por qué nadie se queja de los
noruegos? Pero después pensé que ese economista es medio comunista y los
noruegos se parecen a Venezuela. Cuestión de enfoque.
*Alejandro Marcó del Pont,
Licenciado en Economía
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