Revista Nro. 11… Cuando la utopía no llega a emitir sus primeros sonidos, menos logrará dar sus primeros pasos, por Gustavo Marcelo Sala
Únicamente nos queda
un día, sentenció Jean Paul Sartre, uno que siempre se repite, se nos da al
amanecer, se nos quita al anochecer.
Por eso sospecho que el crepúsculo es brillante y hermoso en tanto tenga la capacidad de asegurar la próxima claridad, de lo contrario será tan lúgubre como la puerta del ingreso al cenit de los extremos sucios. Todo ha sido resuelto excepto cómo vivir agregó El Castor, como lo llamaba cariñosamente Simone de Beauvoir, en la vida como en la política, nadie es como otro, ni mejor ni peor, si logran están de acuerdo es por un casual malentendido. No perdamos nada de nuestro tiempo los hubo más bellos seguramente, pero éste es el nuestro, celebró. De mi parte no estoy muy seguro que el actual crepúsculo político nos esté anunciando algo similar a un amanecer. Y eso es lo que nos toca muy a pesar que, parafraseando a Schopenhauer, nos estuvieron gobernando seres de los que no se concibe cómo llegaron a caminar sobre dos piernas aunque eso no signifique mucho, la paradigmática vulgaridad de cómo “pasar” el tiempo y no cómo “aprovecharlo”. Pues allí la síntesis: cómo aprovechar ese tiempo no escogido al cual fuimos arrojados, inevitable y omnímodo para nuestra existencia.
Por eso sospecho que el crepúsculo es brillante y hermoso en tanto tenga la capacidad de asegurar la próxima claridad, de lo contrario será tan lúgubre como la puerta del ingreso al cenit de los extremos sucios. Todo ha sido resuelto excepto cómo vivir agregó El Castor, como lo llamaba cariñosamente Simone de Beauvoir, en la vida como en la política, nadie es como otro, ni mejor ni peor, si logran están de acuerdo es por un casual malentendido. No perdamos nada de nuestro tiempo los hubo más bellos seguramente, pero éste es el nuestro, celebró. De mi parte no estoy muy seguro que el actual crepúsculo político nos esté anunciando algo similar a un amanecer. Y eso es lo que nos toca muy a pesar que, parafraseando a Schopenhauer, nos estuvieron gobernando seres de los que no se concibe cómo llegaron a caminar sobre dos piernas aunque eso no signifique mucho, la paradigmática vulgaridad de cómo “pasar” el tiempo y no cómo “aprovecharlo”. Pues allí la síntesis: cómo aprovechar ese tiempo no escogido al cual fuimos arrojados, inevitable y omnímodo para nuestra existencia.
El sábado 19 de
septiembre de año 2015, en una de las últimas columnas que realicé en el
Programa Testigos de Privilegió afirmábamos:
... pues desde mi
punto de vista, durante aquel tiempo, poco y nada hicimos desde la gnosis para
defender y fijar esos derechos, los mal entendimos como asumidos, acaso algunos
tengan razón y todo aquello que no se logra con sacrificio se le otorga poco valor
y rara vez le son atribuidas capacidades a proteger. No me consta dicha
aseveración burguesa, pero muchos se escudan de la premisa para abrevar del
sofisma..
Viene a mi memoria el
proyecto Conectar Igualdad, programa inclusivo que no solo “entregaba una
computadora” para uso didáctico sino que además intentaba acotar las
diferencias sociales a favor de un circuito integrador en donde el conocimiento
era el factor de equilibrio. Tristemente muy pocos entendieron el mensaje
educativo y formativo que venía entre sus líneas, letra gruesa que tanto el
docente en general como la familia del alumno, y el joven en particular,
prefirieron omitir debido a que comprendía un compromiso formal en el día a
día. Esto es, primero y fundamental darle a la herramienta, en su utilización
correcta en clase, el valor agregado para lo cual fue ideada y en un segundo
plano merecer y poner en virtud, mediante el cuidado, el sacrificio colectivo
que estaba haciendo la sociedad a favor de modernizar las técnicas de
instrucción. Hoy los servidores ya no existen y nada se sabe de las máquinas,
pero acaso no haya sido el actual gobierno y sus lamentables autoridades
educativas las responsables de su volatilización, el programa había muerto a
poco de nacer debido a la nula conciencia social y reflexiva que existió sobre
aquellas dos variables mencionadas. Temo que nunca existieron la suficiente
cantidad soldados formadores para dar tantas batallas en tantos frentes y así
como cayó el programa mencionado, las mismas suertes corrieron decenas de
intentos que dentro de los mismos paradigmas inclusivos e integradores se
planteó la sociedad democráticamente hasta no hace más cuatro años
aproximadamente. La militancia tiene un objetivo claro y contundente dentro de
la política, nadie lo pone en duda, pero no alcanza, la ingeniería que requiere
el desarrollo de una conciencia social incluyente y equitativa es mucho más
compleja y necesita apropiarse de herramientas y lugares en mucho casos
desconocidos y hostiles, debiendo hasta beneficiarse del aporte del enemigo
para lograr el objetivo. Como cuenta Julio Cortázar en Rayuela: “La violación
del hombre por la palabra, la soberbia venganza del verbo contra su padre
llenaban de amarga desconfianza la meditación de Oliveira, forzado a valerse de
su propio enemigo para abrirse paso hasta un punto en que pudiera licenciarlo y
seguir hasta una reconciliación consigo mismo y con la realidad que habitaba”.
En el presente
absolutamente todos los derechos de los sectores populares, pasivos y activos,
están puestos en discusión como nunca antes en la historia, incluyendo incisos
que ni siquiera fueron observados ante el advenimiento de dictaduras. Esto se
corporiza so pretexto del costo y la competitividad, con un consecuente
achicamiento de la producción nacional y el mercado de consumo interno. Desde
luego que jamás se ponen sobre la mesa de discusión las rentas, esas no solo se
preservan sino que el programa de recorte de derechos masivos implica
taxativamente el crecimiento de las tasas de ganancia.
Y finalizo con Julio
Cortázar que a modo de reflexión nos sentencia sobre los peligros de la
banalidad: “Los que asistimos a reuniones
como éstas sabemos que hay palabras-clave, palabras-cumbre que condensan
nuestras ideas, nuestras esperanzas y nuestras decisiones, y que deberían
brillar como estrellas mentales cada vez que se las pronuncia. Sabemos muy bien
cuáles son esas palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos
deseos: libertad, dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, democracia,
entre muchas otras. Y ahí están otra vez, aquí las estamos diciendo porque
debemos decirlas, porque ellas aglutinan una inmensa carga positiva sin la cual
nuestra vida tal como la entendemos en el presente no tendría el menor sentido,
ni como individuos ni como pueblos. Aquí están otra vez esas palabras, las
estamos diciendo, las estamos escuchando, pero en algunos de nosotros, acaso
porque tenemos un contacto más obligado con el idioma que es nuestra
herramienta estética de trabajo, se abre paso un sentimiento de inquietud, un
temor que sería más fácil callar en el entusiasmo y la fe del momento, pero que
no debe ser callado cuando se lo siente con fuerza y con la angustia con que a
mí me ocurre sentirlo. Una vez más, como en tantas reuniones, coloquios, mesas
redondas, tribunales y comisiones, surgen entre nosotros palabras cuya
necesaria repetición es prueba de su importancia; pero a la vez se diría que
esa reiteración las está como limando, desgastando, apagando. Digo:
"libertad" digo: "democracia", y de pronto siento que he
dicho esas palabras sin haberme planteado una vez más su sentido más hondo, su
mensaje más agudo, y siento también que muchos de los que las escuchan las
están recibiendo a su vez como algo que amenaza convertirse en un estereotipo,
en un cliché sobre el cual todo el mundo está de acuerdo porque ésa es la
naturaleza misma del cliché y del estereotipo: anteponer un lugar común a una
vivencia, una convención a una reflexión, una piedra opaca a un pájaro vivo.
Esas palabras no estaban ni enfermas ni cansadas, a pesar de que poco a poco
los intereses de una burguesía egoísta y despiadada empezaba a recuperarlas
para sus propios fines, que eran y son el engaño, el lavado de cerebros
ingenuos o ignorantes, el espejismo de las falsas democracias como lo estamos
viendo en la mayoría de los países industrializados que continúan decididos a
imponer su ley y sus métodos a la totalidad del planeta. Poco a poco esas
palabras se viciaron, se enfermaron a fuerza de ser viciadas por las peores demagogias
del lenguaje dominante. Y nosotros, que las amamos porque en ellas alienta
nuestra verdad, nuestra esperanza y nuestra lucha, seguimos diciéndolas porque
las necesitamos, porque son las que deben expresar y transmitir nuestros
valores positivos, nuestras normas de vida y nuestras consignas de combate”.
*Gustavo Marcelo Sala, Editor, Delegado normalizador del Partido
Intransigente de Coronel Dorrego
Tu editorial del 2015 en Testigos merece un cuadro dentro del periodismo dorreguense, más todavía y a pesar que en ese tiempo todos éramos sordos.
ResponderEliminarAbrazo
Luis