Síntesis de un
excelente artículo publicado en https://dragon-prometeo.blogspot.com/ al que
recomiendo leer completo.
La
Pandemia del COVID-19 y las redes sociales han sido caldo de cultivo para la
irracionalidad que hoy está en auge en el mundo. Ante la emergencia sanitaria
que nos tiene recluidos y con la economía paralizada, han surgido y resucitado
todo tipo de teorías de conspiración, algunas ya bastante viejas como el Nuevo
Orden Mundial, pasando por el 5G, otras muy recientes y bastante tontas como lo
del líquido de las rodillas. Nada de qué alarmarse, sólo para reír un rato,
pensábamos quienes nos movemos en círculos escépticos desde hace tiempo.
Pero
vaya sorpresa, estas tonterías se hicieron tan virales que la población está en
riesgo, y eso es muy real. Videos de YouTube, Facebook y cadenas de Whatsapp,
hechos por gente sin preparación alguna en temas de salud, pero con mucha imaginación,
y algunos charlatanes sin escrúpulos, están teniendo demasiada influencia en
una población mayormente ignorante en temas científicos. Si lo analizamos,
realmente los 'conspiranoicos' son igual de irracionales que alguien que cree
en el arrebatamiento, gente que tiene mucha fe, que se siente iluminada por
haber descubierto la verdad pero no tienen evidencias de sus afirmaciones, sólo
muchas ganas de creer y sentirse especiales. Esto ha provocado el mismo
escenario en varios países, gente diciendo que el virus no existe, que es un
invento del gobierno (no importa si es de derecha o de izquierda), negándose a
seguir las recomendaciones para evitar contagiarse, pero cuando se enferman y
mueren culpan a los médicos; y lo más lamentable, agresiones contra el personal
médico que arriesga sus vidas para salvar la de quienes se han enfermado. Políticos
de varios países (sabemos que la mayoría de los políticos son completos
ignorantes en ciencia) le dan voz a estas tonterías, hacen caso omiso, claro,
ellos tienen asegurado el mejor tratamiento médico en caso de contagiarse,
mientras la población muere por culpa de su insensatez. Al principio de la
pandemia los antivacunas no hicieron ruido, hoy están a tope, esparciendo
ignorancia, aprovechando el miedo de la gente. Por ejemplo, los charlatanes
Chinda Brandolino y Andreas Kalcker, deberían estar en la cárcel por daño a la
salud pública, sin embargo, siguen haciendo apariciones en TV y tienen miles de
seguidores en todo el mundo. Estamos en una época muy diferente a las epidemias
y pandemias antiguas, el alcance de internet y las redes sociales no tiene
precedentes, un video viral de un charlatán carismático puede llegar a millones
de personas. Muchos medios de comunicación y periodistas no tienen idea de ciencia,
por lo que le dan voz a esos charlatanes, mientras los escépticos y científicos
tienen un público limitado. Más que la era de la información, estamos en la era
de la desinformación. El hecho de que las teorías conspirativas y
charlatanerías tengan tanta difusión en esta pandemia, muestra en parte el
fracaso de la divulgación científica. Los charlatanes son carismáticos,
los chicos populares de la escuela, mientras los científicos son los nerds a
los que nadie ve. Es parte de la cultura anticientífica reinante en muchos
de nuestros países, hazle caso al que te pide fe, al que habla bonito, a la
chica guapa, a quien habla mal del gobierno, ignora al malvado escéptico. Hace
años, creíamos que el acceso a internet ayudaría a difundir información real, contra
la ignorancia de la mayoría de la población de toda la vida. Y al principio así
fue, gracias al acceso a la información surgieron círculos escépticos y el
librepensamiento creció, pero cometimos un error de cálculo, no anticipamos que
la desinformación crecería a tal grado. Tenemos mucho trabajo por hacer.
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