Revista Nro 3 Cuarentena en el Tibet, por Favio Camargo




Con este tema de la cuarentena quienes somos docentes tenemos el privilegio de trabajar desde casa. Pensando en una lista de documentales y películas para recomendarle a mi clase, mientras trataba de ver alguna película rescatable, se me ocurrió la idea de esta nota. Que nuestro sistema de televisión satelital paga es lamentable es una opinión personal, nunca encuentro actividades como ciclismo o cine europeo. Doscientos canales que transmiten las mismas cosas. Decenas deben ser las veces que por estos días repitieron Siete años en el Tíbet, de ella vamos a hablar un poquito. Un par de líneas como para no aburrir demasiado.
La película está bien hecha, es vistosa, entretenida, pero está saturada de mentiras. Vamos a centrarnos en los dos protagonistas principales, el alpinista y el niño. Harrer. El alpinista es presentado como una víctima, un pobre idiota al que la guerra lo encuentra en medio de una expedición con la montaña a medio escalar. Harrer era un SS. En esta organización Nazi había una rama pseudo-científica que se llamaba Ahnenerbe. Esta línea era famosa por sus expediciones a Grecia, al Amazonas, a Tiahuanaco y al Tibet. Había gente muy preparada. Antropólogos, arqueólogos, biólogos, médicos, científicos que realmente buscaban el origen de nuestra civilización y de la humanidad. También había y tal vez eran mayoría, delirantes. Parapsicólogos, videntes, gente con supuestos poderes paranormales, buscadores de la Atlántida y el santo grial. La llegada de Harrer al Tíbet no fue la primera, en 1939 el arqueólogo Schaffer había pasado varios meses midiendo cráneos y sacando moldes en yeso, buscando el origen del hombre blanco entre estos pobres chinos aislados. Hay un documental “Geheimnis Tibet” que puede verse en YouTube todavía. Capítulo aparte merecería este turbio personaje llamado Dalai Lama al que muchos pelotuditos occidentales toman como ejemplo de algo que realmente no sabe bien qué es en realidad. En la película es presentado como un simpático niñito que ignora totalmente el mundo que lo rodea. Puede maravillarse ante una radio valvular o al enterarse que la Tierra gira alrededor del sol. Este personaje se consideraba y era considerado por la corte de alcahuetes que lo rodeaba como un dios viviente. En su país las mujeres eran consideradas animales que podían hablar y los hombres más pobres eran considerados cosas. Tenían un sistema de castas tan discriminatorio que haría parecer a Hitler más bueno que Papá Pitufo. Mientras tanto, cuando occidente estaba en el año 1945, el pueblo de este personaje vivía como en la Edad de Piedra. En esta cuarentena mire todas las películas que pueda o quiera. Pero recuerde… El café de la maquina no es café y el imponente Nanga Parbat puede ser un plano corto en Bariloche.


*Favio Camargo, Docente, estudiante del Profesorado de Historia de la UNS

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