Ponele 1000, pero sin arsénico, por favor, por Favio Camargo





El arranque eléctrico, que permite que al girar de una llave el motor de un automóvil se ponga en marcha aparece en 1912 en los Cadillac, autos de lujo de la General Motors. Hasta que apareció y se volvió un accesorio de serie, los autos a vapor eran los que dominaban el mercado. Arrancar un motor a explosión usando una manivela podía romperte un brazo, si no estabas práctico en el tema, mientras que con un auto a vapor solo había que llenar el depósito de agua, el de Kerosene, bombear un poco para vaporizar el combustible, tirarse abajo del coche a prender el piloto y tomarse un café. Unos minutos después el agua ya estaba caliente, comenzaba a generar la energía que mueve el motor… Marcas como Locomobile, Doble Detroit, White y Stanley eran los elegidos por presidentes y por las estrellas de cine como Buster Keaton, Charlie Chaplin o Douglas Fairbanks. Locomobile fueron algunos de los primeros automóviles que ingresaron al país. Los Stanley rompían los records de velocidad de las Copas Vanderbilt de la primer década del siglo XX. White fueron los camiones y ambulancias en la Primera Guerra Mundial. Los Doble eran un mundo aparte, hoy se los puede comparar con Mercedes Benz. Autos de lujo, el punto máximo que alcanzó el vapor aplicado al automóvil. No precisaban espera, ni tirarse debajo del coche a prender el piloto. Como en un auto moderno, se giraba la llave y marchaba. Su precio lo volvió poco competitivo. Costaba varias veces lo que un Ford, un Packard o un Pierce Arrow de la época. Para 1930 el vapor como combustible aplicado al automóvil había sido declarado obsoleto, las empresas que no pudieron reconvertirse quebraron. Con la crisis del petróleo de los 70 algunas empresas como Saab volvieron a pensar en el vapor como fuente de energía, pero hubo poco apoyo y como la crisis del petróleo pasó rápido, los proyectos se abandonaron.

*Favio Camargo. Docente, estudiante del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional del Sur


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