Coronel Dorrego no crece, envejece, vale hacer notar la
diferencia, y no solo dentro del campo metafórico, y lo hace sin prisa pero sin
pausa, de manera sempiterna, inmortal, debido a que ese caducar, tenaz y
conformista, lo ha abrazado como hechura de vida durante los últimos veinte
años. Un estado permanente de menguante crepúsculo que durará, si así lo
aceptamos, toda la eternidad, y convengamos que la perpetuidad en condición de
ocaso es la puerta de ingreso a la necrópolis del olvido, osario de recuerdos
los cuales nunca hallarán el merecido y respetuoso descanso, debido a que es
necesario desempolvarlos año tras año, banalizarlos, erosionarlos, para
sentirnos “algo”, debido a que somos incapaces de crearnos un hoy vivaz, de
bocetarnos una vida, ya que somos repetición, somos calco y copia del día
anterior, de la semana anterior, del mes anterior, del año anterior, tratándose
pues de un errar marchito por los linderos profanos por causa de nuestra
ausencia a la hora de la imaginación, el riesgo y la creatividad. Cuando una
comunidad subraya más su pasado que su presente y su futuro, lo hace porque su
presente no lo siente cordial y su futuro no lo percibe esperanzador, entonces
se apoltrona bajo esas cobijas sepias, seguras, cómodas, en donde no existe posibilidad
alguna de que nos visite el misterio de la noche, menos aún la claridad del
amanecer, somos solo crepúsculo, el modo menos aventurado de ser.
En estas dos décadas de vejez la dinámica de lo pensado – disiento
con Panzeri, en el fútbol y en la vida, no existe nada más dinámico
que el pensamiento - nunca ha logrado imponer condiciones por sobre la inacción
de lo impensado, por eso nuestros estragos y pliegues estructurales, nuestras
monstruosas arrugas y cicatrices, se notan cada vez más, a pesar del
maquillaje, los bulevares y las leds PRO, debido a que con el correr de los
años los calvarios que nos reservan se hacen menos timoratos a la hora de los
placebos, y digo placebos porque ya no hay cura.
Para los dolores tangibles del cuerpo, la medicina, para los
intangibles del alma, el tiempo o la finitud. Lo realmente perturbador es que
el texto Coronel Dorrego envejece sin nuestro permiso, envejece con las sádicas
sonrisas de las grotescas cirugías humanoides, con las perversiones de los
sepultureros oficialistas, con los subsidios de los necrólogos del
establishment, con el amorfo sentido común de la mass media pautada. En estos
últimos veinte años su texto solamente ha sido un resumen uniforme totalitario,
no tuvo desarrollo contestatario, el sujeto crítico, el verbo preciso, el
predicado razonado cedieron a favor del sujeto afín, el verbo básico y el
predicado cómodo. Nada va a cambiar, en tanto cagadores y cagones, amantes de
la vejez inextinguible, sigan dominando la escena dorreguense. Desde la
individualidad, llegar a los 70 años y seguir resistiendo al fascismo del
sistema es una epopeya de vida, un acto de juvenil rebeldía. Son pocos. Mi
admiración. Tristemente la sociedad de Coronel Dorrego se rindió hace dos décadas
cuando no permitió que el helicóptero descendiera y se llevara a la resaca de
la Alianza, y luego en el 2003, siendo cómplice de un fraude descomunal.
Allí comenzó su decadencia, crepúsculo infinito, ruina y decrepitud. Kafka
escribió que quien conserva la facultad de la belleza no envejece, pues mi pregunta
y mi reproche es ¿quién nos robó la belleza de Coronel Dorrego?
Nuestro lugar ha envejecido más rápido y sin nuestro permiso,
acaso gracias a nuestra desidia y desinterés, abstracciones que el mismo
establishment gobernante supo aprovechar para envejecerlo a su provecho.
Es un año para intentar rejuvenecerlo, de nosotros depende
nuestros deseos, por caso, mandar a la reputamadrequelospario a los
sepultureros y a los necrólogos, levantarnos de la mecedora para respirar los
misterios de las madrugadas y descubrir que el amanecer sigue siendo un
espectáculo sublime e imponente, aún aquí, luego de veinte años de ocaso…
Radiografía de lo que sucede en muchos lugares de nuestro interior profundo. En pocos lugares se inclina el resultado de la lucha en favor de los imaginativos. El conformismo de los timoratos lleva a un "laisez paser" que inevitablemente leva a la decadencia. Los jovenes que se van a estudiar, ven otro mundo y no vuelven mas que para los cumpleaños y los velorios, y así se estrangula el flujo de la savia vital que renueva.
ResponderEliminarSeguramente es así como usted dice mi estimado Antonio.. pero en nuestro Pago existe un empeño especial por ser cada día peor sociedad so pretexto de una mejor individualidad. Lo que tristemente la mayoría no alcanza a comprender que la sumatoria de los éxitos individuales no hace al éxito colectivo...
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