Primero les propongo la
siguiente breve lectura como preludio:
Hace algún tiempo, más precisamente en noviembre
del año 2011, nos atrevimos a bosquejar desde Nos Disparan desde el Campanario que
era menester la creación de propias y nuevas Cosmogonías:
Izquierdas y derechas – Por
Adolfo Adorno
Fuente:
La Tecl@ Eñe
Por Adolf Adorno Abogado.
Miembro del equipo de asesores de Emanuel Álvarez Agis (viceministro de
Economía) durante 2014 y 2015. Ex docente de la Universidad de la Matanza.
Coeditor del blog gatosporliebres.blogspot.com
Adolfo Adorno realiza en esta nota una reflexión
acerca de los aportes que Atilio Borón hizo en el primer Foro Mundial del
Pensamiento Crítico, organizado por CLACSO, donde el sociólogo y ex secretario
de la institución polemiza con los conceptos sobre la pertinencia de las
izquierdas y derechas y la reformulación de la categoría Pueblo que Cristina Fernández
de Kirchner esbozó durante su exposición en el Foro.
En oportunidad de realizarse en Buenos Aires el
primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico, organizado por CLACSO, el
sociólogo Atilio Borón – él mismo, ex secretario general de la
institución – hizo dos aportes jugosos al evento bajo los títulos: “Pensamiento
crítico recargado en Buenos Aires, y las tareas necesarias para pasar a la
contraofensiva” y “Pensamiento crítico recargado.2, o sobre la
continuada vigencia de la distinción entre derecha e izquierda”.
Me interesa comentar el último, ya que polemiza con
ciertos conceptos de Cristina Fernández de Kirchner durante su participación en
el mismo Foro. El
discurso de Cristina, en la parte pertinente, expresa:
1.
El neoliberalismo es una construcción
política.
2.
Esta construcción política genera sus
propias categorías de pensamiento).
3. Tenemos que generar las
nuestras.
4.
Una de las categorías de pensamiento
que debe ser superada es la de izquierda versus derecha (como explicativa del
conjunto de los conflictos de la sociedad), porque está perimida.
5.
Debemos reformular la categoría
“Pueblo”.
El compañero Borón sostiene la vigencia de aquella
dicotomía teórica.
La discusión, que para nada es nueva y sobre todo
en la Argentina, tiene carácter teórico en principio, y sin embargo, como todo
disenso en el campo de las ideas, puede tener consecuencias políticas, esto es,
colaborar a que el Pueblo construya poder o alejarlo de él. Por ello elijo concentrarme en
la asociación que hace Borón entre la propuesta de renovación teórica de
Cristina con la de Francis Fukuyama en los 90.
Fukuyama no quedará en la historia de las ideas
como un filósofo de lectura obligatoria, sino como un lúcido agente de
marketing. Funcionario del Departamento de Estado, su misión consistía en
difundir para las elites intelectuales del primer mundo la justificación en el
campo de las ideas del fin del mundo bipolar, proceso que ocupó prácticamente
todo el siglo XX, desde Yalta hasta la caída de la Unión Soviética como
potencia “socialista”. (Perdón por las comillas, pero no tengo más remedio).
Tengo la impresión de que los períodos de
restauración conservadora no se caracterizan por la profundidad de su
pensamiento, sino todo lo contrario. Por eso, y con el apoyo de los medios
masivos de difusión de consignas, un funcionario como Francis saltó a una fama
conveniente para él y para quienes le pagaban el sueldo.
Todos sabemos sin embargo que el devenir no se
detiene porque lo anuncie un vocero rentado. No ocurrió con Hegel, menos podría
este personaje.
En todo caso, la suya será la suerte de los
abogados de Alejandro Magno, cuya tarea se reducía a explicar a los pueblos
conquistados el porqué de la llegada del emperador. Nadie recuerda sus nombres.
No era pues, el fin de la historia, sino el de la
Unión Soviética. No era el fin de las luchas cruentas por el poder mundial,
sino el de aquéllas en las que estaba involucrado el Kremlin. No fue el fin de
las “ideologías”, sino el supuesto certificado de defunción del marxismo
teórico, y su reemplazo por el credo político y económico del Consenso de
Washington.
Tampoco fue el fin de la dualidad entre izquierda y
derecha en el plano teórico. Es verdad.
Cristina destaca el origen fortuito de la
categorización como para recordarnos que nada tuvo que ver el rigor conceptual
sino la ubicación física casual de los concurrentes en relación al presidente
de la Asamblea en 1789. Esto es historia y no una versión antojadiza.
Si habrá sido poderosa Europa que desde entonces se
asoció izquierda con cambio más o menos drástico del status quo y derecha con
su conservación. Naturalmente, la distinción – por más ambigua que fuere – se
impuso hasta en los pueblos conquistados, es decir, entre nosotros.
El problema se agravó para el mundo civilizado
cuando Carlos Marx desnudó de un modo implacable las claves de funcionamiento
del joven sistema capitalista, la plusvalía y el rol de la burguesía: el
impacto que produjeron sus escritos fue como el de un “fantasma recorriendo
Europa”.
Poco faltaría para que “izquierda” se asociara
fundamental – sino exclusivamente – a marxismo, con lo cual la falta de rigor
del concepto original se solucionaba por advenimiento de un pensador genial –
naturalmente europeo – cuyo propósito estaba muy por encima de intrigas
semánticas previas. Ni qué
decir que Latinoamérica importó el hallazgo, incluyendo los debates teóricos al
interior del marxismo; no sólo las preguntas sino también las respuestas.
Para agregar historicidad a esos debates: sucede la Revolución
Rusa, Yalta y la bipolaridad, Cuba pero también China, Praga y luego el
eurocomunismo, Argelia, los marxistas franceses y Viet Nam. Los marxismos
“nacionales” y los aún internacionalistas. Y finalmente los escombros del muro
de Berlín.
“Izquierda” se empezó a asociar no ya con el
marxismo, sino con “algún” marxismo. La intelectualidad europea tuvo expresiones críticas al corpus
teórico de la obra de Marx en consonancia con la falta de una homogeneidad en
los “socialismos reales” que denotara contundencia universal. No podemos
abordar ahora la sustancia de esas críticas, pero vale mencionar que cualquier
experiencia política de enfrentamiento con el statu quo y con protagonismo
popular en Latinoamérica que no reconociera al marxismo como inspiración
teórica, era calificada “de derecha” por aquella izquierda. En cambio las
críticas al marxismo teórico eran tomadas con un respeto casi reverencial si
provenían de un Sartre, de un Lacan o de un Benjamin.
En todo caso, la categoría “izquierda”, que había
cobrado un significado absoluto casi por casualidad y devenir históricos,
empieza a adquirir una ambigüedad que la experiencia de los pueblos y las
naciones no hace más que acentuar.
Si la dualidad izquierda – derecha se aplica a
expresiones como el partido demócrata y el republicano en EEUU, la democracia
cristiana y la socialdemocracia en Alemania, el PSOE y el PP en España… ¿qué
es, pues, la izquierda?
Y esto nos conduce, como no podía ser de otro modo,
al Peronismo, un fenómeno único, cuyo desarrollo es observado con mucha
atención por la academia la mayor parte de las veces como enigma. Los movimientos políticos que
han encabezado – y siguen protagonizando – procesos de transformación social y
de cuestionamiento efectivo del poder, ¿son de derecha o de izquierda?
Me apresuro a afirmar que esa dualidad abstracta no
los contiene. Más bien los limita. Y he aquí el desafío teórico que propone
Cristina.
Borón comprende a la perfección la lógica del
“enemigo” cuando señala que elige como blanco a los gobiernos populares. Ya
había sucedido con el primer gobierno peronista, con el tercero de Perón y con
los de Néstor y Cristina.
Disiento no obstante con la explicación de esa
coherencia. No es el “potencial” lo que los inquieta, sino sus realizaciones.
No es la latencia de algo superior que vendrá, sino el esmerilamiento cotidiano
de su poder lo que los une ante el peligro.
En otras palabras, no es que el poder de la
oligarquía en sus formas actuales se ocupe más del peligro peronista porque
algún día puede convertirse en izquierda.
Diría yo por el contrario que su verdadera
preocupación es que las expresiones políticas que aún prefieren mantener su
“izquierdismo nominal” (la evocación de aquél diagnóstico de Lenin al respecto
es pertinente) abandonen su condición purista y se comprometan con el
Movimiento Nacional Popular Democrático y Feminista, que sigue siendo el Hecho
Maldito de la sociedad neoliberal en nuestra región.
El gran peligro de que no lo asumamos así es que
persista la división entre las fuerzas populares. No es ya una cuestión de
términos sino un proyecto político.
Creo que en este sentido la de Cristina es una
convocatoria inédita desde 1974, con el antecedente de la transversalidad de
hecho que intentó Néstor Kirchner: es hora de generar nuestras propias
categorías y de reformular etiquetas sospechosamente antiguas.
Sería una reedición del proceso de
nacionalización de las clases medias durante los 60, a una distancia suficiente
que nos permita no repetir errores, por sectarismo o por estupidez, si es que
hay alguna diferencia.
O vendrán “ellos” a explicarnos por qué somos una
colonia.
Muy buen analisis , yo siempre dije que lo que los aterra no es la revolucion . lo que realmente les preocupa es el socialismo posible, el pragmatico , el de las escuelas, los centros de salud. los chicos comiendo, los que estudian y los que progresan con un emprendimiento o con una idea , los cientificos y los artistas . Eso los saca de quicio , el hecho de que se demuestre que era posible , de que no era tan dificil disminuir la mortalidad infantil o el analfabetismo en un pais vastamente rico,
ResponderEliminarPara variar, un debate, diría que eterno acerca de lo que es o no es izquierda, donde se cruzan, mezclan y consideran todas y cada una de las variantes posibles y las por aparecer..... pero, a mi modesto entender si no está perimida esa opción de izquierda-derecha, sí está perimido ese eterno debate, por poco práctico y distractorio ante una derecha que nunca vacila, nunca duda y siempre ejecuta, desde los desvaríos económicos hasta la vida misma de los que osen enfrentarla.... puedo pecar de demasiado pragmático pero, ¿no es llamativo el espacio brindado a esa "izquierda" trotskista supuestamente revolucionaria y la persecución al "populismo burgués"?, qué será?, Una derecha que no sabe reconocer a su "peor" enemigo o que lo reconoce muy bien?. Los debates están bien, el problema es cuando se cruza la línea de lo estéril o, peor, funcional a la derecha y sus intereses.
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