La Posverdad y cuando los hechos reales y objetivos pasan a tener menos importancia que las creencias y sus maquillajes…
La
posverdad – Por Héctor Becerra, para La Tecl@ Eñe
Fuente:
La Tecl@ Eñe
El Psicólogo y Docente Héctor Becerra, analiza en esta nota el concepto de posverdad
y afirma que la distorsión deliberada de la realidad tiene por fin influenciar
sobre la opinión pública de acuerdo a intereses ideológicos y políticos de los
grandes medios de comunicación.
La posverdad es un neologismo conformado por las palabras “verdad”
y el prefijo “pos” que se refiere a lo que viene después y lo que viene después
de la verdad no puede ser reducido a una mentira o falsedad. La posverdad
intenta describir la distorsión deliberada de la realidad con el fin de
influenciar y condicionar la opinión pública de acuerdo a intereses ideológicos
y/o políticos del comunicador.
Comencemos con la “verdad” que es un concepto que tiene una
profunda raigambre en el terreno de la filosofía, la comunicación y el
periodismo. En el siglo IV (A-C) los filósofos griegos planeaban que el
enunciado: “el sol se ha puesto” era verdadero sólo sí en la realidad el sol se
había puesto. La verdad podía ser rápidamente comprobada.
El optimismo griego nos embarcó en la ilusión de que la verdad
podía ser observada. Tanto nos aferramos a esa ilusión que fueron necesarios
veinte siglos –la cifra es escandalosa, pero correcta- para caer en la cuenta
que las observaciones estaban contaminadas por aquello que no se quería o no se
podía ver. Un refrán que podría haberse originado en esa época sostiene que no
hay peor ciego que el que no quiere ver.
Aristóteles había observado que cuando se dejaba de empujar un
móvil (supongamos un carro) éste se detenía inmediatamente y así lo
conceptualizó en su libro Física.
Resulta impactante pensar que durante veinte siglos su conceptualización acerca
del movimiento se haya tenido por verdadera siendo que era falsa, ya que cuando
dejamos de empujar un móvil éste se detiene; pero
sólo después de haber recorrido un trayecto.
Esto que descubre Galileo en el 1600, lo conceptualiza más
tarde Newton y es lo que nos enseñaron en el colegio secundario con el
nombre de principio de inercia: todo cuerpo que no es sometido a ninguna fuerza
exterior se moverá con movimiento rectilíneo uniforme.
Hasta aquí la verdad tiene que ver con el conocimiento de la
verdad. En un texto que tiene por título La
verdad y las formas jurídicas Foucault rompe con toda la tradición
filosófica planteando que la verdad no tiene relación con el conocimiento de la
verdad; sino que, la verdad supone una lucha por imponerla. Veamos también una
noticia que rompe con la tradición periodística de decir la verdad lo más
objetivamente posible. Una investigación de Tiempo
Argentino nos informaba sobre las tapas del diario Clarín entre mayo de 2010 y agosto
de 2011. De 445 tapas, el 78%; es decir, 347 tenían por título una noticia
negativa respecto del gobierno de Cristina y sólo el 07%; es decir, 32 mostraban
noticias positivas.
Esta tendencia a mostrar acontecimientos negativos queda disociada
del idealismo griego de acceder a la verdad a través de su conocimiento. ¿Cómo
hacen los lectores de Clarín para
comprobar la verdad de esas 445 tapas publicadas periódicamente a lo largo de
quince meses? Acá se produce un giro muy interesante para poder acercarnos al
concepto de posverdad. Los hechos reales y objetivos pasan a tener menos
importancia que los sentimientos y creencias que los lectores de Clarín tengan en los periodistas y
editores en el momento de formular una opinión pública.
La dificultad que plantea el acceso a la verdad nos empuja a darle
crédito a los intermediarios y los representantes de la verdad; es decir,
frente a la dificultad que tiene el lector de noticias para comprobar por sí
mismo lo que es verdadero o falso, surge el periodista como alguien que tiene
credibilidad y por lo tanto puede relatar la verdad. Resulta interesante pensar
que las noticias son el producto de observaciones precarias, tentativas, ya que
los periodistas tampoco tienen un acceso a los hechos, de allí que la mayoría
de las noticias se obtienen a través de fuentes
informativas que son las personas que realmente han llevado a
cabo esas observaciones al ser testigos o al participar directamente de esos
hechos a los cuales nos referimos. Frente a los inconvenientes que supone el
acceso a los hechos reales y a la verdad surge la credibilidad como una forma
de compensar esa dificultad.
Tanto crece la credibilidad y tanto pasan a segundo plano los
hechos reales que nos empezamos a encontrar con noticias que dejan de ser un
reflejo de la realidad y pasan a depender de quién las formule. El periodista
se convierte en alguien más importante que la noticia. Entonces, resulta una
tentación comenzar a maquillar
la realidad y para eso se introducen algunos elementos
ficcionales. El presidente de la Nación va hacer una visita a unos
emprendedores que han inaugurado una pizzería; le avisan a la pareja que van a
recibir la visita del primer mandatario y se montan las cámaras de la manera
más conveniente. Gran parte de la ciudadanía imagina o sabe que esta noticia no
es falsa ya que el presidente es Mauricio Macri, los emprendedores son reales,
la pizzería también, etc. El problema es que la noticia tampoco es verdadera ya
que no se trata de una situación real y espontánea, hay un diálogo guionado,
una puesta en escena, etc.
Destacamos en la posverdad el elemento ficcional que surge de una
elaborada proporción de lo verdadero y lo falso. Tratándose de la visita a una
pizzería la discusión acerca de su verosimilitud parece ser vana ya que al
único lugar adonde nos conduce es a profundizar la brecha entre los argentinos.
¿Pero qué sucede cuando se monta ese mismo dispositivo informativo en
acontecimientos que marcan el rumbo de nuestra Nación; por ejemplo, la discusión
sobre el presupuesto en el Congreso de la Nación?
Nacho Levy de La
Garganta Poderosa, un ciudadano turco, otro paraguayo y dos
venezolanos, convergen en el momento de la desconcentración de la
manifestación, ni siquiera se encuentran en las inmediaciones del Congreso, son
personas como nosotros; sin embargo, de pronto, se convierten en personajes del
relato oficialista, ellos pasan –involuntariamente- a ser partícipes de un
guión elaborado por el gobierno y reproducido luego por la cadena de medios
oficialistas en un nuevo intento de maquillar
la realidad.
Ellos pasan a ser los actores de una tragicomedia montada por Cambiemos para hacerle creer a la
gente que nuestros problemas se originan en las organizaciones sociales, de las
cuales el periodista de La
Garganta es un fiel representante; o mejor, desde las
conspiraciones que organizan los extranjeros para sabotear nuestro estilo de
vida.
Las personas detenidas son el elemento real. Las piedras dejadas
como al descuido en las cercanías del Congreso -por el gobierno de la ciudad de
Buenos Aires- para que algún exaltado termine arrojándolas forman parte del
relato guionado. Ese mix de elementos reales y ficcionales propio de la
posverdad originan una cortina de humo que intenta ocultar que los problemas de
nuestra Patria no están afuera del Congreso; sino adentro.
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