Las 20 verdades del Neoliber-abismo y cómo logra, no solo lanzar pueblos enteros al abismo, sino que estos mismos se arrojen al vacío casi gozosamente
La
seducción del abismo
Pintura
de Eugenio Cuttica
Escenas del Neoliber-abismo
– Por Sebastián Plut, Doctor en
Psicología. Psicoanalista, para La Tecl@ Eñe
Fuente:
Sebastián Plut
plantea en esta nota una pregunta fundamental para comprender la escena
colectiva de nuestro tiempo: ¿Cómo logra el neoliberalismo no solo lanzar
pueblos enteros al abismo, sino que estos mismos se arrojen al vacío casi
gozosamente?
I- Aunque nos resistamos a perder la modesta esperanza que aún
resta, no deja de producirnos horror que casi un 50% del electorado brasileño
haya votado por Jair Bolsonaro. Un personaje que ostenta violencia, racismo y
misoginia, fue escogido por millones de personas cuyas vidas inevitablemente
serán dañadas por él.
En paralelo, y con algo más de calma, echamos mano de nuestras
ciencias y entendemos que la carga afectiva depositada en Lula no se
transfiere, sin más, a su reemplazante. Ya lo sabíamos: el líder es imprescindible
y no se construye de inmediato.
II- En
1932 Einstein le preguntó a Freud sobre lo que aquél llamó psicosis
colectiva: “¿Cómo es posible que esta
pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la
mayoría?”
Y luego agregó otro interrogante: “¿Cómo es que estos
procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta
llevarlos a sacrificar su vida?”.
¿Cómo logra, hoy, el neoliberalismo no solo lanzar pueblos enteros
al abismo, sino que estos mismos se arrojen al vacío casi gozosamente?
III. Minar liderazgos. El caso particular se traduce como
persecución, pero el agregado, la sumatoria de nombres propios que se procuran
anular, de adjetivos descalificadores que se pretenden periodísticos y, luego,
los incautos reproducen, busca algo mayor: aniquilar la significativa red
política que se expande y contagia tras cada acontecimiento llamado líder.
IV- Se lanzan disparos icónicos sobre aparentes turbas
desquiciadas, irracionales; y así imponen el argumento: “son
fanáticos”. Hasta se autorizan al regocijo de que ya no tengamos “un
líder mesiánico”, pese a que desconocen cuáles serían los atributos
de este último. O quizá, ignorar el concepto permite imaginar que lo hubo y que
por fortuna ya es pasado.
V- Freud
describe una amenaza para la sociedad, la “miseria psicológica de la masa”.
Dice: “Este
peligro amenaza sobre todo donde la ligazón social se establece principalmente
por identificación recíproca entre los participantes, al par que individualidades
conductoras no alcanzan la significación que les correspondería en la formación
de masa”. Su desenlace, inevitable, será el desamparo de aquellos
que, unidos por el odio, no son más que un puñado de individuos dispersos
abandonados por el conductor que nunca fue tal.
VI- El
acontecimiento líder no es
predecible, aunque probablemente nunca sea pura contingencia. Tampoco es, el
líder, un sujeto; es, más bien, una representación que lo articula con un
colectivo cuyos miembros no dejan de ser sujetos singulares, referenciados
todos en un inventario de ideales. Que el todo sea más que la suma de las
partes, no elimina la potencia de ellas.
VII. Como en el cuento de H. Ch. Andersen se puede elogiar al rey
desnudo y, por qué no, con similares recursos se lo hace odiar. Parece
sencillo: se lo viste con imaginarios ropajes, con atributos inexistentes pero
que muchos dicen ver. Quien no ve tales vestidos, nos dice el autor, es inepto
y estúpido. Algunos, lo denominan opinión pública.
VIII. Es una operación de desarticulación, de fractura de un
tejido sensible, de supresión de múltiples fajinas libidinales: con quien funge
de líder, de los sujetos entre sí, de un todos plural y
heterogéneo. Su consecuencia, otro abismo, Freud lo llamó pánico.
IX– Hace casi 12 años el mismo grupo político gobierna la
Ciudad de Buenos Aires. Sus aislados votantes, los vecinos, no atinan a
reclamar alternancia. ¿Por qué? Tal vez
porque sienten que nadie los gobierna y, con ello, toman por paz la soledad del
abismo.
X- El amor propio de la humanidad, dijo Freud, fue afrentado de
tres maneras, una de ellas por Charles Darwin cuyos descubrimientos refutaron
la siguiente ilusión: “En el curso de su desarrollo
cultural, el hombre se erigió en el amo de sus semejantes animales. Más no
conforme con este predominio, empezó a interponer un abismo entre ellos y su
propio ser”.
Prevalecer sobre otros e interponer un abismo con ellos, son dos
operaciones que el amo neoliberal ejecuta también con sus semejantes humanos.
Pretende, así, desestimar el lazo con el otro, el otro del trabajo, de la
política, de la patria e incluso de la especie humana.
Enorme valorizador de historias y memorias, Freud conjugó las
historias y memorias singulares, familiares, colectivas y también de la especie.
Quizá por eso indicó que si admitimos la herencia de la especie, “habremos
tendido un puente sobre el abismo entre psicología individual y de las masas”.
Sí, un puente sobre el abismo.
XI- Si
el telón de fondo del sintagma “pesada herencia” es
algún opaco anecdotario de Mauricio Macri con su propio padre, quizá importe
poco. Cual fábula, la pesada herencia condensa con ominosa simplicidad el
repertorio de ficciones estigmatizantes, de justificaciones expulsivas y
excluyentes.
Con el paso del tiempo y el peso de un sinceramiento incontenible,
aquel eufemismo se aclaró en boca del propio Presidente, quien no vaciló al
recomendar “aislar” el “veneno
social”.
Funcionarios y ciudadanos recitan, cual evangelistas combatiendo
al demonio, que los K son corruptos, los laboralistas mafiosos, los desocupados
vagos, los pueblos originarios terroristas, los inmigrantes ilegales, los
discapacitados truchos y los DD.HH. un curro.
El otro, lo colectivo y el pasado son los nombres que cobijan a
los personajes que el aglomerado neoliberal pretende incluir en su amañada
historia de la infamia. El aislamiento sugerido es, pues, otro abismo.
XII. El individualismo, la meritocracia y,
luego veremos, la deuda, son las tres
precarias aldabas que le quedan al sujeto para llamar a la puerta de un mundo
que lo va aislando y despojando cada día. Sacrificarse más y más en su
encierro, solo para convocar a un voraz acreedor, es la soga que –cree- lo
salva de caer al abismo mientras se le enreda en el cuello.
XIII. Creemos que alertando a los votantes neoliberales sobre la
maldad de sus candidatos, aquellos revisarán su preferencia política. Quizá
omitimos, en ese propósito, que eso mismo que denunciamos es lo que ellos
buscan, pues no terminamos de admitir que anhelan el gobierno de la crueldad.
Acaso tengamos más suerte si subrayamos los deletéreos y abismales efectos de
la torpeza y de los errores, pues son esos los defectos que
sí aceptan reconocer en sus referentes.
XIV. “Sentir que no tenemos carencias
puede llenar un vacío emocional” afirmó Hustvedt lúcidamente.
Extrañados del otro, de lo colectivo y del pasado, el vacío emocional hace su
metástasis. El sujeto acaso descubra que su vivencia de insignificancia y su
dolor no se revierten en la soledad de sus graves e infecundos empeños. Pero
algo lo sustrae de ese estado: tiene deudas. Y entonces siente, aunque más no
sea durante el tiempo de un susurro, que no tiene carencias. El vértigo de la
caída aún está detrás de la puerta, pues el individuo se aferra a la cuerda de
las deudas.
XV- Endeudarse, entonces, se acepta como proyecto mortífero y se
razona como corolario de una fiesta que no fue, como espejismo que afirma que
no hubo herencia que recibir, más que su pesadez. Endeudarse, pues, es el signo
del abismo con lo que fue, y del abismo con los que vendrán a quienes no
podremos dejarle herencia.
XVI. Un letargo invade millones de conciencias, un letargo que
pretende borrar recuerdos e identificaciones. El cambio que anunciaron, lo
nuevo que vendría, quiere alucinar un pasado muerto, que no es lo mismo que los
muertos de nuestro pasado. Si el pasado en sí mismo está muerto, es porque
pretenden, tras la pervertida alegría, que así nos sintamos: muertos,
aletargados. La deuda devendrá, y la jerga popular lo enseña, en denodados
esfuerzos por levantar el muerto.
XVII. Inocularon fantasmas de todo tipo, despabilaron angustias
caóticas. Nos acusaron de vivir una fiesta y de
haber creído que
podíamos lo que nunca debimos poder. Y ahora, tantos creen eso, tantos lo
incorporan, que aprueban, por una enigmática necesidad de castigo, saltar al
abismo.
XVIII. La parálisis se va expandiendo. El Gobierno pide crédito; al
mundo, crédito en dinero, al pueblo, crédito como creencia. Del primero,
seremos deudores ad infinitum; del
segundo, poseedores de una acreencia que nadie saldará. Ese momento, quizá sea
el fondo del abismo.
XIX. “No
se piensa de buena gana en molinos de tan lenta molienda que uno podría morirse
de hambre antes de recibir la harina”, sentencia Freud. Dicho de otro
modo, es de la más absoluta necedad pedirle paciencia al hambre. No es
verosímil esperar que los arrojados al abismo no griten.
XX- También el padre del psicoanálisis consignó
que el trabajo es de
las vías que más liga al sujeto a la realidad y lo inserta en la comunidad.
Quedar enajenados de la realidad y soltados de la comunidad humana es el
producto de la desocupación. Otro abismo.
Sinteticemos
El neologismo neoliber-abismo constituye una condensación de lo que, en
rigor, es indisociable: la cosmovisión política y económica neoliberal no es
sin abismo. En efecto, cuando se busca suprimir los colectivos (que articulan
múltiples singularidades), degradar los ideales, excluir al otro, abominar del
pasado y de la solidaridad, exacerbar el individualismo deudor, arengar la
crueldad, imponer el hambre y la desconexión con la realidad, no hay duda que
al final del túnel solo hay un abismo.
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