El sujeto periodístico considera como objeto de asimilación y consumo no pensante al destinatario. Lo peor es que éste, mayoritariamente, acepta ese rol…
Cuando TN halló
en el fondo del tacho de residuos de la casa de Cristina en Calafate los restos
de lo que es verdaderamente el periodismo, detritos que ellos mismos habían arrojado y escondido para que nadie los descubriera... la nota finalizó abruptamente…
Una nueva
verdad científica
no triunfa
convenciendo a sus adversarios
y haciéndoles
ver la luz,
si no más bien
porque sus adversarios mueren
y crece una
nueva generación
que está
familiarizada con ella.
Max Planck
Por fuera de las notables y escasísimas
excepciones existentes y que a la vez honran a la profesión, lo que por ventura
hace que el dilema del presente no se transforme en regla, estamos inmersos en
un período nefasto en el marco de la actividad periodística. Entre mentirosos,
falaces y denuncistas circula la desinformación de modo transversal, sin
distinción credos, razas, edades y sexo, si de ideología…
Un conjunto de tipos esmerándose
caprichosamente en posponer la información a favor de su propio estrellato
mediático bajo los paraguas e intereses de sus empleadores de turno. En el
medio, la excusa de la libertad de expresión modela convenientemente toda
estupidez manifestada, y nadie se hace responsable de sus erratas, embustes y
malversaciones. Otros cientos de párvulos amplifican según propias simpatías a
sus admirados mentirosos. En nuestra actualidad no se trata de informar, se trata
de psicotizar a lector, arrear al televidente y lobotomizar al escucha con la
reiteración de temas cuya veracidad resulta lo menos trascendente del asunto.
La cuestión pasa por instalar un tema y a su respecto tomar posiciones
principistas sin que importe demasiado si tal cosa guarda correlato de certeza.
De ese modo una realidad impuesta y aparente comienza a tener formato propio
por la deliberada intencionalidad de los medios que insisten en “imponer una
agenda”, más allá de lo descabellado de la idea, por caso y sin mencionar las
históricas vergüenzas ya asentadas en los capítulos del peor periodismo, a
saber, asesinatos y fraudes que no fueron, secretarias y viajes que no
existieron, y en el presente: los cuadernos que sirvieron como leña para el asado,
comedia que motivó y sirve a favor de una
causa de un juez amigo, el PBI desaparecido, el reciente delirio Bullrich y su container
enterrado en cuyo interior descansa dinero espurio o el aún más novedoso y
alevoso vodevil que nos cuenta sobre el intento K de desestabilización del
mercado cambiario con dinero “robado”…
Se sabe que el bombardeo informativo
desinforma y si a eso le sumamos la retiración constante de cada tópico dicha
desinformación se multiplica de modo exponencial tanto como es emitida,
guardando el “titular” estatura de noticia más allá del análisis y el contenido
argumental.
Resulta una falta de respeto intelectual el inciso que propone la
“Lectura de los diarios” que se ha instalado como formato en casi todos los
medios del éter. Sospechosamente se presenta la cuestión como un supuesto
servicio para que el ciudadano se encuentre debidamente informado. Los más
arriesgados acompañan al titular con el copete de bajada, no más. El análisis
periodístico, los cuestionamientos éticos y la crítica política no son
develados en tanto y en cuanto los usuarios sigan siendo considerados por el
sujeto periodístico como objetos de asimilación y consumo no pensante.
Así la supuesta información se presenta en el marco de una góndola temática en
donde cada quién le cree a cada cual si saber a ciencia cierta por qué razón
debe asumir dicho compromiso. El periodismo contemporáneo se esfuerza por ser
creíble, poco le importa ser veraz; si hacemos una aplicada revisión podemos
corroborar que cuando la verdad aparece la credibilidad decrece
proporcionalmente, aquí la memoria juega un rol esencial; de modo que
poco importa llegar a saber realmente cómo son las cosas (ergo la información)
lo que importa es reforzar un relato que imponga como premisas absolutas
cuestiones convenientes desde lo sectorial. Recordemos que uno de los más
veraces periodistas de nuestra historia nunca logró en vida ser masivamente creíble,
inciso que le costó la vida, gracias al cerco que construyó el establishment
dominante, y me refiero a Rodolfo Walsh. Dicho cerco, el poder real, no lo construyó alrededor del gran escritor y
cronista, hombre que siguió siendo libre y leal a sus ideas y principios, sino
alrededor de la sociedad. Acaso por esa suerte de obediencia debida y zona de alambrado
confort el periodismo argentino se halla dentro del sexteto peor considerado a
nivel mundial.
En nuestro presente existe periodismo crítico
político, solo en los arrabales, en los suburbios de la profesión, lo que
existen y sobran son operadores mediáticos, espadas que se debaten asumiendo la
palabra de determinados intereses económicos, en consecuencia lo único que
podemos observar son los discursos de los propietarios de los medios en boca de
tipos cada vez menos comprometidos con el análisis y mucho más entusiastas con
los designios corporativistas de sus empleadores.
De ese modo es absolutamente admisible, tanto
en el ámbito nacional como a escala local, la observancia de ciertos blindajes
mediáticos en consonancia con determinados intereses económicos. Rigurosidad
que sí aparece puntualmente plasmada ante cada conflicto político o judicial que
impacta al kirchnerismo. Algunos llaman a esto distinta vara. Yo lo llamo
básicamente cuestión de alineamiento mercantil. Dicho en su idioma de madre
patria: Business
Dentro del sistema capitalista un APM (agente
de propaganda mediática) tiene más entidad y poder de fuego que un periodista o
intelectual analítico. Los apoyos publicitarios que reciben ciertas propuestas
mediáticas llaman la atención. En nuestro Pago por ejemplo rompe a los ojos
dicha afirmación ya que aquí el Estado Municipal y establishment conforman un
cuerpo unívoco de poder desde hace 20 años. De ese modo y tomando frases dichas
en varios análisis anteriores, el capitalismo darwiniano no tiene reparos en sacrificar
a la verdad para mantener especies con un amplio margen de adaptabilidad, muy a
pesar de las diferencias intelectuales y periodísticas que podemos experimentar
de cara a dichas propuestas. Y no me estoy refiriendo a una cuestión de gustos,
ni siquiera a las líneas ideológicas puestas de manifiesto. Mientras unos pocos
tratan de analizar concienzudamente nuestra realidad cotidiana desmenuzando
incisos políticos no siempre tenidos en cuenta, los otros simplemente exponen y
multiplican lo que los intereses dominantes instalan como verdades reveladas
sin dudar siquiera sobre sus propias afirmaciones. La cantidad de noticias
falaces vociferadas a 600 kilómetros de distancia, sin el debido chequeo, sin
aguardar confirmación alguna, sin análisis previo, habla por sí de un modelo
periodístico acorde con la época.
Ya en Marzo del año 2012, En el programa
Bajada de Línea y a través de un estudio a escala continental, insospechado de
ser parcial, quedó plasmado que el periodismo argentino se encontraba ubicado
en el anteúltimo lugar en cuanto a prestigio y consideración por parte de su
población. Sólo Trinidad y Tobago estaba por debajo de nosotros. ¿Qué significa
esto? Simple. Cuanto más se evidencia el cruce de intereses corporativos menos
credibilidad por ausencia de veracidad pueden ostentar los individuos
periodísticos que suelen regar con falacias el horizonte informativo a favor de
esos intereses. A todo esto la verdad aparece como el menos importante de los
asuntos cosa que es percibida de inmediato por la sociedad. Pensemos solamente
en la cantidad de mentiras, engaños y embustes que fueron y son vociferados sin
que a nadie se le caiga un anillo de pudor. La resultante no puede ser otra que
la señalada por el estudio realizado.
Coincidiendo con Max Planck es probable que
una nueva verdad científica, en este caso periodística, se esté construyendo, y
no debemos librar ninguna esperanza para que dicha verdad sea admitida por la
efervescencia de la contemporaneidad. No vamos a disfrutar del cambio. Lo
nuestro es demostrar a diario, acaso con nuevas herramientas y proyectos, con
intentos sustentables y autofinanciables, que otro periodismo es posible, y que
tal cosa depende únicamente de los profesionales que comprometidos éticamente
con la actividad deseen acercarse más a la información certera, probada y
chequeada que a la defensa de intereses dominantes. Algunos de por aquí en eso
estamos. La próxima generación tal vez logre desentrañar los males que el presente
de la profesión propone. Haciendo la debida lectura sobre los errores, sobre
los nefastos y sobre los impunes se aprende, aunque una generación completa
haya tenido que pagar el costo de la lucha de cara a un futuro mejor.
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