Los Quaderni del Chauffeur – Por Horacio González, para La Tecl@ Eñe
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Horacio González propone una reflexión que no solo perciba
cómo temas centrales de la crisis económica son punteados por la novela de los
Cuadernos y la corrupción, sino que ésta debe ser también examinada en las
varias figuras legales que contiene y en los largos alcances históricos y
legendarios que tiene el concepto.
I
Las escenas de escritura
siempre fueron motivo de reflexión. Me refiero específicamente al caso de los
relatos basados en testimonios de aquello que se ve y luego se cuenta, a través
de crónicas escritas volcadas, acaso con enjundia, pero ajenas a cualquier
adorno o adjetivación. ¿Cuándo es que se escriben los hechos crudos, desnudos?
¿Luego que sucedió el acontecimiento narrado o en una pausa de tiempo que puede
ser muy larga y demorada? En este último caso, estaríamos ante una situación
semejante a las memorias personales, o a los intentos autobiográficos cuando se
cree haber llegado a un punto de balance en una vida. Se mira
retrospectivamente y se acude a la fragilidad consabida de la memoria para
construir eventos difusos de un pasado. Todo esto, mucho tiempo después. Pero
hay un tipo de memoria más inmediata, que responde a los diarios personales, de
los que puede suponerse que admiten una inmediatez casi absoluta entre lo
presenciado o escuchado, y el acto de escribir. Si nos quedamos con la historia
literaria de nuestros tiempos, hay dos ejemplos magníficos en los Diarios de
Piglia y en las largas anotaciones de Bioy de los diálogos mantenidos en
infinitas cenas con Borges. ¿En qué momento se escribieron?
Al parecer, se escribieron en una casi completa cercanía
temporal entre lo ocurrido y el relato correspondiente. Piglia habría escrito
en un tiempo no alejado de las cosas de la cotidianeidad acontecidas (hechos o
conversaciones) y Bioy quizás en un laborioso momento posterior a la cena, no
separado demasiado en el tiempo, para poder registrar con fidelidad la esencia
de una conversación. ¿Y si no fuera así? Difícil saberlo. Ahora, saltando
raudamente de estas “escenas de tiempo” en relación a cuándo se escribe una
memoria, veamos cuál habría sido ese momento para el chofer de los servicios de
inteligencia al comando del automóvil de Baratta. Aquí todo son incógnitas,
pero el tipo de observación que está presente en los cuadernos responde a lo
que sería habitual en un libro de guardia de una comisaría, de un hospital o de
un cuartel. Minucia en las observaciones, datos aparentemente insignificantes
si se tiene en cuenta la obsesión para consignarlos (patentes, horarios),
fingido desentendimiento o indiferencia del puntilloso relato respecto a las
consecuencias implícitas que acarrearían las evidencias designadas, esto es, la
cantidad de dólares asignada a cada “bolso” y los personajes gubernamentales
involucrados. “Fui a casa”, escribe el chofer en muchas ocasiones, luego de los
escuetos apuntes diarios, secamente fácticos. ¿Cuándo alguien escribe ese
sucinto párrafo que involucra un tiempo verbal puesto en presente-pasado? ¿En
qué lugar? ¿En su casa, a la que dice haberse dirigido -y lo dice en numerosas
oportunidades- o en el momento en que pone primera, aprieta el acelerador y
piensa “a casita”? Esto último es difícil, no se deduce la simultaneidad de
escritura respecto de cualquier acto más o menos súbito, de modo que no sabemos
si fue realizada varias horas después, o varios días después, o muchísimo después,
en un tiempo difuso e indeterminado.
Al no poder peritarse los Cuadernos en sus originales, lo
que permitiría saber cuándo se han escrito con mayor precisión, se abre un
amplio campo de presunciones. Si bien la letra es la del chofer y aparentemente
no hay tipos diferentes de escritura, siendo poco relevante si un hombre de
expresión verbal apocada puede emplear modelos de escritura con sintaxis
escolarmente correcta -inclusive con algunos giros que exceden la minucia
burocrática de la cruda facticidad que era motivo del registro-, no es
irrelevante sin embargo que las condiciones de su parición, tenencia por parte
de un periodista de uno de los principales diarios que sostiene las operaciones
públicas y secretas del gobierno, su posterior devolución, con ex agentes de
inteligencia de por medio (¿pero quién es un “ex” en esos servicios?) y su
probable incineración, permitan que no cesen las preguntas sobre su valor
probatorio y autenticidad. Como hay coincidencias de tiempo y lugar entre
anotaciones del aplicado remisero y los movimientos de otros automóviles y
personas en esas fechas, en especial, en los circuitos de edificios públicos y
gubernamentales, sería correcto indagar los modos en que eso puede ser tanto
verídico como fruto de la imaginación gótica, caligráfica y novelística de los
nuevos y antiguos servicios de inteligencia, que cuentan con narradores
especialistas en crear verosimilitud a partir de unos pocos datos ciertos, en
cruzar patentes de automóviles según los propios registros rutinarios de
diversas instituciones gubernamentales, fáciles de ser obtenidos, y polizontes
clandestinos duchos en emplear metáforas que comparten con numerosos
periodistas en términos del valor de tenebrosidad y ludibrio que tienen
palabras como bolso, cripta, caja fuerte. Involucran el dinero y la muerte, lo
tanático de la mercancía dineraria y los recipientes llenos o vacíos que
preanuncian alegorías del mal, la trampa, la tenebrosidad, el tabú sexual. Todo
al borde de una teología de la imputación y la alusión al mal como imputación a
priori.
II
A diferencia de las memorias
“literarias”, que admiten la reescritura diferida y las reelaboraciones a
posteriori, este tipo de relato objetivo de tales Cuadernos exige una relación
inmediata con el tiempo en que se dieron los hechos y una fingida abstención
respecto a la importancia que tenían, encubierta tras el detallismo de un
mayordomo memorialista, envuelto en su candor. El halo inconfundible que liga
todo esto con un típico procedimiento de los servicios, puede tener diversos
matices. El ciclo de los tantos años -interrumpidos- durante el cual se
desarrolló la escritura del diario no condice con la premura con la que se
preparan estas acciones, pero sí con el momento crucial que se elige para
utilizar un material peligroso que se iba produciendo “por las dudas” o la
fértil vocación del remisero de cuadricular su vida por horarios, destinos y el
peso calculado a ojito de unos bolsos. Que sea obra de los “servicios” implica
dos cosas; que sobre una falsedad se construya una verdad y que sobre una
verdad se construya una falsedad. En el primer caso, más comprensible, pueden
fraguarse todo tipo de documentos incriminatorios y con una simple maniobra de
los poderes judiciales hacerlos pasar por verídicos. Los cuadernos del chofer,
al no tener original con que puedan cotejarse las copias, pueden incurrir en
este tipo de situación. Se precisan así muchos cómplices
mediático-políticos-judiciales para mantener su condición veritativa. La otra
posibilidad es que pequeñas verdades y detalles verosímiles se hayan calculado
para trazar la especie de un sistemático circuito recaudatorio a través de los
denominados retornos de la obra pública.
Aun así, puede observarse que estos cuadernos -nada más
distante de los Quaderni de
Gramsci-, tiene una estructura fija, un enrejado de anotaciones que poseen un
modelo narrativo único. La base es el itinerario de un automóvil que como en un
embudo, recorre en círculos concéntricos los garajes de la ciudad -en cuyos
pisos superiores hay poderosas empresas-, para desembocar en la Casa Rosada o
en la Quinta de Olivos. En la ingenuidades rutinaria del relato del “remisero”
-en efecto, todo parece como si fuera un libro de entradas y salidas de una
oficina suburbana de remises-, yace un elemento asombroso que consiste en que
los itinerarios unen empresas y edificios que son los símbolos de poder en el
país, con la Casa Rosada y la Quinta Presidencial, donde alguna vez los ojos
melindrosos del chauffeur habrían
observado a la misma Cristina en jogging dirigiéndose hacia el quincho donde
momentos antes se habrían depositado los bolsos. De este modo, un diario de
rutinas biográficas se convierte en pergaminos crípticos que relatan oscuros
secretos que se colaban entre idas y vueltas a una heladería a comprar
mascarpone, sacar a pasear a una anciana y trasladar camisas.
Al redactor de los quaderni,
aun haya sido el mismo conductor de “remises de la agencia”, se le brindaba un
espectáculo único, un relato enjuto y cronometrado, con su repentino GPS en
estado de alerta, puntero en mano sobre el mapa de la ciudad. Era el
espectáculo del Poder abalanzándose sobre el botín, en vestimenta informal. No
queremos prejuzgar respecto a la autoría de esas páginas meticulosas, pero se
nos permitirá imaginar que ni Lanata hubiera encontrado mayores motivos para
desarrollar sus imaginerías sobre la corrupción. No obstante, tanto las
contadas alusiones del Cuaderno (más del 90 por ciento de sus páginas son
traslado de ropas, camisas, personas, parientes, etc., y solo el resto incluye
la connotada palabra bolsos) siguen los antiguos libretos de los programas de
Lanata sobre criptas y enterramientos, según las leyes de inmediatez de la
imaginación folletinesca sobre las cavidades del mal (pozos en monasterios o
criptas en las extensiones de la Patagonia). Con el valor sombrío que tiene el
solemne hallazgo de los manuscritos, como si pertenecieran al reinado de algún
Faraón y se hubieran encontrado 4000 años después de descubierta una cripta por
una misión de arqueólogos del Conicet, con los últimos mendrugos del
presupuesto estatal, se lograron confesiones de varios tipos, ya sea indicación
de “extorsiones” por parte del gobierno anterior, ya sea denuncias de un
complejo operacional para las licitaciones, que al mismo tiempo era un bolsa
recaudatoria, denunciada por el empresario Wagner. No vamos a entrar aquí sobre
qué clase desmoronamiento jurídico esto implica, pues es el reemplazo de las
clásicas figuras del debido proceso, prueba fehaciente, presunción de
inocencia, por prisión preventiva, delaciones premiadas, etc., lo que hace del
mundo judicial tal como es interpretado por el actual gobierno, una sede
inquisitorial que busca pseudo pruebas adecuadas a las hipótesis tele
novelescas que previamente se han establecido como mito de masas y estructuras
verbales cristalizadas en la idea del Mal (“se robaron todo”). Si la
Justicia nace del Mito, aquí el Mito vuelve a tomar a su cargo todos los pasos
de la justicia.
III
También el interrogatorio de la
feraz dupla Bonadío-Stornelli sigue el mismo itinerario ya imantado y lubricado
por horas y horas de alegorías televisadas y ya anticipadas en las
escenografías de programas de televisión en su momento sostenidos por
millonarias audiencias. En principio, los Cuadernos fueron efectivos porque
involucraban -en caso de que no fueran un producto total o parcial de los
peritos en Informaciones, diestros en psicologías ambientales y falsificación
de documentos incriminatorios, desde el caso Dreyfuss en adelante-, a altos
funcionarios y a través de las confesiones extorsivas, permitían darle
veracidad a un dudoso cuaderno como éste en su frágil consistencia había dado
lugar a presuntas redes de ilegalidad que abarcaban decisiones estratégicas
sobre la obra pública. La presencia entre los empresarios involucrados de la
familia del Presidente, otorgaba un indicio suplementario de legitimidad, lo
que a posteriori, muy a la ligera, permitió que se dijera que se sacrificaba
toda una clase empresarial a la que pertenecía el primer magistrado, como acto
inmolatorio. Lo que antes se llamaba “relato” nunca imaginó que podía
encontrarse con estas dimensiones tan empinadas del realismo mágico.
¿Los cuadernos cuyo original se ha perdido, como ocurre con
las obras de Heráclito o Parménides, de las cuales solo nos llegan unos pobres
fragmentos, han ingresado con su veneno bien dosificado en la opinión pública y
entonces ya no queda otra cosa que decir que distraen la atención del tema
central, cual es economía en trizas, el país cuarteado por su deuda, sus tasas
de interés, sus tarifas de servicios ofensivas para el pueblo en general? No es
así, esta es la época en que gracias a la predominancia absoluta de los mass media-como se
decía antes-, en el uso casi exclusivo de enjuiciar en última instancia las
luchas por el poder del Estado (entre “jacobinos populistas” y “empresariales
de la restauración”), casi son ociosas las viejas medidas y procedimiento
judiciales. El entrelazamiento misterioso entre periodismo de “inteligencia” y
la “inteligencia” con sus tecnologías periodísticas, ya son la instancia única
y final de juzgamiento. Luego viene lo que antes llamamos instancias
judiciales, que ahora se amoldan a necesidades previamente obtenidas del
decisionismo global y sus agentes vernáculos. Todo ocurre como si un país
hubiera sido totalmente aplastado, como una construcción de cartón corrugado a
la que la lleva por delante un camión de exteriores de la palabra definitiva
que machuca. Machuca y desmenuza instituciones ya muy corroídas pero que aún tenían
algunos procesos internos de crítica y autocrítica. El resultado es la justicia
como delación, la cárcel como a priori del miedo, la confesión extraída precisa
de la prisión sin pruebas, el concepto de los “preventivo” como ideal del
Estado Absolutista Jurídico, donde quien aún no reveló su secreto orwelliano
vive en estado de culpabilidad. El decisionismo judicial solo pervive gozando
de su propia brutalidad, ansía matar y llamar a todo eso legítima defensa. Este
jolgorio de jueces que en el campo de concentración deciden quienes van a vivir
y quienes van a morir, les da una idea equivocada del poder que tienen. Lo que
tienen, termina en el momento en que comienzan a ser lacayos de amos cuyos
rostros siquiera conocen bien.
IV
Bóvedas, bolsos, arrepentidos,
perros olfateadores, monasterios, el chofer con mirada de rayos equis, que
penetra la lona de los bolsos y calcula de inmediato el valor de lo que
contienen. Lo mismo ocurre con el piloto del Tango 01. Vio bolsos que iban a la
bodega del avión y otros que entraban llenos a la cabina y en el viaje de
vuelta de Santa Cruz se notaban vacíos. El proyecto ostensible de demoler el
prestigio, la figura y la memoria de Cristina Kirchner y acabar así con una
época y fundar una Argentina empresarial bucólica como pieza de un orden
mundial represivo, tiene así un camino ya empedrado de logros e incertezas.
Para algunos al gobierno le conviene mantener el suspenso de su encarcelamiento
(la telenovela sigue), para otros sea caerá repentinamente la fábula. Lo
cierto es que no solo es necesario percibir cómo temas centrales de la crisis
económica son punteados por esta novelería sobre la corrupción, sino que ésta
debe ser también examinada en las varias figuras legales que contiene y en los
largos alcances históricos y legendarios que tiene el concepto.
Voy a integrar aquí un párrafo esclarecedor sobre el
significado bíblico de la expresión corrupción. Se lo debe al sacerdote de la
Opción por los Pobres, padre Eduardo de la Serna, que con peculiar
clarividencia analiza estas cuestiones. Lo cito: “Si el pueblo judío se siente
pueblo elegido por Dios eso remite a un Dios que los liberó de la opresión
egipcia. La Pascua, “paso” de la opresión a la libertad, lo celebra. Es la
primavera. Originalmente fiesta de pastores (celebran los nacimientos de
corderos y cabritos) y de agricultores (primicias de las cosechas de granos).
De ahí la unión del cordero pascual y los panes sin levadura, luego ligados al
apuro por escapar de Egipto (por eso se debe comer el cordero íntegro y el pan
sin tiempo de leudar). Eso luego se ritualiza y teologiza. La levadura es vista
como la corrupción de la masa, por lo que durante la semana previa a la pascua
se ha de eliminar y quemar todo rastro de la “vieja levadura” que quedara en la
casa. Para recibir la novedad cíclica de la pascua se ha de quemar toda
corrupción (= levadura). Durante siete días comerán panes sin levadura; el
día primero harán desaparecer de sus casas toda levadura, porque el que coma
algo fermentado será excluido de Israel. Así del primero al séptimo día. (Ex
12:15) Moisés dijo a Aarón y a los hijos que le quedaban, Eleazar e Itamar:
–Tomen la ofrenda, lo que sobra de la ofrenda al Señor, y cómanlo sin levadura
junto al altar, porque es porción sagrada. (Lev 10:12) Jesús les dijo: –¡Pongan
atención y cuídense de la levadura de los fariseos y saduceos! (Mt 16:6) ¿No saben que con un poco
levadura fermenta toda la masa? Despójense de la levadura vieja para ser una
masa nueva, porque ustedes mismos son ázimos, ya que nuestra víctima pascual,
Cristo, ha sido inmolado. Por consiguiente, celebremos la Pascua no con vieja
levadura, levadura de maldad y perversidad, sino con los ázimos de la
sinceridad y la verdad. (1 Cor. 5:6-8) (Ser ázimos significa la pureza, el sin
pecado, sin lo que fermenta / corrompe). El término griego diafthorá, que se suele traducir por
corrupción, alude a la del cuerpo muerto, a la fosa, es lo “mortal” (Salmo 9,6;
Job 33,28, etc) y es vencida por la resurrección (Hechos 13,34-37). El término
hebreo hama’ (= leudar) también se usa para el vino corrompido (igual a
vinagre; Salmo 69,22).
Me parecen iluminadores estos trechos bíblicos comentados
por Eduardo de la Serna, para dar siquiera una idea apenas introductoria a lo
que significa el uso cotidiano del vocablo milenario corrupción. Debemos
reflexionar, con un saber sobre la resonancia mítica y religiosa de las
palabras, sobre el modo en que realizan acciones políticas encubiertas, con
todo tipo de elementos semánticos y literarios. Aquí, en estas acciones, vemos
mucha “levadura” y ausencia de respeto por los mínimos procedimientos de una
justicia, aun la más convencional. Pero hecha la reducción fenomenológica del
concepto complejísimo de corrupción, queda la tarea política de denunciar las
operaciones de las nuevas inteligencias mundiales, amparadas en concepciones en
torno a las formulas coactivas que pueden ejercerse mitológicamente sobre los
seres humanos (su lenguaje, sus consumos, sus percepciones). Y a la vez, dado
que hay dos cuerdas paralelas en la argumentación política contemporánea, una
correspondiente a los resultados de las nefastas políticas económicas y otra en
relación a la “corrupción de la carne”, “la levadura de los fariseos”, es
necesario no pensar tan tranquilamente en que quiere taparse una con la otra.
Ambas se anudan. Y en ese anudamiento no se puede considerar la acción sobre
las conciencias en torno al concepto bíblico de corrupción, como una operación
simple, una añagaza que se deshace sola. Por el contrario, nada ganamos con no
aludirla bajo el supuesto de que se deshojan al primer soplido de la dura y muy
dura -efectivamente-, realidad económica. Esto puede pasar, pero es también de
nuestro cometido reflexionar y actuar sobre aquello que pertenece al área de
los financiamientos políticos. La historia de este tema es la historian de la
Argentina contemporánea. El macrismo tiene los pies en el barro respecto a la
enigmática frase “es dinero político”. Pero solo tirar la pelota encima del
muro, como se dice de los bolsos que fueron revoleados (esa escena no existe,
prueba del lenguaje coloquial que forja mitos de acción), no parece suficiente.
Es preciso ser los primeros en analizar, comprender, estudiar, reconstruir,
reemprender, impedir, rechazar, condenar, esclarecer. El núcleo emancipador que
permanece en pie, debe extenderse hacia estos temas vinculados a la economía de
la política, que de tanto en tanto se imponen por sobre los temas de la
economía política. La política, en suma, es una estructura moral que se hace
preguntas constantemente a sí misma, más allá de las acechanzas de este
neoliberalismo que esencialmente está fuera de la ley, pero se colocó en
posición acusadora sobre temas tan sensibles, creando frases de piedra que
arroja permanentemente hacia donde están nuestras biografías colectivas y
políticas, que desea destruir con sus fundíbulos (artefacto medieval lanza
piedras) con el que nos envía sobre las murallas su relato sobre bolsos,
morrales y faltriqueras.
Yo vi un par de hojas nomas habria que ver si son todas con la misma tinta, si no hay variaciones cosa esperada en la letra de acuerdo al apuro , o el temperamento de la persona en ese dia. Las lineas me parecen demasiado prolijas para un diario escrito en un coche.
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