A 100 años de la reforma universitaria la historia real documenta y acredita que la UCR hace décadas que sumisa y avergonzada por sus aliados se divorció de aquel suceso fundante...
A
100 años de la Reforma, ¿Por cuál Universidad luchamos? – Por Carlos Raimundi,
para La Tecl@ Eñe
Fuente:
https://lateclaenerevista.com/2018/07/09/a-100-anos-de-la-reforma-por-cual-universidad-luchamos-por-carlos-raimundi/
Desde un análisis con proyección histórica existe aún vigente una disputa
establecida en torno a si la Reforma de 1918 representa un modelo de
Universidad liberal reservada a las clases medias o a un modelo de Universidad
nacional y popular mucho más permeable al ingreso de las clases obreras.
En primer lugar, ¡cuántos matices diferencian
nuestra mirada sobre los acontecimientos políticos cuando se los analiza
desmenuzando la crónica de su propio momento y cuando se los analiza ya
teniendo de ellos una perspectiva histórica! En el primer caso, tomando en
cuenta lo que estaba sucediendo en el momento en que se producía la Reforma, se
ven con mucha más claridad las contradicciones de esos procesos. Pero cuando se
la analiza desde una perspectiva histórica, el pueblo, la historia, se apropian
de hechos como éste y les dan su propia lectura. Se transforman así en parte de
las grandes tendencias históricas y las contradicciones adquieren una dimensión
menor.
Vayamos al contexto de la Reforma Universitaria,
el contexto de la Argentina agroexportadora, la Argentina que transitaba recién
por las segundas y terceras generaciones de inmigrantes, después del proceso de
conformación del Estado nacional oligárquico, construido en el marco del
pensamiento liberal, ese pensamiento profundo sobre el cual se fueron formando
generaciones de argentinos, el pensamiento impartido en las escuelas, el de los
símbolos nacionales, el de las fechas patrias, el de los próceres desarraigados
de su matriz política, descontextualizados. Se trataba de un pensamiento que
asociaba la prosperidad de la Argentina con la grandeza de su sector
latifundista. Hay aquí una combinación de las familias oligárquicas con las
elites militares, que produjo una alianza de clase por la cual se explican
todos los primeros años de la consolidación, de la identidad nacional a partir
del pensamiento liberal. Más allá de sus matices internos, más allá de las
marcadas diferencias entre Mitre y Roca, en términos históricos hay una
continuidad del proyecto modernizador de la oligarquía.
Este pensamiento profundo, a pesar de los
grandes movimientos contraculturales a lo largo del siglo XX y lo que va del
siglo XXI, todavía está muy arraigado. Cuando se producen los acontecimientos
del año 2008 por la Resolución de las retenciones, personas que no habían
tenido a lo largo de su vida ningún tipo de relación con el campo, se sentían
identificadas con él. En diciembre del año pasado asistimos a una reforma
previsional que ya le quitó el 10% del poder adquisitivo a las jubilaciones
debido al nuevo coeficiente, y aun cuando todos seremos alguna vez jubilados,
no hubo movimientos que se pusieran cartelitos que dijeran “Todos somos
jubilados”. Es decir, hubo movilización, hubo conmoción, pero no tan profunda como
para lograr la misma identificación que ese pensamiento profundo había logrado
con el campo. Esto es simplemente una mención de cómo sigue tan arraigado ese
pensamiento liberal. Es decir, con la grandeza de la Argentina vinculada con la
prosperidad de un determinado sector, y sobre todo con la renta de ese sector.
La Reforma del año 1918 expresa no sólo un
nuevo modelo de Universidad, sino que además está enmarcado en un nuevo
pensamiento y en un nuevo modelo de sociedad. Y esto desde dos perspectivas. Desde
una perspectiva más vinculada con el movimiento nacional en ciernes que
expresaba el yrigoyenismo, y desde una perspectiva más internacionalista que
era la perspectiva bolchevique, con un condimento latinoamericanista heredado
de los valores provenientes de la revolución mexicana, de la revolución
campesina por la distribución de la tierra. Allí convergen, se tocan lo
nacional-popular con la izquierda ideológica, y después se vuelven a separar. Y
se vuelven a separar en parte porque se institucionaliza la revolución
mexicana, se aplaca ese fervor internacionalista de la revolución bolchevique
con la muerte de Lenin y con la herencia en el stalinismo y no en Trotsky; no
desaparece, pero se atenúa aquel espíritu universalista con que se inicia la
revolución bolchevique. Después se va forjando el primer peronismo, que
representa al sujeto obrero, y de alguna manera le pone un freno a la
masificación de la revolución proletaria, entendida en términos marxistas y
clasistas.
Mirándola con cierta proyección histórica, hay
una especie de apropiación de la Reforma Universitaria por parte del partido
radical. Y un poco más tarde se bifurcarán los caminos de la Reforma, en cuanto
a si ésta representará un modelo de Universidad liberal reservada a las clases
medias o si representará un modelo de Universidad nacional y popular mucho más
permeable al ingreso de las clases obreras. Si a la Reforma Universitaria se la
interpreta como una institución en sí misma, yo creo que sigue un curso más
parecido a la evolución que siguió el partido radical. En cambio, si se la
interpreta como la expresión de una Universidad popular, tiene mucho más que
ver con el otro modelo, el de los años setenta que nos explicaba el profesor
Carnese[1],
de las Universidades populares, y con el modelo de las Universidades del
conurbano de estos últimos años.
Aquel fervor latinoamericanista,
antiimperialista que expresa Gabriel Del Mazo se deforma con el correr del
tiempo. Los estudiantes reformistas apoyan la revolución del año 1955 porque
había prevalecido la idea liberal de las clases medias por sobre el espíritu de
lo nacional y popular y el ingreso de las clases obreras. Por eso es que el
radicalismo niega la figura de Del Mazo y la figura de FORJA, que es el
ensamble histórico de lo más genuino del yrigoyenismo como movimiento popular
en los años 30 y principios de los 40, con el primer peronismo. La historia
oficial del radicalismo ignora la figura de Del Mazo y fundamentalmente a la
institución de FORJA, y ese rol de empalme que desempeñó en el movimiento
popular. La historia oficial del partido radical se enorgullece de muchos
dirigentes pero no así de Jauretche, ni de Scalabrini, ni de Manzi, niega esa
parte de la historia que es la que interpreta el pensamiento más profundo y más
genuino que expresaba el yrigoyenismo, no sólo en la figura de Yrigoyen sino en
esa nueva estructura social de hijos de inmigrantes que todavía no eran
proletariado industrial a nivel de masas pero que sí eran una expresión que se
oponía al modelo oligárquico.
Es decir, una es la Reforma de la que se
apropia el progresismo liberal -y soy muy benévolo poniéndole al adjetivo de progresismo-
y otro es el modelo de la Universidad nacional y popular. Y lo del progresismo
liberal se torna irrelevante, porque dada su incapacidad para construir ni una
pizca de poder político real, quedó absorbido por las ideas oligárquicas.
Probablemente tuvo esa oportunidad en el primer año y medio de la presidencia
de Alfonsín, pero sólo carreteó por la historia, volvió a levantar vuelo y se
alejó completamente de la idea de ser una estructura de poder real. En la Argentina las dos grandes
posibilidades de construir poder real son la oligarquía y el peronismo.
Hay un momento histórico en que la izquierda
internacional y la izquierda nacional se encuentran y generan una idea de
unidad obrero estudiantil que es el Cordobazo. De esa experiencia surge la peronización
de la Universidad de los últimos años de la dictadura que culmina en 1973 y el
modelo de Universidad nacional y popular de los años 1973 y 1974.
En esa bifurcación entra en disputa, por
ejemplo, el concepto de autonomía. Para los reformistas radicales, la autonomía
es un concepto mucho más fuerte que para la Universidad nacional y popular,
porque la autonomía tenía que ver con la autonomía del Gobierno nacional,
cualquiera fuera éste, así fuera el de la dictadura de 1955 o el de Cámpora y
Perón en 1973. Pero resulta que si el Gobierno expresa un proyecto antinacional
es una cosa y si expresa el proyecto nacional es otra. Mantener la autonomía de
un gobierno que expresa el proyecto nacional y popular es mantenerse al margen
de éste.
Algo similar sucede con el concepto de
extensión. Su sola nominación habla de una idea de ajenidad entre la
Universidad y el pueblo. Es decir, la Universidad se tiene que extender hacia
el pueblo porque es una cosa distinta de él. Si a la Universidad se la imagina
como parte del pueblo que la está financiando, como una institución del poder
popular, la Universidad tiene que generar mecanismos de inclusión
social, de agrandar su contacto con el pueblo pero no “extenderse” hacia un
lugar distinto.
También hay una idea distinta del concepto de
excelencia del conocimiento. La concepción liberal genera una contradicción
entre la excelencia y la masividad, porque interpreta la excelencia desde una
concepción elitista, vanguardista, del pensamiento y de la ciencia. Para nosotros,
en cambio, no hay contradicción entre la excelencia y la masividad. Si no hay masividad no hay
excelencia, porque el saber colectivo es mucho más importante para
la emancipación de un pueblo, para su descolonización, que el saber de elite,
que el saber de vanguardia. Éste último vincula la idea del adelanto científico
con aquel que es fijado por las elites de poder. El profesor Carnese lo asoció
en un momento con el “desarrollismo”. Yo siempre renegué de la idea implantada
por el desarrollismo de “países en vías de desarrollo”. Consentir ese concepto,
sostenido por Walt Rostow, es pensar que si un país dependiente cumple con
determinadas etapas se va acercando cada vez más a las posibilidades de los
países desarrollados, de los grandes centros de poder. El subdesarrollo sería
así una etapa a cumplir hacia el objetivo del desarrollo. Profeso otra idea,
otra doctrina, pienso, con Gunnar Myrdal, que el subdesarrollo es el precio que
los centros de poder le hacen pagar a determinados países para financiar el desarrollo
de aquellos. Lo que tenemos que hacer, a mi criterio, no es cumplir etapas para
llegar “hacia”, sino romper las estructuras de la dependencia para abrir otra
relación de poder entre subdesarrollo y desarrollo.
La Reforma Universitaria propicia también la
elección de los claustros. Pero ¿qué es un claustro, sino un compartimiento
cerrado y aislado? Se trata, en fin, de otra concepción vanguardista. No es que
yo niegue el pensamiento de lo universal, sino que debemos abordarlo desde
nuestra propia situación, en medio de una realidad y un tiempo histórico
determinados, desde nuestro propio paisaje histórico y nuestra particular
sociología.
¿Cómo honrar hoy a la Reforma Universitaria,
no en el sentido de una institución en sí misma, sino como compromiso con la
Universidad nacional y popular? En el primer caso, basta con el modelo que
expresan los radicales, una institución enclaustrada en sí misma, son las
universidades elefante, enciclopedistas, liberales. Si la asociamos con el
concepto de universidad nacional y popular, la expresan las nuevas
universidades que –en términos de conocimiento y de ingreso- van a formar
nuevas clases medias, pero que tenemos que aspirar a que no repitan el
pensamiento aburguesado, individualista, desagradecido, de las clases medias
formadas por las universidades liberales, sino que sean agradecidas respecto de
su origen, de las políticas públicas que les permitieron el acceso a la
Universidad y al pueblo que las financió.
En este momento estoy dando clases en cinco
Facultades, pero mi facultad de origen es la de Derecho en La Plata. Es una
tristeza ver el perfil de profesional que forman las facultades de Derecho de
las universidades tradicionales. Uno en general acude a la facultad de Derecho
persiguiendo un ideal de Justicia, el Derecho nos debería elevar hacia allí, y
por el contrario nos hace descender a la condición de abogados tribunalistas.
La enseñanza dice que la labor del juez es llegar a la verdad. Pero, ¿qué tiene
que hacer el abogado para lograr que un juez determine que un automóvil
circulaba a 40 kilómetros de velocidad? Una de las partes tiene que decir que
iba a 80 y la otra decir que estaba parado. Entonces, el juez promedia dos
mentiras y trata de llegar a la verdad. Con ese perfil se forman los abogados actualmente,
con el perfil que después pone preso a Lula sin pruebas o que cuando tiene
fallar sobre una familia humilde que no puede pagar su tarifa de luz, da la
razón a la letra chica de un contrato leonino cuyas cláusulas fueron redactadas
por los propias empresas monopólicas. ¿Es ese el sentido profundo de la
Justicia? Cuando se imparte la formación del Estado se invoca el fin de la Edad
Media, tomando en cuenta una segmentación de la historia que sólo remite a los
acontecimientos de Europa, y a ninguna otra de las culturas preexistentes, ya
sean orientales, hindúes, africanas o precolombinas. Es decir, la Universidad
tradicional es heredera de toda una matriz de pensamiento colonizado que nos
hace analizar la historia y por lo tanto la realidad, desde una perspectiva que
no tiene que ver con nosotros. No estoy diciendo que hay que negar el
pensamiento universal, sino de no construir nuestra narrativa de la conquista
sólo desde el conquistador español que gritó “Tierra”, sino también desde el
nativo que seguramente exclamó: “¡Carabelas!”.
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