El establishment tiene su propio Nunca Más: nunca más un gobierno nacional, soberanista, y popular redistribucionista. (Ricardo Aronskind)
La
unidad opositora luego de la “turbulencia” de Cambiemos – Por Ricardo
Aronskind, para La Tecl@ Eñe
Fuente:
http://lateclaenerevista.com/2018/05/23/la-unidad-opositora-luego-la-turbulencia-cambiemos-ricardo-aronskind/
El
espacio kirchnerista confirma sus convicciones antagónicas con el macrismo
mientras que el peronismo colaborativo encuentra cada vez más dificultades para
diferenciarse del gobierno. La construcción de una alternativa opositora hacia
2019 se manifiesta con un grado de complejidad difícil de superar.
A esta altura de las cosas es
evidente la complejidad de la construcción de una alternativa opositora para el
2019.
No sólo la diversidad de las
razones por las cuales sectores heterogénos deberían construir una unidad
opositora, sino porque están involucradas cuestiones ideológicas, identitarias,
ambiciones personales y de grupos, etc.
Hay sectores peronistas para
los cuales la exclusión de Cristina Kirchner es una bandera central. No debe
llamar la atención porque tienen un diálogo fluido con el actual gobierno, que
a su vez tiene como enemigo fundamental al kirchnerismo y a lo que representa
en materia de insumisión al poder económico y a las potencias occidentales. Ese
peronismo es exactamente lo que describió Massot, quien con sinceridad
explicitó que Cambiemos no podrá estar para siempre, y que en algún momento
deberá llegar el “peronismo” entendido como continuidad del actual proyecto,
para completar el requisito mínimo democrático de la famosa alternancia. La
idea de los factores de poder locales es: alternancia política formal, sí.
Alternancia de modelo económico, o de modelo de negocios, no.
Ese bloque de poder tiene su
propio Nunca Más: nunca más un gobierno nacional, soberanista, y popular,
redistribucionista. Nunca más un espacio político no colonizado por el sector
privado. Nunca más políticos que piensen por su cuenta. Nunca más alianzas
latinoamericanas que fortalezcan la autonomía de la región. Nunca más
restricciones ni limitaciones a sus negocios y sus ganancias. Nunca más
consideraciones de equidad en las políticas públicas. Nunca más amenaza a la
propiedad privada, aunque se justifique con razones públicas de fuerza mayor.
Nunca más estar fuera del aparato del Estado.
Hay un peronismo que está de
acuerdo con ese nunca más, y que se pone en fila para algún día recibir la
banda presidencial de Macri o Vidal, para seguir haciendo lo mismo. Es
totalmente lógico que comparta el santo y seña de todo es espacio corporativo:
sacar a CFK del mapa político argentino.
En el otro extremo de este
vasto campo aparece el kirchnerismo, bastante desorganizado, sin línea clara ni
reacciones rápidas y efectivas frente a los acontecimientos, pero con el
patrimonio de la experiencia vivida, y la coincidencia en el liderazgo
indiscutido de Cristina. Con un rechazo fuerte a la gestión macrista, pero
decididamente no aggiornado y sin formular una propuesta alternativa.
En el medio del polo del
peronismo vencido y el kirchnerismo irreductible por el régimen, hay un enorme
espacio de dirigentes fluctuantes, de floja definición ideológica, viendo dónde
posicionarse, y amplísimas masas populares con crecientes problemas, sin
formación política y en espera de soluciones y liderazgos atractivos.
Guillermo Moreno propone una
confluencia de todos los peronistas (excluyendo a sectores que participaron muy
destacadamente dentro del kirchnerismo), desde Urtubey hasta Cristina, para
“luchar contra la oligarquía”. Es casi imposible pensar a una buena masa de los
dirigentes “peronistas” que Moreno convoca, luchando no ya contra la
oligarquía, sino contra los formadores de precios, tarea en la cual él se
destacó.
El intento vano de Moreno pone
en evidencia una dificultad fundamental de la “unidad” opositora: la
contradicción entre la necesidad básica de sumar grandes contingentes
poblacionales, para ser competitivos electoralmente, con la formulación de una
meta claramente diferenciada del actual bloque de poder. En el caso de Moreno
la contradicción estalla porque es difícil encontrar en el mundo de la “dirigencia”
peronista actual personajes con auténtico espíritu transformador, o con una
dosis de rebeldía social básica.
La “turbulencia”:
La reciente corrida cambiaria
ha sido el producto perfecto de toda la gestión macrista:
1.
Rápida implementación de todos los pedidos de todas las fracciones
empresarias asociadas a este gobierno, sin ningún tipo de filtro: devaluación,
quita de retenciones, quita de otros impuestos, pago total a los fondos
buitres, quita de regulaciones a la entrada y salida de capitales, etc. Ya hay
varios economistas neoliberales que señalan evidentes fallas en la conducción
del proyecto macrista en cuanto a su secuencia y consistencia. Nosotros
señalamos que un programa económico, por más reaccionario que sea, debe tener
coherencia interna que lo haga viable y sostenible, cosa que Macri desconoce.
2.
Falta de coordinación entre todas las áreas del gobierno: se
proclama, por ejemplo, una meta de reducción de la inflación, pero mientras el
Banco Central toma medidas de contracción monetaria, el gobierno aumenta el
gasto en contrataciones de amigos, en obras públicas de sus familiares, y el
ministro de Energía, Aranguren, promueve enormes tarifazos que aceleran la
inflación. Los negocios predominan sobre cualquier búsqueda de coherencia macroeconómica.
3.
Apuesta ideológica a los grandes mitos neoliberales: con la
llegada de la derecha al gobierno, se generará un “shock” de confianza, fluirán
los capitales internacionales hacia la Argentina, se invertirá en actividades
que tienen capacidad exportadora, y el país no tendrá ninguna dificultad en su
sector externo, ni para pagar los compromisos que se están asumiendo en materia
de endeudamiento. No sólo que eso no pasó, sino que se atrajo a lo más
parasitario y especulativo de las finanzas globales.
4.
Lo que no se pueda lograr en el terreno de la realidad, se puede
compensar con buenas estrategias publicitarias que mantengan a la sociedad en
un estado de resentimiento por los daños que le habría provocado la gestión
kirchnerista, pero en un estado de ilusión constante por “todo lo que vamos a
lograr juntos”, es decir, el conjunto de promesas pre-electorales que lanzó el
macrismo y que logró que fueran sistemáticamente olvidadas por su base
electoral. La eficacia del uso de estos recursos simbólicos es limitada,
especialmente cuando no hay logros, y se empieza a agredir económicamente a las
mayorías.
Así las cosas, hizo falta un
leve empujoncito del escenario global, para que se desatara un vendaval
cambiario. Son muchos los actores locales que perciben los graves
desequilibrios subyacentes en las cuentas externas de Argentina. Grave déficit
comercial, gran déficit turístico, enorme venta de dólares para
“atesoramiento”, remisión de utilidades de las multinacionales, acelerado
crecimiento del pago de intereses de una deuda que el macrismo ha agigantado…
El dólar es percibido como “barato”, y toda ocasión es buena para hacerse de
esta moneda, especialmente después de haber ganado intereses increíbles en el
mercado de LEBACs.
El gobierno acudió a todos sus
aliados, socios y contactos para frenar la bomba, que fue desactivada hasta el
próximo vencimiento descomunal de LEBACs, el 19 de junio. Nada estalló, pero
nada se desactivó. Se convocó al FMI de urgencia, para mostrar un respaldo
financiero adicional, pero también para introducir un actor “respetado” por las
fracciones del poder local e internacional, que puede aportar algo de
coherencia –neoliberal- en la estrategia gubernamental. El FMI no es un golpe
de efecto más, sino que implica la introducción en las políticas públicas un
grado de crudeza e impiadosidad que develan un rostro hasta ahora velado del
macrismo.
El FMI y la unidad opositora:
Macri huyó hacia adelante. Zafó
del potencial explosivo derivado de la timba financiera que su gobierno
promueve, y para ello introdujo a un guardaespaldas que le va a terminar dando
órdenes que pueden ser amargas. Por ejemplo, el FMI cuestiona los programas de
Participación Público-Privada (PPP), para realizar grandes obras públicas con
endeudamiento externo, que han sido bastante perjudiciales en varias
experiencias internacionales.
Pero en lo político, el FMI
desbalancea la ecuación entre reformas económicas-equilibrio político que venía
manejando Cambiemos. Obliga a endurecer la realidad económica y social de los argentinos,
y eso pone al gobierno en una situación indeseada porque le “enyesa la muñeca”
para negociar con sindicatos, gobernadores, intendentes y otros actores con los
cuales necesita trabajar para seguir avanzando hacia la sociedad neoliberal que
tanto añora.
La aparición del FMI, y el
escenario económico y social de los próximos meses, afectan todos los planes
que se estaban haciendo, como una suerte de acelerador histórico. Melconián ha
contado que él promovía que las medidas mas duras se implementaran desde un
comienzo, para que la caída de popularidad gubernamental se diera en el primer
tramo de la gestión, y se pudiera llegar con chances a las elecciones
presidenciales de 2019. Desliza que hoy puede no quedar margen para reactivar
después de lo que se viene en los próximos 12 meses.
¿En qué lugar queda el
peronismo que quiere continuar al macrismo? La profundización de las medidas
antisociales, que han sido muy mal recibidas por el 70% de la población, es la
agenda de los próximos meses. ¿Cómo sostener la fórmula de Massa, “acompañar lo
bueno y criticar lo malo”, si casi todo va a ser malo?
El deterioro social para un
amplio espectro poblacional –precisamente la base social peronista- no podrá
ser ocultado, como hasta ahora. Hasta los créditos UVA mostrarán su duro rostro
en poco tiempo, como los créditos a jubilados y hasta a receptores de la AUH.
El gobierno de Cambiemos
mostrará en 2019 una caída en los índices de inflación. Es un argumento que
puede satisfacer a la minoría rica, o a sectores medios acomodados, con
ingresos estables, y consustanciados con el discurso neoliberal. Pero jamás
pueden ser una bandera popular, en tanto esa inflación más baja conviva con
alto desempleo, salarios malos, trabajo precario y desmejoramiento general de
las condiciones de vida.
Se ha estrechado, y se
continuará estrechando el espacio social para la pata “colaborativa” del
peronismo, en tanto se abre un tiempo duro para la mayoría, de reflexión sobre
por qué les pasa lo que le pasa, y para qué sirvió, en realidad, el apoyo de
muchos al macrismo.
El fuego se ha intensificado
debajo de la olla social, y nadie puede predecir en qué opciones políticas se
cristalizará la evolución de una parte del electorado. En tanto el espacio
kirchnerista no deja de confirmar sus convicciones antagónicas con el macrismo,
el espacio colaborativo encuentra cada vez más dificultades para diferenciarse
de un gobierno que cada vez concreta peores cosas, y cuyas ventas de humo están
en franco descenso.
Escenarios que parecían
imposibles en octubre del año pasado hoy son posibles, y sólo la lucha política
y social terminará contestando muchos de nuestros interrogantes.
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