Una estructura política con total libertad para la mitad de arriba puede ser la forma más opresiva que se pueda imaginar para la mitad de abajo..
La dictadura democrática de los poderosos
Por Raúl Zibechi
para La Jornada
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Nos hacen falta ideas. La mente
no piensa con información sino con ideas, como destaca Fritjof Capra en La trama de la vida. En esta
tremenda transición/tormenta que vivimos, necesitamos lucidez y organización
para comprender lo que sucede y para construir las salidas. Cuando la realidad
se hace más compleja y la percepción se enturbia, una característica de las
tormentas sistémicas, aclarar la mirada es un paso ineludible y vital.
Por eso nos
atiborran con información basura, porque contribuye a potenciar la confusión.
Es en este sentido que los medios juegan un papel sistémico que consiste
en desviar la atención, hacer que las cosas importantes y decisivas tengan un
trato idéntico a las más superficiales (un accidente en carretera tiene más
cobertura que el caos climático) y tratan los temas serios como si fueran un
partido de fútbol. Como sabemos, hay quienes piensan que no hay cambios
mayores, que la tormenta sistémica es una crisis pasajera, luego de la cual
todo seguirá su curso normal.
Pero los de abajo necesitamos aguzar los sentidos, detectar los sonidos y los movimientos imperceptibles, porque nuestras vidas están en riesgo y cualquier despiste puede tener consecuencias desastrosas. No tenemos seguros de vida ni guardias privados, como tienen los de arriba.
Pero los de abajo necesitamos aguzar los sentidos, detectar los sonidos y los movimientos imperceptibles, porque nuestras vidas están en riesgo y cualquier despiste puede tener consecuencias desastrosas. No tenemos seguros de vida ni guardias privados, como tienen los de arriba.
La sociedad está
dividida. Por un lado la democracia se asienta en un sector que no quiere
desestabilizar el sistema, mientras la otra mitad no se siente
representada. La democracia electoral tiene sentido para la mitad de
arriba, pero es una cárcel para los de abajo. Por otro lado, para la
mitad desheredada de la población, el diseño actual del capitalismo es una
realidad opresiva, ya que las políticas sociales focalizadas tienden a
neutralizar y dividir a quienes necesitan levantarse contra el
sistema. Los partidos de centro-izquierda recogen las aspiraciones, y los
miedos, de esa mitad de la población que sólo quiere cambios cosméticos y cuyo
ejercicio político excluyente es votar cada cinco o seis años y asistir a
mítines para aplaudir a sus caudillos. La mitad de abajo no puede confiar
en un sistema político que funciona como una dictadura democrática. Una
estructura política con total libertad para la mitad de arriba puede ser la
forma más opresiva que se pueda imaginar para la mitad de abajo, sigue
Wallerstein. Los que viven en la zona del no-ser, en palabras de Fanon, son los
que resisten y construyen otros mundos, por mera necesidad de
sobrevivir. Pero son bombardeados por la fantasía de que pueden cambiar su
destino sin quebrar el sistema.
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