En el deseo de dormir a la población del Poder del capitalismo totalizante late siempre el anhelo del crimen perfecto. (Jorge Alemán)





Macrismo: Poder, Hegemonía, Izquierda 

Por Jorge Alemán  Psicoanalista y escritor especial para La Tecl@ Eñe


I


El macrismo no es una Hegemonía, es la herramienta por excelencia política del Poder. La hegemonía, en cambio, se construye con lo que "no hay " y exige, en el sentido riguroso del término, una invención de lo político que asuma un antagonismo instituyente y constitutivo que siempre opera como una frontera irreductible. La Hegemonía es por tanto inestable, siempre inacabada, porque articula diferencias que deben ser reunidas sin disolver su heterogeneidad de principio. Luchas múltiples de distintos movimientos sociales deben encontrar una concatenación que las reúna en un proyecto popular y transformador y sin una identificación definitiva. La hegemonía es rara, es un acontecimiento que desafía los poderes homogéneos del capitalismo totalizante y megaconectado. Algunos intelectuales quieren ver en el macrismo una suerte de inteligencia especial y de gran calado por su poder en imponer la sumisión en las propias subjetividades que duermen en la constelación de los mantras imaginarios emitidos ininterrumpidamente desde los dispositivos de Poder. Hablan entonces de la sagacidad de sus asesores, de sus argucias en la compra al por mayor de las conciencias etc. Pero en esto, el macrismo no es más que el reflejo en la política de los procedimientos del capitalismo contemporáneo: su capacidad de metamorfosis permanente, su conexión ilimitada, su velocidad algorítmica -financiera, su apropiación del aparato semántico-histórico, su endeudamiento permanente, su apelación a borrar los antagonismos y a "culpabilizar" a la población.

Esos mantras imaginarios no son sólo producidos por los dispositivos de poder, cuentan con el aporte de distintas fantasmagorías sociales que de un modo permanente cultivan la subjetividad reaccionaria, racista y de odio al otro, transversal a todas las clases sociales. Estas están presentes de diversas maneras en todas las naciones. Lo que en Marx se llamó en sus días "ideas dominantes"


                                                                                             
II


El macrismo es uno de los manuales más logrados del Neoliberalismo o Capitalismo total. De allí su amalgama de discurso de autoayuda, violencia intimidante neofascista, frivolidad cruel y acompañamiento ciego de los dispositivos del Poder. Lo paradójico es que si bien esos dispositivos han alcanzado la velocidad extrema de las operaciones financieras en la época del dinero como único equivalente universal globalizado, su resultado es un "deseo de dormir" a la población en un murmullo incesante y repetitivo de "automatismos" retóricos que establezcan una inercia que petrifique a cualquier proyecto transformador. En el deseo de dormir del Poder del capitalismo totalizante late siempre el anhelo del crimen perfecto. En relación a este punto, una construcción hegemónica con vocación emancipatoria, aun operando en el interior de los dispositivos neoliberales, es un deseo de despertar. De allí que la transmisión de un proyecto hegemónico sea sumamente problemática, es el deseo de despertar a la Historia y lo político (y no la política del Poder) cuando el capitalismo total aspira a un presente absoluto en permanente concatenación con distintos flujos que erosionan el orden simbólico de la lengua común de los seres hablantes que emergen como sujetos de la misma. Pero aquí se juega una cuestión crucial: ¿cuál es el lugar natal del sujeto, la lengua común o los dispositivos del poder que actualmente lo modulan y construyen? 

El antagonismo no puede nunca ser borrado ni eclipsado del todo porque el surgimiento del ser hablante en la lengua común llega una millonésima de segundo (la metáfora es salvaje) antes que las diversas apropiaciones de los agenciamientos del Poder. Sólo de este modo es transmisible un proyecto hegemónico o más bien contrahegemónico en el interior del neoliberalismo.



III


La denominada "grieta" que obsesiona a las marionetas profesionales de los medios, es un dato clave en este asunto. La grieta es el modo que tienen los dispositivos neoliberales de encubrir la estructura del antagonismo instituyente. La grieta presupone una superficie lisa y homogénea, sin fisuras, que una experiencia política con malos propósitos ha causado. Esto es una estafa ética porque el antagonismo es siempre constitutivo de la nación aunque asuma distintos modos de encarnarse históricamente. La denominada "lucha de clases" no es el fundamento último del antagonismo ni la esencia del mismo. La lucha de clases puede ser la forma eventual del antagonismo, pero exige ser construida, no se presenta como un dato inaugural y también demanda redefinir el concepto de "Clase" en su complejidad fragmentada y abierta.                                                                                 


IV

No hay  una izquierda esencial, inmutable y provista para siempre de un arsenal teórico que no necesite de distintas torsiones teóricas importantes. El deber ético de la izquierda es realizar la lectura pertinente para que el antagonismo haga su trabajo adecuado y  que el mismo alcance su orden instituyente. Y así construya la difícil tarea de poner en la escena histórica una voluntad hegemónica. Si es cierto que  desde la perspectiva del Capitalismo total y su producción de subjetividades, las fuerzas políticas pierden las cualidades que  pueden llegar a diferenciarlas, por el contrario, desde el horizonte de los sujetos políticos esa "mínima" diferencia política es el punto de partida de un nuevo trayecto popular. Abandonar esta asunción de la diferencia en nombre de un principio totalizante, aunque se presente como "revolucionario", es entregarse a la homogeneización del Capital, que siempre necesita de voces "disidentes" que no perturben la marcha oligárquica-financiera del  Poder de siempre que surca la Historia. 




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