Bullrich en Tel
Aviv o un salto en la violencia política
Por Mariano Dubin, Licenciado en
Letras. Docente e investigador de la Universidad Nacional de La Plata. Para
La Tecl@ Eñe
Las PASO fueron otro derrumbe
estadístico. Cristina Kirchner no arrasó. Y el PRO, luego de un año y medio de
políticas reaccionarias, logró un piso electoral nada despreciable de un tercio
del voto nacional. Lejos, desde ya, de los “comienzos fundacionales” de
Alfonsín, Menem y Kirchner con primeras elecciones contundentes pero lejos,
también, del fantasma delarruista.
De un escrutinio mustio surgió un triunfo electoral escueto de
Cristina Kirchner en Provincia de Buenos Aires. Ahora en una nueva elección que
posibilita la polarización, tal vez, tengamos un número preciso de votantes que
apoyan al gobierno: ¿cuántos electores de Randazzo, de Massa, de otras fuerzas,
terminarán en Esteban Bullrich? En este “ballotage” se juega más que la pasión
de pertenencia, la de rechazo: ¿qué es más masivo el antikirchnerismo o el
antimacrismo? Podremos conocer pronto el aguante popular al macrismo que
lograría una estructura de sentimiento anhelada por cualquier populismo: un
voto que no se referencia en su inmediatez material sino en la adhesión de
valores postreros. Hay otra hipótesis (más frágil): que el PRO haya alcanzado
su techo y el votante de Massa que simpatiza con Macri ya haya migrado. Los
números finales nos darán material de análisis pero siempre en proceso de ser
otra cosa: todo puede transformarse en la creciente
conflictividad social.
No obstante, hay datos a considerar. Cristina Kirchner está muy
lejos de ser un cadáver político como le gustaría a Feinmann y a los
periodistas que hacen de sus frustraciones e impotencias personales (y sobres
que van y vienen) un programa ideológico. Está muy lejos, asimismo, de líderes
de mayorías como Hugo Chávez o Juan Perón. No sólo por sus votos magros sino
por la pasión que despierta en las clases populares: sí, hay voto pero no hay pasión mayoritaria.
Hay un sector de amor desmedido (como todo verdadero amor, por otra parte) en
pequeños sectores sociales. Hay un sector de las clases trabajadoras que la
votan con indiferencia o pragmatismo y otro importante sector que nunca la
votaría. El kirchnerismo en su derrota política de 2015 se replegó en grupos
militantes de clase media que creen, a un destiempo histórico y contra toda
prueba documentada, que la ilustración es el arma política por excelencia.
Hicieron, en su momento, picnics
militantesen las zonas más ricas de Capital Federal (donde Macri
había sido votado por casi el 80% de los votantes). La calle, por el contrario,
sigue siendo más prolífica y salvaje. Ahí aparece, nuevamente, el desmadre
popular: trabajadores, desocupados, cartoneros, campesinos. Cortes de rutas,
marchas multitudinarias, asambleas. Sin embargo, nadie logra hacer de esa
acumulación social, una síntesis política.
¿Culpa de Cristina Kirchner? No, esa es la fácil. Pensar que la
política argentina depende de las posibilidades e imposibilidades de un actor.
Miren a los costados de la rosca política y vean el mayor de los desiertos
ideológicos. No se puede exigir a otro lo que no es y lo que uno no ha
construido.
El Macrismo espera que el piso techo electoral de Cristina Kirchner no sea
sólo un tapón para el propio kirchnerismo sino para toda la oposición. Los
peronistas que no asumen su liderazgo aciertan que hay un límite en su forma de
construcción pero no revisan sus formas mezquinas que replican en versiones
cada vez más fragmentadas y reaccionarias. En ese esquema hay Macri ad aeternum. Aunque sabemos
que en este mundo criollo la eternidad la venden cortada en cualquier esquina:
lo que hoy aparece como estructura perfecta, mañana son sus escombros donde
sobrevivimos.
De fondo, el peronismo vive en una confusión. Confunde unidad con
rosqueo de dirigentes y liderazgo con narcisismo. Falta programa, movimiento de
masas, unidad. Falta todo. Menos narcisismos y cacicazgos sin indios. Eso sobra.
Hay una actitud democratizante, parlamentaria, menchevique que
asusta. El peronismo nunca fue liberal. O lo fue de manera póstuma. Hasta la
izquierda parece un actor cortés. El PRO, en cambio, es mucho más inteligente y
salvaje. Claro: el manejo del Estado, representar a las clases dominantes,
controlar todas las fuerzas represivas, la justicia, el periodismo y otras
instituciones basadas en el proxenetismo de los apellidos ilustres es clave.
Nuestro devenir ontológico electoral y republicano es débil frente al
pragmatismo conservador. El PRO, como siempre fueron los liberales argentinos,
no cree en las reglas republicanas sino para sodomizar a los otros.
No sólo en el truquito del conteo son hábiles
sino en reconstruir una agenda represiva. Acá, también, hay un doble
movimiento: no es sólo el Estado imponiendo su supremacía sino, como sucedió en
todo proceso autoritario perdurable, sectores sociales amplios (aunque no
necesariamente mayoritarios) que van instaurando la tópica fascista. Hay un
electorado macrista (y tal vez no siempre macrista) que está imponiendo la
necesidad de la violencia estatal. Hay ganas de un muerto. O varios. El PRO
tiene que jugar en ese equilibrio. También tiene al progrechetismo de los Piter
Robledo. El Macri más capaz es el que logra contener a todos.
Lo evidente es el salto en la violencia política. Un salto cualitativo
en la lucha de clases. La historia demuestra que no hay vuelta atrás. Un cambio
propiciado, en gran parte, por las clases altas y su violencia clasista (un
clasismo más perdurable que el de las clases trabajadoras, por cierto). Pero
cuando la lucha de clases se tensa no hay paz social sin refundación política.
Eso significa muertos y represión. Significa audacia política. Todo a verse.
Sin duda esta violencia política nos exige un análisis no
parlamentario (¡hay que dejar de ver el canal de Boudou!). La represión es, sin
duda, una apelación política de mediano plazo. Uno pensaría sino que la
violencia de Lewis, de Benetton, de Braun, de Rocca, de Blaquier da cuenta de
un momento pre revolucionario o de una restauración conservadora post revolucionaria:
¿dónde están los soviets de fábrica, los territorios liberados? En ningún lado.
Lo que no niega una estructura social y de derechos extendidos por el
kirchnerismo que se busca desmantelar. Vivimos una (fantasmagórica) fiesta
prolongada de las clases medias que gozan su llegada a Miami (con o sin
tornado) luego de una temporada en los gulags
kirchneristas.
No hay otra lectura posible a una decisión (donde juegan, también,
Tel Aviv y Washington) de un reordenamiento político y económico y donde lo
militar y, en particular, los servicios de inteligencia juegan un papel
novedoso. Bullrich en Tel Aviv sería el título de la nueva obra. Cambien
mapuches por palestinos y tendrán toda una hoja de ruta de la derecha sionista
de los últimos (casi) setenta años.
La represión no es, necesariamente, pura dominación. El macrismo
lo sabe: ahí están los 30 muertos del fracaso De la Rúa. La Alianza no logró
dominación, ni hegemonía. Macri va por la hegemonía y espera replicar un modelo
de apoyo popular a la represión. Para eso necesita un Estado atomizado, una
población confundida y luchas sectoriales asfixiadas en su inmediatez. Chile y
Colombia, con diferencias sustanciales, son modelos posibles. A diferencia de
las colonias y neocolonias pretéritas, donde el Estado apostaba a una
infraestructura centralizada y compleja, la tierra arrasada es el plan óptimo
del imperialismo. La distopía presente nunca sería la del mundo controlado y
homogéneo a lo 1984 o Un mundo feliz. El modelo es
el caos. El refrán popular ya lo define: a río revuelto, ganancia de pescador.
El modelo es Blade Runner. El modelo es hoy.
Fuente:
Sobre Blade Runner y su autor hoy leí una pequeña reseña:
ResponderEliminarhttp://www.microsiervos.com/archivo/libros/philip-k-dick-realidad-simulacion.html
Y acá algo que asusta, una empresa global en crear circunstancias artificiales. No se si es de verdad o una joda, pero te deja un escepticismo paranoide difícil de superar:
ResponderEliminarhttp://www.crisis-solutions.com/
En esta página la muestran en acción:
https://www.youtube.com/results?search_query=noticias+fabricadas+y+actores+de+crisis
Lo que necesita el macrismo es una buena cantidad de hijos de puta de a pie que lo apoye, y la tiene suficientemente.
ResponderEliminarGran abrazo Daniel y Moscon.. tanto tiempo ... Más allá de lo interesante del planteo yo noto que el modelo al cual nos enfrentamos es el de Freejack... pero adolece del talento de Vacendak (Mick Jagger)
ResponderEliminar