¿Cuántos de los ciudadanos que otrora
se inclinaron fervorosamente por el kichnerismo hoy le dieron la espalda a
propósito de la propaganda y el denuesto falsario? Acaso en política la
estigmatización de grupos por parte de la poderosa mass media sea un arma
extremadamente eficiente para inclinar la balanza. Históricamente no sólo
existen hitos a destacar sobre el tema, sino además grandes matanzas. Nadie con
las defensas bajas, permeable a la opinión publicada, desea adherir a una agrupación
acusada (sea cierto o no) de desquiciada y corrupta, y menos aún que lo
relacionen directamente con ella más allá de coincidir con sus lineamientos
políticos.
De todos modos no llama tanto la
atención que las demás opciones políticas exhiban tantos o más granos que el
propio kirchnerismo en estas cuestiones teniendo en cuenta que dichos eczemas
se encuentran mimetizados, acaso protegidos por la propia mass media acusadora.
Si nos detenemos puntualmente sobre los triunfadores en cada distrito notamos
que el tema de la corrupción no ha tenido su correlato electoral. Es la
estigmatización mediática de los grupos y personas lo que produce la fuga en sí
y no la corrupción misma. Que los kirchneristas somos naturalmente corruptos
está tan instalado políticamente como que los judíos se quedaban con las rentas
colectivas de los alemanes. No importa que sea cierto o no, es así, es útil
como argumento político y no se modifica.
Esta suerte de sayo instalado produce
fugas inerciales. Se me dirá que dentro de un cuarto oscuro uno decide
autárquicamente, pues me atrevo a soslayar que uno también desea pertenecer
socialmente a un colectivo que lo contenga, dejar de ser estigmatizado, siendo
el camino más corto deshacerse del sayo. Por eso temo que la estigmatización es
otra de las grandes vencedoras de las PASO; sucede que para su tristeza no
puede salir a festejar, resultaría vergonzoso que el prejuicio y la falacia
conceptual determinen el futuro de una sociedad.
VERDADES, VERSIONES, MENTIRAS,
CALUMNIAS Y MANIPULACIONES
por Sebastián Olaso (para La
Tecl@ Eñe)
Vivimos en tiempos en que el concepto
de verdad se ha vuelto increíblemente complejo. Estoy de acuerdo con
que no hay verdades únicas, con que algunas supuestas verdades son apenas
factores de poder, visiones fundamentalistas o elementos de dominación o de
manipulación. Tengo muy en claro que la idea de un pensamiento único, sin
posibilidad de disidencia, puede derivar en sociedades violentas, totalitarias,
intolerantes, homogéneas, hegemónicas, represivas. Pero me niego al “borramiento”
del concepto de verdad. Me niego a que, como contracara, se anule el
concepto de mentira. Me niego a que haya un nuevo totalitarismo donde no
haya más que supuestas verdades particulares, personales, que permitan mentir a
mansalva, de modo impune. Me niego a que el debate use la expresión su verdad
cuando debería usar la expresión su versión: versión que, luego se verá,
quizás en algunos casos sea una verdad personal, pero quizás en otros casos sea
una mentira lisa y llana.
Por lo tanto, entiendo que es
necesario que todos volvamos a considerar hasta dónde vamos a relativizar el
concepto de verdad. ¿Toda, toda, toda versión entrará en el criterio de verdad
personal?
En este juego de excesos y omisiones
que se crea muchas veces cuando se necesita visibilizar algo importante, creo
que es necesario, además, no aplanar las miradas. Creo que es necesario
restituir un espacio al concepto de verdad. Si lo logramos, vamos a poder ser
realmente fuertes en nuestros argumentos, en nuestras opiniones, en nuestro
posicionamiento. Si en un lugar hay violencia, ilegalidad, represión, abuso,
estafa o cualquier tipo de acción digna de atención, intervención,
concientización, ¿para qué adulterar los hechos?
La respuesta no está en mis manos; pero
según mi opinión (según mi versión, que luego se verá si califica
para ser considerara mi verdad), la adulteración está favorecida, entre
otras cosas, por la estigmatización del concepto de verdad. ¿Para qué voy
a decir que la última dictadura argentina se apropió de mí, si está probado que
se apropió de otros quinientos niños? Y si alguien sigue siendo escéptico con
el número, lo indudable es que se apropió, al menos, de los más de 120 nietos
recuperados a la fecha. Las atrocidades de la dictadura no necesitan de mi
mentira para agravarse. Por lo tanto, mi mentira no solamente me convertiría en
un mentiroso, sino que además ayudaría a quienes buscan impunidad para los
terroristas de Estado y desprestigio para quienes buscan justicia. Lo mismo
ocurre con todo tipo de calumnia, de denuncia falsa, de adulteración de la
realidad.
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