A esta mujer la vida todavía le reclama. Del libro Esta Mujer de Juan Montes



Aún así, y a pesar de todo la vida le reclama.
Aún, después de dar el alma, los hijos, el marido, la vida le reclama más.
Aún, después de haber transitado las más espinosas cumbres, la vida le reclama más cosas.
Aún después de haber puesto su voz en el silencio, su sentido en la piedra, su pensamiento en el vacío, la vida le reclama más cosas todavía.
A ella, a la mujer enérgica, la del carácter fuerte, la del hablar seguro, la vida le reclama.
Le reclama las cosas más sencillas, las que parecen más triviales, las que resultan menos transcendentes: los gestos blandos, las miradas del alma, el abrazo sentido, las palabras humildes, la oración básica, sujeto y predicado, con que se habla a la gente que gusta de novelas, que no lee los diarios y disfruta de músicas románticas.
A ella, la coqueta, la mujer de buen gusto, la que hace culto a la rigurosidad de los detalles, que le gusta la ropa, los zapatos, como a cualquier mujer, que no se muestra siquiera con un mechón desalineado, la vida le reclama.
Le reclama la frescura del rostro, sus pies pisando el césped con rocío, su humildad, su ternura.
Ahora la vida va por más, va por ella, por la que habita debajo de los trajes, por la que se despeina como toda mujer y a la cual, como a toda mujer, también le duele la cabeza y se le hinchan los pies y come chocolates a escondidas.
Y ella sabe, ella entiende que allí guarda la llave del consenso, del amor de la gente más sencilla. Esa gente sencilla que necesita no sólo de políticas para querer al hombre o a la mujer que manda. Esa gente que quiere ser tocada por su transpiración, que amaría sin límites si aceptara tomar un mate.
Y ella quiere. Lo sabe. Ella tiene escondida a la mujer sencilla que teme vulnerar. Y la resguarda detrás de la mirada austera, y la protege debajo de las máscaras, y la quiere sacar, pero le gana el temor a que la vean frágil. Quiere. Pero le cuesta, está más allá de sus manos ese mundo. Y se pregunta...
¿Cómo hacías, mi amor, cómo hacías para desanudarte la corbata y andar desalineado? ¿Cómo hacías mi bien, cómo lograbas caminar entre la gente por esos barrios que te amaron, cómo podías sentarte a tomar un cafecito en cualquier bar cercano a la Rosada? ¿Cómo hacías, querido del alma, para hablarle sencillo al corazón del hombre?





Comentarios

  1. TODAVIA CAMINA ENTRE LA GENTE SIN VALLAS SE RODEA DE TRABAJADIRES DE JOVENES E INTELECTUALES, SUS FOTOS SON SIMPLES NATURALES ESPONTANEAS.


    MACRI LO QUE NATURA NON DA CLARINETE NON PRESTA!!!!!!!!

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