Aún así, y a pesar
de todo la vida le reclama.
Aún, después de dar
el alma, los hijos, el marido, la vida le reclama más.
Aún, después de
haber transitado las más espinosas cumbres, la vida le reclama más cosas.
Aún después de
haber puesto su voz en el silencio, su sentido en la piedra, su pensamiento en
el vacío, la vida le reclama más cosas todavía.
A ella, a la mujer
enérgica, la del carácter fuerte, la del hablar seguro, la vida le reclama.
Le reclama las
cosas más sencillas, las que parecen más triviales, las que resultan menos
transcendentes: los gestos blandos, las miradas del alma, el abrazo sentido,
las palabras humildes, la oración básica, sujeto y predicado, con que se habla
a la gente que gusta de novelas, que no lee los diarios y disfruta de músicas
románticas.
A ella, la coqueta,
la mujer de buen gusto, la que hace culto a la rigurosidad de los detalles, que
le gusta la ropa, los zapatos, como a cualquier mujer, que no se muestra
siquiera con un mechón desalineado, la vida le reclama.
Le reclama la
frescura del rostro, sus pies pisando el césped con rocío, su humildad, su
ternura.
Ahora la vida va
por más, va por ella, por la que habita debajo de los trajes, por la que se
despeina como toda mujer y a la cual, como a toda mujer, también le duele la
cabeza y se le hinchan los pies y come chocolates a escondidas.
Y ella sabe, ella
entiende que allí guarda la llave del consenso, del amor de la gente más
sencilla. Esa gente sencilla que necesita no sólo de políticas para querer al
hombre o a la mujer que manda. Esa gente que quiere ser tocada por su
transpiración, que amaría sin límites si aceptara tomar un mate.
Y ella quiere. Lo
sabe. Ella tiene escondida a la mujer sencilla que teme vulnerar. Y la
resguarda detrás de la mirada austera, y la protege debajo de las máscaras, y
la quiere sacar, pero le gana el temor a que la vean frágil. Quiere. Pero le
cuesta, está más allá de sus manos ese mundo. Y se pregunta...
¿Cómo hacías, mi
amor, cómo hacías para desanudarte la corbata y andar desalineado? ¿Cómo hacías
mi bien, cómo lograbas caminar entre la gente por esos barrios que te amaron,
cómo podías sentarte a tomar un cafecito en cualquier bar cercano a la Rosada?
¿Cómo hacías, querido del alma, para hablarle sencillo al corazón del hombre?
TODAVIA CAMINA ENTRE LA GENTE SIN VALLAS SE RODEA DE TRABAJADIRES DE JOVENES E INTELECTUALES, SUS FOTOS SON SIMPLES NATURALES ESPONTANEAS.
ResponderEliminarMACRI LO QUE NATURA NON DA CLARINETE NON PRESTA!!!!!!!!