… y como en toda novela la
historia tuvo un final feliz. No se confundan, no me refiero al erótico y
puneño epílogo que tuvo La Leona – a propósito, qué buena que está Dupláa – quiero
enfatizar sobre el singular, acaso humanista corolario que tuvo nuestra
doméstica novela pueblerina, saga que desde hoy ya comenzamos a extrañar.
Nuestros actores serán convocados para otras ficciones, para otros libretos en
donde los finales felices nos acercan a pensar que Coronel Dorrego es aquel paraíso
del cual los libros sapienciales dieron sus pertinentes seguridades sobre su
existencia. Y tal final merecía un escenario de idéntica magnitud. Nada de
esqueléticas obras en construcción, nada de marginales galpones oscuros y
suburbanos, nada de sucias callejuelas, nada de basurales en las ochavas; el
final merecía que el recinto del Honorable Concejo Deliberante le diera cobijo
a tan ecuménica puesta en escena para que cada uno promueva la mejor cara de su
acting. Y brillaron las metonimias, los pleonasmos y los palíndromos. Las
metáforas, no abusivas por cierto, estuvieron a la altura de los alegatos decorando
con suma precisión una de las páginas de nuestra mejor literatura lugareña. La
sorpresa no estuvo ausente de la trama. Ese cuesco que teníamos obturado en la
glotis por fin fue develado gracias a la valentía de los artistas al exponer
con crudeza la insensibilidad de Concejal renunciante por no haberse despedido
de acuerdo a las formas de sana urbanidad legislativa, cuestión cardinal que
aquejaba nuestros más profundos desvelos. La casa está en orden, las flores de
nuestro cementerio recuperaron sus colores y la bilis negra hipocrática no tuvo
más remedio que rendirse ante la verdad y exiliarse, para siempre. Aquí en
Coronel Dorrego somos derechos, honestos y humanos, nuestros prohombres
representan fielmente, desde las artes, lo que deseamos y amamos. Nada más
transparente que ellos manejen nuestro consciente y nuestro inconsciente
colectivo, choferes que no necesitan dar explicaciones absurdas sobre sus
comportamientos rutinarios y que merecen, sin dudas, tener la potestad de
sancionarnos con severos punitorios cuando alguna obligación se nos pasa por alto.
Dentro de la literatura universal y me atrevo a sentenciar de las artes en
general, la complejidad de la sencillez es acaso la virtud más valorada, y ayer
fuimos testigos de una exhibición histórica para nuestro terruño. Comprobar que
se puede llegar al clímax sin necesidad de saber de qué se trata el estímulo
físico y mental que posee la eroticidad. Esto es, no existen las causas, solo
los efectos, el videoclip no tiene explicación, es solo sensibilidad y sentido
común. Las cosas pasan, en tiempos neoliberales, si sucede conviene. Al
finalizar la obra los actores, conformes y satisfechos, saludaron en el atrio,
buena parte de la población se agolpó en el hall del inmaculado frontispicio en
la búsqueda de fotos, selfies y autógrafos. Del otro lado de la plaza las balas
seguían zumbando, Maciel continuaba sangrando, moría, mientras un par de
apellidos de galeno abolengo respiraban en ausencia y profundo por no tener que
dar explicaciones. El mejor actor es el que te hace creer que él no es él, sino
que es la circunstancia de un rol determinado. Coronel Dorrego, capital
provincial de la ficción. Volviendo al tema principal de este post: ¡Qué buena
que está Dupláa!
Ja ja ja.. siempre filoso el cuchillo
ResponderEliminarYo siempre con menudencias....No entendí....¿Me podría aclarar cómo terminó el tema de las órdenes médicas truchas? (Me parece que Duplaá lo marea y mucho.....)
ResponderEliminarParece que a nuestro escritor de Guisasola, Dupláa no solo lo marea. En otro orden de cosas y con relación al tema menos averigua Dios y perdona decimos por Dorrego cuando de trapos sucios se habla. Creo que el mareado lo deja bien en claro. NADA pasó, ni NADA va a pasar ya que entre bueyes no hay cornadas
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