Maestros del Blues - Bernie Marsden y un breve relato..










El Bar hizo lo suyo


Presume de su eficacia, una vez más se exhibe orondo, orgulloso por la tarea cumplida. El stock de poetas oscuros sigue aumentado y ya sus espectros planifican reabrir el bar, instalar más mesas con nuevos nombres, acaso ampliar sus instalaciones e invertir en mejoras generales. La mesa de la languidez, la mesa de la añoranza, la mesa del pesar, son nombres tirados al azar por el grupete macular. El desamor siempre ha sido un buen negocio, se dicen entre ellos, y en estas épocas se ha desarrollado exponencialmente, no sería descabellado pensar que en breve este tipo de inversiones cotizarán dentro del mercado bursátil.

Como puede observar señora aquella carta recibida hace pocos días y que motivara el relato titulado El Bar del Desencuentro no fue otra cosa que una trampa anunciada. Fui convidado por estos ángeles malevolentes a observarla a usted como musa sin poner atención en los riesgos que tal cuestión incluía. No vaya a creer que me arrepiento, nada más alejado. Confié, aunque con prevenciones, que se trataba de una historia del pasado lejano, en donde otros actores protagonizaban la obra, vistos los hechos el tiempo se disfrazó de embustero y aquí me encuentro como víctima, en una de las mesas, la denominada del presagio, escuchando un estupendo blues del maestro  Bernie Marsden, solicitando una lágrima, separando algunas servilletas y acomodando el cenicero, presto a desarrollar un texto que dejaré bajo el platillo para que otro incauto caiga en la celada. Me convertiré en cómplice, inconsciente tal vez, tengo la esperanza y la sospecha que cuanto más sensibilidad exista merodeando por el mundo, este será menos malo, menos útil quizás, ante la deflación de los mercaderes…

Señora mía, aquello que la ha enamorado de mi está a su disposición, suyo y a pleno derecho. No le llevará esfuerzo ni le será fatigoso alcanzarlo, ni siquiera tendrá la necesidad de invertir capital para apropiarse de mis textos, soy de los que sostienen que la literatura tiene la misma entidad que el oxígeno, de manera que su universalidad y gratuidad debería estar garantizada por organismos internacionales de cultura. En todos ellos encontrará alguna mención hacia su belleza, esa misma que no se encuentra a mi disposición debido a los dictatoriales preceptos del desamor. Porque a usted señora no le ocurrió lo que a mí durante aquel encuentro casual de diez minutos, instante en el que tanto hincapié se hace cuando de deseo se trata. Y es tan humano como simple. A su hermoso cuerpo no le “sucedió”, no sufrió cosquilleos indecorosos ni mostró vergüenzas ante la siniestra observancia que marca el detalle. Sus labios no se permitieron imaginarse besados por los míos, su fascinante mirada no aceptó la premura y detenerse a descansar en la mía ya que no tuvo la ocasión de observar en ella inciso cierto para el placer y el sosiego. Usted no se percibió ardiente ante mi presencia, físicamente abordada, no se intuyó amante. Me ama como poeta no como hombre, yo la siento y la amo como mujer, no como musa. Esta simbiosis recurrente entre la poesía y la belleza se remonta a tiempos ancestrales, mi señora, desde La Ilíada de Homero me atrevo a sentenciar. El presente es considerado por Borges como un delicado equilibrio entre el pasado y el futuro, debido a esto el poeta es siempre el mismo poeta, más allá de la temporalidad. Y en el pasado lejano tenemos el poético y enfermizo enamoramiento no correspondido de Menelao por Helena cuestión que disparó acaso la tragedia más genial de la literatura universal. Y sospecho sobre la existencia de cientos de miles de “Menelaos” presentes y futuros, que sin ejércitos, ni naves, ni aliados depositan los infiernos del desamor en sus teclas creando los más maravillosos textos jamás escritos…
Debido a esto señora mía, y perdone que insista con el pronombre posesivo, prefiero que el dolor, compañero inevitable de mis días, no sea contagioso, no está bien depositar en el ser amado acefalías propias, que si tal angustia tiene consecuencias pues que sean mínimas y que los daños colaterales, en caso de presentarse, no sean motivo de hostilidades innecesarias. Como le mencioné soy un caballero, y como tal uno sabe en qué momento estar y cuando dejar de molestar. Finalizó el estado de víspera, señora, el crepúsculo le dio paso a la noche cerrada, y esta, al nuevo día, amanece que no es poco dice el bello film español…
…y por qué no habría de hacerlo, si somos solamente destinos mortales de un poema atemporal, acaso nuestra única función habrá sido agregarle algunas estrofas que prontamente también serán olvidadas…

Autor: Gustavo Marcelo Sala





Comentarios

  1. Estimado kumpa.. Usted sabe lo que nos gusta leer a las mujeres. Hermoso

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  2. La militancia a través del arte. Está bueno que en medio de tanta política metas textos que nos haga bajar un cambio, y más cuando son de esta calidad.

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  3. Lo más importante Sala, ¿hay levante?

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    Respuestas
    1. Pobre de aquel tipo que crea que la literatura es un atajo para obtener éxitos en donde su vulgaridad fracasa. Un tipo vulgar será un escritor vulgar y eso es lo que las damas veran de él. En cambio, un tipo con marcados talentos individuales no necesita de la rima para obtener el favor femenino.

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