Sobre los “delseles” y la antipolítica…




A veces uno más uno es igual cero

Artículo publicado el 25/07/2011 en la página oficial del Ateneo Popular Arturo Jauretche de Coronel Dorrego




¿Será cierto que la mayoría de la población desea vivir en una sociedad justa, solidaria, equitativa, en donde todos tengamos posibilidades de desarrollar el completo de variantes que la vida ofrece?. No estoy muy seguro. Por fuera de los deseos ocasionales poco esfuerzo observo para que tales fines lleguen a buen puerto, por lo menos, desde la adhesión política se percibe una suerte de confusión y esquizofrenia colectiva sobre las ideas, modos y medios para llegar a determinados objetivos. Resulta digna de estudio la heterogeneidad del voto, pero más curioso aún lo es la argumentación por la cual se sostiene dicha decisión.

Lamentablemente la mayoría no concibe a la horizontalidad que presenta la política formal como mecanismo para la solución de su problemática, generalmente se aspira al verticalismo individual como ente determinante. Veo con suma preocupación que las plataformas políticas no presentan interés para el electorado, presuponiendo que nada de lo redactado o enunciado se transformará en una realidad tangible. Así un heredero de dudosa ética puede sostener serías aspiraciones presidenciales, al igual que un cómico de segunda categoría a una gobernación, lo mismo ocurre con un cineasta cuya obsesión es el humo, y en idéntico plano vemos un multimillonario sojero y homofóbico, embebido con un limonado abrigo. Figuras populares, que dan muy bien en los medios, reemplazan la actividad militante llegando, en un breve lapso de tiempo, a competir con serios índices de adhesión. 

El voto no deja de ser una opinión sobre el modelo de Nación que se aspira tener, dando por sentado que el concepto modelo o proyecto tienen que ver con propiciar mecanismos inclusivos para la totalidad de sus habitantes. No creo que conscientemente alguien escoja propuestas que formulen exclusión, sin embargo, en nuestro universo global, se pueden observar tendencias que apuntan en esa dirección.

La voracidad capitalista es vista como motor de progreso individual mientras que el cooperativismo solidario se observa como materia desechable. El Estado, es decir todos nosotros, es ridiculizado y menoscabado, tanto por quienes compiten con él como por los que abrevan de él, pretendiendo, en lo profundo de sus intenciones, dejar liberada la ruta distributiva a la mano negra del mercado; eso sí sin dejar de aprovechar los tan convenientes subsidios estatales.
Argentina posee una impactante segmentación regional, lo que hace que ciertas necesidades de determinados lugares resulten obsoletas en otros, dependiendo de su índice poblacional para que dicha necesidad se vea contemplada. Así pues la resultante histórica fueron enormes movimientos migratorios producto de la no-evaluación de aquel segmento inobservado. La planificación forma parte de ese asunto y es allí en donde la política es irremplazable, en donde las percepciones individuales no alcanzan, en donde los globos de colores resultan tan inútiles como vergonzosos.

Cabe señalar que la individualidad cercena la posibilidad de lo colectivo contando permanentemente con un culpable a mano. Tal vez la necesidad de ese único sujeto responsable motorice ciertamente a los admiradores del personalismo. De todas formas no hay que confundir el significado de un líder a la cabeza de un proyecto político, con un entusiasta figurín asesorado y atesorado publicitariamente. Las diferencias en los resultados son tan abrumadoras como lo son las dificultades para anticiparse al sofisma.
Cualquier espontáneo (y recuerdo a Corzo Gómez) puede armarse de una imagen mediática fácilmente digerible, las consecuencias se perciben a corto plazo cuando vemos que los cimientos intelectuales, para pensar y desarrollar una base política, no poseen sustancia ni posibilidad de instrumentación.

Los Partidos Políticos, institucionalmente, son las herramientas más eficaces para estar al frente de las naciones siempre y cuando contengan una fuerte estructura federal que entienda a cada región dentro de un conjunto llamado Nación. No hay modo de concebir un proyecto de país serio sin entender e interpretar las relaciones territoriales existentes. Para eso se necesitan cuadros preparados regionalmente, capaces de no omitir que Tierra del Fuego y Jujuy tienen mucho más en común que sus obvios intereses turísticos. 

De todas formas en la mayoría de las sociedades del planeta pululan aquellos que sospechan poseer todas las respuestas, el dilema que se plantea es determinar si dichas repuestas se corresponden a las preguntas esenciales que someten a las sociedades en su conjunto.
Los cuadros políticos técnicos son tan importantes como los cuadros políticos militantes. Estos últimos como agentes indispensables del mensaje de la idea política, la negociación y la gestión; los primeros formando equipos de analistas que entiendan sobre el impacto social de las medidas a llevar a cabo. 

Es probable que hasta los mismos partidos, seducidos por los expertos en imagen, se hayan convencido que una dosis de falsa espontaneidad mediática purifica, los acerca al sentido común; concibiendo ese sentido común como un vaso comunicante hacia el éxito electoral. Estúpido es no admitir que al poder se llega con la masividad del sufragio y que el sentido inteligente, por complejo y alejado del pensamiento inicial, es ciertamente excluyente, en ocasiones contranatural para la obtención de mayorías adherentes. Pero no es menos cierto que devaluar la inteligencia del electorado configura un riesgo que las históricas agrupaciones políticas pagan onerosamente. La experiencia del Radicalismo dentro de la Alianza es un ejemplo del caso. La realidad marca que llevan años tratando de recuperarse de tamaña subestimación que le propuso al pueblo. “Sumar, no importa qué, en contra de...”. Las hélices del helicóptero todavía simbolizan el precario sustento y contenido político de aquella propuesta.
 
De todas formas debemos asumir que algunas fórmulas apolíticas, más cercanas a lo meramente intuitivo que a lo racional, tienen un importante apego popular, y esto se debe, en gran parte a lo mencionado, pero también existe una responsabilidad colectiva en no tratar de interesarse por conocer, descubrir y entender las dificultades que tiene el ejercicio de gobernar. Esa simplicidad hace que exista una consideración generalizada de que cualquiera puede representar a una sociedad, como si tal cosa tuviera el mismo tenor que presidir una entidad dedicada al noble deporte de las Bochas.

Sin la intención de presentarme como sectario, entiendo que la formación intelectual, la militancia política, el conocimiento real de todas las variables sociales, la comprensión de los cambios, el entendimiento sobre la complejidad humana, tanto individual como colectiva, son algunas asignaturas que no se pueden ni se deben soslayar.

Sabemos que existe una eficiente maquinaria para promocionar a un candidato, y que esa misma maquinaria guarda la misma eficiencia para ignorar otras propuestas. ¿Podemos nosotros vencer tan tremendo desafío? Nunca vamos a poder hacerlo a partir del sentido común. Nuestra sociedad tendrá la eficacia que marca nuestro interés para que lo sea. Si bien no es necesario ser Economista para entender sobre el tema, la única forma que tenemos para interpretar sus variables es leyendo, informándonos sobre el asunto. Resulta imposible, desde la más absoluta ignorancia, cotejar proyectos e interpretar hacia donde apunta cada propuesta. Lo mismo sucede con las políticas sociales, con la educación, la cultura, la salud, la producción, etcétera...

Con este conocimiento colectivo, con inquietudes y con curiosidad provocaremos, automáticamente, elevar el contenido de las propuestas de campaña atendiendo que los Candidatos verán en cada elector una suerte de auditor pensante, con visiones complejas, sin el determinismo coyuntural que marcan los tiempos del marketing.


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