La oposición se pregunta: ¿Y ahora qué hacemos con el Estado "Terrorista" de Irán, con el Memorandum y con Nisman...? Las grandes potencias acuerdan con Teherán
Bases del
acuerdo
Irán acepta
reducir sus reservas de uranio enriquecido de 10.000 kilos a 300 kilos durante
15 años y las centrifugadoras de 19.000 a 6.000. También se compromete a no
construir ninguna instalación nuclear en ese plazo
El uranio
enriquecido se almacenará solo en la planta de Natanz. El resto será
transportado al extranjero o diluido.
La
instalación subterránea de Fordo será convertida en un centro científico de
carácter civil y tecnológico. La investigación y desarrollo por parte de Irán
será realizada de acuerdo con los plazos previamente acordados
Estados Unidos y la Unión Europea levantarán
las sanciones económicas y financieras a Irán cuando el Organismo Internacional
de Energía Atómica verifique el cumplimiento de las condiciones y los plazos
del acuerdo por parte de Irán. Si la República Islámica incumple cualquiera de
sus compromisos, las sanciones volverán a entrar en vigor automáticamente
Todas las
centrifugadoras e infraestructura de enriquecimiento de uranio sobrantes
quedarán situadas en localizaciones vigiladas por la AIEA. Ésta podrá emplear
tecnología moderna y tendrá acceso prioritario incluso para clarificar
problemas surgidos en el pasado
Se promoverá
y pactará la colaboración de Irán en esferas internacionales en materia de
energía nuclear civil, investigación y seguridad nuclear
Un Paso Crucial – Editorial del Diario el País de España
Es tanto lo que está en juego en la negociación entre las
potencias mundiales e Irán sobre su programa nuclear, y son tan extraordinarias
las repercusiones globales que esa negociación puede tener, que tuvo razón
anoche el presidente Obama al calificar de “histórico” el marco de acuerdo
logrado tras la maratónica negociación de Lausana entre el Grupo 5+1 e Irán. El
pacto definitivo debería alcanzarse en los tres próximos meses.
El
presidente iraní, Hasan Rohaní, señaló que en Lausana “se han alcanzado
soluciones en los parámetros clave”. De forma mucho más explícita, Obama señaló
que el acuerdo es “la mejor forma de impedir que Irán construya una bomba
nuclear”. Y, consciente de lo que queda por delante, añadió: “Si Irán miente,
el mundo lo sabrá”.
En
el laborioso tramo final, Obama había dicho desde Washington que las
negociaciones se prolongaran cuanto fuera necesario para materializar el
compromiso de Teherán de limitar su programa nuclear a usos exclusivamente
civiles. Irán, que necesita vitalmente la desaparición de las sanciones
internacionales, intentó obtener el cese inmediato de las mismas a cambio de
renunciar a la bomba.
El
diablo está en los detalles; eso es lo que prolongó las reuniones de Lausana y
lo que seguirá sobre la mesa hasta el cierre de la negociación, a finales de
junio. El acuerdo general señala que Irán reducirá en un 75% su infraestructura
de enriquecimiento de material nuclear: sus arsenales de uranio enriquecido
pasarán de 8.000 kilos a 300. Y habrá un alto grado de verificación de sus
actividades. Si Teherán aplica este compromiso en seis meses, se anularía el
grueso de las sanciones y el país dejaría de ser un paria internacional.
El
afán de EE UU y sus aliados por conseguir acuerdos concretos está íntimamente
relacionado con las inmensas resistencias que la negociación ha levantado en
los republicanos, que controlan el Congreso y que han anunciado que harán lo
posible por obstaculizar cualquier avance, y con los temores de dos de los
aliados tradicionales de Washington en la zona, Israel y Arabia Saudí.
Jerusalén teme que la República Islámica construya finalmente la bomba; Riad ve
con preocupación que el régimen chií de los ayatolás adquiera mayor
protagonismo. A su vez, estos necesitan aplacar a los radicales alineados con
el líder supremo, Alí Jamenei, con la promesa de un calendario cercano de
levantamiento de las sanciones, en vigor desde 2006, tras descubrirse que
Teherán tenía un programa nuclear secreto desde 2002.
Además
de neutralizar ese programa, la eventual reconciliación de Washington y Teherán
—su feroz enemistad empezó con el asalto de la Embajada de EE UU, poco
después del triunfo de la revolución islámica en 1979— alterará los equilibrios
regionales y servirá para reorganizar Oriente Próximo: afectará a situaciones
tan explosivas como las de Siria, Irak, Yemen y el conflicto entre Israel y
Palestina. Por eso no es exagerado entender el acuerdo como un paso adelante crucial.
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