La historia de cómo Utah solucionó la falta crónica de vivienda comienza
en el año 2003, dentro de un salón de banquetes de Las Vegas poblada por
manadas de funcionarios del gobierno. El problema era aparentemente
insuperable. El número de personas sin hogar había crecido desde
la década de 1970. Y costos relacionados fueron al alza. Un estudio de la
Universidad de Pensilvania había mostrado sólo que Nueva York estaba cayendo a un asombroso $US 40,500 en costos anuales por cada persona sin hogar con problemas
mentales, segmento que representa la mayoría de los desamparados crónicos. Así que ese
día, un investigador social llamado Sam Tsemberis estaba invitado entre un
grupo a presentar ideas sobre el problema. Su tesis los dejo pasmados ya que con
este método asombrosamente simple y rentable podía acabar con la falta crónica de
vivienda. Give homes to the homeless. Darles viviendas.
Tsemberis presento con datos y números la investigación. En ella mostraba que no sólo podía reducir drásticamente el número de desamparados crónicos en las
calles, también podía recortar el gasto a largo plazo. En la audiencia se
sentó un hombre de negocios de Utah llamado a Lloyd Pendleton; el tipo estaba intrigado.
"Vino a mí y me dijo: "Finalmente escuché algo que tiene sentido para
mí"," Mr Tsemberis recordó en una entrevista. "'¿Estarías
dispuesto a venir a Utah y trabajar con nosotros?'"
Esa conversación generó lo que ha sido quizá el programa más exitoso y
radical de los Estados Unidos para terminar la falta crónica de vivienda.
Ahora, más de una década después, la falta de vivienda en uno de los Estados más conservadores de la nación pronto puede terminar. Y todo es gracias a un programa que parece a primera vista nacida de la izquierda socialista de manual.
En 2005, Utah tenía casi 1932 crónicos sin hogar. Para el 2014, ese número había caído 72 por ciento, a 539. Hoy en día, explicó Gordon Walker, el director del estado vivienda y división de desarrollo de comunidad, el estado está "acercando un cero funcional".
Ahora, más de una década después, la falta de vivienda en uno de los Estados más conservadores de la nación pronto puede terminar. Y todo es gracias a un programa que parece a primera vista nacida de la izquierda socialista de manual.
En 2005, Utah tenía casi 1932 crónicos sin hogar. Para el 2014, ese número había caído 72 por ciento, a 539. Hoy en día, explicó Gordon Walker, el director del estado vivienda y división de desarrollo de comunidad, el estado está "acercando un cero funcional".
Durante años, la idea de dar simplemente las casas a los sin techo parecía
absurda, constituyendo la altura del desperdicio gubernamental. Muchos
crónicamente indigentes, después de todo, son víctimas de trauma severo y
cuestiones significativas de adicción y salud mentales. Muchos más han pasado
miles de noches en las calles y ya no están familiarizados con vivir en una
casa. ¿Quién, en su sano juicio, voluntariamente daría tales casas nuevas a
esta gente sin ninguna prueba de que mejoraría su condición y no terminarían destruyéndolas?
Pero eso es exactamente lo que hizo Utah.
Pero eso es exactamente lo que hizo Utah.
Primero el estado identificó a los desamparados que los expertos
considerarían crónicos sin hogar. Esa designación significa que tienen una
enfermedad incapacitante y han estado sin hogar durante más de un año, o cuatro
momentos diferentes en los últimos tres años. Entre los muchos subgrupos de la
comunidad sin hogar – como familias sin hogar o los niños sin hogar – el número de crónicos sin hogar es muy alto. Así que en el 2004, como parte de un juicio, el
estado había ubicado a 17 personas a lo largo de Salt Lake City. Un año más tarde comprobaron que catorce años todavía estaban en sus casas.
Tres murieron. La tasa de éxito había rematado 80 por ciento, cosa que para el
Señor Walker "sonaba muy bien". Es ahora años más tarde que el estado ahorra $US 8000 por persona sin hogar
en gastos anuales. Los desamparados crónicos ya no son
contados en números. Ellos están contados por su nombre y esperan en sus casas. Son los más difíciles de reabsorber en la sociedad y utilizar los
recursos más públicos.
La nota apareció en el Washington Post es de un brillante joven
periodista llamado Terence McCoy que recomiendo leer .
Muestra como ellos hacen lo que conviene sin poner odio y banderas ni
prejuicios, la solución es algo que ha sido condenada por muchos en Argentina
como gasto de la plata de los impuestos que paga la gente honesta, o darle
margaritas a los chanchos muestra el análisis que es la solución más racional y
que a la larga representa un ahorro para el estado y un mejor uso de los
impuestos
* Traducción literal del artículo publicado en el W.P
* Traducción literal del artículo publicado en el W.P
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