Con todo respeto: EVO... Ojalá que nuestras decisiones colectivas (Brasil-Argentina) no prejudiquen este notable proceso político pluricultural
Evo Morales seguirá gobernando con amplio
respaldo popular porque la mayoría está decidida a que este proceso sea
irreversible para que esta época ganada sea duradera.
por Alfredo Serrano Mancilla (Doctor en
Economía)
Director Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
Director Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
Cualquier contienda electoral presidencial que
tenga claro ganador a la vista siempre es concebida como una cita menos
emocionante que aquella en la que todo se define en un reñido conteo, voto a
voto, donde el suspense persiste hasta el último minuto de juego. Si las
elecciones fuesen tratadas como cualquier reality show, entonces, la cita
electoral del próximo 12 de octubre en Bolivia pasaría desapercibida porque ya
todos saben quien va a ser el ganador por auténtica goleada. Tal vez, desde
esta frívola mirada, lo único que realmente podría llamar la atención en las
casas de apuestas es saber por cuánto va a ganar Evo Morales; por 40 o 50
puntos; o si supera su propio record en 2009 (64,2%).
Pero menos mal que la política supera esta visión
tan habitual en la prensa hegemónica siempre que su candidato predilecto
pierde. Ninguno de los candidatos opositores tendrán los votos suficientes para
disfrutar de la cuota de pantalla que muchos estarían encantados en
concederles. Ni el aspirante neoliberal que aún presume de ello (Tuto Quiroga),
ni el neoliberal escondido como candidato centrista (el multimillonario Doria
Medina), ni el centrista camuflado de progresista del siglo XXI (el ex alcalde
y ex aliado del MAS, Juan del Granado), ninguno de ellos son capaces de
encarnar una oposición creíble frente a un proyecto que ha transformado al país
de punta a punta.
En contraposición al desinterés internacional en
esta cita electoral, el pueblo boliviano sí que está muy atento e ilusionado
con lo que pueda pasar en las urnas. Para la mayoría social, está en juego un
proceso de cambio, un cambio de época posneoliberal. Ni siquiera se han
alcanzado nueve años de gobierno de la Revolución Democrática y Cultural, y ya
se puede afirmar simbólicamente que Bolivia disfruta de su década ganada
después de varias décadas perdidas. Es una década ganada que realmente
constituye una época ganada gracias a la consolidación de un nuevo sentido
común, ni importado ni impuesto desde el exterior, sino un sentido común de
época abolivianado, forjado desde adentro, desde su propia epísteme, en el que
se proclama el Vivir Bien para todos, sin excepciones. Es una época ganada no
exenta de todas las contradicciones y tensiones propias de un proceso de cambio;
como índica siempre su Vicepresidente Álvaro García Linera, lo ideal es que
estas tensiones sean siempre tensiones creativas, permitiendo seguir hacia
delante con nuevas respuestas frente a las nuevas demandas venideras.
Son infinitos los hitos alcanzados en este
periodo desde aquella victoria de Evo Morales a fines del 2005 cuando
sorprendió a propios y extraños irrumpiendo con su instrumento político (el
MAS) representando a una mayoría plebeya y subalterna durante décadas
neoliberales y siglos de neocolonialismo. El proceso se inició con una
refundación constituyente que acabó, después de muchos obstáculos, con una
nueva carta constitucional marcando las normas de convivencia para un pacto
social diferente a aquel que siempre se venía haciendo por arriba ignorando a
los de abajo. Evo Morales comenzó un proceso acelerado de reapropiación de los
sectores estratégicos que habían sido expropiados durante la larga noche
neoliberal descapitalizando y desangrando a la riqueza del país. La
redistribución del excedente económico se fue constituyendo como condición
necesaria para redefinir el nuevo régimen de acumulación. Poco a poco, el
Estado dejaba de ser aquel heredado Estado Aparente. Gracias a la innegociable
defensa de que los recursos naturales bolivianos son de y para los bolivianos,
se ha venido aplicando un conjunto de políticas sociales que van saldando la
deuda social del pasado. Para este proceso liderado por Evo Morales, los
cambios del largo plazo son sólo viables cuando se solventan lo más rápido posible
todas las urgencias que sufre la población; el padecimiento social no puede ni
debe tener paciencia.
Hacia fuera, Evo Morales siempre entendió que
cualquier proceso de cambio adentro requiere de otra forma de inserción en el
mundo; no hay transformación adentro que se sostenga si ésta no es combinada
virtuosamente con una nueva forma de relacionarse con el mundo, rescatando
plenamente la condición de soberanía. En este sentido, Evo Morales tuvo siempre
una actitud valiente y decidida, como por ejemplo en el rechazo de los tratados
de libre comercio y tratados bilaterales de inversión y la objeción al CIADI
(dependiente del Banco Mundial). Estas medidas vinieron además acompañadas de
otra premisa clave: sólo con una alianza supranacional regional vigorosa se
podría resistir al capital transnacional. Y así fue como Bolivia se fue
anclando en el Sur latinoamericano, siendo parte del ALBA, acercándose a
Mercosur, participando activamente en UNASUR y CELAC, acabando por ser el país
que preside el grupo del G77+China, logrando conquistar progresivamente su
emancipación económica y política.
Todo este combinado de avances, cambios y
mejoras, de humanización y democratización de la economía, de reapropiación de
lo propio, de enaltecimiento de la soberanía, de resituar a Bolivia en el
mundo, todo este nuevo paradigma en construcción es lo que justifica que no
haya incertidumbre a la hora de votar. Evo Morales seguirá gobernando con
amplio respaldo popular porque la mayoría está decidida a que este proceso sea
irreversible para que esta época ganada sea duradera.
Diario Público de España
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