DESEMPOLVANDO PAPELES AMARILLOS Sobre mitos, supuestas verdades y posibles límites de la Construcción Política
Hace unos días
intercambiando opiniones vía correo electrónico (cosa no aconsejable ya que
adolece de la amable impronta gestual que todo debate posee) con un joven
militante del campo popular local, admirado y querido, buen hombre, honesto y
comprometido luchador, surgía como cuestión inexcusable la necesidad de
trabajar en función de una Construcción Política, (ergo, multiplicar voluntades
para lograr alcanzar la cantidad de votos imprescindibles) de modo arribar al
poder y lograr plasmar un proyecto esperanzador. Hasta aquí nada nuevo bajo el
sol; equilibrio de la seducción era la forma gramatical utilizada para
calificar tamaña empresa. Y varios pensamientos me surgieron de inmediato,
dilemas que deseo compartir como disparadores coyunturales.
Si nos ceñimos a
nuestra historia democrática, desde 1916 hasta la fecha (estimo este
punto como génesis del proceso democrático real debido a la
universalización del sufragio) suena a Perogrullo que tal condición debe
cumplirse, ya sea por expresa voluntad e intención dirigencial o como correlato
de decisiones colectivas emergentes de manera espontánea.
En estos últimos
años la “Construcción Política” ha sido la explicación más saludable y sensible
para el desarrollo de las más siniestras alianzas en función de acceder al
poder. De esta forma pudimos observar que se construye por amor y por espanto,
mientras el campo de las ideas generalmente permanece angustiado en los
rincones más silentes.
La Construcción
Política debe tener entonces, para perdurar en el tiempo, la firmeza en sus
cimientos ideológicos de manera no quede sometida a los cimbronazos que los
conflictos de intereses suelen proponer. Hace pocos años y luego de la 125
pudimos experimentar que aquella primaria construcción edificada por Néstor Kirchner
(transversalidad) voló por los aires debiendo pagar el campo popular, el
gravoso precio que significaron los comicios del 2009, mojón que obligó a
reconstruir (nueva transversalidad) a partir de nuevos paradigmas y actos políticos hasta
ese momento no expuestos, liberando a viejos actores y sumando a otros que
hasta ese momento veían al kirchneismo con suma desconfianza.
Se puede construir
utilizando materiales de excelencia o utilizando sobrantes de escasa calidad.
Complejo dilema dentro de la dinámica política, pero no es menos cierto que
varias decenas de puntos a modo de acuerdo o de carta intención es necesario
elaborar para que nada en el futuro nos sorprenda.
No vamos a caer en
el análisis menor que siempre disparan las conductas individuales para desandar
el tema de la Construcción Política; vamos a tratar de entender el
comportamiento y la motivación de las masas como la resultante de esa intención.
En 1983 la Unión
Cívica Radical obtiene un resultado impactante sin haber declamado la
necesaridad de Construir transversalmente; ese 52% se diluyó más rápidamente de
lo pensado, sobre todo por la aspiración de sus líderes en la creación de un
tercer movimiento histórico. Aquí la construcción fue espontánea y por fuera de
las ambiciones del centenario partido y se caracterizó en dos elementos
históricamente insoslayables: La determinante figura del Dr. Raúl Alfonsín y el
espanto que las clases medias urbanas y la pequeña burguesía tenían por las
experiencias peronistas de la década del setenta (“La Coalición del Miedo” la
llamo el enorme Osvaldo Soriano)
En definitiva
fueron las insípidas políticas del Radicalismo lo que provocó que esa
fenomenal construcción natural y democrática navegue sin rumbo fijo,
traicionando a propios y extraños, abriendo el juego tarde, poco y mal,
solicitando auxilios finales llamativamente incomprensibles para cuadros con
marcada experiencia política. Lo cierto es que la derechización del
Radicalismo, (mal leyendo su propia historia y su cercana experiencia de
gobierno), de fines de los 80 significó el ostracismo político de su máximo
exponente socialdemócrata, tardíamente reconocido, y cuando el fin de sus días
era inexorable.
Carlos Menem gana
el acto eleccionario de 1989 por amplio margen con el histórico discurso
peronista, inclusivo, constructor de voluntades, transversal, llamando a la
epopeya para sacar al país de su infortunio, opuesto tangencialmente al
discurso marcadamente neoliberal de Angeloz y su coyuntural vocero Bernardo
Neustadt (la silla vacía fue todo un símbolo de la época). No nos vamos a
explayar sobre los resultados de tal experiencia, todavía estamos pagando sus
coletazos, pero no es un dato menor la construcción política que realizó el
Menemismo, una vez instalado en el poder, con los sectores más conservadores de
la sociedad. Políticas que tuvieron gran apoyo institucional y
mediático hasta que el propio sistema necesitó depurar sus malversaciones. A la
Alianza en 1999, construcción política por el espanto (podríamos definirla como
una segunda “Coalición del Miedo”), le tocó soportar la explosión de ese
sistema neoliberal por no aplicar las políticas que dicha
construcción esbozaba en su plataforma electoral, profundizando aquellas
malversaciones y destruyendo ese acuerdo colectivo que la había colocado en el
poder. Apenas dos años sirvieron para que el gatorpardismo mostrara sus peores
túnicas.
¿Qué significa lo
dicho?
Construcción y
política van de la mano. Sin votos no se puede acceder al poder, sin ideas
fuerza, sin ideología, sin el concepto, no se puede gobernar. Ni una ni otra
está por encima, deben ir acompañadas conformando un mismo objeto político. De
modo que sus legítimos representantes, los veraces, los creíbles serán aquellos
que entiendan dicho formato en su más fina esencia.
La historia ha
demostrado que, en apariencia, bellas y justas propuestas políticas torpemente
encapsuladas han quedado en el camino por no comprender los tiempos y seguir
con discursos dignos de la época del centenario siendo castigadas por la
sociedad con una muy escasa atención popular; al mismo tiempo hemos comprobado
que construcciones vacuas empeoraron las ya de por sí terribles experiencias
anteriores. De modo que sumar voluntades per-se no es hacer política, al igual
que no lo es sesgarse y presentar un proyecto sectario. Se me ocurre inferir
que para hacer política y presentar un menú tentador para la sociedad se debe
leer correctamente e interpretar los intereses y paradigmas horizontales que
esa misma sociedad tiene en ese momento histórico, estableciendo ideas claras
sobre cómo resolver sus dilemas importantes y sus problemáticas urgentes.
Ese cómo y para quién es lo que nos define
ideológicamente y no puede ni debe quedar como una cuestión de secundario tenor.
En nuestra actualidad
se sigue privilegiando la seducción del “con quién” (arrastre de voluntades)
dejando de lado el “cómo” y el “para quién” (objeto y sujeto insustituibles de
la política). Eso no es construir políticamente. En todo caso será construir
para gestionar, para administrar, nunca será para efectivizar los cambios que
nuestra comunidad demanda con suma urgencia.
En oportunidades,
en política, la palabra construir tiene un doble correlato. En primer lugar
sumar voluntades a como de lugar intentado “destruir” (vaciar de voluntades) a
las restantes fuerzas políticas, tomando, en muchos casos, sus discursos e
ideario. Podríamos afirmar que utilizar como única estrategia construir y
destruir está ligada a un lógica que trata de minar irremediablemente al campo de
las ideas debido a que “el cómo” y el “para quién” siempre van a ser
los factores limitantes para acercar o alejar voluntades. Dilema insuperable si
hablamos de política; por ejemplo cuando tratamos de definir el rol del Estado
como motor y protagonista del equilibrio social.
¿Podemos en función
de la construcción dar por tierra con las más sensibles conceptualizaciones
ideológicas del campo popular? Pregunta incómoda, compleja de responder y si se
quiere injusta, pero tan real como posee la intencionalidad de llevar a cabo esa
construcción. Es probable que haya tantas conjeturas como militantes existan;
lo cierto es que la duda, por ahora, es la que privilegia nuestro espectro
crítico.
Si se acepta que se
accede al poder por derecha nos debemos detener a pensar entonces de dónde
salió la construcción espontánea que significó el triunfo de Cristina. Me
parece que ese mensaje todavía no se ha analizado de acuerdo a la magnitud que
tiene.
Y si alguna vez
probamos y construimos junto y para la gente, conforme sus necesidades y derechos,
trabajando desde la base a favor de palear las penurias de las personas reales
y no tanto ir tras los supuestos representantes de los votos, como entendiendo
que esos votos son cautivos de tal por cual.. Nada más falso....Claro,
tal vez sea el camino más largo, más complejo, el que requiere mayor compromiso
humano, práctico e ideológico.
Dejemos por un rato
que los pintores se encarguen de pintar escuelas; es su trabajo, de eso viven.
Lo único que falta es que por tratar de mostrarnos políticamente dispuestos y
solidarios estemos perjudicando a tres o cuatro trabajadores que verían esa oportunidad
como una única salida laboral mensual ante la coyuntura. Construyamos en
Dorrego a partir de sus suburbios, allí en donde el oficialismo no acude por
cuestiones ideológicas, allí en donde la salud no cura porque el sistema no
llega, donde el trabajo es changa y no tiene entidad conceptual, en donde la
educación es una mera excusa, en donde la necesidad todavía no se la respeta
como un derecho, a la par de continuar dando los debates políticos
trascendentes para nuestro pueblo. Acción y dialéctica, constituyen el corazón
y la fisiología de la construcción política. Tratar de reducir dicha
construcción al supuesto equilibrio de la seducción que encierra acercarnos al
aparente dueño de los votos resulta un menosprecio hacia las masas, siempre
pensantes y movilizadas. Masas e individuos que perteneciendo a un colectivo
social y político continúan observando críticamente y en silencio de qué se
habla cuando se dice, y qué se dice cuando se habla, pero sobre todo qué es lo
que se hace tras aquello que se pontifica.
Alsogaray, Estevez Boero, Duhalde y Menem. Liberales, progresistas y peronistas. Qué buenos tiempos aquellos en donde entre ellos y el periodismo todo era consenso y armonía. Lástima que los del culo roto fuimos los mismos de siempre.
ResponderEliminarParece que en las próximas elecciones nacionales quedará decantado bastante en lo que a construcción política refiere, en base justamente a tanto suceso contradictorio del '83 a la fecha.
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