La escuela del hambre
Anónimo japonés
Esta
historia transcurre en el siglo XVII en Japón, durante un periodo de hambre.
Un
campesino que no tenía con qué alimentar a su familla se acuerda de la
costumbre que promete una fuerte recompensa al que sea capaz de desafiar y
vencer al maestro de una escuela de sable.
Aunque
no había tocado un arma en su vida, el campesino desafía al maestro más famoso
de la región. El día fijado, delante de un público numeroso, los dos hombres se
enfrentan. El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la reputación de
su adversario, lo espera a pie firme, mientras que el maestro de sable estaba
un poco turbado por tal determinación.
"¿Quién
será este hombre?", piensa. "Jamás ningún villano hubiera tenido el
valor de desafiarme. ¿No será una trampa de mis enemigos?"
El
campesino, acuciado por el hambre, se adelanta resueltamente hacia su rival. El
Maestro duda, desconcertado por la total ausencia de técnica de su adversario.
Finalmente, retrocede movido por el miedo. Antes incluso del primer asalto, el
maestro siente que será vencido. Baja su sable y dice:
-Usted
es el vencedor. Por primera vez en mi vida he sido abatido. Entre todas las
escuelas de sable, la mía es la más renombrada. Es conocida con el nombre de
"La que en un solo gesto lleva diez mil golpes". ¿Puedo preguntarle,
respetuosamente, el nombre de su escuela?
-La
escuela del hambre -responde el campesino.
Las tres rejas
Anónimo
El joven discípulo de un filósofo
sabio llega a su casa y le dice:
-Maestro, un amigo estuvo hablando
de ti con malevolencia...
-¡Espera! -lo interrumpe el
filósofo-. ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas? -preguntó su
discípulo.
-Sí. La primera es la verdad.
¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario...
-¡Ah, vaya! La última reja es la
necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces... -dijo el sabio
sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.
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