MATEANDO CON LA CIENCIA. Hoy ceba MARIO BUNGE







Físico y filósofo nacido en 1919. Tras realizar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, se doctoró en Física y Matemáticas por la Universidad de La Plata, y estudió Física Nuclear en el Observatorio astronómico de Córdoba. Compaginó ya por entonces su dedicación a la ciencia con el interés por la filosofía, fundando la revista Minerva en 1944. Fue profesor de Física (1956-1958) y de Filosofía (1957-1962) en la Universidad de Buenos Aires, y desde 1962 fue profesor de Filosofía en la McGill University de Montreal. En 1982 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades.

Interesado principalmente por la lógica de la ciencia y los problemas del conocimiento científico, ha tratado de construir una filosofía científica (más precisamente, una metafísica) que tuviera en cuenta tanto el conocimiento elaborado por la ciencia como el método utilizado por quienes la practican, entendiendo que este último es un proceso que no está exclusivamente supeditado ni a la experiencia ni a la teoría.
Aunque la concepción de la ciencia elaborada por Bunge concede importancia al desarrollo de la investigación científica en la historia, su orientación está principalmente dirigida al análisis formal de dicho desarrollo, y se aparta de la insistencia en los aspectos históricos, psicológicos y sociales propia de enfoques como los de Kuhn y Feyerabend.  
Defensor de un realismo crítico basado en una ontología materialista y pluralista, ha mantenido una actitud beligerante ante el psicoanálisis, al que considera una pseudociencia supeditada a la aceptación acrítica de la doctrina de Freud como argumento de autoridad; en un sentido análogo, considera que el marxismo no ha conseguido superar la condición ideológica de sistema de creencias a causa de su repetición también acrítica de las enseñanzas de Marx.
Su sistema filosófico está expuesto en los ocho volúmenes que integran su Tratado de filosofía básica (1974-1989), titulados respectivamente Sentido y referencia (1974); Interpretación y verdad (1974); El mobiliario del mundo (1977); Un mundo de sistemas (1979); Explorando el mundo (1983); Comprendiendo el mundo (1983); Filosofía de la ciencia y la tecnología (1985) y Ética: lo bueno y lo justo (1989).
Entre sus ensayos más destacados cabe citar Racionalidad y realismo (1985), en el que, desde una perspectiva cientificista y proclamando la supremacía de la ciencia sobre todos los demás tipos de conocimiento, Mario Bunge se propone defender el ámbito de la racionalidad y del realismo científico de los ataques siempre renovados de que fueron objeto durante siglos. Bunge arremete contra el fenomenismo de filósofos y científicos, oponiéndoles un contundente realismo gnoseológico inherente a la investigación científica y técnica, que consiste en estudiar y modificar el mundo real y no en crear mundos imaginarios.
El autor pasa revista crítica al antirrealismo a lo largo de la historia: la tradición fenomenista restaurada por Kant, y que dio origen al ficcionismo y al pragmatismo, en cuya genealogía también se inscribe Nietzsche. El ficcionismo afirma que sólo podemos saber de una cosa A que se comporta como si fuese una cosa B, es decir, que nuestro conocimiento de A es ficticio. Los neoficcionistas de este siglo afirman que las teorías científicas no son más que analogías o metáforas, a lo que opone Bunge que el pensamiento analógico sólo tiene valor heurístico. Según el pragmatismo, no podemos perseguir la verdad sino el éxito, por lo que el pragmatismo es psicológica y metodológicamente falso, además de poco práctico. Otros desafíos al realismo, el sociologismo (la comunidad científica crea los hechos que investiga), la doctrina de Kuhn de las revoluciones científicas y el anarquismo gnoseológico de Feyerabend, son sucesivamente acusados de infidelidad a la historia y a la metodología científica.
En Seudociencia e ideología (1985), Bunge traza un mapa general de la cultura de nuestro tiempo, en cuyo centro sitúa la investigación científica, delimitando las áreas de trabajo genuinas (ciencia y tecnología­, a las que se debería favorecer por ser motores del desarrollo) de las áreas ilegítimas (seudociencia y seudotecnología, que deberían ser abandonadas por su carácter de estafa, que lleva, en el mejor de los casos, al despilfarro). También deberían ser objeto de delimitación las actividades puramente ideológicas, que no por inevitables deben dejar de ser claramente distinguidas de la actividad científica y tecnológica.
En la segunda parte del libro, "Falsificaciones", se definen la seudociencia y la seudotecnología y se dan ejemplos: mentalismo, psicoanálisis y parapsicología, los cuales, aparte de sus distintos modos de proceder anticientíficamente, coinciden en el error de afirmar la realidad de entidades inmateriales. Otras manifestaciones de seudociencia son el sociologismo, el historicismo, la pseudoepistemología y, finalmente, la economía escolástica. La exposición acerca de esta última gira en torno a la polémica entre el autor y J. C. García-Bermejo sobre el libro Economía y filosofía, en la que Mario Bunge pretende revelar el carácter no científico de la mayor parte de los estudios actuales de economía. 

Fuente: Biografías y vidas..

Comentarios