Por
estos días, pero de hace 30 años, estábamos festejando el final de una tragedia
política. Vivíamos esa enorme ansiedad juvenil y militante que provocaba saber
que estábamos transitando vísperas históricas. El asunto era que en breve nunca
más un dictador iba a poder ingresar por las puertas de Balcarce 50 con la
liviana impunidad social que otorgan la desatención política y los malos
conformismos. Me los imaginaba por entonces, a aquellos fantasmas civiles y uniformados
muy preocupados, haciendo sus maletas de cuero made in sociedad rural,
manchando con sangre militante manijas y herrajes importados, me los imaginaba
acumulando, guardando y quemando información tan comprometida como siniestra,
me los imaginaba teniendo que asear y acondicionar debidamente y con desgano un
hermoso edificio legislativo ciertamente abandonado y en algún caso con varias
oficinas maltrechas, me los imaginaba en retirada, decidiendo quién sería el
desafortunado camarada que tuviera la ominosa obligación de humillarse y apagar
la luz de ese sitio que durante poco más de seis años tuvieron el desprecio de
intrusar. Las viejas voces políticas volverían y desafiarían nuevamente al
recinto legislativo y permanecerían por siempre en pos de ejercer sus derechos
olvidados, mientras que los discursos de John William Cooke y de Rodolfo Ortega
Peña regresarían de las malolientes mazmorras censoras en procura de un alivio
reparador. Al mismo tiempo el eco del disparo de Valdez Cora, que dirigido
hacia Lisandro mató a Bordabehere, no tendría más la oportunidad que permanecer
como un hito trágico y tangible, una muestra cabal de hasta donde puede llegar
el enemigo cuando de conspirar en contra de la democracia se trata.
Fueron
días impresos con carbónicos indelebles. Una doble alegría nos visitaba cada
mañana al despertar. Por un lado se vislumbraba en el horizonte la libertad,
por el otro un nuevo hombre, abogado, político de raza política, radical y
popular, tendría la enorme misión de reconstruir lo que estaba destruido. En el
medio nosotros, con nuestras contradicciones y egoísmos. Entender la
complejidad del momento político en curso era el desafío ciudadano.
30
años después, algunas voces trasnochadas vuelven a vociferar sobre la calidad
del voto, acaso evaluarlo socialmente, el deseo de estratificarlo por capas se esconde
detrás de su vomito progresista. Es curioso, nunca los que ganan, siempre los
que pierden ponen en tela de juicio nuestras percepciones y elecciones
colectivas. Jamás cuestionan cómo y de qué manera expresan sus propuestas, para
ellos la responsabilidad siempre es de un pueblo comprado y falaz que con
limitaciones intelectuales no intenta comprender.
¿Qué
diferencia existe entre aquel intento de tener bien guardadas las urnas al actual
ensayo que sentencia la ausencia de una ilustración adecuada para emitir
sufragio?
A ese viejo
y recordado constructor de la democracia, tan testarudo y cabrón como radical,
lo siguieron otros, peronistas y radicales, menos democráticos, menos
populares, menos pertinaces, gestores que siempre encontraron un atajo
conveniente para olvidar su legado. Y vendieron el país y mataron compatriotas
y congelaron y bajaron jubilaciones y salarios y se alinearon con el capital
financiero e hicieron negocios con fines determinados. Por suerte y acaso por
esos pequeños guiños que la política de vez en cuando nos regala nos
desayunamos cierta mañana del 2003 con un proyecto que fundamentalmente intentó
incluir. En lo económico, en lo social, en lo cultural, acaso levantando
aquellas viejas banderas multipartidarias del amanecer democrático, insignias
que históricamente Raúl Alfonsín ha dejado en nuestra memoria como el salvoconducto
imprescindible que nos guíe hacia la felicidad colectiva. La democracia como
camino, la política como vehículo para recorrer con eficacia ese camino. Los
enemigos se reiteran, y vaya que tienen poder, pero también están las locas,
las viejas, los hijos y los nietos, y treinta mil almas que todavía aguardan,
con el poder que tiene la ley y la templaza, por aquella última página que
escriba una historia que por fuerza del amor a nuestra tierra debe continuar abierta
a pesar de los perversos, a pesar de los egoístas, a pesar de aquellos que
desean regresar a ese país de eterno fracaso...
Nota de opinión emitida en el programa Testigos de Privilegio, el sábado 7 de diciembre del 2013, por la AM 1470 La Dorrego. Partido de Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires.
Impresionante. Me encantó.
ResponderEliminarGracias Iris. Fue mi despedida de la radio como columnista por este año. El que viene se verá. Fue un año muy duro. Los oídos dispuestos para escuchar nuestras argumentaciones no son numerosos en el Pago. De todos modos su conductor y el equipo del programa sostienen firmes convicciones al respecto.
ResponderEliminarMuy bueno, amigo.
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