Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Qué raro es ser Kirchnerista en estos días sentenciaba, dice Caparros. Quien le respondió fue Jorge Dorio
Leo:
“Qué raro ser kirchnerista en estos días”. El texto que se abre con esta
perplejidad es un artículo nacido en un blog y reproducido por el diario
español El País. Lo firma Martín Caparrós.
Pienso:
Qué raro… Y elijo abandonar ese rumbo. Caparrós ha sido uno de mis amigos más
cercanos durante varios años. Nuestro alejamiento fue anterior a esta década
cuyo balance nos encuentra en veredas opuestas. Y lo profundo de ese disenso no
modifica mi respeto por la excelencia de su prosa periodística, por su sólida
formación ni por su honestidad cabal durante el tiempo que compartimos. Por eso
esta respuesta al artículo “Fin de fiesta” prescinde de cualquier referencia a
su autor y se concentra en el texto, evitando de paso la mancada que supondría
el uso de cualquier argumento ad hominem. En suma: nada personal.
Vuelvo
a leer: “Qué raro ser kirchnerista en estos días”. E inmediatamente se me
ocurre que mucho más raro era serlo en el 2003, cuando los alineamientos
posibles giraban en torno de impresiones. O esperanzas. O prejuicios. Es aún
más curioso que ya en aquellos días existiese el antikirchnerismo. En cualquier
caso, lo que primero se advierte en el diagnóstico de rareza es la
caracterización de “estos días”. Como si al 9 de setiembre de 2013 (fecha de
publicación de la nota), alguna revelación incuestionable se hubiese volcado
sobre quienes apoyamos este modelo y nos hubiese convencido de algún error fatal
o vergonzante en el sustento de nuestras convicciones.
Es
menester consignar que el artículo en sí mismo no vale gran cosa. Pero su
perfil canónico emparentado con la mentira, las conspiraciones baratas, y las
campañas masivas de desinformación lo transforman en una pieza interesante para
responder cabalmente al unánime coro de sibilas que trata de aturdirnos
cotidianamente. Ese guión es el que encuentra ganaderos, terratenientes,
especuladores, izquierdistas trasnochados, sindicalistas traidores, chupamedias
del establishment y más de un boludo a cuerda, enfiestados al fin en la
repetida cruzada que intenta disfrazar un liberal de peronista y una vez más
bajar del gobierno a los legítimos representantes de los gobiernos populares.
Vuelvo
al texto entonces, y tiendo a pensar que la certeza del cronista podría surgir
del resultado de las PASO, una deducción marcada por la pobreza e inmediatez
que entusiasma a los militantes del massismo-lanatismo. Quienes se han
regocijado con esas cifras vienen anunciando el final del kirchnerismo desde
hace largo tiempo y tienen todo el derecho de ignorar los papelones anteriores
y renovar sus fantasías. En tal caso uno se conforma con recomendarles lo
prudente de cazar la liebre antes de saborear el guiso.
Hasta
allí, todo se agotaría en la superficialidad de chicanas preelectorales. Me
pregunto por un momento a qué lista se volcaría la adhesión del artículo que me
ocupa. Y ante la ausencia de más datos sigo leyendo.
El
primer párrafo con pretensiones argumentales apela a un recurso cuya única
eficacia se asienta en la impunidad del monólogo caprichoso. Una lista de
afirmaciones intenta postular la contradicción existente entre ciertas líneas
ideológicas del kirchnerismo frente a algunas medidas de gobierno.
Veamos
algunos ítems de esa estrategia. El convenio con Chevron es utilizado para
negar el carácter antiimperialista de la política oficial. Aparentemente, la
mención de una empresa desmiente un posicionamiento internacional que desde la
cumbre de Mar del Plata (2005) ha cuestionado la influencia de las metrópolis
imperiales sustentándose en una alianza regional sin precedentes en la defensa
de la soberanía sudamericana en todos los aspectos. Fuera de las opiniones
locales tal vez sean de alguna utilidad las expresiones de los presidentes
Chávez, Morales, Correa o Lula en la comunión de intereses con las políticas de
la Argentina de los Kirchner. Puede ser también que el antiimperialismo que
reclama la nota sea el encarnado por Osama Bin Laden y Al Qaeda. O un purismo
que ve en la existencia de locales de MacDonalds la clave de un gobierno
vendepatria.
Resulta
sintomático, en este plano, el denuesto sufrido por la Cancillería en la
reivindicación de las Malvinas o en el combate contra los fondos buitre, desde
el secuestro de la Fragata Libertad hasta las disputas en tribunales
neoyorquinos. Nuevamente surge la curiosidad por la postura que el crítico
artículo defiende al disparar sus dardos.
En
otro punto del listado se propone la “diáspora sindical” como negación del
perfil peronista del kirchnerismo. Se entiende que el mentado cisma alude a la
fracción liderada por el dirigente Hugo Moyano. Sólo la eventual “europeidad”
de los lectores o una malintencionada ignorancia del alineamiento del dirigente
camionero tras su ruptura con el gobierno y la fragilidad de las razones
enunciadas para justificarla pueden sustentar la citada “contradicción”. A
menos que el artículo entienda por peronismo la ideología encarnada por
Francisco de Narváez, el Momo Venegas o Miguel Del Sel. No hay mayores
aclaraciones en ese sentido.
El
mismo párrafo habla de “engaño a los jubilados”, refuta la defensa de los
derechos humanos por el kirchnerismo y menciona en tono de acusación los
“asesinatos ferroviarios” en una escalada delirante que las más burdas
operaciones opositoras han tenido el pudor de abandonar a medida que la
impiadosa realidad los iba desmintiendo.
A
la manera de las películas pornográficas, la nota continúa evitando el esfuerzo
de un andamiaje argumental para acceder a su intención final, que no es otra
que la de caracterizar en masa a quienes apoyan al gobierno e intentar
“responsabilizarlos” de permitir una supuesta estafa que, cumplidos diez años
de vender humo, se acercaría a su fin. Pero si bien es cierto que el artículo
no exhibe otra pertenencia ideológica o partidaria que su autoproclamada
condición de fiscal burlón, en una de sus fintas muestra la hilacha.
No
sin estupor, leo: “Siempre podían decir que era lo que había votado el 54 % o
cualquier otro argumento patotero, de esos que creen que anulan la necesidad de
argumento”. No hace falta detenerse en la flagrante fe antidemocrática del
opúsculo. Es una triste confesión de parte que, además, vuelve a mentir. La
apelación a la mayoría obtenida en los comicios de 2011 no ha sido usada para
acribillar a vetos las decisiones parlamentarias, rasgo innegable del Jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Tampoco para eludir la polémica
legislativa o ignorar planteos de la oposición a la hora de sancionar leyes. Ha
sido necesario, en todo caso, recordarle a la oposición que la legitimidad de
las urnas es lo que habilita al Poder Ejecutivo a la hora de fijar su agenda,
más allá de la voluntad de los poderes corporativos y su peonada partidaria.
Pero
ya en este punto, vale la pena oponer a la provocación tilinga del párrafo una
mayor solidez conceptual. Respecto de la soberanía popular, el filósofo André
Comte Sponville explica: “El pueblo no es soberano por ser competente. Es por
ser soberano que ninguna competencia técnica podría, políticamente valer sin él
o contra él. Los expertos están ahí para ilustrarlo, no para decidir en su
lugar”.
Esta
idea del pueblo como protagonista y motor de las políticas de una Nación es el
elemento más adecuado para diferenciar los cacerolazos opositores de las
movilizaciones masivas de apoyo al gobierno que también son objeto de la mirada
despectiva del artículo que comentamos.
Mientras
el grueso de los caceroleros se movilizaron en pro de intereses propios y
mezquinos, como la compra de divisas, expresando en la vindicación de sus
privilegios un odio visceral y una violencia manifiesta contra personas e
instituciones, las movilizaciones populares tuvieron su fundamento en las
conquistas de inclusión social y se caracterizaron por una dinámica pacífica y
solidaria en un clima de alegría y fervor sin erigir patíbulos ni consignas
brutales.
No
dedicaremos mayor atención a un recurso charro del opúsculo que intercala entre
sus críticas insustanciales sucesivos párrafos que pretenden reproducir (o más
adecuadamente parodiar) una primera persona kirchnerista que lamenta, entre
temeroso y melancólico, el fin de ciclo que profetiza la nota.
Como
mencionamos antes, la capciosa herramienta postula la existencia de un sujeto
uniforme, una especie de kirchnerista arquetípico en el que se concentran las
sucesivas acusaciones pergeñadas desde la corporación mediática para
deslegitimar la capacidad de movilización popular en defensa de muchas
políticas oficiales a lo largo de estos años. El dinero o los empleos públicos como
motivación central de la militancia, el abuso del aparato del Estado, la
fragilidad ideológica y otras bajezas ya contenidas en la añeja taxonomía
gorila que hablaba del aluvión zoológico.
Resulta
más revelador reparar el nicho de difusión que amplía las capacidades del blog
originario. Se trata, según mencionamos, del diario español El País, vocero
oficioso del Partido Socialista Obrero Español que inició las descarnadas
políticas de ajuste profundizadas por su socio en la alternancia bipartidista
del Reino, el Partido Popular, cuyo perfil ideológico es inequívocamente
neoliberal. Una vez más podría pensarse “Qué raro ser socialista español en
estos tiempos…”.
Sumergida
en el torbellino de la sumisión al capital financiero y desangrando las viejas
conquistas del Estado de bienestar, con recortes a la salud, la educación y las
jubilaciones, la nación española vive un triste presente de masivos desalojos,
desmantelamiento de la industria cultural y un creciente éxodo de sus
científicos como primeras consecuencias de esas políticas que, al menos hasta
el momento, son la única alternativa visible que como es evidente en nuestro
país se opone al modelo de democracia industrial con inclusión creciente que ha
sido el eje de los diez años de gestión kirchnerista. Da un poco de vergüenza
ajena que en medio de la crisis española – con Catalunya incluida aun en su
mapa – el diario más importante de ese país se permita ironizar sobre la tantas
veces anunciada debacle kirchnerista, como un patético eco de la descarada línea
editorial de mentiras y operaciones desestabilizadoras y antinacionales que
define el estilo de Clarín y La Nación sin antes priorizar lo que debería
dolerles España. Afortunadamente el juez Baltazar Garzón ha encontrado un
ámbito donde proseguir su lucha por verdad, memoria y justicia respecto de ese
cruento festival de delitos de lesa humanidad que fue la Guerra Civil española.
Quizás
pueda hallarse algo de coherencia en el título del blog, “Pamplinas”, que
pretende aludir a lo banal de los sucesos de estas pampas. Nos permitimos
recordar que la voz “pamplinas” alude en verdad a una planta de la misma
familia que las amapolas y que en primavera tiñe de amarillo las praderas
ibéricas: amarillismo opiáceo es una adecuada etiqueta para la pretensiosa usina
de panfletos.
No
sería adecuado obviar una macabra grosería que condimenta el textículo. Leo:
“La psiquiatra Elisabeth Kúbler – Ross definió las cinco etapas que atraviesa
un individuo cuando se entera de que se va a morir. La primera – la fase de la
negación- ya pasó: por más habilidad que hayan acumulado en estos años ya no
consiguen hacerse los boludos…” En ese tono zumbón la nota describe los
sucesivos pasos que conducen a la aceptación de la muerte.
No
nos quejamos aquí del ejercicio de la metáfora ni nos escandalizan las
salpicaduras del humor negro. Diríase más bien que somos baqueanos de prácticas
tales. Lo que nos inquieta es la desafortunada vecindad de conceptos que
emparenta la declinación de un sector político con la eventual no aceptación de
la muerte por parte de sus militantes. Porque en el pobre efectismo de un
párrafo, la nota parece no reparar que está hablando de la Argentina y de una
corriente cuya columna vertebral son los jóvenes.
Sin
dramatizar excesivamente la gaffe, me parece pertinente advertirle a la
hispánica profecía que, más allá de todo resultado electoral, aquí nadie está
pensando en morirse. Desterrar los oropeles de la muerte es otra de las
conquistas de este momento histórico.
Ya
en su maestoso final, el artículo adquiere el tono perdonavidas de esos
personajes de western barato y advierte: “Aunque creo que lo más peor les
llegará en unos años, cuando empiecen a preguntarse cómo fue que perdieron toda
una década de su vida siguiendo a un par de truchimanes. Y nos la hicieron
perder a los demás. Pero no se preocupen: no vamos a pedirles cuentas. Solo los
vamos a mirar con la penita que merecen, sin rencores”.
Ante
el estilo de compadrito agrandado antes de tiempo, que surge del pronóstico,
uno imagina primero el regocijado consenso de los miserables más notorios: los
magneto, los grondona, los lanata, los nelson castro, en definitiva autores del
libreto original. Y metiéndose en la escena es difícil evitar la espontánea
reacción del barrio: ¿Vos y cuántos más?!!
Pero
al cabo de estos años, los que nos seguimos reivindicando kirchneristas, hemos
aprendido a repeler la nauseabunda vacuidad de la provocación con logros
concretos y argumentos contundentes. Por eso ante las miradas perdonavidas que
ensayan los servidores del imperio, nos contentamos con la vieja respuesta que
se grita desde la arena y les desarma el circo: Ave, muchachos! Morituri te
salutant! Con la alegría de esa lucha que se encarna en el pensamiento y el
trabajo. Y que se expresa, desde hace rato, con un grito de corazón. No sé si
me explico.
Fuente:
www.lacampora.org
La verdad Marcelo, no solo estoy harto de estos narcisistas sino que aunque intentaría también no caer en el "ad hominem", veo que no olvidan de colgarse de las peores basofias que hay en los medios para desparramar su veneno.
ResponderEliminarDurante un tiempo navegué por el blog de Caparros y tuve algún que otro contrapunto con algunos de sus seguidores. Lamentablemente siempre le hablé a alguien que nunca contestó a pesar de haberle dedicado un par de extensas notas muy respetuosas mostrando mis desacuerdos con sus percepciones. El perfil de sus adherentes habla por sí del segmento escogido por Caparros y a quién le escribe. De modo que mi paseo por Pamplinas duró menos de lo deseado debido al escaso márgen que existe para el debate político.
ResponderEliminarBuenísima su nota, Gustavo. Debo confesar, no obstante. que hace rato que había dejado de leer los rebuznos de Caparrós.
ResponderEliminar