SEGÚN LA NACIÓN ... EL ADN DE NUESTROS MALES SE ESCRIBE CON LA LETRA K... (Pregunta: ¿a quiénes incluirá la palabra "nuestros")





¿Qué significará vivir sin K?

Por   | Para LA NACION

Quien haya visitado Washington, D.C. sabe que en el cuadrante de la ciudad las calles que se extienden en un sentido tienen números y las que las cruzan llevan letras. Sin embargo, no todos advierten que, en ese trazado, falta la letra "J". Inmediatamente después de la calle I, la siguiente, hacia el Norte, es K Street.
La leyenda cuenta que la omisión se debe a la enemistad de Pierre L'Enfant -un arquitecto francés encargado de diseñar la ciudad, que peleó como soldado en la Guerra de la Independencia- con el juez de la Corte Suprema John Jay. Debe tenerse presente que, en inglés, la letra "jota" se llama "jay" y, para colmo, el nombre de pila del juez empezaba con la misma letra.
Más allá de la discusión sobre la veracidad de la leyenda, lo cierto es que la capital de los Estados Unidos carece de una calle J desde hace más de dos siglos.
¿Quedará la Argentina sin la K? ¿Qué significará vivir sin K? ¿Entenderemos, para entonces, que eso quiere decir mucho más que el alejamiento de las actuales autoridades en 2015? ¿Llegará el "fin de la historia" con la probable remoción de buena parte de las K que la obsecuencia desparramó profusamente sobre calles, monumentos y edificios públicos?
Las preguntas, una vez más, interpelan nuestra conciencia. ¿Es el kirchnerismo algo cualitativamente distinto de la sociedad argentina o es la exacerbación de nuestros propios pecados?
Una nación a la que los demás pueblos latinoamericanos llaman "la primera prepotencia mundial"; la fe ciega en la culpabilidad de otros por nuestros propios fracasos; el narcisismo llevado hasta un intimismo agobiante; el atajo por la banquina, aunque se arroje tierra y barro sobre los que circulan por el buen camino; la deshonestidad intelectual. ¿Seremos capaces de reconocer en alguna de estas cosas el ADN de nuestros males?
Todo esto no disculpa al kirchnerismo. El kirchnerismo es la caricatura que aumenta exponencialmente los vicios de nuestra sociedad y los hace visibles y existencialmente insoportables. Tal vez sea ésa la única utilidad que podría haber prestado a nuestra nación en esta década mutilada, si es que realmente aprendemos de nuestros infortunios.
Casi todos los pueblos incurrieron en una desmesura en alguna etapa de su historia, en una exacerbación de sus vicios que los condujeron a terribles fracasos colectivos, después de los cuales tomaron nota, hicieron lo contrario de aquello que los arrastró a la desgracia y resurgieron hacia la prosperidad.
En nuestro país nunca se tomó el camino opuesto al del fracaso, sencillamente porque el fracaso era del otro. Bastaba, entonces, con remover al otro, quitarlo del camino y, en el mejor de los casos, "bajar un cambio". La política argentina vive "bajando un cambio". Por eso, una nación que tiene todas las condiciones para ser una potencia económica aparece condenada a la mediocridad.
El peor de los errores podría consistir ahora en suponer que, si durante estos diez años se utilizó un poder concentrado para llevar al país hasta los suburbios del mundo, esta situación podría revertirse mediante el empleo, con buenas intenciones, del mismo poder concentrado.
Vivir sin K consistirá, ante todo, en la descentralización del poder. El gobierno que suceda al actual en 2015 debería tener esa generosidad, a costa de su propio narcisismo y de sus mismos temores; devolver el poder político y fiscal a las provincias y a los municipios de tal forma que no pueda ser retomado por la administración central; terminar con las "listas sábana" y poner a cada legislador frente a su propio distrito; asegurar la autonomía de los organismos de control; castigar y prevenir la corrupción, que es la peor forma de concentrar poder. Pero vivir sin K significará, por sobre todo, gobernar con humildad, sabiendo y demostrando que el poder siempre es prestado.

(N de la R: Está claro que para La Nación y su ocasional editorialista el poder popular y democrático siempre es prestado, siempre debe respetar “un turno”,  su turno, no más, más allá que las mayorías populares deseen lo contrario, condición que el poder fáctico y corporativo nunca tendrán la necesidad de cumplir debido al mágico cuento de la seguridad jurídica y los derechos adquiridos…)

Comentarios

  1. Parecen los considerandos de un futuro decreto 4161....

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  2. La verdad que no entiendo que parte no entienden los desahuciados K.
    Podríamos hacer una junta de notables, puros y honestos desahuciados K y darles el gobierno inmediatamente. Por ahí arreglan todo, pero todo.

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  3. Antonio: No sólo nos desean eliminar como con aquel decreto de la fusiladora, además "instruyen" a los futuros aspirantes para que ni se les ocurra tomar algo de la experiencia K..

    Daniel: Los deshausiados K me tienen los huevos al plato con su mediocre cinismo. Para desarrollar pensamiento crítico no se necesita bronca, se necesita inteligencia, cosa que lamentablemente no encuentro en esta neo-oposición con pretenciones lanatescas...

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