CRÓNICA ESPAÑOLA SOBRE UN ESCUÁLIDO 8A Y EL LAMENTO DESCARNADO DE UN VENDEDOR DE HAMBURGUESAS


Las manifestaciones organizadas en las redes sociales contra el Gobierno de la peronista Cristina Fernández de Kirchner, que habían movilizado a cientos de miles de argentinos en noviembre y abril pasados, perdieron fuerza este jueves por la noche. Tres días antes de las elecciones legislativas primarias y obligatorias que se celebran el domingo, la protesta antikirchnerista reunió a decenas de miles que marcharon al Obelisco y a la Plaza de Mayo en Buenos Aires y a otros centros urbanos de Argentina. Algunos políticos opositores y ciertos organizadores de estas marchas, que también militan en partidos, habían desalentado la manifestación de este jueves para concentrar fuerzas en la campaña electoral que finaliza este viernes por la mañana y porque consideraban que será el domingo el día en que el pueblo deberá expresarse en las urnas. Además, después del accidente de gas de Rosario del pasado martes, que dejó 13 muertos y ocho desaparecidos, todos los partidos suspendieron sus mítines y la mayoría de sus dirigentes aconsejó que también se postergara la protesta antikirchnerista por el duelo nacional que decretó Fernández.
Pero prevalecieron los caceroleros (término derivado de cacerolazo, por la cacerolada que acompaña las movilizaciones) que querían hacerse oír. A diferencia de la protesta del 8 de abril, cuando por primera vez participaron los líderes de la fragmentada oposición, esta vez casi no había políticos. En la Plaza de Mayo solo había dos camionetas identificadas con el peronismo disidente. En la alianza de centroizquierda Unen, la candidata a diputada Elisa Carrió se lamentó por la red social Twitter por su ausencia, pero la justificó por el hecho de que viajó a Rosario para acompañar a los familiares de las víctimas de la explosión. Sus rivales en las primarias de Unen manifestaron opiniones divergentes. El candidato a senador Rodolfo Terragno opinó que "un acto político es festivo, pero la marcha no viola el duelo", mientras que el postulante a diputado Ricardo Gil Lavedra desaconsejó la protesta, aunque la justificó por sus reclamaciones “legítimas”, pero ninguno de los dos asistió.
La pérdida de fuerza de la protesta callejera contra el Gobierno de Fernández no necesariamente sea un indicio de un buen resultado del kirchnerismo en los comicios de este domingo, que no solo servirán para elegir los candidatos a diputados y senadores de los partidos para las elecciones de octubre próximo sino que, como todo ciudadano está obligado a emitir un voto, sea afiliado o independiente, constituirá una prueba de popularidad para el Ejecutivo y la oposición. El gubernamental Frente para la Victoria seguramente será el partido más votado, dada la fragmentación de los opositores, pero la clave estará en cuántos sufragios obtenga.
“Vengo a pedir libertad”, decía en la manifestación Alicia, una pensionista de 64 años. Las primeras manifestaciones callejeras contra el kirchnerismo, a mediados de 2012, habían levantado la reclamación contra la prohibición establecida por el Gobierno para comprar dólares, en un país que lleva cuatro décadas usando la moneda norteamericana para el ahorro y las operaciones inmobiliarias. Aquella medida de finales de 2011 buscaba evitar una devaluación en medio de una fuerte fuga de capitales y el creciente déficit comercial energético. Pero desde el kirchnerismo llovieron las críticas contra quienes solo pedían por la compra de dólares y entonces aquella queja inicial comenzó a ser reemplazada en las marchas por otras reclamaciones.
“Estoy harta”, decía la pensionista Alicia. “Todo anda mal. Hay inseguridad en las calles, hay inflación. En estas elecciones primarias no se puede saber si habrá un cambio. Espero que sí”, se ilusiona quien duda de votar a la conservadora Propuesta Republicana (PRO) o a uno de los candidatos a senador de Unen, Alfonso Prat-Gay, un exbanquero de JP Morgan y exgobernador del Banco Central de Argentina.
En la manifestación de este jueves se podían identificar vecinos de los barrios ricos y de clase media de Buenos Aires. Los carteles sintetizaban algunas reclamaciones. Al lado de un vendedor que ofrecía banderas de Argentina y del Vaticano con la foto del papa Francisco, un señor llevaba un cartón que decía “Clarín miente, Cristina mucho más”, en alusión al lema kirchnerista “Clarín miente”, en contra del principal grupo de medios de comunicación de Argentina. “Tenemos un Papa argentino, queremos un gobierno argentino”, decía una bandera celeste y blanca acarreada por jóvenes. A tres días de que por primera vez comience a regir el voto optativo para los jóvenes de 16 y 17 años en este país, unas colegialas llevaban un cartel que decía “Korrupta”, con la “k” de Cristina Kirchner. “Criticar no es ser golpista”, se excusaba con su cartel otro joven.
“Por una Argentina sin mafias”, rezaban varios carteles de la Fundación Alameda, que lucha contra el trabajo esclavo y cuyo líder, Gustavo Vera, es amigo del Papa y será candidato a concejal de Buenos Aires por Unen. “Barrick se escribe con K”, decía otra bandera, en referencia a la minera canadiense que controla dos de los principales yacimientos de oro de Argentina y cuya actividad es cuestionada por ecologistas. “Elegí bien. Basta de korruptos”, se refería un cartel a los comicios. “No a otra década perdida”, aludía otro a los diez años de gobiernos kirchneristas.
Algunos manifestantes reclamaban directamente el final del Gobierno de Fernández, que acaba en 2015. “Andate (vete) Cristina”, decía un cartel. “Argentina, sin Cristina”, entonaban quienes portaban una bandera celeste y blanca de cientos de metros de larga. “¡Viva la patria!”, gritaban. “Se va a acabar la dictadura de los K”, cantaban. “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, recordaban otros los cantos de las protestas callejeras de la crisis argentina de 2002, previa a la llegada de Néstor Kirchner al poder en 2003. Mientras los veía pasar, un vendedor de hamburguesas apostado en la esquina de Diagonal Norte y Esmeralda se lamentaba lo poco que vendía: “La otra vez (el 8 de abril) la calle estaba llena de lado a lado. Hoy vino el 15% de la gente que vino la otra vez”.

Fuente: El País

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