LA MISMA NOTA: 2005, 2007, 2009, 2011.Ni una coma ideológica tuve que modificar, acaso sólo algún detalle de carácter temporal...
Antes que nada debo
asumir mi orfandad peronista, aclarando que dicha responsabilidad no le cabe de
modo exclusivo al Movimiento. No lo fui, no lo soy, y considero que muy
difícilmente llegará el día en que lo sea. Simpatizo con gran parte de su
historia reivindicativa, me atraen algunos de sus más notables artistas y
pensadores, siento un estímulo vibrante y emotivo ante cada oportunidad en que
releo los párrafos de Mi Mensaje. Tengo claro que el Justicialismo fue una
respuesta ante la ignominia, fue construido por personas que sufrían, apartadas
por un sistema que los despreciaba y no por dogmatismos; colectivo que observó
en su líder la figura indiscutida que los acercaba a la dignidad. No entender,
no aceptar lo que significó el Peronismo en nuestra historia es no intentar
involucrarse con nuestras más sensibles raíces culturales; esa cultura
invisibilizada desde 1852, que supo encontrar cierta pureza popular durante el
Yrigoyenismo pero que fue rápidamente cercenada, sin miramientos ni eufemismos,
por una clase dominante y positivista darwiniana que jamás accederá a compartir
equitativamente sus supuestos y sospechosos privilegios naturales.
Hablo de nuestra
cultura profunda, de la identidad de las manos ajadas y los ojos llorosos por
el frío del peón de campo que se encontró, en una cierta mañana cualquiera, con
un Estatuto que atendía sus penurias; hablo de los límites a la explotación del
hombre por el hombre reinterpretando a la sociedad como un todo íntegro y no
absurdamente segmentada entre propietarios y proletarios.
Generacionalmente
no tuve la suerte de vivir la mejor faz de su desarrollo político. Sus mejores
hombres habían caído en la lucha contra la proscripción y las dictaduras, sea
en el exilio o en el cadalso. Su refundación contó con años de contradicciones
con las cuales todavía tiene que lidiar y dar las explicaciones históricas
correspondientes. El enorme poder de su impronta popular hizo que en muchas
ocasiones se acercarán al movimiento sujetos ideológicos que lejos estaban de
expresar aquellos paradigmas industrialistas y desarrollistas fundacionales;
aliados ciertamente llamativos, propiciadores de la flexibilización laboral y
el desempleo, de modo regular el costo de la mano de obra (siempre la de otros,
nunca la de ellos) que no diluyeran las extraordinarias ganancias que el
sistema de comercio internacional propone.
Tal vez, mi
no-definición a favor del peronismo radique en mi propia experiencia de vida.
La idea de la amnistía como plataforma electoral en 1983, el neoliberalismo
durante la década de los noventa, las sucesivas devaluaciones y pesificaciones
permitiendo transferencias de fondos descomunales desde lo sectores menos
favorecidos hacia los más poderosos marcaron desconfianzas que, por ahora, no
se logran aplacar.
Poco me detengo en
las permanentes y generalizadas acusaciones de corrupción. Todos los
movimientos populares han sido multiacusados y muy poco es lo que se ha
develado probadamente. El propio Yrigoyen y hasta el mismo Illia debieron
aceptar tardías disculpas. Una forma más de hacer política, un elemento más de
proyección, un síntoma más de las conductas que algunos sostendrían si fueran
poder. Entiendo a la corrupción y a la corruptela como una mal endémico de
nuestra sociedad y no como parte esencial, ni del peronismo ni el de ninguna
otra fuerza opositora. En cualquier pequeño distrito, dentro de la estructura
estatal, en el ámbito privado, en los medios de comunicación audiovisual, en
nuestra vida cotidiana, solemos advertir una cosmética de absoluto desprecio
por las normas y las leyes, amparada por cierta victimización y a la vez
culposa justificación. Un sofisma que suele exhibirse y en el cual debemos
poner suma atención crítica es la aseveración que determinadas decisiones
políticas constituyen per-se un evento viciado simplemente porque afectan algún
interés específico. Por ejemplo la estatización de los fondos de pensión, los
planes de asistencia social, o el comercio puntual con alguna determinada
Nación. Una decisión política, justamente por el hecho de serlo siempre afecta,
y dicho impacto va a tener un correlato plausible de ser analizado y no de ser
estigmatizado bajo el prisma del desprecio y la ruin imputación propagandística.
Dicho esto votaré
por el FPV, no por peronista sino por Argentino. Un Nacional que ve un país
mucho mejor y más activo que el recibido, un tipo que desea fervientemente que
sus compatriotas sientan que la Nación existe, que los contiene y los asiste
amablemente. Porque creo que nadie ha leído ni expresado mejor que tras cada
necesidad existe un derecho, y que para revertir determinadas situaciones es
necesario tomar decisiones valientes, innovadoras, creativas, en todos los
campos sociales.
Cristina Fernández
y el extinto ex presidente Néstor Kirchner han sido vituperados e insultados
hasta los límites de lo que una persona puede aceptar. Aún en la muerte no hubo
piedad ni humanismo por parte de un establishment que no permite intrusiones ni
recortes solidarios.
En escritos
anteriores he detallado la gran cantidad de medidas que modificaron buenamente
la vida de los sectores más castigados desde el Rodrigazo hasta la Pesificación
Asimétrica, omito entonces dicha nómina para no pecar de publicista. Quiero
decir que con ambas gestiones POLÍTICAS, me reencontré con las ideas del
Yrigoyenismo pueblo, volvió a tomar cuerpo la FORJA de Jauretche, Manzi y
Scalabrini, se han desempolvado los textos de Hernández Arregui, de Coocke,
comenzaron a tener historicidad y respeto los martirios de Dorrego, José Font,
Felipe Vallese, Juan Maciel, Costa, Vera, Navarro, Ortega Peña, Agustín Tosco,
Héctor Oesterheld, Paco Urondo, Carlos Mujica, de los muertos cuando los
bombardeos de la Plaza de Mayo, de Valle y sus compañeros fusilados, de
nuestras treinta mil almas pensantes y de tantos otros que por ideales y
militancia entregaron, a lo largo de la historia, lo máximo, el único capital
verdadero e indivisible que se tiene : La Vida.
Pude entonces y
desde mi progresismo de izquierda desgolirizarme a través de la visualización
real de la sociedad, entendiendo que los paradigmas de aquel 1945 siguen
vigentes, muy a pesar de una interrupción casi caníbal propiciado por un odio
de clase que todavía tiene mojones de poder inescrutables.
Al igual que en los
años 2005, 2007, 2009 y 2011 mi voto no es por oposición, no resulta de una
evaluación que propone el mal menor como instancia de máxima. Es un voto
positivo, es un voto convencido, es un voto a satisfacción y con compromiso,
para salir a bancar los trapos de ser necesario cuando la cosa viene difícil de
sostener, porque el objetivo a alcanzar contiene grandezas inusuales para
nuestra miserable contemporaneidad universal. En un mundo que achica beneficios
colectivos, nuestro ejecutivo nacional extiende la mesa para que más y más
invitados se acerquen a compartir momentos y sentidos.
El FPV arriesga,
y lo hace todos los días de su vida con sus decisiones políticas, asumiendo que
la tergiversación está a la vuelta de cada esquina, que la impostura, la
degradación y el insulto forman la base del acervo cotidiano por parte del
establishment dominante y sus esbirros, cooptados por esa suerte de feudalismo
corporativo que responde cual fundamentalistas a una religión de fe
mercantilista que marca una agenda, a veces concreta, a veces siniestra, en su
mayoría ficticia.
Cristina, junto a
Néstor, puso en marcha un proyecto democrático de país, y debido a su esencia
popular, discutible, perfectible, debatible, nunca monotemático, siempre
abierto y susceptible de ser escrutado. Nuestra realidad marca que todo está
sujeto al análisis, lo que provoca automáticamente una toma de posición,
desenmascaramientos ciertamente incómodos para aquellos que desearon y se esmeraron
por imponer una historia conveniente, plagada de silencios e hipocresías.
Cristina Fernández
es una estadista, cuya elevada intelectualidad, lamentablemente no se
corresponde con la llanura de sus competidores, obsoletos librecambistas de
posiciones, no de ideas, buscadores de argumentos en las editoriales de los
medios dominantes, asumiendo que sus trocables principios guardan jerarquía en
función del ocasional interlocutor. Alguna vez mencioné que en estos años
nuestro ejecutivo Nacional hizo lo que pudo de acuerdo a su capacidad e
inteligencia, hoy me animo a afirmar que sus realizaciones concretas
sobrepasaron sus intencionalidades posibles, se impusieron a los permisos
dispensados; cientos de obras y medidas nunca hubieran tomado vuelo de no ser por
el enorme convencimiento político y su correlato en la toma de decisiones. Como
dato no debemos olvidar que en el año 2011 administró la Nación sin presupuesto
por obra, gracia y gentileza política de nuestro heterogéneo e irresponsable
Congreso Nacional. Los mismos que hoy desean ser reelegidos.
Soy de los que
apuestan a la alternancia individual y colectiva. No miro con buenos ojos esa
sospechosa intencionalidad de permanencia tan característica en el político
argentino, pero necesariamente dicha alternancia debe poseer un correlato
superador, no sólo en lo ideológico sino también en los proyectos y sus
consecuencias sociales. Imaginemos por un rato que dicha obligatoriedad de
alternancia nos es impuesta por los amantes de un sistema feudal, o por los admiradores
del nacionalsocialismo, o por los sostenedores del modelo que desembocó en la
coyuntura más extraordinariamente siniestra que tuvo nuestra Nación en el año
2001. Dicha alternancia debe entender que nada de lo obtenido como beneficio
colectivo debe retrotraer sus pasos, en todo caso acentuar y mejorar
determinadas variables no completadas aún. Alternancia y superación en función
de un proyecto de País incluye a la idea de Nación que tengamos. Si nos
encontramos con proyectos alternos que frenan nuestras humanas aspiraciones por
una patria equitativa y justa nos dejan sin opción para efectivizar ese
legítimo deseo de cambio positivo.
Veo en el el FPV
ese espíritu de avance permanente que no observo en las demás propuesta
políticas, veo en nuestra Presidenta el coraje cívico y democrático para
exponer ante la sociedad debates hasta hoy invisibilizados y por ende no
pensados, veo en el Kirchnerismo un estado de superación permanente de la
problemática social que hace a la verdadera alternancia real. Nada se observa
con prisma conservador, aún lo pensado se continúa pensando, se persevera
escrutando. Como dijo Cristina en algún viejo reportaje se “Gestiona con gente
adentro”, se administra teniendo en cuenta la humanidad del universo al que
afecta, y no como meras variables susceptibles de ser globalizadas.
El Kirchnerismo, en
el año 2003, ordenó un desquicio colectivo que se llamaba Argentina, que
llenaba de honores a periodistas y empresarios inescrupulosos, entusiastas del
que cuanto peor, mejor. Comunicadores que ejercían y siguen ejerciendo una
suerte de foquismo destructivo, tipos que suponen estar al margen de un
colectivo social, que deben sospechar y sentenciar por fuera de la justicia
misma, que se creen con derecho natural a un relato indiscutible, no debatible,
ciertamente dictatorial.
En Agosto y Octubre
votaré a un proyecto con mayúsculas, modelo por el cual siento orgullo,
proyecto que me asegura política, entendiendo que la política no es sólo un
asunto de erudición, y a personas cuyas sensibilidades radican en la
comprensión de los fenómenos que impactan y afectan al tangible complejo que
constituye la totalidad de un pueblo.
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