Un País caritativo no siempre es la resultante de un País solidario


Una comunidad solidaria no ve a la caridad como norma, no la necesita. Una comunidad solidaria entiende que el aporte colectivo hace al bien común de todos sus habitantes y trabaja a favor de que nada quede sujeto al azar. Una sociedad solidaria no pone delante a la propiedad privada como motor de sus desvelos, privilegia a la propiedad social para que todos sus componentes sin excepción puedan gozar de una vida digna, plena de derechos y responsable de sus obligaciones. Una sociedad solidaria no es egoísta, no apuesta al dólar ilegal, no desforesta compulsivamente, no malversa una política impositiva, no desmonta sin hacer un estudio de impacto ambiental, no fomenta la insurrección fiscal, no habla de mantenidos, de planes descansar, de asignaciones injustas, no denigra al inmigrante fronterizo, no habla de negros de mierda.

Justamente lo que hace una sociedad caritativa es dejar de lado por un rato esos principios ante dilemas límite, colabora buenamente basándose en un deber social, para luego retomar sus vicios cuando la calma vuelve. La caridad sigue siendo un evento particular insertado dentro de un contexto eminentemente voluntarista y privado, sigue constituyendo un resorte individual, caótico. Acaso por eso y a pesar de las recurrentes inundaciones, movimientos sísmicos, aludes, erupciones volcánicas, sudestadas, crecidas de ríos, terremotos, nuestras respuestas colectivas continúan teniendo el mismo tenor caótico consignado.

Existe una política formal, la de los Gobiernos, sus ideas e intenciones, cuestión que cambia invariablemente con el tiempo sobre la base de nuestras decisiones. Pero también existe una política que está relacionada con nuestras conductas sociales; usos, costumbres y vicios que difícilmente se modifican más allá de que exigimos de modo virulento mejoras cardinales. La especulación ante los trágicos eventos es una muestra clara de la ausencia de solidaridad.



¿Cuándo se habla de iniciar un proceso de planificación urbanística en la Capital, en La Plata, estamos dispuestos a tolerar los trastornos individuales que dicho proyecto implica para que nuestros compatriotas no se inunden? Estamos hablando de decisiones políticas concluyentes y obras de enorme envergadura, sumamente costosas que implican una inversión de capital descomunal. ¿Qué se diría de una prohibición expresa para continuar edificando de acuerdo a los cánones mercantiles actuales? Podemos intuir los titulares: ”Están coartando la libertad de empresa, la seguridad jurídica y los derechos adquiridos”... Si lo financia Nación no faltará quien afirme que el resto de país no puede subsidiar obras en los centros urbanos de mayores ingresos. Cosa atendible teniendo en cuenta las necesidades de nuestro interior profundo. Si lo financia Provincia muchos distritos despotricarán por razones similares. ¿Pero qué sucede con las administraciones distritales y sus propias capacidades políticas?. Si entendemos al Estado como un interventor crucial para menguar las desigualdades sociales resulta razonable inferir que aquellos distritos con posibilidades ciertas de presupuesto disponible proyecten autárquicamente inversiones en función de sus necesidades. Solidaridad también es ser responsable de la riqueza propia. Si yo puedo afrontar determinados gastos "marketinezcos" constituye un despropósito exigirle a los demás sacrificios que yo no hago. ¿Por fuera de su intención solidaria el hombre del interior observa justo endeudar al País para hacer las obras del Vega o del Medrano, mientras el Gobierno de la Ciudad despilfarra fondos en bicisendas, carreras, metrobuses, negocios informáticos con Clarín, publicidad, etc.?. Ese hombre tiene todo el derecho a sentenciar. “Yo no tengo nada de eso, acaso me gustaría, pero prefiero no inundarme, mi distrito trabaja para ello”. El manejo responsable de los fondos públicos es un signo indudable de solidaridad. No puedo ni debo como Gobernante distrital especular con aquel viejo axioma que sentencia “de algún culo sangrará”.



¿Cuáles son los incisos más contundentes que nos demuestran que vivimos en una sociedad verdaderamente solidaria, tanto en las esferas públicas como en las privadas?



-          El nivel de evasión impositiva

-          El trabajo informal

-          La distribución del ingreso

-          El cuidado de la propiedad pública

-          La responsabilidad en el manejo de los fondos públicos

-          La distribución del presupuesto en función de las urgencias

-          No utilizar al Estado en beneficio propio

-          Privilegiar políticas productivas de carácter inclusivo

-         No colocar los intereses corporativos por sobre el Interés social



¿En cuánto colabora la sociedad con sus comportamientos cívicos para gozar de ese Estado que tanto reclama? Dado que a mi humilde modo de ver ninguno de estos incisos se exhiben como corrientes en nuestra sociedad es que debemos aceptar el convite caritativo, el voluntarismo como método para resolver las disyuntivas. Se habla de ayuda no de obligación, de ahí parte nuestra confusión. Los Estados, en todas sus esferas, no deben ayudar, deben ejecutar para que la ayuda no se observe como tal sino como formato esencial de las políticas públicas. No es una simple cuestión semántica. El caritativo desea que el pobre acepte y se domestique, el solidario desea que el pobre deje de serlo. El Papa Francisco acaba de donar $ 50.000, lo dicho, no aclaremos que oscurece. Quién quiera entender que entienda...






Comentarios

  1. Justo estaba leyendo hace un rato un post muy entrelazado con el tuyo.
    http://elguardafaro.blogspot.com.ar/2011/11/las-fuerzas-morales-parte-x.html

    En el subcapítulo “DE LA SOLIDARIDAD” José Ingenieros enhebra ese concepto con los que le antecedieron: simpatía y justicia, dándole sentido al bloque conceptual al que se hizo referencia al inicio de la “Parte VIII”.
    Al escribir: “cuando se obstruye a un solo hombre el camino de todas las posibilidades, hay injusticias en la nación”, lo que hace el autor, sin ponerlo expresamente en palabras, es volver a cargar contra los privilegios. En esta oportunidad sobre aquellos derivados de la heterogeneidad de un cuerpo social y no sobre los que éste puede generar inmoralmente,
    La heterogeneidad de las partes que integran un cuerpo social, además de natural, para José Ingenieros es provechosa porque -sostiene- “engendra las desigualdades necesarias para las múltiples funciones de la vida social”. Por naturales no pueden suprimirse y, entiende, que tampoco conviene. Pero sí equilibrarlas; y hacerlo (equilibrarlas) forma parte de la acción de gobernar. En tal sentido, una de sus definiciones es: “gobernar es propender hacia un equilibrio que favorece la unidad funcional”; y si la unidad funcional se altera, en sus palabras: “el juego de las recíprocas interacciones se torna desatinado y funesto”
    Tener abierto el camino de todas las posibilidades es poner a todo un cuerpo social en un umbral de igualdad de oportunidades, a partir del cual -y no antes- la equidad sí será cuestión de cada individuo, de su capacidad y de su esfuerzo; umbral de igualdad que implica neutralizar los desequilibrios naturales que existen entre quienes integran ese cuerpo social; umbral de igualdad que se logra mediante la solidaridad. Y para que exista esa solidaridad, debe haber comprensión (Parte VIII).
    Solidaridad tiene un parentesco con caridad, pero resulta importante volver a recalcar que no se trata de aquella entendida como limosna. La solidaridad es un tipo de caridad de orden superior. Si fuera limosna tendría una sola vía, de ida. Uno da y otro recibe. Y ello, sostenido en el tiempo, generaría un nuevo estadio de injusticia, inverso al primario. José Ingenieros rechaza expresamente esto último al sostener: “detrás de toda caridad existe una injusticia” -(Parte IX)-, o: “donde falta justicia no puede haber solidaridad”; y especifica que ésta: “impondrá a todos la aceptación de los deberes indispensables”, dando sentido a sus aseveraciones: “la solidaridad crece en razón directa de la justicia” o “sembrando la una (solidaridad / justicia) se cosecha la otra”.
    La solidaridad es viable cuando existe simpatía en el cuerpo social. Por ello José Ingenieros la define como simpatía actuante. “Hay solidaridad en una comunión de hombres cuando la dicha del mejor enorgullece a todos y la miseria del más triste llena a todos de vergüenza”, grafica el autor.
    En definitiva, la que José Ingenieros propone es una visión surgida de una matriz de pensamiento -e ideológica- totalmente distinta a la del neoliberalismo, del que la falta de sensibilidad social -derivada del hiperindividualismo que promueve- es una de las características que priman y que anula toda posibilidad de justicia social.

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  2. "La solidaridad es viable cuando existe simpatía en el cuerpo social. Por ello José Ingenieros la define como simpatía actuante. “Hay solidaridad en una comunión de hombres cuando la dicha del mejor enorgullece a todos y la miseria del más triste llena a todos de vergüenza”

    Absolutamente de acuerdo Moscón. El párrafo que separé define la idea. No observo simpatía horizontales a favor del cuerpo social, de modo que cuando bajen las aguas se volverá al individualismo casi de manera inercial.

    Siempre van existir almas que ayuden a cruzar la calle a la anciana. El tema es que la anciana pueda cruzar sin riesgos de ser atropellada por el transito debido a que se ha logrado internalizar solidariamente su lentitud.

    Excelente texto. un abrazo

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