Si quiere estar bien informado
y saber quién le miente ...lea diarios viejos
...vicio que uno tiene desde hace algunos años. Eso de tener tres
perritos y quince gatitos – no los tengo, ellos decidieron quedarse - obligan a tener que acopiar cuanto ejemplar
circule por el barrio, de modo que echarle una ojeadita antes de colocarlos en
el piso para que cumplan su función sanitaria se transformó en una sana
costumbre. En realidad al no ser consumidores de un periódico específico –
siguiendo los consejos tanto de Ramonet como de Chomsky: demasiado flujo
informativo desinforma - nos
encontramos, gracias a la buena voluntad del vecindario, con editorialistas de
toda clase y tenor. Periodistas con mayúsculas se mezclan con abyectos
operadores, analistas de maravillosa prosa quedan lamentablemente eclipsados
por aquellos pretenciosos cuyas construcciones literarias son apenas algo más
que señales de humo. Así uno va releyendo la historia reciente – diez años
cuando menos – sin descontextualizar, descubriendo intenciones y verificando palmariamente
cómo se miente cuando se escribe “la verdad”.
Sobre la función específica de la que deseo dar cuenta hay que
reconocer que La Nación y La Nueva Provincia son los productos que mejor la
cumplen. Sus formatos tabloides permite cubrir amplias superficies, llegando en
algún caso a rincones inaccesibles. Junto con el Clarín, de tamaño bastante
menor, componen la trilogía en los que más detengo mi lectura. Cada vez y con
mayor énfasis me hago a la idea de que alguien debería compilar sus editoriales
desde un buen tiempo hasta esta parte y publicar un texto titulado:
“Ahistoria”. Sobre el arte de construir falacias... Dicho texto no debería
contener comentarios adicionales, ni críticas, ni refutaciones reveladoras. Con
exponerlos alcanza y sobra para que el lector analice y se divierta durante un
buen tiempo sobre los secretos de la desinformación.
Crónica y Popular me caen mejor aunque sus exageradas tinturas provocan
en las superficies marcas que sin un
tratamiento adecuado difícilmente se disipen. Sus entregas sensacionalistas no
ameritan análisis extremos más allá de refrescarme noticias con relación a
eventos de sangre que mi memoria ha decidido licenciar.
Los dos Diarios Platenses de mayor tirada no merecen mayor análisis más
allá de su utilidad práctica a favor de las mascotas. Su vacuas y limitadas
editoriales no dan ni siquiera como anexo del texto antes bocetado.
De Critica de la Argentina ya no me queda ningún ejemplar. Juro que los
guardaba con cariño hasta que una necesidad extrema debido a una descompostura
inesperada del Poroto dio por tierra con las editoriales de Jorge Lanata y
Martín Caparros. De todas formas nada importante se ha perdido ya que por
entonces comenzaban a escribir las mismas cosas que aún repiten en todas sus
apariciones mediáticas. Estos chicos no son originales ni para mentir: La
reiterada nota anual sobre la casa fastuosa del funcionario, una editorial
sobre corruptelas nunca comprobadas, cuánto le cuesta al erario público el
programa 678 y un despliegue de adjetivaciones a favor de hacernos creer que
como pueblo somos una manga de infradotados. Su formato, similar al de Pagina
12, era un poco más chicuelo que La Nación y La Nueva Provincia aunque bastante
más contundente en cuanto a cantidad de páginas. Su vocación por el denuncismo
inconducente era muy apreciado por sus lectores, de modo que cada ejemplar
valía mucho más por su peso en kilos que por su embalaje de certezas. Dicen que
los socios, un tal Mata, actualmente procesado en España por el vaciamiento de Iberia
y el mencionado Lanata, actual periodista dependiente con cuenta sueldo en
cierto paraíso fiscal del hemisferio norte, lo mandaron a la quiebra para
blanquear guita. Algo similar a lo que hizo Jorge de Barracas con Data 54. Son
comentarios de feria, vió, rumores que sería muy conveniente desestimar.
Debo reconocer que Página 12 y Tiempo Argentino no aparecen dentro de
los paquetes que me acercan los vecinos. Parece que en el Pago resulta un
sacrilegio la portación de semejantes pasquines oficialistas. De todos modos
los utilizaría de la misma forma. Mis mascotas merecen tener sus canteros en
condiciones más allá que un Aliverti, un Verbitsky o un Wainfeld deban tener
que sufrir las ingratas heces de mis pichichos.
A quién todavía no he podido hallarle utilidad es a un pequeño
semanario llamado El Local de Coronel Dorrego. Poseo ejemplares que datan del
año 2008. Causan mucha gracia sus editoriales. Uno se detiene en ellas y
parecen escritas hoy. Para esta gente, desde aquellos días hasta la fecha, no
ha pasado absolutamente nada que los conmueva políticamente: Ni la Asignación
Universal por Hijo y para Embarazadas, ni la Ley de Medios Audiovisuales, ni la
estatización de los Fondos de Pensión y la inclusión de dos millones y medio de
nuevos jubilados, ni la recuperación de YPF, ni las Cooperativas de Trabajo, ni
la universalización de la vacuna contra el HPV, ni los juicios por la verdad,
ni la muerte de Néstor, ni el 6.5% de presupuesto educativo, ni la yunta de
bueyes del año 2009, ni el 54% y cientos de eventos políticos significativos.
Hay un artículo muy curioso en donde se afirma que “en Argentina se hace
política mediante el dinero público” (Ejemplar Nro 9 del 25 de Noviembre del
2008). Estimo que tal afirmación la realiza sin incluir el modo que tiene el
Radicalismo gobernante de hacer política a escala local. Hay una entrevista a
Fabián Zorzano, pero esta vez en el ejemplar Nro 8 del 18 de noviembre de ese
mismo año, en donde, centros a la hoya mediante, el Intendente de Coronel
Dorrego insiste en la necesidad de armar un frente nacional con Elisa Carrió.
Hay un reportaje al Senador Gerardo Morales, de visita por la ciudad, en donde
sentencia que de aprobarse la estatización de los fondos de pensión este
volumen de capital caerá en las peores manos, además de una nota a la
agrupación llamada Pampa Joven (vaya uno a saber si han crecido para estas
alturas) en donde se muestran muy enojados con los Concejales del FPV por la
falta de apoyo a los reclamos del campo. Las medidas del semanario no son las
mejores para los fines deseados y su calidad de papel no tiene la misma
capacidad de absorción. Como diría un viejo dicho no sirve ni para envolver
huevos. De todos modos al ser una publicación local, como bien reza su nombre,
uno le tiene un particular afecto y reniega de utilizarlo debido a que de algún
modo se solidariza con el esfuerzo de los coterráneos.
Si bien mi costumbre no resulta original debido a que muchos programas
de archivo exponen un formato similar, en lo personal no trato de buscar contradicciones,
cuestiones de la que todos, como mortales, estamos expuestos debido a lo
inevitable de los cambios. Me preocupa indagar sobre conclusiones,
supuestamente taxativas de carácter político, que tuvieron la perversa
intención de establecer postulados universales. Supuestos y deseos instalados
como certezas a partir de hipótesis nunca comprobadas. Simples y vulgares
corazonadas desarrolladas por influyentes gestores periodísticos transformadas
en bulas papales.
La crónica del día es fresca, inmadura, carente de pensamiento y
análisis. Es una simple foto de un momento determinado, generalmente
descontextualizado. No se ponderan las causas, solamente se exhibe el efecto
como tal, nunca como consecuencia de una multiplicidad de eventos. Acaso no hay
mejor manera para entender nuestra contemporaneidad que dejar madurar esas
afirmaciones. Chocaremos con sorpresas que nos dejarán atónitos.
Estar informado no significa simplemente estar al tanto de un evento
del presente. Estar informado es entender ese evento y para entenderlo se
necesita elaborar, analizar, exigirle rigor y certeza, cuestiones que muestran
su rostro cuando la novedad ya deja de serlo. Tampoco me detengo demasiado en
juzgar los recortes. Cada quién es dueño de sus prismas y propietario de sus
prioridades. Lo que sí me interesa por sobre manera es percibir si esos
recortes ocultan información o la deforman o son simples interpretaciones
subjetivas. Observo con mucha preocupación que tanto la primera como la segunda
tendencia son las que con mayores adeptos cuenta. El tema de la inseguridad es
un ejemplo taxativo del caso.
De alguna manera, gracias a mis mascotas, estoy muy bien informado, ya
que la realidad es efecto de las inexorables causas del pasado. Verificar quién
tuvo la aviesa intención de pervertir aquellos efectos es una muy buena manera
para saber qué recorridos seguir de modo tal evitarnos ser acreedores - con
honores - de un diploma de ingenuos. Cuestión que me ayuda mucho es adolecer de
apuros; nunca me conmovió la novedad de manera que puedo aguardar hasta que
aclare. Por eso suelo dudar de la palabra inicial, sea propia o ajena; prefiero
que los tamices desarrollen su trabajo. Si uno se atreviera a consentir que se
ignora mucho más de lo que sabe y que por obvias razones de limitaciones
físicas nunca podrá enterarse de lo que sucederá a partir de que el pasaporte
dictamine nuestra ausencia definitiva, dejaría cierta soberbia de lado y
estimaría con prudencia que lo esencial no es estar al tanto de la novedad,
sino de entender, lo más honestamente posible, de qué se trata nuestro breve
recorrido existencial.
Una realidad grande como una casa: encontrar Página/12 o Tiempo Argentino en una localidad del interior con menos de ¿100.000? habitantes es casi una proeza.
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