Dilma y Cristina, Cristina y Dilma
Descendiendo aún más en su escala analítica
el periodismo y los intelectuales corporativos han instalado con innoble
pretensión una nueva forma para criticar a nuestra Presidenta. Se trata de un
perverso juego de comparaciones presidenciales tan absurdas como rebuscadas.
Tratar de cotejar las estaturas políticas de Dilma y Cristina constituye un
solapado intento local que no sólo tiene el avieso empeño de menoscabar la
figura de nuestra primera mandataria sino además de lacerar la excelente
relación existente entre ambas damas y naciones. Algo similar ocurrió cuando
Lula y Néstor compartieron los mismos tiempos presidenciales. Recuerdo cuando
en épocas de Alfonsín algunos manifestaban querer tener un presidente como el
peruano Alan García. La historia se ha encargado de poner a cada uno en su
lugar.
¿Somos una Nación y sobre todo un pueblo
comparable al brasileño? Por fuera de las similitudes existentes entre las
clases dominantes, el poder de las corporaciones y el comportamiento
periodístico, se hallan notorias diferencias en cuanto a las conductas
colectivas: la pauta hacia el dólar es un inciso insoslayable al respecto.
Mientras el argentino medio tiene menosprecio por su moneda a favor del billete
norteamericano en tierras cariocas ocurre a la inversa manifestando de ese modo
una expresa intención de fortalecer la economía nacional aún en momentos de
devaluación. A primera vista ya tenemos un elemento de complejidad que la
administración de Dilma no tiene la necesidad de afrontar.
Cuando se habla de la corrupción se pondera
con denuedo la actitud de Dilma con relación a sus funcionarios procesados
desligándola como cuadro de PT. Sin embargo con relación a Cristina no se sigue
la misma lógica. A Dilma se la separa de la disyuntiva cuando de inmediato le
suelta la mano a sus funcionarios, a Cristina se la mantiene dentro del sistema más
allá de proceder de la misma manera. Vale decir, se pretende instalar que tanto
Jaime como Schiavi y otros siguen formando parte del ejecutivo. De algún modo
es la única forma que tienen para seguir justificando sus “éticas” editoriales.
Las notorias diferencias entre los
comportamientos de las burguesías locales no hacen otra cosa que
incompatibilizar ambas gestiones y figuras; el impacto y el nivel de los
conflictos colaboran con dicha percepción. Si bien es una aspiración histórica
tanto de Lula como de Dilma y del PT en su conjunto, el ejecutivo brasileño no
ha tomado aún la decisión política de revisar los crímenes de lesa humanidad al
igual que tampoco ha propuesto una ley de democratización de medios. Es
probable que el PT haya entendido que para desarrollar determinadas políticas
inclusivas es necesario que puntuales cuestiones no se encuentren, por el
momento, sobre la mesa de debate. El kirchnerismo, por el contrario, ha
decidido que el proceso de inclusión vigente debe plasmarse en todos los campos
sociales, aún sabiendo que ciertos tópicos puedan exponer las más encarnizadas
resistencias.
Para desgracia de los limitados y siniestros
operadores mediáticos, en el mientras tanto, Dilma y Cristina continúan
fortaleciendo su alianza estratégica en función de solidificar la Patria Grande
sabiendo que dentro de sus respectivas fronteras centenares de intereses
corporativos desearían que ese edificio caiga víctima de la implosión. Tienen
ellas – tenemos - los mismos enemigos, la misma calidad opositora, el mismo
discurso dominante; gracias a sus enormes estaturas políticas hasta ahora los
pueblos, mayoritariamente, hemos podido defender ambos proyectos con el voto,
cuestión que en estos tiempos se vislumbra como el único salvoconducto que la
voluntad popular tiene para enfrentar al poder real con alguna esperanza de
éxito.
Dilma y Cristina son incomparables porque
son incomparables Brasil y Argentina. De aquí se desprende que en muchas
ocasiones tuvieron que desactivar en sociedad conspiraciones económicas
demasiado evidentes, intentos nada subrepticios por romper la alianza
estratégica mediante abyectas operaciones corporativas. Esto complejiza la
relación bilateral exponencialmente, revoques, fisuras y grietas que ambas
deben salir presurosamente a restaurar por el bien de la coalición.
Dilma y el PT, dentro de su propia
complejidad, viven una realidad notoriamente más calma debido a que sus puntos
de conflicto son menores, y en consecuencia sus riesgos. Cristina y el
Kirchnerismo han decidido profundizar el proyecto entendiendo que determinadas
cuestiones no se negocian. ¿Cuánto nos costó reincorporar a YPF como empresa
nacional? Recordemos los editoriales al
respecto y los deseos locales de sanciones internacionales. ¿Alguien puede
pensar que en Brasil ocurra algo similar con relación a Petrobras?.
Cristina, Dilma, Pepe, Rafael, Hugo, Evo no
son estadistas que juegan pulseadas para los malevolentes medios de
comunicación y sus agentes de propaganda entusiastas del fracaso, son personas
que tratan de solidificar un proyecto continental inclusivo muy complejo, con
el común denominador de tener poderosos antagonistas internos devotos de la dependencia. Los mandatarios se saben unidos, sus enemigos, los nuestros, ostentan las mismas recetas en todas las
latitudes de la Patria Grande.
El viejo juego del divide y vencerás les sirvió por mucho tiempo en América del Sur. No es extraño que intenten aplicarlo. Claro que ahora les funciona menos que antes porque existen líderes consustanciados con la idea de que ninguno de nuestros países se va a salvar solo.
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