Coronel Dorrego
Abuso
Distinta banca, distinta vara
Varias cuestiones se disparan a partir de
este nuevo caso de violencia de género y abuso que nos golpea. En primer lugar
la inmediata revelación que se efectuó del entorno del supuesto culpable y en
consecuencia el rápido pedido de explicaciones a quienes, sin autoridad
mediante, debían incluirlo obligatoriamente en su plantilla laboral. El Gerente
del Banco Nación local no tuvo más remedio, acaso presionado por un deber ser
ciudadano, que abandonar sus importantes tareas a favor de tener que enfrentar a
una masa de vecinos que solicitaba enfervorizadamente la expulsión del
imputado, y si era posible, hasta su definitivo ostracismo. Aquí no hubo dilaciones para mencionar
dónde trabajaba y quienes eran sus empleadores.
Observo con cierta curiosidad el dilema y
más teniendo en cuenta que nadie le pidió explicaciones a nuestro ejecutivo
municipal con respecto a su relación contractual con el clan que cobijaba al
tristemente célebre “Chacal” de Coronel Dorrego (Junio del 2008 – violación e
intento de homicidio de una menor procurando incinerar su cuerpo). Y justamente
no estamos hablando de un hombre que desarrollaba tareas en un oscuro y aislado
archivo bancario, se trataba de un sujeto incluido dentro de un grupo de gente
cuya responsabilidad se multiplicaba exponencialmente al centralizar sus
labores en la formación de menores, conjunto contratado directamente por el
Estado Municipal, desoyendo concursos y listados, sobre la base de una decisión
política puntual que indudablemente le es propia pero que conlleva axiomáticas
responsabilidades políticas.
Es notorio como condiciona el poder
vernáculo. Por un lado silencios prudentes, por otro lado no existe el menor
reparo para desarrollar información mucho más precisa sobre el supuesto
pervertido (y digo supuesto debido a que la justicia aún no se ha expedido).
Protección mediática para algunos, rigurosa realidad para otros. La cara del
cliente como formato social. El presente nos exhibe imágenes del acusado, fotos
de sus empleadores, en el pasado se mostraban fotos del Chacal, no de su
entorno, porque su entorno era ciertamente mucho más“delicado”, revelaciones
que hubiesen dado lugar a tener que dar molestas explicaciones a ciertos
funcionarios locales.
En segundo lugar debemos asumir este
protagonismo a favor de peticionar justicia como un sano ejercicio colectivo.
Hace pocos días la tragedia de Once fue un ejemplo claro de lo dicho. En el
banquillo de los acusados están los responsables directos y los responsables
políticos. Ninguno de ellos fue la mano ejecutora de las 51 muertes, pero
ciertamente fueron partícipes necesarios, por acción u omisión, de la
catástrofe. ¿Alguien recuerda el nombre del juez que dejó libre al “Chacal” de
Coronel Dorrego cuatro años antes de suceso que tanto nos conmovió como
sociedad? ¿Existió un jury de enjuiciamiento?. El caso Marita Verón nos coloca
en nuestro justo lugar.
Señora de ojos vendados que estás en los
tribunales, ciudadanos de ojos vendados que pontifican decencias, siempre y
cuando el sol no les caliente demasiado el culo.
Ojalá que algún día los dorreguenses,
colectivamente, tengamos la suficiente sabiduría para que el culo conveniente
no nos tape el sol y midamos a todos con la misma vara, sean ellos oscuros
archivistas bancarios o influyentes integrantes de catervas ejecutivas.
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