Que
la verdad no te joda una noticia
El periodismo ha llegado a un nivel de
protagonismo inusitado, incluso para “desanoticiar”. En muchos casos observo la cuestión negativamente – hace bastante tiempo, en este mismo
foro, hacíamos notar sobre el pobre momento que estaba viviendo la profesión -.
Protagonismo por ellos mismos declamado, potenciado y ejecutado, de modo que
cualquier método, lícito e ilícito, resulta viable para que la oferta de
embustes y sofismas continúen manteniendo un estatus acorde con aquellas
apetencias mencionadas.
Percibo que los profesionales en la
materia no están observando cierto hartazgo social que una gran porción de la
población tiene con relación a sus voces, dichos, razonamientos, antojos,
inquisiciones y demás alegatos que suelen exponer como si tal cosa incluyera
formato de ciencia exacta (sus porcentajes de imagen negativa son históricos y
debería hacer reflexionar al colectivo periodístico). Cuestiones que en su
mayoría se desvanecen naturalmente por obvias razones de inconsistencia. No
descarto que arribar al hastío se constituya como inciso deliberado, parte
fundamental de la estrategia de modo la realidad no se comprenda o directamente
se vislumbre difusa.
¿Es noticia qué un tipo cualquiera – sea
quién sea - haya dicho lo que dijo? ¿Es noticia qué otro tipo le salga a
contestar a ese tipo sobre lo dicho? Pues una buena parte del mundo
periodístico, sin chequeo mediante o directamente tergiversando, se maneja de
ese modo: dichos, comentarios, rumores y versiones, que para peor son sazonadas
por interpretaciones tan antojadizas como interesadas; los hechos efectivos, la
contundencia de la realidad quedará en estado de espera, acaso en los zaguanes
del olvido.
La intención de instalar una suerte de
campo de concentración nacional no le resulta descabellada a una buena porción
del establishment periodístico. Cuestionar al poder real, salir a discutirle
los espacios a las corporaciones no cuenta con visas de gratuidad. Así como
responsabilizan al Kirchnerismo en dividir políticamente a la sociedad, me
atrevo afirmar que los medios dominantes y sus periodistas, en matrimonio con
la oposición, están instalando peligrosamente la idea de una extraña dicotomía
entre supuestos ciudadanos honestos, sospechosamente independientes, que pagan
sus impuestos, enfrenados a hipotéticos ciudadanos deshonestos, clientes del
Estado, no ahorrando adjetivaciones y dejando claro a qué colectivo político
pertenecen estos últimos. Según dicho criterio, más de la mitad de la población
sería susceptible de prisión por acción, error u omisión. Esto lo vemos
tangible dentro de las redes sociales en donde adherir a las políticas del
Gobierno Nacional constituyen esencialmente un delito en sí propio. Hay que
estar muy fanatizado, diría que desquiciado, para entender a la política de esa
forma. Esto es así debido a la intencional despolitización discursiva y al afán
mediático que existe a favor de judicializar todas las acciones y gestiones del
ejecutivo, algo que se exhibe sin decoros cuando observamos actuar al ejercito
leguleyo que las corporaciones expanden por los pasillos de los tribunales.
Hace poco menos que un siglo atrás
Natalio Botana, desde el diario Crítica, afirmaba: Que nunca la verdad te
arruine una noticia. Pues de eso se trata. Lo bueno no garpa y menos si esa
verdad va en contra de determinados intereses. De existir es necesario
enlodarla de modo se transforme cual bumerang en crónica judicial.
Así como durante la segunda década infame
la política estuvo bajo la tutela de la economía, en la actualidad existe la
pretensión de que el poder político se ubique un escalón por debajo del poder
judicial. Cuestión que es necesario desarrollar con suma precisión de modo no
oscurecer el debate. Luego de muchos años y varias aberraciones cometidas los
economistas han perdido predicamento como poder propagandístico. Aquel sistema
político perverso trajo aparejado infinidad de conflictos que explotaron en la
contemporaneidad. Los beneficiados de aquellas políticas pretenden mantener sus
prerrogativas en el ámbito judicial, campo en donde cuentan con una buena
cantidad adherentes y entusiastas. Por entonces la justicia no actuaba,
prefería abstenerse, eran decisiones políticas afirmaban. Hoy resulta que el
razonamiento es diametralmente inverso.
Rompe a los ojos que la justicia es un
poder político más y que actúa como tal. Al respecto la Ley de Medios
Audiovisuales y el tema del predio de Palermo nos colocan de cara a la
realidad. Entonces ¿qué es lo que se sostiene cuando se habla de legalidad?,
¿Cuántas posibilidades tiene un Gobierno para modificar inercias injustas en
tanto y en cuanto un poder fáctico, que se beneficia con esas injusticias,
continúa usufructuando de resortes judiciales permisivos?. Observemos que a
escala internacional la Corte Suprema Estadounidense resguardó el bien común de
las naciones endeudadas en claro antagonismo con aquellos fondos que pretendían
lo contrario. Es probable que desde el estricto marco legal los especuladores
ostenten razones dentro de un orden económico sumamente permisivo, sin embargo
la Corte norteamericana avaló políticamente que dichas razones eran
contraproducentes para el resto de la humanidad. Lo político y lo jurídico
aunados en función del bien general.
Desde nuestra Intelligentzia vernácula
judicializar a la política está bien visto, mientras que politizar a la
justicia resulta un síntoma de antirepublicanismo, cosa que durante los noventa
se exhibió de manera evidente y que nadie se molestó por cuestionar. Es lógico,
por entonces dicho formato era útil para fomentar la concentración y la
inequidad, hoy sería un elemento imprescindible para redistribuir la riqueza,
colectivizar bienes y horizontalizar derechos.
De todas formas el poder judicial, sobre
todo en los terrenos civiles y comerciales, acaso un poco más solapadamente,
sigue actuando como un brazo político de las corporaciones, de manera que
sostener esto como un síntoma de sano republicanismo nueve a risa.
Verdades que existen, invisibilizadas
quizás por el periodismo “botaniano”, realidades tangibles que sufrimos todos
los días los sectores populares. Verdades que no son noticias, porque en
definitiva las cuestiones que enlodan a los sectores dominantes, a los poderes
fácticos y perennes, nunca los son.
Me comentaba un amigo,periodista,como para darme una idea de que se trataba el periodismo(se ve que en el gremio es una fórmula):
ResponderEliminarUn tipo se presenta en la redacción de un diario y solicita laburo como periodista-redactor,el jefe lo prueba haciéndole hacer un escrito sobre Dios,y antes de empezar el aspirante le pregunta ¿a favor o en contra?
Lo contrataron inmediátamente.