Los lectores de este espacio sabrán de
nuestra rigurosidad con relación a la actividad periodística. Una praxis
irresponsable resulta un elemento muy perjudicial de cara a la sociedad. Con
sólo recordar el comportamiento de los medios de comunicación durante las
dictaduras podemos comprender la gravedad que presenta el dilema. En alguna
oportunidad hemos desechado la idea de una ley de ética pública concebida por
estos mismos actores que nos inspiran desconfianzas. Evidentemente y ante los
últimos acontecimientos se hace necesario que repensemos dicha problemática. Me
parece que el parlamento, es decir los representantes del pueblo, debería
intentar analizar con prudencia y rigor los efectos que las operaciones
periodísticas tienen sobre la sociedad. En la actualidad el periodismo opera
mucho más de lo que informa debido a que en su gran mayoría el desarrollo de
dicha actividad se encuentra incluida dentro de las grandes corporaciones,
grupos multiempresariales con intereses determinados, incluso con aportación
transnacional.
¿Nos agrada ser operados? Parece que sí,
debido a que observo escaso interés en pos de aventurarse a discutir en función
de los contenidos, y son justamente los contenidos, los mensajes, los relatos,
los que intentan operar sobre la sociedad.
Desde cuándo la degradación individual de
las personas es un inciso que está relacionado con la libertad de prensa. Un
Arquitecto, un Ingeniero, un Abogado, un Médico están sujetos a códigos éticos
y legales cuya malversación involucran penas muy rigurosas. No entiendo las
razones por las cuales el periodismo está exento de tales principios.
Diariamente somos testigos de la venta de carne podrida por doquier, injurias,
calumnias, mentiras, tergiversaciones, embustes, falacias y muy pocos son los
que se conmueven antes tales conductas. ¿Sopretexto de la libertad de expresión
tengo derecho de internarme solapadamente en la intimidad de un ciudadano con
el objeto de mancillar su imagen pública? ¿Por qué razón ese afectado tiene obturada la
potestad de efectuar una demanda legal si se considera humillado? ¿Qué es esto
de que un actor público o privado deba absorber cual esponja toda versión
disparatada en contra de su persona?
Esta suerte de arbitrariedad retórica y
discursiva debe tener su contrapoder de lo contrario se transformaría en impunidad. Y nada mejor que el ámbito legal para dirimir dichas cuestiones. Un
periodista llevado a los estrados debido a una infamia o un insulto me parece
un evento saludable para una sociedad en donde la falacia y el escarnio detentan
formato de falsa profesión. Al respecto se hace necesario legislar puntualmente
de modo no caer en interpretaciones antojadizas y acotar la esencia conceptual
que debe tener la libertad de expresión como savia social. Hoy no existen
resortes adecuados para curarse de la enfermedad. La eliminación de calumnias e
injurias es una buena medida en tanto y en cuanto el propio periodismo entienda
lo valioso de la oferta. Malversar esta extensión de derechos, usufructuada
como contenido, es lo que provoca la ineluctable punción negativa que hoy
despierta el periodismo. Las corporaciones mediáticas no mienten porque así lo
dice el oficialismo, mienten debido a que dicen mentiras y de eso somos
testigos y víctimas a diario, seamos oficialistas u opositores. Más allá que
algunas mentiras seduzcan a nuestros oídos políticos no dejan de ser embustes,
falacias, engaños. De modo que los primeros que conspiran contra la libertad de
expresión son aquellos que luchan encarnizadamente para que la verdad no tenga
posibilidades de ser visualizada.
En la actualidad nuestros medios no
tienen remedio. No existe legislación ni voluntad para que exista. Alguna vez
nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner habló sobre la necesidad de
desarrollar una ley de ética pública relacionada con la actividad, cuestión que
me permití criticar, acaso entendiendo que los actores contemporáneos no están
a la altura de semejante apuesta de cara al futuro. Es probable que las luchas
del presente nos llamen a engaño y no percibamos que los gestores más adecuados
para el estudio de estas cuestiones se hallan dentro de los claustros
universitarios. Estudiosos de los medios, de la profesión, del negocio, de la
lengua (escrita y oral – me atrevo agregar visual -): Filósofos, psicólogos,
sociólogos, semiólogos, escritores, expertos en comunicación social, maestros
de periodismo, ciudadanos que a la par de ser protagonistas de la actividad son
sesudos investigadores, analistas críticos de la profesión.
La falsa foto del padecimiento del
Presidente Venezolano Hugo Chávez no fue un error, como no lo fue la noticia de
un crimen ocurrido hace cinco años. No fue un error intentar, con anterioridad y durante más de
tres meses, instalar sospechas sobre operatorias fraudulentas con relación a
los comicios correspondientes a las PASO 2012. No fue un error afirmar que el
Parque Tres de Febrero sería invadido por horas indoamericanas, tampoco fue un
error afirmar que La Cámpora, la Tupac y Vatayón Militante son agrupaciones
armadas, del mismo modo que el falso triunfo de Capriles, de ningún modo
constituye una equivocación la colocación de un zócalo en donde se hacen
afirmaciones que no guardan relación alguna con las declaraciones del entrevistado, menos
aún lo es afirmar que todo lo que tiene vinculación con el Kirchnerismo está
ligado a la prebenda, a la corrupción y al delito, entre cientos de miles de
ejemplos.
No se trata de la sana subjetividad que
implica la interpretación de los sucesos cotidianos, cosa que jamás objetaría,
lo que aquí se practica es diseñar y estructurar contenidos con mentiras,
incluyendo falacias que determinan secuencias que pretenden bocetar una realidad inexistente
(Operaciones).
Urge un remedio para los medios. No
alcanza con la ley de servicios audiovisuales ya que la misma no atiende sobre
los contenidos. Lamentablemente hasta ahora no tuve la oportunidad de escuchar
a nadie hablar sobre la excelencia, la cultura, el lenguaje, la veracidad, la
profesionalidad, la información objetiva de los sucesos concretos como elemento
fundacional de la profesión, la interpretación subjetiva de esos eventos, los
recorridos éticos y estéticos y fundamentalmente el diseño de resortes
adecuados para que no queden dudas sobre los intereses a los que responden cada
periodista y cada medio.
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