De la Plaza del SI de “Bernie”
a la Plaza del NO de Lanata
y la construcción política posmoderna
Este colectivo político creado corporativamente, en apariencia, está
conformado por el 46% de la población. Razonamiento falaz desde lo político
pero aceptable desde los números si del mismo modo consideramos que al FAP no
lo votó el 83%, que al Radicalismo no lo votó el 87% y así sucesivamente, hasta
llegar al 98% que no votó a Carrió. Me parece nefasto entender a la política
por la negativa cuando de análisis democráticos se trata. El sufragio no sólo
es una responsabilidad cívica concreta, una herramienta insustituible, también
es un acto de fe de cara al futuro de modo que aquella interpretación
antojadiza no hace otra cosa que lacerar el espíritu democrático de manera
concreta. Imaginemos por un rato que todas nuestras manifestaciones de la vida
cotidiana las encaramos mediante la negativa. ¿Qué espacio le estamos otorgando
a la creatividad?. Por la negativa sabemos lo que no queremos, pero la ausencia
de creatividad nos impide saber que es lo que queremos. Viene a mi memoria
aquella multitudinaria plaza del “SÍ” de 1991, motorizada mediaticamente por
Bernardo Neustadt (un precursor, hay que reconocerlo) a favor de las políticas
neoliberales. A pesar de ciertas contradicciones fácilmente detectables, aquel
SÍ y este NO guardan en el fondo las mismas apetencias. Aquel SI era
destructivo de lo colectivo, significaba un rotundo NO en contra del
intervencionismo estatal en la economía, constituía una apoyatura concreta
hacia una Corte impresentable, se manifestaba conforme con el indulto y
expresaba una aceptación marcada a favor de las privatizaciones proponiendo un
liberalismo del cual aun estamos pagando las costas. Demasiadas similitudes
como para no tenerlas en cuenta.
Como bien afirmara Beatriz Sarlo no se construye política a partir de
la negativa, y si algo caracterizó la década de los noventa fue la ausencia de
ella a partir de negar al Estado como argumento indispensable de debate y
equilibrio. Escindir al Estado es escindir de las determinaciones políticas al
mismo pueblo de modo que la destrucción de nuestro colectivo no puede llevar
hacia otro desenlace que nuestra propia atomización social.
Para los amantes de un sistema democrático en donde existan solamente
dos fuerzas en disputa, una de centro derecha y otra de centro izquierda, el
futuro les sonríe. No habrá aquí Demócratas y Republicanos, tampoco existirán
Socialdemócratas y Liberales, ni Socialistas versus Conservadores. Nuestro
escenario se dirime entre el Populismo Estatal Industrialista por un lado y el
histórico adversario de todos los movimientos populares: el poder concentrado
de las corporaciones dominantes y las clases acomodadas en donde la salud, la
educación, la ciencia, la tecnología, el conocimiento, el valor agregado no son
sinónimos de derecho, inclusión y equidad, menos aún de distribución de la
riqueza, sólo se entienden como variables de ajuste, mercancías adicionales
dentro del sistema.
Los que no fuimos a la plaza del SÍ durante los noventa y tampoco a la
reciente plaza del NO esperamos con tranquila moderación la convocatoria
de nuestra Presidenta. Es lógico que no debemos movilizarnos según agendas que
no nos son propias. El Kirchnerismo no nació políticamente desde el odio, su
génesis fue más compleja aún, no olvidemos que fue deslegitimado por la derecha
al retirase de los comicios. Con apenas el 22% se hizo cargo de una sociedad
desquiciada en todo concepto, no podemos caer en descontextualizar la
complejidad presente a favor de un fervor militante. Nos queda esperar con
atención los guiños oficiales, dejar de lado los slogans y comprender que
analizar el presente, desentendiéndose del pasado reciente, es un error del cual
la oposición y muchos analistas suelen caer con llamativa facilidad. La
política no es lineal, existen causas y efectos, y también existen quiebres que
es necesario contemplar. Por ejemplo, se suele afirmar: Cómo es posible que
varios años de crecimiento a tazas Chinas no han permitido resolver
determinados dilemas. Falaz cuestionamiento si no se tiene en cuenta desde
dónde partimos. Si no se observa ni se explicita el estado real que tenía la
sociedad prekirchnerista, es decir, desde dónde partió, nunca vamos a poder
analizar con honestidad nuestra actualidad kirchnerista, y menos aún justificar
nuestras virulencias cuando exponemos demandas, a menos que la oquedad
intelectual y el odio visceral nos haga ver que estamos peor o igual que en el 2002.
Ciertos Sociólogos causan gracia cuando sacan una foto del presente y analizan
las cuestiones a partir de la sola percepción de la imagen. La inobservancia de
los relieves es propio de aquellos que sólo analizan a través de las fotos, obviando las causas y sobre todo desestimando e ignorando (ya lo hicieron previo a las PASO) a aquella porción de
la población que adhiere fervientemente al modelo y que espera con suma tranquilidad y seguridad colectiva la hora de
ponerlo en juego, sea en los comicios o en la calle, militando activamente, prestos para cuando
el movimiento y su conductora consideren oportuno.
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