Milonga Mendiga
Entre
poetas y mercaderes,
sospechosos
e inmolados
yacen grises los mendigos
en busca
del sol y el pan.
Tallan
lutos y fortunas,
siembran
tercos su ruindad
celosos
por la ignominia
de una
vida que no es tal.
Vaya
capricho divino,
sortilegio
celestial,
no me
mires, no te pido,
que te
acerques a danzar.
Muerto de
miedo me miras,
muerto por
náuseas te vas
soy
presencia y te repugna,
mi
escultura no es tu paz.
Puentes y
sumideros
dan cobijo
a nuestras prosas
fantasías
que el averno
necesita
conjugar;
el espanto
bienvenido
da placer
con su presencia
una calle,
una crecida,
pajonales
y a rezar.
Suena un
tango de Piazzolla
y alguien
que prende un negro
azul
nocturno de humareda
melodía de
alquitrán,
aromas de
serenatas
silenciados
hace tiempo
y la parca
que atesora
su
precursora piedad.
Entre
mendigos sabemos
de
anzuelos y profecías
conocemos
de la vianda
que el
hombre viene a dejar,
nunca
nadie se cuestiona
ni jamás
cuestionarán
cuánto de
perro y de hombre
se tumban
en su zaguán.
Los Mendigos, pintura de Pieter Brueghel
Bajo el
fanal de la plaza
cargando
filantropía
de un
Macedonio olvidado
damos
cuenta a viva voz,
el profeta
exhibe dotes
de poeta y
de cantor
los demás
somos silencio,
nitidez y
sumisión.
El mendigo
no protesta,
asume su
domicilio
no
pregunta si el suicidio
maquilla
una solución,
la
denuncia recurrente
del vecino
bien pensante
no tolera
en su paisaje
lo gravoso
de su rol.
Sabio
techo el de los crotos:
universo y
eternidad
siempre
cerca de un mercado
se arroja
la humanidad.
Alguna
bolsa que queda
con restos
a disfrutar
expiación
de gentiles
culposos
de inequidad.
Cabeceo
entre fardeles,
entre
bolsones y harapos
no le pido
a la penumbra
caricias
comodidad,
embelecos
fantasiosos
cuestas
sin escalar,
y un
barcino que lamenta
mi esperma
de soledad.
Somos
mendigos que el tiempo
no ha
intentado licenciar
réprobos
del ostento
escorias a
descartar
banalidad
del urbano
que
acostumbra simular
vilezas
que por comunes
se
decretan ignorar.
Autor: Gustavo Marcelo Sala
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