Esa cosa llamada cultura IV


La lectura en acción


Hace pocos días y a propósito del debate sobre programas de lecturas, ferias de libro y cuestiones por el estilo surgió de inmediato como dato alentador un recuerdo en sintonía con lo expresado. Se trata un esquema que vale la pena atender y que se viene practicando desde hace un tiempo en una escuela media, pública, de la localidad de Tandil. Aquí el juego literario, dentro de límites preestablecidos (reglamento), permite que el alumno adopte el hábito de la lectura a través de sus propias elecciones.

El programa se desarrolla del siguiente modo: A inicios de ciclo el docente de Lengua y Literatura le presenta a sus alumnos un listado de ciento cincuenta títulos con diverso grado de complejidad. Cuentos, Novelas, Teatro, Comics, Ensayos y Poesías conforman la batería de obras. Dichos textos están ponderados por el docente desde los diez hasta los treinta puntos según el rango de dificultad. Así podemos encontrar que Rebelión en la Granja de George Orwell ostenta 10 puntos, El Extranjero de Albert Camus 20 y 30 puntos el Banquete de Severo Arcángelo de Leopoldo Marechal, existiendo además textos de 15 y de 25 puntos. Cada alumno, dentro de las dos primeras semanas de clase, debe presentar su programa de lectura anual sumando un mínimo 120 puntos, no pudiendo finalizar trimestre alguno con menos de 30 puntos. Dos alumnos no pueden escoger la misma obra, de modo que esas dos semanas iniciales servirán al conjunto para acordar sus preferencias. Alcanzar este objetivo implica el segmento cardinal para aprobar la asignatura. Las obras escogidas por los docentes guardan relación con el año en curso, de modo que para el primer año habrá un listado, para el segundo otro y así sucesivamente.
El alumno tiene dos opciones para exponer sus conocimientos: Monografías de no menos de 3000 caracteres (cuatro carillas manuscritas) o la explicación oral en clase con la opción de la teatralización. De ese formato se desprende que más allá de las lecturas puntuales el alumno egresará de la entidad habiendo conocido no menos de 400 textos; cosa que a largo plazo multiplicará su curiosidad hacia determinados autores y temáticas.

Si bien no soy amigo de analizar la parte por el todo el caso que conozco ejemplifica la cuestión con cierta claridad. Estamos detallando el desempeño de una alumna del segundo ciclo que presentó todas sus lecturas bajo el formato de monografías. Su elección fue la siguiente:  Dentro de la Franja de 10 puntos escogió La Resistencia de Sábato, El Eternauta 1 y 2 de Oesterheld-Solano López, Los Crímenes de la Calle Morgue de Poe y Perramus de Sasturain-Breccia. En la Franja de 15 puntos optó por El Tilo de Aira, Pago Chico de Payró, Caterva de Filloy y Un Tal Lucas de Cortázar; y en el marco de la Franja de 20 puntos se decidió por El Hombre que está solo y espera de Scalabrini Ortiz.

A esto me refiero cuando hablo de política cultural en lo que a literatura se refiere. Si bien estamos detallando un sistema didáctico que se da puntualmente dentro de una entidad determinada no sería descabellado incluirla como formato curricular. Los textos escogidos pueden conseguirse de todas las formas posibles ya que no se obliga a la compra. Biblioteca escolar, Bibliotecas públicas e Internet (se les brinda detalle de páginas gratuitas) son los recursos más utilizados. De todos modos los listados se confeccionan sobre la base del inventario y la existencia física que posee la propia Biblioteca de la Institución. Aquí la Bibliotecaria tiene una tarea esencial como asesora, escogiendo y discriminando textos en función de su particular experiencia en la materia.
Por entonces conversar con una niña de 13 años sobre las marcas literarias que le dejó la lectura de La Resistencia de Ernesto Sábato me resultó una vivencia reconfortante.

Esta niña hoy cuenta con 16 años. Sus textos se han complejizado paulatinamente por fuerza de su propia complejidad, de su propia indagatoria y curiosidad. En la actualidad disfruta de Joyce, Chesterton y de Quincey, de Stendhal, Camus y Sartre, de Goethe, de Borges, de Schopenhauer y de Unamuno; apellidos que son su compañía habitual por fuera de los reglamentos. La literatura trascendió, caminó sin prisas pero sin pausas desde el juego interior hacia un hábito placentero y al mismo tiempo exigente, debido a aquel goteo, casi imperceptible, constante, no espasmódico, que algún docente amplificó corriendo los límites que el sentido común curricular marcaba burocráticamente. Hace pocas semanas me hablaba sobre su intención de cursar la carrera de Periodismo en la Universidad de La Plata debido a su marcado gusto e interés por el análisis político-social y su correlato dentro del ensayo.

La piba va a bailar, sale con amigas, practica deportes y tiene novio. Mientras cena ve Graduados y toda aquella tira o película en donde Francella participa; mira los Simpson, le gustan por igual las hamburguesas y las papas fritas y chatea hasta que se aburre. Pasadas las diez y media de la noche se interna en su cuarto para encontrarse con sus viejos amigos: los escritores, generalmente la comunión dura aproximadamente dos horas hasta que el sueño vence. Es una piba normal, tiene granitos y se fastidia mientras se pone crema, sus duchas duran una eternidad debido a la obsesión que tiene por su cabello, la ropa no es un tema que le resulta preocupante, cualquier cosa que le brinde comodidad forma parte de su ajuar. Vale decir, dista de ser un estereotipo proveniente del más hondo de los prejuicios, disfruta de la cultura y de divierte con ella, establece códigos propios para discriminar en función de su formación, proceso que se desarrolló tanto en el ámbito de su hogar y como en su entorno educativo, en consecuencia se hace necesario desmitificar determinados formatos establecidos. Los estereotipos compulsivos como la Feria del Libro, los Concursos Literarios y demás formalismos no cuentan para ella. Su proceso cultural individual incluye todas, absolutamente todas las herramientas posibles de ser usufructuadas, y eso se debe a los estímulos adquiridos durante su etapa de formación. La adolescente es “víctima” de un proceso cultural positivo y libre, en donde su propio grado de exigencia ha edificado buenamente una personalidad curiosa y ciertamente en estado de rebeldía.

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