0800 –
Inquisidor
Huir hacia
delante, o caer en el abismo
Resulta muy
común que en determinados momentos críticos o cuando menos de incertidumbre
política los ejecutivos gobernantes suelen huir hacia delante extremando sus
conceptos mediante pulsos concluyentes (medidas efectistas) con el objeto de
reafirmar poder y demostrar a la vez una vocación pétrea y sin quebrantos con
relación a la continuidad de su proyecto político. Generalmente el mensaje
político de esta estrategia apunta a los propios seguidores, de modo ninguno de
ellos tenga la leve sospecha de debilidad ideológica en el campo de la
gestión.
En este aspecto
el sentido inteligente suele ser el mejor de los remedios para que tal cuestión
no circule por caminos del espasmo, evitando que contenga elementos que a la
sazón resulten perjudiciales por no haber sido pensados de cara al futuro,
medidas que siempre suelen responden a cuestiones eminentemente coyunturales,
alejadas de toda planificación.
El 0-800 que
lanzó Macri no es otra cosa que un espasmo colocado en el centro de una
coyuntura política demasiado compleja (su procesamiento individual, los subtes,
los derrumbes, la causa en contra de su agente de propaganda) que tiende a
reafirmar entre los propios adherentes líneas innegociables, figuras
doctrinarias que responden estrictamente a la ideología de sus seguidores. Es
decir, en el marco de un momento político desfavorable asegurarme que ningún
marinero se lance del barco. Este mecanismo de control selectivo de la
actividad política juvenil constituye solamente un relato insulso y ciertamente
propagandístico ya que adolece de correlato legal; esto es así, y no puede ser
de otro modo, debido a que en democracia resulta descabellado coartar las
naturales libertades que el sistema ostenta como sanos anticuerpos.
Recuerdo cuando
De La Rua tuvo que adelantar su viaje en helicóptero a propósito de un espasmo
(huir hacia delante) que bajo el prisma de una supuesta fortaleza política
propuso un Estado de Sitio como respuesta a un clima de extrema complejidad
social. Dos días y 33 muertos tuvo como resultante la impolítica determinación.
En aquel entonces el pueblo pasó por encima del espasmo que propuso el gobierno
aliancista (ya en ese momento de exclusivo corte Radical) en consecuencia no
toda medida, en apariencia concluyente, tiene como resultado el fin deseado.
Este 0-800,
grave desde muchos aspectos y a los cuales ya se han referido certeramente
muchos pensadores y periodistas del campo popular, encierra la intencionalidad
política de responderle por la afirmativa, conformar, y aglutinar a aquel
segmento social cuyo odio visceral al Ejecutivo Nacional es la savia de su
estructura intelectual. Constituye un mensaje basado en el slogan mediático: “Aquí
estamos nosotros para hacerle frente a estos tipos que vienen por todo”. (¿?)
La teoría de
huir hacia delante (profundizar políticas acorde con un programa) no es una
estrategia exclusivamente reaccionaria. Esto quedó demostrado por el Gobierno
Nacional luego de la derrota (en términos relativos) cuando los eventos de la
resolución 125. A partir de ese momento el Kirchnerismo aceleró políticas
sociales y económicas inclusivas que estaban en carpeta a la espera del momento
adecuado logrando de ese modo revertir una situación ciertamente compleja. No
nos puede extrañar el natural rédito electoral de esas políticas en tanto y en
cuanto esas medidas constituyeron una ampliación en la base de incluidos. Si se
quiere interpretar burdamente huyó hacia delante dentro del marco de un plan de
gobierno por medio de políticas a corto, mediano y largo plazo, y no por medio
de espasmos compulsivos y mediáticos.
El verdadero
dilema que aún la derecha no ha podido resolver es cómo disimular su marcada
orfandad política en medio de una sociedad mayoritariamente politizada, y en
consecuencia, cómo hacer oposición sin contenidos políticos. Hasta ahora le ha
ido bastante bien de la mano de los medios y cierta asepsia porteña.
En respuesta a
este 0-800-inquisidor me permito proponer multiplicar exponencialmente la
participación política dentro de los colegios de modo tal observar qué es lo
que había detrás del espasmo. Inundar con participación juvenil todos los
establecimientos y que tal cosa se manifieste de carácter horizontal y
democrática. La Cámpora, la J.R, la juventud Socialista, y demás conjuntos
militantes porteños con arraigo popular deben poner freno a este solapado
intento del Pro por socavar los cimientos participativos, porque más allá de la
diferencias políticas coyunturales aquí está en juego un modelo de sociedad. De
todas formas me sorprende, y lo digo con mucha tristeza, que hasta ahora
ninguna agrupación política de la oposición y que se autodefine como
progresista, ni orgánica ni juvenil, haya cruzado críticas taxativas a tamaña
medida coercitiva y chivata.
Estos huérfanos
de la política detestan a la política, en consecuencia, no desean dirimir los
encuentros, desde la praxis y la dialéctica, dentro de ese terreno. Su
intención no es otra que acotar los canales participativos: ni escuelas, ni
hospitales, ni calles, ni plazas, ni centros barriales, ni centros culturales,
ni clubes, ni universidades. Sólo los medios, en especial las corporaciones
dominantes, ahí se sienten como peces en
el agua; para ellos la política es solamente eso: publicidad efectista y
espasmo petulante.
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