A veces imploro
A
Veces Imploro
A veces imploro por
lunas candiles
eruditas en halos de
claridad.
No siento maltrato
por el supuesto vacío
del espectro,
percibo y sospecho
que a la larga
el cinismo espera y
vence.
Ante todo nada es
posible,
reniega de mí
voluntad, conspira,
conserva algo de
orgullo
apuesta por su
pericia.
Me invaden ayudas
extrañas
esas que uno no pide,
auxilios que exhortan
con vencimiento
mediante.
Ayuno necesario
por exceso de
descanso,
almuerzo, merienda,
cena:
fusión improcedente.
El bandoneón de
Astor
preserva todo en su
lugar
haciendo promedio
entre placeres y
malestares.
Es una mañana
singular
tanto como otras,
completa de abismos
ausente de besos y
caricias.
No la llevo tan mal
con mis espejos
si bien delatan
quebrantos
conservo de ellos
laberintos
que sin mi se
rasgarían...
Es vago y cruel
considerarlos aliados
son simples
acrílicos,
incunables agendas
archivos inmortales.
Debo admitir que aún
conservo
algunos de mis
sentidos
conforme a requerimiento.
Suelo abusar del
paladar
para amansar en él
cepajes solidarios
acaso densos, acaso
tortuosos.
La ojera marcada por
el tiempo
sigue prestando
atención
sobre aquello que
vale la pena leer.
El odio, como sexto
sentido,
acompaña aún con
limitaciones,
aún cuando magros
solos de penumbra
me indiquen que no
es lo mío.
Sigo madurando,
si se quiere de
manera taxativa,
acaso nada es
posible,
ilusorio huir de mi vasallo
imposible conservar
algo
por lo cual pueda
sentir
cierta migaja de
orgullo.
Gustavo
Marcelo Sala
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