1974
Una Historia de Amor
Cuento - Autor: Gustavo Marcelo Sala
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Y desde cuándo te comenzó a fascinar Rubén.
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No hubo ni un momento ni una circunstancia determinada. La
cosa se fue dando. Pasé del más absoluto desinterés a una observación paulatina
de sus modos y formas. Comencé a sospechar que un tipo que se sometía a
semejante ejercicio intelectual debía cuando menos tener alguna razón o excusa
para tal conducta, cuestión que la mayoría de nosotros nunca había logrado
interpretar – respondió Marcos -
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A mí siempre me pareció un renegado, un mal llevado –
sentenció David
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¿Te hizo algo?
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Nunca.
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¿Entonces?
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Si ya sé... peco de prejuicioso.
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Como mínimo.
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No me cierra. Juega al fútbol como los dioses, jamás vi algo
similar, y nunca le interesó probarse en algún club, tiene una pinta envidiable
y nunca lo vimos acompañado, ni siquiera viene a bailar con nosotros, labia le
sobra, sin embargo habla menos que poco, tiene un buen pasar económico no
obstante nunca se sintió atraído por la novedades que el mercado nos ofrece.
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¿Cuánto hace que lo conocemos?
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Estábamos en cuarto - aseguró David -, hace unos siete años
entonces. Lo recuerdo apocado y timorato. Después se fue soltando un poco, pero
no mucho.
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¿Ves?
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¿Qué tengo que ver?
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¿No te da curiosidad?.. Qué se yo, conocer su historia, su
familia – disparó Marcos -
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El tema es entrarle, digo para que no se sienta invadido.
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En eso estoy. Por el momento trato de ser tangencial, dejo
que él decida, me abstengo de interrogar.
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¿Fuiste a la casa?
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Aún no.
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Te habló de su gente.
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No. Por ahora la literatura es nuestro tema.
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¿Vos leyendo?
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Veo que nunca le prestaste demasiada atención a la
biblioteca que tengo en casa.
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¿Y qué tipo de literatura?
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De todo un poco. No se cierra a ningún género – afirmó
Marcos -. Le gusta mucho la novela romántica clásica, detesta lo comercial. Te
hablo del Werther de Goethe, de la poesía Shelley, de las Flores del Mal de
Baudelaire.
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¿Coinciden?
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Estoy leyendo para no quedar descolgado. En lo personal
siempre me dediqué a la literatura nacional. Borges, Cortázar, Bioy, Filloy.
Mirá que cosa interesante; gracias a esta relación estoy ampliando mis
horizontes culturales.
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Demasiado esfuerzo en lo que a mí respecta.
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No es un esfuerzo cuando el asunto incluye placer.
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Supongo... ¿Hablan de minas?
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Por el momento no son tema fuera de lo eminentemente
literario.
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¿No te da qué pensar?
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No tengo nada qué pensar. ¿Qué te pasa David? Ahora también
sos homofóbico. ¿Y si fuera homosexual qué? De todos modos para tu tranquilidad
te cuento que no me parece. Rubén maneja códigos inusuales para nuestra edad,
es más, a veces siento que estoy hablando con mi viejo.
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Tu viejo murió cuando estábamos en tercero.
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Tengo recuerdos. Señales que el mismo Rubén refresca cada
vez que nos encontramos. ¿Te acordás cuándo ganamos la final del torneo que
organizó Parque?
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Cómo me voy a olvidar. Los flacos de Villa Luro se vinieron
esa noche con dos pibes de las inferiores de Vélez. Rubén la rompió. Me acuerdo
que la gente de Parque, luego de finalizada la entrega de premios, le ofreció
ficharse mientras nos estábamos cambiando. Todos nos fuimos a festejar menos
ustedes dos – evocó David –
-
Bueno. A partir de esa noche comenzamos a desandar nuestra
relación. Recuerdo que llegamos caminando hasta el Balón, cenamos una pizza
acompañada con un par de cervezas. Desde que llegamos hasta que nos fuimos en
ningún momento hablamos del partido. Cine, música, literatura, todo matizando
con la política. A Rubén le interesa mucho relacionar la filosofía con la
historia y ésta con la política. Por él me enteré de qué se trata militar
socialmente desde las bases y todos esos asuntos que tanto movilizan en la
actualidad a los sectores universitarios. Labura con un cura villero en Ciudad
Oculta. Va los sábados a la mañana; mientras sus compañeros de grupo preparan
las meriendas y los almuerzos, él entrena a los pibes que luego compiten en los
torneos Evita – concluyó Marcos -
-
¿Montonero?
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Primero puto, ahora “monto”, estás repleto de prejuicios,
David.
-
Estamos en 1974 Marcos.
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Nada que ver. Aunque todavía no hablamos sobre el tema de la
lucha armada me parece que sobre la base de sus concepciones humanistas la
violencia no encaja en su estructura intelectual como método para la resolución
de conflictos de clase; de hecho no está afiliado a ningún partido político, ni
siquiera se autodefine como un tipo de izquierdas. Detesta los dogmatismos;
suele afirmar que los extremos se concentran más en procura de correr los ejes
de las discusiones de modo justificar sus fundamentalismos que instalarse de
plano en la solución de los problemas reales que atañen de sus compatriotas.
Afirma que esos tipos tienen más ganas de tener razón que de ser felices.
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Debe estar preocupado.
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Si lo está, por lo menos no lo exterioriza – afirmó Marcos -
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Desde que murió Perón la cosa está jodida para la gente de
nuestra edad. Somos todos sospechosos; me imagino que en su caso se potencia al
laburar en la villa. Digo, por lo de Mugica.
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Me cuenta poco sobre eso. En ocasiones corta la conversación
abruptamente. Me da la sensación que no quiere involucrarme.
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¿Tu viejo falleció en un accidente verdad? – preguntó David
–
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Lo atropelló un auto a dos cuadras del sindicato. Era
delegado gremial en la planta de Philips ubicada en Panamericana y General Paz.
Algunos intentaron darle cierta connotación política, lo cierto es que el tipo
que lo atropelló se detuvo y trató de asistirlo, incluso se quedó en el lugar
hasta que llegó un patrullero con la ambulancia. La cosa daba para pensar. Eran
tiempos en donde el sindicalismo dirimía sus internas a los tiros. Momentos de
dictadura y extraños alineamientos. Dos CGT, peronismo sin Perón y cosas así.
Fue un par de años antes de El Cordobazo. Mi viejo era muy amigo de Raimundo
Ongaro, secretario general del sindicato de los gráficos. Hombre que supo venir
a casa en más de una ocasión.
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¿Hubo juicio?
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Homicidio culposo. Aparentemente y según testigos mi viejo
cruzó entre dos autos estacionados sin observar el transito. El hombre estuvo
algunos días detenido hasta que se resolvió la carátula de la causa. Los
seguros, tanto del conductor como los del sindicato, se encargaron del resto.
Buena parte del confort que tenemos en el presente con mi vieja se lo debemos a
la muerte de mi Papá, toda una paradoja; el negocio, la casa, el auto... en
fin; encima por ese asunto, durante la colimba, sólo tuve que afrontar el
período de instrucción, a los cuarenta días me dieron de baja.
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Es cierto, no me acordaba. Mientras todos estábamos entre
milicos vos te paseabas con Graciela por el barrio. ¿Volviste a ver al tipo?
-
¿Con qué objeto? A nosotros nos quedó todo muy claro. Nada
nos hace pensar que no fue accidente.
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¿Invitaste alguna vez a Rubén a tu casa?
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Si, pero hasta ahora no se dio la oportunidad. Traté de
estimularlo con los títulos que tengo en mi biblioteca. La mayoría textos heredados
de mi abuelo el anarquista; el diseño de las estanterías y su correspondiente
ordenamiento temático me pertenece con exclusividad.
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¿Cuántos volúmenes tenés? – preguntó David -
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Debo andar por los mil doscientos. Estamos hablando de una
habitación de seis por cuatro con muebles laterales y centrales ordenados en
galería. Una vez por semana, a modo de paseo, me voy al centro y recorro las
librerías de Corrientes, me compro todo lo que me interesa. En más de una
ocasión me acompañó Rubén. Priorizo textos clásicos de la literatura universal,
mayormente usados; los adquirís a muy bajo precio aprovechando las ofertas. Por
ejemplo, la semana pasada conseguí a precio de regalo el Cancionero de
Petrarca, texto que hace décadas se dejó de editar. Últimamente y por su
influencia he dejado un poco de lado a la literatura nacional y latinoamericana
aunque siempre compro algún ejemplar del cual haya recibido buenas referencias.
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¿Cuánto gastas por semana?
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No es gasto, es inversión, de todos modos te aclaro que es mucho
menos de lo que vos gastas en el boliche cuando vas a bailar. Entre la entrada
y el trago tenés no menos de cuatro títulos.
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¿Lees todo lo qué comprás?
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No.
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¿Entonces?
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Están allí, a la espera del curioso. Puedo ser yo, mi vieja,
algún visitante, un amigo, mi prole cuando la tenga. Un libro comienza a tener
vida cuando el lector decide incluirse dentro de sus infiernos.
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¿Qué manera de juntar polvo?
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Qué boludo sos.
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¿Volviste a ver a Graciela? – preguntó descolgado David
cambiando abruptamente de tema –
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Desde que ingresó a la universidad nunca más la vi, y eso
que vive a cuatro cuadras de casa. Mi vieja me contó que se la cruzó por el
barrio un par de veces y que en ambas ocasiones le preguntó por mí, de todas
formas cuando la llamé no me respondió, me decían que no estaba, nunca me
devolvió la llamada. Ante esas circunstancias lo mejor es no joder, persistir
es de necios.
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Estuvieron de novios mucho tiempo, ¿no te parece raro?
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Cuatro años. No me parece extraño, cuando el amor se va no
hay nada por hacer. Forzar encuentros, situaciones, casualidades, nada sirve;
es más, lo considero contraproducente, lastimoso y tedioso al mismo tiempo –
sentenció Marcos –
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¿Qué estudia?
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Después de tantas vueltas se decidió por Antropología. Cursa
en Filosofía y Letras de la UBA.
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Ponele la firma que se metió en alguna agrupación. Filo
junto con Abogacía son las facultades de la UBA más politizadas. Quién no
milita es sapo de otro pozo, le hacen el vacío.
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No te lo puedo afirmar ni negar, simplemente lo desconozco.
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¿Le hablaste a Rubén sobre Graciela?
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Te dije que de mujeres no hablamos. A propósito, el próximo
sábado voy con Rubén a Ciudad Oculta. Me invitó y acepté. Creo que puede ser de
mucha utilidad percibir otras realidades, de paso le doy una manito con los
pibes.
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Estás en pedo. Para conocer que existe el cianuro no es
necesario tomarlo.
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No estamos hablando de veneno, se trata de personas.
Comunidades que desean y tienen esperanzas, igual que nosotros, y que por
cierto determinismo histórico deben sufrir los avatares de las injusticias de
la época.
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No contés conmigo Marquitos.
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Nadie te lo pide. De todas formas creo que se trata de una
experiencia que te puede enriquecer, sobre todo desde lo humano.
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Olvídalo, el sábado por la mañana tengo que dormir la resaca
de los viernes.
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Espero te des cuenta la razones por las cuales Rubén nunca
estuvo cerca de la barra.
Rubén y Marcos se
encontraron a las ocho y media de la mañana en la esquina de la Avenida
Rivadavia en su cruce con Segurola, lugar exacto en donde tiene la parada el
colectivo 92, medio de transporte indispensable para llegar a destino. Marcos
estaba relativamente cerca del punto de reunión, apenas quince cuadras separan
su domicilio del aquel lugar, de modo que la caminata era cuestión obligatoria
ante la ausencia de un medio público que lo acerque. Floresta norte, por la
mañana y en primavera, tiene señales particulares que la hacen bastante
distintiva con relación al resto de las barriadas porteñas. Veredas muy anchas,
arboledas de mediana traza prolijamente contorneadas y casas de única planta lo
exhibían como un barrio más cercano al estilo suburbano que metropolitano.
Ausente del vértigo céntrico se podía caminar con la misma seguridad tanto por
las aceras como por las calles, algunas bicicletas y carros tracción a sangre
se podían observar aún como usual medio de transporte vecinal cosa imposible de
advertir en los barrios del este porteño. Recién en Floresta, Villa Luro o
Villa Devoto era admisible tal paisaje. Mimbreros, lecheros y diarieros le
hacían frente a la modernidad corriendo sus fronteras laborales hacia el oeste.
Rubén venía de su bajo Flores natal. Barrio que marca como ningún otro las
diferencias y contradicciones del sistema dominante. Calles de tierra, algunas
pocas asfaltadas pero sin las necesarias cloacas, cuestión que propiciaba, ante
cada lluvia importante, ríos que no siempre eran de agua. Escasa iluminación,
una nocturnidad ciertamente peligrosa y poquísimos medios de transportes
acrecentaban exponencialmente su modesto valor inmobiliario. Desde el punto de
vista comercial se la calificaba como una barriada expulsiva, pero debido a su
baja cotización la cuestión se volvía muy cuesta arriba para aquellos vecinos
que pretendían proyectar una mudanza. Los ofertantes no abundaban y aquellos
pocos compradores que se interesaban en la zona generalmente provenían del
suburbano y lo hacían mediante créditos bancarios que difícilmente completaban
las exigencias hipotecarias. Al mismo tiempo que Rubén descendía del colectivo
77 Marcos estaba intentando prender su primer Particulares 30 de espera.
-
Cómo te va – el firme apretón de manos entre ambos asentó
amablemente la satisfacción por el encuentro -
-
Aquí me ves – contestó Marcos - a punto de prenderme un
tabaco, como diría El Pampa
-
Mirá lo que te traje; es para tu biblioteca – Rubén extrajo
de su bolso un libro cuya traza era
bastante deslucida-, sospecho que no lo debés tener, la última edición data de
1953
-
El Libro Negro, Giovanni Papini – leyó en voz alta Marcos -.
Genial, te agradezco mucho. Justamente de Papini conseguí hace un mes La Novela
de Gog. Me lo recomendó el librero. El volumen estaba tirado en uno de los
anaqueles de ofertas, inclusive estaba sin tapa, literalmente me lo comí en dos
tardes
-
Me alegro haberle pegado – exclamó Rubén con satisfacción -,
es muy complicado regalar tanto textos como discos, es algo muy privativo,
generalmente las personas los obsequian teniendo en cuenta sus propios gustos
suponiendo que dichos criterios resultan inobjetables. Soberbia le dicen,
aunque en lo personal no sería tan duro, cierta distracción egocéntrica si me
permitís el sofisma.
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¿Son de madrugar los pibes de la Villa?
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El hambre apreta desde el amanecer. Por fuera de la gente
que labura directamente con el Cura Manuel de lunes a viernes, la organización
de la Villa nos tienen divididos en dos grupos. El primero llega
aproximadamente a las siete de la mañana, son cuatro chicos y lo hacen con una
camioneta de uno de los compañeros cargando todos los comestibles que
teóricamente deben alcanzar para la semana. Las donaciones las retiran de las
unidades básicas de la zona. Esto forma parte de un acuerdo que el Cura tiene
cerrado con varias agrupaciones peronistas de base. Leche en polvo, fideos,
arroz, harina, azúcar, yerba, y demás productos no perecederos. Ellos se
encargan de ordenar el pañol mientras que los propios colaboradores y vecinos
preparan el desayuno. El segundo grupo, es decir nosotros, debemos arribar tipo
nueve para comenzar con las actividades recreativas y culturales: deportes,
teatro, música. Somos seis. Hay de todo, universitarios, obreros y algún que
otro militante de la JP. Dentro de los diez pibes que laburamos con el Cura hay
cuatro chicas. Desarrollamos las actividades durante todo el día, se almuerza,
se toma la merienda y a eso de las siete y media nos vamos. Los días de eventos
y competencias la camioneta es la que nos permite que ningún pibe se quede sin
participar. Ahí viene el bondi, vos subí, yo saco...
El desvencijado Bedford circulaba por
Avenida del Trabajo como podía. Era imposible continuar la conversación debido
a la cantidad de sonidos que manaban desde el propio interior del colectivo,
más aún, el magazine del chofer enfatizaba el dilema a propósito de su elevado
volumen y un gusto musical ciertamente deplorable. El vehículo era uno de los
escasos sobrevivientes que aún quedaba de principios de los sesenta, ejemplares
que supieron poblar la ciudad de Buenos Aires ante la desmesurada explosión
urbana y con ella el desarrollo del sistema de transporte privado de pasajeros.
Dos hileras de asientos dobles con un pasillo central presentaban notorias
incomodidades, molestias que se potenciaban debido a que la unidad adolecía de
puerta trasera, por lo que observar el circular de pasajeros en direcciones
encontradas era paisaje recurrente. Si bien a esa hora, y siendo sábado, el
coche no estaba completo uno podía imaginar con alto grado de certeza el
calvario usual que debían soportar sus peregrinos en las horas pico. Gran parte
del parque automotor estaba prácticamente renovado. Las modernas carrocerías de
los Mercedes once doce y once catorce circulaban por la ciudad en la mayoría de
las líneas. Sólo unas pocas empresas intentaban especular tratando de sacarle
jugo a los últimos frutos, remanentes de una olvidada opulencia, móviles cuyas
cortezas sólo podían ser aprovechadas como precarios aguantaderos. La 92 era
una de ellas, otra era la 105; mientras el 144, el 99 y el 77 no se quedaban
atrás; con el tiempo algunas dejaron de funcionar debido a que no eran
utilizadas por los usuarios justamente por la ausencia de eficiencia y rapidez en
el servicio, otras debieron invertir forzosamente para no recorrer el mismo
camino. Marcos y Rubén descendieron del colectivo en la esquina de Tellier y
Avenida del Trabajo; para ambos abandonar el vehículo podía entenderse como un
ejercicio liberador, sobre todo a los efectos de no tener que soportar más las
cumbias y los cuartetazos del chofer. En ese sentido ambos coincidían con los
gustos musicales: Pink Floyd, Yes y Creedence, fronteras afuera; Sui Generis,
Pescado Rabioso, Alma y Vida, Aquelarre, en el ámbito nacional. En cuanto a
solistas, odiaban todo lo latino que viniese con sello de la gusanería,
dedicándose exclusivamente a escuchar trovadores de la talla de Heredia,
Zitarrosa, Viglietti, Larralde, Mercedes Sosa y Atahualpa. De vez en cuando
matizaban con música clásica, sobre todo a ritmo de los adagios. A las nueve en
punto ingresaron por la calle principal del barrio rumbo a la capilla. La
muchachada saludaba a Rubén como un vecino más, debiendo soportar a su paso y
de modo estoico alguna cargada futbolera producto de su fanatismo por el
famélico Deportivo Español, club que por entonces se debatía en las divisiones
de ascenso de AFA. Si bien una buena parte de los muchachitos no podían esgrimir
ostentos ni pergaminos, debido a que en su mayoría adherían por River y por
Boca, clubes que por entonces tenían escasos laureles para exhibir, el primero
con diecisiete años de sequía y el segundo con idas y vueltas marcadamente
frustrantes, el disfrute por la desventura ajena es muy característica cuando
de fútbol se trata. A principios de los setenta Estudiantes de la Plata e
Independiente a escala internacional y San Lorenzo, Huracán, Newell´s y Rosario
Central, en el ámbito local, eran los que dominaban la escena futbolera;
equipos que no concitaban un masivo interés en la barriada. Sólo los cuervos de
Boedo poseían algunos destacados hinchas en la Villa, uno de ellos el Cura
Manuel, que bien acostumbrados estaban a los triunfos desde las épocas de los
“carasucias” y los recordados “matadores” del 68. El mundial de ese año había
pasado sin pena ni gloria al igual que el juego exhibido, sólo Holanda había
ensayado algo de belleza futbolera. La tristeza por la muerte del General había
superado cualquier desilusión de carácter terrenal. Se había muerto el único
tipo que nos tiraba un hueso para el puchero – afirmaba Rubén -, la barriada se
sentía menos protegida, acaso abandonada, más “Oculta”, menos “Ciudad” quizá.
-
Cómo le va Padre, le presento a Marcos, vino para colaborar
en el barrio.
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Un gusto, espero que no sea por única vez. Un par de brazos
bien dispuestos se necesitan tanto como la misma comida.
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El gusto es mío, Rubén me habló mucho de su obra.
-
¿El resto de la gente? – preguntó Rubén –
-
Parte de los chicos están en el pañol acomodando la
mercadería – contestó el Cura -, el resto colaborando en el comedor.
-
¿Qué hacen esos dos Torinos con cuatro tipos dentro
flanqueando la entrada? – inquirió Rubén -, el sábado pasado no estaban.
-
Los mandaron de Bienestar Social, están desde el miércoles,
dicen que es para nuestra seguridad – contestó el Cura –. Hacen horario de
oficina, a la noche se van. Según me informaron lo de Mugica los sensibilizó de
tal forma que han decidido proteger las actividades barriales de los Curas
villeros. Parece que hubo un acuerdo entre el Gobierno y la Curia.
-
¿Les cree? – se atrevió a preguntar Marcos –
-
En absoluto.
-
¿Entonces?
-
No los puedo echar, además todo lo que aquí ocurre es
demasiado claro y transparente como para intentar cualquier desatino.
Un abigarrado grupo
de pibes venía caminando desde lo profundo del barrio en dirección a la
capilla, lugar físico en donde se apostaba el comedor. Media docena de
muchachos y chicas se entremezclaban entre ellos; algunos cargando en sus
hombros a los más pequeños mientras que los otros orientaban una suerte de
espontánea murga que avanzaba a ritmo de un creativo popurrí siguiendo el
singular estilo de los candombes orientales. Graciela era una de las más
entusiastas preceptoras. Marcos, durante varios minutos, se mantuvo absorto
ante el testimonio visual del cual era involuntario espectador.
-
¿Conocés a esa chica? – preguntó Marcos –
-
¿Cuál de ellas? – replicó Rubén -
-
La de overol y camisa cuadros
-
Graciela Molina, estudiante de Antropología. Llegó al barrio
hace un mes de la mano del Corcho, aquel pibe de barba y de buzo verde, otro
estudiante de Filo. Militan dentro del Peronismo de Base en el ámbito
universitario. La piba parece buena gente, solidaria, muy laburadora.
-
Es muy bonita – ironizó Marcos -
-
Bellísima. Anda sola. Parece que hace poco salió de una
relación muy fuerte, prefiere no hablar del asunto. Según dicen sigue enamorada
aunque en lo personal jamás le doy entidad a los rumores. De acuerdo con lo que
me contó el Corcho el ex no es del palo, un burgués que jamás comprendería su
elección de vida. Es más, le hizo un tirito y rebotó del peor modo. ¿Te resulta
familiar?
-
Soy el burgués que jamás comprendería, Rubén.
-
¡No te puedo creer!... Me quiero morir. Mierda con los
prejuicios y las casualidades.
-
Vive a pocas cuadras de casa; estuvimos cuatro años de
novios.
-
Nunca mencionaste el tema.
-
Jamás hablamos de mujeres.
-
Siempre me pareció que el amor es una cuestión privada, y
que si el tema salía bienvenido sea, no voy a ser yo quién fuerce determinados
asuntos.
-
Así lo supuse.
-
¿Incómodo?
-
Tremendamente. Estoy pensando seriamente en rajarme.
-
¿Veo qué te sigue interesando? – preguntó Rubén –
-
No puedo negarlo.
-
Naturalizá el encuentro. Disculpá que me meta en distritos
privados, pero me parece que es una buena manera de relajar el momento. Además
es probable que deba revisar los motivos de la ruptura, si es que dicha ruptura
efectivamente se elaboró a partir de un cambio muy profundo en sus intereses y
cierto perjuicio que esas modificaciones generan con respecto a los demás.
-
Aclarame ese último punto.
-
Es una cuestión de paciencia. La mayoría pretende que sus
propias modificaciones sean comprendidas, aceptadas y hasta imitadas dentro de
la misma sintonía temporal. Tal vez Graciela te haya enviado señales que por
prejuicios propios no alcanzó a desarrollar en su verdadera dimensión. Sumale a
eso que ambos estaban muy lejos de estas cuestiones. De modo que en lugar de
poner las cartas sobre la mesa tal vez optó por exponer su nuevo ser individual
a partir de un mensaje subliminal, aristas generalmente confusas y extemporáneas, complejas de
percibir.
-
Tu mensaje fue más efectivo que el de ella.
-
Yo no forcé ninguna situación. Vos elegiste estar hoy
conmigo y acá. No tuve ninguna necesidad de convencerte. Solo, sin presiones ni
pedidos, te interesaste por mi mundo. Te tuve paciencia.
-
Eso quiere decir que me buscaste.
-
Que no te quepa ninguna duda. El resto de la barra no es
como vos. Tomemos a David como ejemplo. Lo nombro porque sé que es muy amigo
tuyo. El tipo siempre trató de exportar gustos y deseos propios, nunca se
esmeró, en lo que a mí respecta, por intercambiar experiencias. Yo no soy un
boludo por mis elecciones. No juego profesionalmente al fútbol sencillamente
porque no me interesa, no me agrada dentro del campo de mí individualidad
profesionalizar algo que prefiero mantener dentro del terreno lúdico. Tampoco
debería ridiculizar mi desinterés por el boliche y las juergas nocturnas. Opto
por otros ámbitos, otros universos, ni mejores ni peores, distintos. Mal haría
en descalificar gustos ajenos para valorar los propios, aún teniendo mérito
para ello. ¿Graciela conoce a David?
-
Tuvo la oportunidad de dar con él en esas típicas y
aburridas reuniones de parejas. ¿Vos creer qué me juzgó tras ese prisma?
-
Es probable. En lo personal – continuó Rubén –, y después de
tantos años no me había dado cuenta la calidad de tu madera hasta aquella noche
de la final contra Villa Luro. Observé con agrado que ni siquiera planificamos
nuestro íntimo festejo por ese campeonato. Es más, no hablamos del asunto en el
Balón. Para qué arruinar con palabras un momento que disfrutamos con extrema
intensidad.
-
Viene para acá.
-
Así debe ser, es hora de planificar la actividad del día. La
Capilla es el centro de reunión. Hoy tenemos fecha libre en el marco del
torneo, de modo que vamos a compartir las actividades con el resto del grupo,
excepto durante los noventa minutos que dura el entrenamiento. ¿Me vas a dar un
manito con los arqueros?
-
¿Te parece? yo solamente atajo, calificarme como arquero es
demasiado grande.
-
El sábado pasado les adelanté a los pibes que les traería al
mejor.
-
Contá conmigo.
-
En ésta te dejo solo Marcos.. en quince minutos te espero en
la canchita. Hacé una cuadra y doblá a la izquierda, el pasillo te lleva.
Ese tal Corcho
establecía con Graciela una suerte de “Catenaccio”, digno cancerbero muy propio
de los esquemas defensivos del exitoso técnico del Inter de Milán, Helenio
Herrera. No la dejaba nunca en soledad; lo cierto es que parecía más preocupado
en permanecer cerca de ella que concentrado en su específica tarea con los
pibes. Hasta el mismo reencuentro lo tuvo como testigo del escueto diálogo.
-
¿Vos acá? – se manifestó sorprendida Graciela –
-
Lo mismo pensé cuando te vi venir – retrucó Marcos -, de
hecho conversaba con Rubén del tema.
-
¿De dónde lo conoces?
-
Terminó la secundaria conmigo y esporádicamente viene a
jugar al fútbol con la barra. Hace un par de meses comenzamos a frecuentar.
-
Es bueno cambiar de aire.
-
Tal vez el aire siempre haya sido el mismo, el asunto radica
en no prejuzgar.
-
Ya lo creo. Te presento a Luis Maffeo, aquí lo conocen como
el Corcho. No sólo es mi compañero en las tareas del barrio además cursamos
juntos en la facultad.
-
Un gusto, Marcos Longhi.
-
Encantado viejo. ¿Amigo de Rubén?
-
Viejo conocido, amigo reciente.
-
Bienvenido entonces, siempre es bueno agrandar la nómina de
voluntarios.
-
No sé si esto se va a extender en el tiempo. Hoy resulto
solamente un invitado que viene a darle una manito a Rubén con los arqueros.
-
Me alegró de verte Marcos, sobre todo aquí – interrumpió
Graciela -. Vamos Luis, ya estamos atrasados, los chicos esperan.
-
En el almuerzo nos vemos – se despidió el Corcho mientras
ambos se alejaban en dirección a la Capilla –
Marcos notó en
Graciela una llamativa frialdad, displicencia lindante con el desinterés. Una
sorpresa inicial, muy poco efusiva, dejó paso para que su meloso guardaespaldas
encamine un exánime coloquio.
-
¿Cómo te fue? – preguntó Rubén apenas Marcos se colocó a su
lado para las correspondientes presentaciones ante el grupo de chiquilines –
-
Después hablamos, tengo ganas de entrenar a los arqueritos.
-
Bueno, ya me has dado una buena parte de la respuesta.
-
Qué sabio resulta no hablar de mujeres.
-
No siempre – replicó Rubén –
Luego de una breve
ceremonia en donde Rubén asombró a los chicos contando algunas de las proezas
de su amigo Marcos como arquero del equipo del barrio, dispuso dos grupos para
comenzar los ejercicios. Debido a la concepción que tenía por el juego todo el
ensayo se realizaba con pelota, prácticamente no había entrenamiento físico,
apenas diez minutos de calentamiento de forma tal evitar lesiones musculares:
trote alrededor de la cancha matizado con algunas carreras cortas y saltos
alternados alcanzaban como menú para evitar toda contingencia. El grupo a cargo
de Marcos estaba compuesto por los arqueros y los delanteros, de ese modo,
además de ensayar con los porteros, cierres, achiques y cortes, se trataba de
practicar definición. La relación entre ambas jerarquías dentro del juego
resulta de “perogrullo” en consecuencia el joven ayudante no puso la mínima
objeción con relación a lo determinado por Rubén. Éste tendría a su cargo el
diseño de juegos y estrategias con la defensa y el mediocampo; cuestiones de
manejo, circulación de pelota, marca zonal y demás cuestiones que hacen a
eficientizar la posesión del balón. Gracias a la generosidad de varios clubes
de la zona, Nueva Chicago, Vélez, All Boys y Deportivo Español, contaban con la
suficiente cantidad de pelotas para realizar un ejercicio futbolero dinámico y
sumamente entretenido. Tal cosa se dio casi espontáneamente obligando a
extender el entrenamiento hasta minutos antes del almuerzo debido al necesario
picado que el piberío reclamaba a modo de tributo. En esta oportunidad Marcos y
Rubén tuvieron que afrontar el compromiso exigido por los chicos jugando uno
para cada lado; el Cura Manuel no tuvo inconvenientes para oficiar como juez
del encuentro. El duelo entre el número nueve y el arquero maravilló a la
concurrencia que casualmente se hizo presente en el predio; la descollante
actuación de Marcos en la ronda final de penales lo comprometió con los
chiquilines de cara al futuro. Con diez minutos de demora arribaron al comedor
vitoreando a su nuevo héroe ante la perpleja mirada de Graciela, el Corcho
Maffeo y el resto de los jóvenes ayudantes.
-
No me gusta para nada el Corcho, lo vengo observando desde
hace un par de meses y no me logra convencer – manifestó Rubén a instancias de
Marcos. Ambos habían decidido almorzar apartados del resto del equipo para
poder conversar en privado -. Me huele a buche.
-
Disculpame, pero no logro comprender – respondió Marcos
mientras disfrutaba de la ración que le tocó del estupendo guiso que cocinaron
la madres de la Villa –
-
Tu presencia me sirve de mucho. Observarlo cómo te observa
me resulta muy enriquecedor, evidentemente Graciela ya le habló de vos. El tipo
no me cierra. Marita Vallejos, la dueña de la casilla que está en la calle más
apartada del barrio, me comentó haberlo visto conversando muy amigablemente con
los guardias del Torino. Dice que estuvo con ellos no menos de diez minutos,
fue a la mañana bien temprano, antes que llegara la camioneta con la carga
semanal. A esas horas del sábado es muy escasa la cantidad de transeúntes que
circulan por el barrio. Según sus
dichos, cuando lo cruzó, so pretexto de haber ido ir a comprar cigarrillos me
contó que le mencionó bromeando “ni el
encendedor del auto les funciona a estos crotos”. Marita Vallejos son
mis ojos dentro de la Villa. Me cuenta todo lo que sucede, quién entra, quién
sale, el transitar de caras extrañas.
-
Deberías hablar con Graciela, ella lo conoce más.
-
Para eso está vos. Me parece que es un distrito que te
abarca. Vos tenés o tuviste una relación que nos permite sopesar el afecto que
ella siente por el Corcho. No tengo dudas que tu palabra tendría más peso que
la mía con respecto a este sujeto.
-
De todos modos no entiendo las razones de tus temores.
-
Desde poco tiempo antes de la muerte del General se ha
posicionado muy fuertemente la derecha fascista dentro del Gobierno. Toda
actividad política que implique algún sesgo socialista o posea un tufillo de
izquierda, sea dentro de la militancia concreta o en las organizaciones
sociales es observada con mucha atención y cuidado por parte de la gente de
López Rega. Incluso se corre la bola que armó una suerte de grupo paramilitar
que supuestamente no sólo se cargó al Padre Mugica, sino además a varios de los
militantes más notorios; también están intimando mediante amenaza de muerte a
algunos compañeros comprometidos políticamente para abandonar el país. En otro
plano la cacería contra las organizaciones armadas populares ya es un hecho;
los tipos ven en cada colectivo solidario el caldo de cultivo para cuadros
revolucionarios, en consecuencia la escalada de violencia estatal en cualquier
momento se efectuará sin eufemismos, a cara descubierta y dentro del marco
pseudolegal que les da este formato democrático ciertamente particular. Con los
medios a favor manejar a la opinión pública no les costará demasiado, de modo
que cualquier fusilamiento, cualquier emboscada, puede pasar como
enfrentamiento sin solución de continuidad. La figura del infiltrado se ha
generalizado. Hoy un tipo joven, barbado y con morral puede ser tanto un
militante social como un suboficial de la bonaerense o de la federal
encubierto. Lo mismo pasa con la pibas; detrás de una hippona drogona,
supuestamente amante de la música de Janis Joplin y Jimi Hendrix, puede
ocultarse una siniestra delatora.
-
¿Y los milicos? – preguntó Marcos –
-
Por ahora oficialmente no hacen ni dicen nada. Creo que
están esperando el natural desgaste. La banda del Brujo está desmadrada y las
organizaciones armadas volvieron a la clandestinidad luego de la agachada de
Perón a favor de la derecha en aquel discurso de la plaza.
-
Es un clima muy jodido el que me planteas. No alcanzo a
entender quién fogonea ésta escalda de violencia.
-
Forma parte de la guerra fría. Por un lado impedir que el
socialismo y el populismo se asienten en Latinoamérica, lo que ocurrió en Chile
con Salvador Allende es un dato elocuente. Un Presidente democrático que
intentó un esquema nacional y popular fue derrocado sin miramientos por los
sectores más acomodados de la sociedad local, además dicho golpe contó con la
anuencia de los Estados Unidos, motorizado por sus propios intereses económicos
en alianza con las fuerzas armadas. Ahí tenés la respuesta. Por otro lado la
propia desorganización de los sectores populares. En la actualidad salvo
contadas excepciones la mayoría de los sindicatos, los partidos políticos y las
organizaciones intermedias, como el Clero, acuerdan con dicho alineamiento. La
demonización que se hace sobre la Revolución Cubana es elocuente al respecto.
Socializar la riqueza, horizontalizar la propiedad de los medios de producción,
instalar definitivamente que tras cada necesidad existe un derecho como decía
Evita, profundizar una reforma agraria son tópicos que incluyen recortar
privilegios, cuestión que los poderosos no están dispuestos a negociar
alegremente.
-
¿Pero acaso no son todos peronistas estos tipos?
-
En lo personal siempre me costó entender al peronismo. Esto
no significa que no tenga explicación, es probable que a mí me falte capacidad
analítica y formación política para elaborar semejante complejidad. Eso de
aceptar que existe tanto un ala derecha como un ala izquierda tan marcadas me
resulta, por el momento, una ecuación sin resolución. Puedo aceptar matices
ideológicos dentro de rangos razonables. Me preguntarás ¿qué es razonable? A
esta altura del partido ni yo mismo lo sé. Observemos al Radicalismo. Está la
Línea Nacional con Balbín a la cabeza, un tipo de centroderecha bastante
moderado. La presidencia de Illía, por ejemplo, tuvo rasgos muy interesantes en
cuanto a tratar de horizontalizar los derechos, sin ir más lejos recuerdo la
ley de medicamentos. Enfrentando a ésta se encuentra el incipiente intento de
Raúl Alfonsin por armar un ala de centroizquierda, por ahora minoritaria, pero
siempre presente dentro del debate. Es decir, ambos se manejan dentro de
matices, siempre sujetos a los lineamientos ideológicos fundacionales. Nadie
podrá asumir la existencia de un Radicalismo revolucionario, menos aún de uno
fascista. Menú que sí te presenta el Peronismo. En las últimas elecciones yo me
incliné por la Alianza Popular Revolucionaria: Alende – Sueldo era la fórmula.
Emergentes de un radicalismo desarrollista en alianza con algunos sectores
dispersos del socialismo. El Doctor Oscar Alende supo gobernar la Provincia de
Buenos Aires desde el 58 hasta el 62 muy eficientemente y con un alto contenido
social. El cáncer de la proscripción se lo llevó puesto; el pueblo, asumiendo
el principio de acción y reacción nunca se detuvo en la valoración de su enorme
tarea ejecutiva. La antidemocrática exclusión política hizo que hasta el mismo
Bisonte cayera en la volteada de la indignación. Temo que el poder, dentro del
peronismo, es lo único que cuenta; acceden a él y luego dirimen sus asuntos
internamente, de modo democrático o a los tiros. Debemos admitir también que sin
poder es imposible gobernar y menos aún llevar a cabo los cambios sociales que
nuestra Patria reclama – finalizó Rubén –
-
Yo voté Perón – Perón, sospecho que convencido por cierta
historicidad familiar, sobre todo de parte de mi viejo, te dije que fue dirigente
sindical en la UOM. Hasta que te conocí siempre estuve muy alejado de estas
cuestiones. Mi vieja odia la política, pero mucho más a los milicos. Mi abuelo
materno fue un anarquista que buena parte de la década del treinta se la pasó
preso. El peronismo lo convenció, estuvo en la plaza el 17 de octubre, adhirió
al movimiento hasta que lo recagaron a palazos durante huelga de los
ferroviarios. Nunca más militó, se dedicó a leer y a escribir. Murió en el 59,
precisamente el uno de enero, día en que los barbudos entraban triunfantes en
La Habana. ¿Crees qué Graciela puede estar en peligro?
-
Es una probabilidad, igual que el resto. Si este tipo es lo
que sospechamos estamos todos marcados. Te aclaro que el primero en la lista es
el Cura.
-
¿Me estás asustando o probando?- inquirió Marcos algo
disgustado –
-
Ni una cosa ni la otra. Te considero uno de mis más cercanos
afectos, ni siquiera aquí tengo relaciones tan firmes, mal puedo invitarte para
que compartas mi mundo sin mencionarte los riesgos que tiene. Y te aclaro que
son riesgos con los que hace mucho tiempo he decidido convivir. Tengo miedo, y
a esta altura me parece que resulta sano asumirlo, de algún modo te previene,
te ayuda a sentirte falible, te aleja de ese sujeto ostentoso y soberbio que
supone estar exento de dilemas. Para estar aquí es necesario tener un firme
compromiso con las convicciones y saber que si el momento impone tener que
tomar las armas no se puede dudar, ya que serán ellos o nosotros. Varias veces
hablé con el Cura sobre el tema. Todas las noches reza para que alguien le
ponga paños fríos al presente.
-
Pero si acá no estás haciendo nada malo o punible.
-
Por eso mismo. Los fachos nos ven impredecibles, no
domesticables, ya que a la par de no tener precio nos observan como tipos que
le entramos a la gente por el lugar en donde pasan sus verdaderas penurias
cotidianas. Tienen una percepción lineal de la disyuntiva. Cualquier acción
colectiva solidaria que perdura en el tiempo y llegan a grandes bolsones de la
población te la pintan de rojo y se acabó el asunto: “Están tratando, mediante manejos demagógicos populistas de importar
ideologías extrañas a nuestras costumbres occidentales y cristianas”,
dicen muy convencidos con sus mentiras.
-
El panorama que me das no es para nada alentador – interrumpió
Marcos sonriendo con marcado desdén -. Hasta hace cinco minutos me preocupaba
Graciela, ahora me preocupa todo: vos, el Cura, el barrio, el resto de los
muchachos. Gente que tan alegremente hace cosas por los demás en medio de un
paisaje que no brinda comodidades ni esperanzas.
-
Yo no sé si vas a repetir esta experiencia sabatina de cara
al futuro, lo único que te pido es que converses con Graciela sobre el “Corcho”
Maffeo y me tengas al tanto. Te imaginarás que en la coyuntura es un tipo sin
relevancia dentro de los resortes que maneja el Estado, pero sería muy bueno
para el grupo darle salida cuanto antes, siempre que confirmemos nuestras
presunciones.
-
Dalo por hecho, el único interrogante por saber es si
Graciela me dará cabida.
-
No tengo dudas que vas a tener mucho éxito en la empresa.
Vamos para el campito, los pibes no me perdonarían que los prive de su nuevo
ídolo.
Esa noche de sábado
Marcos llegó tan cansado como confundido a su casa. Supuso que ambas cosas
estaban absolutamente justificadas y tenían íntima relación con el estado de
tensión interno que supo cimentar luego del almuerzo. Durante la tarde había
logrado cruzar un par de palabras con Graciela aprovechando cierta distracción
por parte del Corcho. Sin insistir demasiado, de modo evitar molestias de las
cuales no se puede retornar, logró que acepte tomar un café el domingo por la
tarde en la San José, confitería ubicada en la ochava que dibuja Rivera Indarte
con la Avenida Rivadavia, aprovechando que la joven iba a estar de visita en la
casa de su parentela de Flores. Se pegó una ducha, puso la ropa a lavar y cenó
en la soledad de su cuarto. Desoyó los cuatro llamados que David, con su
acostumbrada insistencia, le hiciera para ir a bailar con la barra a Pinar de
Rocha. Con la ayuda de su madre y la excusa de un estado gripal avanzado logró
que el muchacho resigne en su porfía. Marcos prefirió concentrarse en la
lectura del libro que le había regalado Rubén, cosa que pudo lograr a medias
debido a que permanentemente se le cruzaba la imagen de Graciela y el encuentro
que en pocas horas tendrían, no ya con la intención de recuperarla, sino para
tratar temas en donde la vida y la muerte estaban a la vuelta de la esquina. Al
llegar a la página cincuenta entendió que Papini no merecía el desplante, de
forma tal, se inclinó por prender la radio; Del Plata incluye excelente música
los sábados por la noche pensó. Apagó la luz y trató de encarar una diligencia
que hasta el momento parecía imposible, dormir. El póster de Claudia Cardinale,
fijo en la pared, aparecía y se ocultaba a instancias de la cortina americana
en la misma medida que los focos de los automóviles anunciaban su circulación
callejera; apenas una escueta lencería inferior de tono oscuro, la camisa
totalmente desprendida dejando intuir su extrema opulencia, el cabello mojado,
la cara lavada y su cuerpo tirado en la arena era toda una invitación para un
joven sortilegio. Tampoco tuvo voluntad para gozar físicamente del maravilloso
espectro tunecino que tenía delante. Cerró los ojos; diseñó decenas de
argumentos, relatos, preguntas, discursos, hasta que por fin la luz de la
mañana le comunicó que dormir no le había resultado una quimera, cuestión con
la cual había especulado con exagerado denuedo.
La formalidad
horaria de los jóvenes era cuestión histórica. Ambos coincidían que el respeto
y el afecto por el otro comienzan a ser reconocidos a partir de la cortesía y
la consideración que se tiene por la puntualidad. Un beso distante, casi
amigable, acaso náufrago, precedió al ingreso por la puerta principal de la
confitería. Una de las mesas linderas a los ventanales que orientaban hacia
Rivera Indarte fue ocupada sin que medie debate ni cambio de opinión.
-
¿Cómo te va tanto tiempo? – preguntó Marcos –
-
Nos vimos ayer – mencionó de modo tajante Graciela –
-
Me refiero al tiempo recorrido desde que dejamos de vernos.
-
No tengo mucho para contarte. Curso Antropología durante la
mañana y pude conseguir por medio del “Corcho” un cargo de preceptora en el
colegio Misericordia de Flores. Los sábados hago trabajo social en el barrio y
el resto del tiempo ayudo en casa. Acaso algo de cine y de teatro los domingos,
nada especial.
-
¿No hacés más tenis en Ferro?
-
Dejé definitivamente. En un momento hice un corte definitivo
con todo aquello que me incomodaba, obligaciones mucho más ligadas a deseos
ajenos que a la satisfacción propia. En algún sentido estaba viviendo bajo el
prisma de terceros. Mis viejos, vos, mis amigas del club, mis hábitos; todo ese
equipaje lo sentía como extranjero de mí. Me harté de la niñita supuestamente
perfecta, aplicada, formal, obediente. De hecho tengo pensando independizarme;
esto se somete a que consiga otro cargo más como preceptora aunque signifique
aletargar un poco la carrera o en su defecto tener que cursar de noche.
-
¿No te parece qué a la distancia y de acuerdo con nuestra
historia hubiese sido importante y enriquecedor conversar conmigo sobre tus
dilemas de entonces?
-
Seguramente. Es probable que haya sido injusta, sobre todo
con vos. Te quise y te quiero mucho, lo cierto es que no volví a tener relación
con nadie. Detestaba mi vida Marcos y eso te incluía, aunque lo tuyo haya sido
culposo estabas allí en el momento y en lugar inadecuado. Nunca te observé como
posibilidad de auxilio ya que pertenecías a un círculo que odiaba. Ahora que
tengo la oportunidad te debo agradecer la actitud que tuviste ante mi autónoma
decisión. Evitaste todo tipo de conflicto y desmesura, fuiste caballero y
dejaste que el tiempo hiciera lo suyo. Tal vez no todo está roto, acaso lo
nuestro requiere de sabias correcciones.
-
Está en vos. En lo que a mí respecta no tengo nada que
reprocharte. Lo único que le pido a las personas que deciden estar a mi lado es
que lo hagan a satisfacción y en libertad. Nada de cerrojos ni cancelas.
-
Genial. Me sorprendió verte por el barrio con Rubén, no
sabía que formaba parte de tus relaciones más cercanas.
-
Se dio naturalmente y justamente coincidió al poco tiempo de
dejar de vernos. Ya te comenté juega conmigo en el equipo que tenemos con David
y el resto de la barra.
-
¿Todavía te ves con ese pavo?
-
Casi nada, diría que nada.
-
Eso te mejora.
La llegada de los
dos cortados solicitados permitió alterar el sentido de la conversación hacia
temáticas ciertamente más delicadas.
-
¿Qué te une al Corcho Maffeo?. No te ofendas. Te lo pregunto
sin el menor intento de indagatoria, tengo mis razones para detenerme en el
personaje.
-
Ya lo sé, hace muchos años que te conozco. Es un simple
compañero de facultad con el cual coincidimos en la militancia dentro del
peronismo de base. Ya te dije, gracias a sus contactos estoy trabajando en el
colegio como preceptora; el voluntariado solidario que hago en la Villa lo
asumí como parte de un compromiso militante. Para nada estoy convencida de que
la situación de indigencia de esas personas se modifique desde la caridad y la
limosna. Volviendo a Luis no te voy a negar que al tipo le intereso de otro
modo, lo cierto es que en oportunidades me pone bastante incómoda, creo que
hasta ahora lo pude manejar. Sospecho que cuando no pueda la cosa explotará y veremos
qué pasa. Con vos allí todo cambia, me siento más protegida.
-
¿Y Rubén?
-
Es una suerte de líder. El menos histriónico quizás,
bastante apocado, pero sin dudas el más observador. Todos sabemos que su
ascendencia sobre los chicos es superior a la del resto de nosotros, no sólo
por su don de gente y compañerismo sino porque además interviene activamente en
lo que más seduce a los pibes: El fútbol. Con lo de ayer vos te ganaste buena
parte del afecto de los chiquilines.
-
En qué compromiso me has metido Gra. Por un lado mi
presencia te hace sentir más protegida, por el otro me hablás que los pibes se
han entusiasmado conmigo. Y yo que ando con dudas. No creo tener la suficiente
convicción como para aceptar los riesgos, sin embargo todo lo que vi ayer me
pareció formidable desde muchos aspectos. Coincido con vos, el voluntarismo no
va a cambiar a la sociedad, esto es estructural, en consecuencia la micro y la
macroeconomía juegan su partido, y ese encuentro sólo es posible jugarlo en la
cancha de la política. Los conflictos y los intereses están dentro de ese
campo, imposible establecer una mejor distribución de la riqueza sólo a partir
de un deseo individual.
-
Lamentablemente tenés razón aunque tu discurso suene a
burócrata. En la agrupación te enviarían al ostracismo. En eso coincidís con el
Cura Manuel. El tipo se considera solamente un paliativo, un mero placebo que
se ofrece ante una enfermedad terminal.
-
¿Y los muchachos de la agrupación?
-
Están recontra cebados. Pretenden cambiar ciento sesenta y
cuatro años de historia con dos balines y una gomera. Además esas cuestiones no
pueden ser llevadas a cabo por un grupo de iluminados que dicen responder a las
masas cuando esas mismas masas ni siquiera saben de qué se trata la cosa. La
conciencia social en primer lugar, la lucha armada y popular como consecuencia
ineludible ante la ignominia. Alguna vez le pregunté al Corcho qué pasaría si
en vez de estar nosotros en la Villa hubiera un grupete de fachos repartiendo
comida simplemente para no crearse un conflicto social, cosa que a la vez les
permitiese seguir manteniendo el orden establecido, tal cual hicieron los caudillos conservadores del
interior durante la década del treinta. No me supo responder.
-
Hace poco leí que a la Iglesia no le molestaba la existencia
de la pobreza, lo que quiere en realidad es que los pobres sean buenos. Temo
que para algunas ideologías extremas la cosa funciona igual. En este caso
tampoco los incomoda el pobre, lo que intentan es domesticarlo. Debe ser por
todo esto que considero, dentro de la coyuntura, que cualquier acción armada
resultaría muy funcional a los fines de los que siempre ganaron. Creo que la
lucha la debemos dar desde la política formal sin apartarnos un ápice de los
preceptos democráticos. Es la mejor manera para asentar un proceso social con
características evolutivas que tiendan a un progreso equitativo. Desarrollo
económico sin equidad es la nada misma, peor aún, las diferencias acrecentarían
los conflictos.
-
Entonces nada tenés que hacer allí. ¿Hablaste de esto con
Rubén? – cuestionó la joven.
-
No todavía. Pero me permito corregirte. Yo puedo estar allí
aún en disidencia con respecto a las formas y los modos de cómo se solucionan
la penurias del pueblo. Puedo adherir al voluntariado social sin tener la
necesidad de aceptar que un arma resulta un método válido para terminar con las
urgencias. Rubén sospecha que el Corcho es un buche del Gobierno.
-
Vaya coincidencia. Hay un par de compañeros militantes de la
Facu que lo tienen calado. El tipo se maneja con una libertad de acción que
causa curiosidad. Habla delante de cualquiera sin importar el lugar y el tema.
Habrás visto que ninguno de los chicos del grupo que trabaja en la Villa se
mostró confianzudo y abierto. Tal conducta resulta una suerte de anticuerpo.
Así de comportan todos, excepto el Corcho. Él se mostró muy conversador y
afable con una persona, en este caso vos, de la que nada sabía.
-
Rubén me comentó que el sábado muy temprano, antes de que
llegara el resto del grupo, lo vieron conversar muy amigablemente con los tipos
de seguridad del Ministerio que están apostados en el barrio. Según comentan,
cuando fue descubierto argumentó que les estaba pidiendo fuego. Fuentes
confiables aseguran que la charla duró algo más de diez minutos.
-
Complicado el asunto – sentenció Graciela ciertamente
preocupada -. Si lo echamos a la mierda pueden venir represalias; si lo dejamos
dentro corremos peligro, sobre todo el Cura; si no naturalizamos su presencia
se dará cuenta de inmediato que sabemos para quién trabaja de modo que su
peligrosidad se potencia exponencialmente. De todas formas esta serie de
razonamientos descansan sobre la base de una duda. Duda que es urgente
despejar.
-
Y no podemos bajo ningún concepto dar por ciertas cuestiones
no probadas.
-
Pensemos en voz alta – interrumpió Graciela -. Más allá de
nuestras presunciones sobre la peligrosidad de Maffeo sabemos positivamente que
es un tipo bastante limitado y algo soberbio en su modo de actuar. Quizás
relacionándome con él un poco más cercanamente nos brinde la posibilidad de cotejar
sus conductas.
-
¿Llegando hasta dónde?
-
No es para tanto. Sé como manejar a los hombres. Él sabe que
fuiste muy importante en mi vida en consecuencia diseñarle una estrategia
temporal a sus aspiraciones no me costará demasiado. Ese tiempo me permitirá
ingresar a su mundo interior y descubrir sus distritos más complejos. Me
gustaría poner al tanto a Rubén sobre la idea para ver que piensa. De todas
formas se impondría que vos no aparezcas más por la Villa. De alguna manera y
ante su eventual consulta yo le explicaría que tu renuncia al voluntariado en
el barrio se debe a simples motivos de incomodidad personal. Tal cuestión
reforzaría sus apetencias individuales – finalizó Graciela –
-
A priori no puedo aceptarlo.
-
¿Tenés el teléfono de Rubén?
-
Si.
-
Ahí está el público, yo tengo monedas llámalo, y si puede,
decile que venga. Con suerte es probable que el asunto lo resolvamos hoy.
-
¿Estás segura?
-
No. Pero no nos quedan muchas alternativas, sospecho que con
el grado de calentura que tiene este pibe conmigo no corro riesgos. En el fondo
sigue siendo un pendejo que buena parte de sus razonamientos pasan por la cama.
-
Veo que está en tu cabeza el límite.
-
Nunca me acosté con alguien por fuera de la comunión que
sostienen el amor y el placer, por eso hasta ahora fuiste mi único amante. Y no
sigas porque no respondo por mis recuerdos.
-
Entonces voy a seguir.
-
Llamá a Rubén, después vemos.
Un cartelito que
indicaba “No Funciona” obligó a Marcos a cruzar Rivadavia e intentar hablar
desde alguno de los aparatos instalados en la Plaza Flores. Con el más
distante, aquel apostado en Yerbal y Artigas, tuvo el resultado esperado.
Aproximadamente, y según sus propias palabras, en treinta minutos Rubén
llegaría a la confitería San José.
Marcos pasó por el
kiosco, compró un atado de Particulares 30 y un par de bocaditos del gusto de
Graciela. De regreso lo estaba esperando una bella sonrisa femenina, gesto que
ciertamente hacía varios meses necesitaba disfrutar. Hasta la llegada de Rubén
la pareja conversó banalidades; Marcos insistía con erotizar la charla de modo
incentivar el libido de Graciela tratando cuestiones que indudablemente ambos
añoraban; ella al contrario de lo que fuera su contenida y apocada historia
respondía con novedosa libertad sobre lecciones físicas que deseba experimentar.
En cierto momento las manos se entrelazaron, ambos comprobaron que el tiempo no
había logrado marchitar sus individuales sudores cuando de sexo se trataba. El
arribo de Rubén fue recibido con notorias muescas de contradicción.
La propuesta del
recién llegado para cambiar de mesa en procura de mayor comodidad no mostró
objeciones al igual que la invitación para una ronda de submarinos con
medialunas que él mismo se comprometía afrontar de modo cordial. De inmediato
comenzaron a desandar las ideas fuerza
que habían bocetado hasta hace instantes encontrando en Rubén cuestionamientos
anexos que enriquecieron notablemente la idea madre. Si bien no estaba
convencido, debido a que un buchón más o menos no movía el amperímetro del
riesgo, no consideraba un despropósito saber si tenían un infiltrado dentro del
grupo, además estimó coherente, ante el panorama, que Marcos no regrese al
barrio. Propuso poner en autos al Cura Manuel sobre la situación para que como
responsable del programa se maneje con prudencia. Expuso como trascendente
mantener la distancia dentro del ámbito de la Villa entre él y Graciela y que
el nexo de la información circule por fuera de ella a través de Marcos. El trío
acordó que la casa de éste sería el mejor lugar de reunión, comarca que esa
misma noche daría fehaciente testimonio del reencuentro erótico de la pareja,
sin las opacidades y los temores pasados, y ante la atenta y sugerente vigilia
de Claudia Cardinale.
Durante las dos
semanas siguientes Marcos no tuvo novedades de sus compañeros de modo personal.
Muy poco adiestrado en la materia supuso que la jerarquía militante de Graciela
y sobre todo la de Rubén determinaban que así debía ser. El viernes de la
primera semana, luego de la reunión en la confitería San José de Flores, fue el
último contacto telefónico que había tenido con la muchacha. En esa llamada la
joven le había manifestado que estaba muy cerca de confirmar las presunciones y
que la jornada solidaria del día siguiente en la “Ciudad” sería definitiva para
desenmascarar al Corcho Maffeo. Un beso fue lo último que escuchó desde el otro
lado de línea. En cuanto a Rubén varios llamados realizados no obtuvieron
respuesta. Desde hacía un par de años el muchacho se había independizado
habiendo alquilado un pequeño departamento tipo casa ubicado en la calle
Esteban Bonorino casi esquina Balbastro en pleno bajo Flores. Al no tener el
número telefónico de sus padres nada pudo avanzar para localizar su paradero.
La severidad de la angustia estaba mostrando sus primeros rasgos. A estas
alturas El Libro Negro de Giovanni Papini formaba parte de un gratísimo
recuerdo. En varias oportunidades pasó por el frente de la casa de Graciela
encontrando siempre el mismo panorama, todo cerrado; hasta se atrevió en una
ocasión a tocar el timbre sin obtener resultado positivo por lo que decidió
concurrir al día siguiente a la Villa. Esa misma noche de viernes David pasó
por su casa para armar la nocturnidad del sábado y refrescarle a la vez que el
domingo por la mañana tenían confirmado el desafío contra los egresados del
Marianista. Ciertamente disperso Marcos aceptó ambas propuestas con el objeto
que David se fuera prontamente; antes de irse, éste le mencionó que no se
olvidara de llamar a Rubén. A media mañana del día siguiente ingresó por la calle
principal de Ciudad Oculta. Prefirió llegar en ese horario entendiendo que con
las actividades del voluntariado en pleno proceso nadie iba a repara en él.
Efectivamente no se equivocó. Ambos móviles de seguridad estaban en las
cercanías del campito por lo que su entrada no tuvo testigos que eludir.
Ingresó a la capilla y de inmediato reparó que el Cura Manuel no era quién
estaba confesando; un Sacerdote más viejo y de gesto adusto se mantenía firme
en su casilla a la espera que los fieles finalicen su desfile penitente. A
pesar de alguna cara familiar escogió no incomodar continuando con su recorrido
hasta llegar al predio en donde acostumbraba ensayar la murga y el teatro. La
esperanza de dar con Graciela se potenció al escuchar que la música sonaba tan
fuerte como en su anterior visita. Su expectativa se desmoronó de inmediato al
constatar que otro grupo de jóvenes estaba al frente de la actividad, un
paisaje similar encontró cuando arribó al campito futbolero. Algunos pibes lo
saludaron con afecto y le preguntaron en voz alta por Rubén; desde uno de los
laterales sonreía amigablemente sin saber que decir mientras trataba de hacer
tiempo en procura de algún gesto que lo invitase a conversar sobre las
ausencias. La misma alegría, el mismo entretenimiento, el mismo escenario,
simplemente los actores que él había visto en la primera presentación de la
obra habían sido licenciados. Algunos minutos pasaron hasta que recordó a
Marita Vallejos, señora de suma confianza que Rubén tenía dentro de la Villa.
Inmediatamente partió hacia la zona del barrio en donde estaba su casilla.
Cuando más o menos logró orientarse correctamente por entre el laberinto de los
pasillos le preguntó a uno de los parroquianos la ubicación exacta de la casa.
El hombre, luego de informarle con precisión el sitio buscado, le aclaró que no
estaba en su domicilio debido a que tuvo que viajar con urgencia a Salta
producto de una severa descompensación que había sufrido una de sus hermanas.
Marcos se sintió
desprovisto, perdido, sin tener la menor idea de cual sería su próximo paso.
Continuó recorriendo el barrio sin destino cierto, observando que la vida
continuaba y que nadie se detenía a contabilizar las ausencias. A metros de
salir del predio dos hombres bien portados, de civil, se le acercaron
invitándolo a detenerse. Uno de ellos era el Corcho Luis Maffeo.
-
¿Qué estás haciendo por aquí? – preguntó el Corcho -
-
Pasé a saludar, vine a ver como estaban – mintió Marcos, y
continuó - Como no tuve oportunidad de volver y tenía el día libre se me
ocurrió pasar la mañana con el piberío. ¿Y el Cura, y los chicos del grupo?
-
La cosa cambió. El proyecto solidario de voluntariado dejó
paso a un modelo institucional a cargo de gente contratada directamente por el
Ministerio de Bienestar Social. Son todos recursos rentados.
-
¿Y vos?
-
Soy uno de ellos, más precisamente el supervisor.
-
¿Qué pasó con el Cura?
-
Su congregación lo mandó de clausura a Córdoba.
-
¿Siguen participando en los torneos Evita?
-
Si. El técnico es un muchacho que hasta hace poco jugó en la
primera de Racing
-
¿Rubén, Graciela?
-
No los vi más. Supongo que los habrán destinado a otro
proyecto.
-
¿Pero vos no militabas con ella en la facultad?
-
No curso más. Abandoné hace diez días.
-
Qué pena, se los veía muy unidos.
-
¿Vos fuiste novio de ella, no?
-
Hasta hace seis meses.
-
Parece que las chicas cambian y uno se da cuenta tarde.
-
Parece.
-
No me dijiste nada de Rubén.
-
¿Tenés algo de tiempo?
-
Si, de hecho como te dije venía con la intención de pasar
toda la mañana – Marcos no se iba a retirar del lugar sin saber el destino de
su gente -
-
Acompañame a la oficina, es una casilla que diseñamos para
recibir solicitudes y propuestas de los
vecinos.
Marcos ingresó a la
oficina ignorando si saldría vivo de ella. Cada vez estaba más seguro que ese
hijo de puta era el responsable del presente de Graciela y de Rubén.
-
Oficialmente ambos se encuentran detenidos – confesó Maffeo
–
-
¿Detenidos? ¿Qué hicieron?
-
Aparentemente se los acusa de pertenecer a sendas células
revolucionarias que hace poco tiempo comunicaron su entrada a la
clandestinidad. Graciela lo hizo dentro del grupo denominado Montoneros, Rubén
a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR.
-
¿Están en pedo? Los conozco muy bien, es imposible. ¿Dónde
los tienen?
-
Lo ignoro. De todas formas, que vos lo ignores no significa
nada.
-
No me jodas, vos la conoces a Graciela tanto como yo. Un
arma en manos de ella resulta una entelequia.
-
Mirá Marcos. Te recomiendo que vuelvas sobre tus pasos y no
regreses. La cosa está jodida y se pondrá peor. No intentes nada que pueda
ponerte en peligro ya que no sólo vos correrías riesgos innecesarios sino
también tu vieja. Fijate que los padres de Graciela tuvieron que emigrar, les
dieron dos días para abandonar el país. Yo mismo me tuve que hacer cargo de que
se cumpla la orden. El matrimonio estuvo un día bajo el amparo de la diplomacia
mejicana en dependencias de la Embajada a la espera de abordar el avión.
-
Debo entender que vos también elegiste un espacio de lucha –
inquirió Marcos -
-
Yo siempre estuve del mismo lado – replicó el Corcho –
-
Rubén tenía razón entonces.
-
Temo que ese fue su error. Haceme caso, no te metas en
quilombos, vos no sos un tipo que está comprometido en estas cuestiones. Armate
de una vida y mirá para el costado. Es mejor que las disputas queden entre
nosotros, los peronistas, a que intervengan los milicos como fue toda la vida.
No te pienso decir nada más, andate y no vuelvas, Te aseguro que nuestro
próximo encuentro no será tan amable.
Marcos llegó a su
casa de Floresta luego de un viaje en colectivo ciertamente perturbador; apenas
ingresó, su madre le comentó que le había dejado en su cuarto, sobre la cama,
una carta dirigida a su persona sin remitente ni sello fiscal, misiva que había
encontrado bajo el felpudo exterior media hora después que él se fuera para el
barrio. Sin pérdida de tiempo se encerró en la pieza concentrándose en su
lectura...
31 de Octubre
de 1974
Marcos
Ni se te ocurra aparecer por el Barrio. La gente del Brujo nos ha
borrado de un plumazo. Puso a su tropa. El laburo ya no es voluntario, estos
tipos cobran y muy buena guita. En su mayoría son cuadros politizados de las
distintas fuerzas de seguridad más algunos hijos de funcionarios y gente cercana
a Puerta de Hierro. El hijoderremilputas de El Corcho es quién maneja la Villa.
Marita ya voló, la llevaron hasta Retiro, la pusieron arriba del tren y la
mandaron a su provincia; al Cura Manuel le inventaron una causa por abuso
deshonesto, en dos días la Curia lo envió como penitente a Córdoba; el resto
del grupo se disgregó, sospecho que cada uno habrá resuelto como pudo. Yo estoy
en Uruguay, llegué hace una semana, paro en la casa de un compañero Tupamaro.
Mis viejos ya están avisados y saben perfectamente lo que hacer. Dudo que me
quede mucho tiempo en tierras orientales, la cosa por aquí viene tan pesada
como en Argentina, supongo que en la primera de cambio intentaré vía Venezuela
llegar a Méjico, según me comentaron ya se han agrupado varios clanes de
exilados rioplatenses por aquella tierras. Tratá de mantenerte al margen, estos
tipos no tienen límites. Son una banda de desquiciados autodenominada Alianza
Anticomunista Argentina. Sus comunicados aparecen con la sigla AAA. Hay en juego guita, poder, algo de racismo, y
por sobre todas las cosas intereses económicos puntuales, tanto internos como
externos. Los luchadores sociales están siendo marginados e invitados
“amablemente” a exiliase, por ahora, con aviso mediante; esto se manifiesta en
sindicatos, estructuras solidarias laicas y religiosas, cultura, medios de
comunicación y partidos políticos. No sé hasta dónde puede llegar esta locura y
más tendiendo en cuenta que las organizaciones armadas en la clandestinidad ya
han declarado la continuidad de la lucha contra el régimen fascista.
Vamos a
lo importante: Graciela. Dicen que el Corcho Maffeo, con ayuda de cuadros
infiltrados en la Facultad, descubrió que la piba lo estaba forreando con el
objeto de desenmascáralo. Pisó el palito, habló con la gente equivocada. Y mirá
que se lo advertí. Sé que no está detenida en ningún centro penitenciario
oficial por lo que no sería descabellado pensar que Maffeo la tiene en su
poder. El tipo vive en un departamento ubicado en Senillosa al 1500, a una
cuadra del gasómetro de Avenida La Plata. Cuando San Lorenzo juega de local
siempre va a la cancha, y más por estas épocas que andan dulces, el gentío
circulante puede servirte de pantalla. Además tené en cuenta que durante casi
todo el sábado está en la “Ciudad”. Si vas a hacer algo podés contar con el
Manco Feliccetti, con Francis Pernau, con el Yuga López y con el Mudo Troncoso.
Al tiempo que estés leyendo esta carta ellos ya estarán al tanto de todo, le
tienen unas ganas al Corcho que se salen de la vaina. Sólo esperan que vos te
pongas en contacto. Paran todos los sábados por la noche en el bar Tío Fritz,
fonda ubicada en la esquina queda de Bacacay y Artigas. Vos andá, ellos saben
quién sos. Hace rato me hice cargo que te visualicen. La información es fehaciente,
nosotros también tenemos gente infiltrada entre los fachos. El Manco está en
coordinación federal, gracias a él salvé el pellejo, mientras que el Yuga es
maestranza dentro de Bienestar Social. Aunque no lo puedas creer también
tenemos algún milico de mediano rango de nuestro lado. Que tengas mucha suerte
compañero, sólo espero que algún día nos volvamos a ver. Cuidate y no te
expongas sin necesidad, evalúa los riesgos. Un abrazo
Rubén Caridi
Esa misma noche de sábado, una vez
llegado al bar Tío Fritz, recordó su compromiso con David por lo cual se vio
obligado a utilizar el teléfono público que estaba ubicado en la parte
posterior del establecimiento, más precisamente en el salón familiar. La
insistencia de su interlocutor en función de convencerlo para que asista tanto
al boliche como al partido del día siguiente encontró un corte abrupto de la
comunicación, cosa que trataría de enmendar durante la semana so pretexto de
haberse quedado sin tiempo de llamada.
Mientras de disponía a ubicarse en
una de las mesas del salón destinado para los parroquianos corrientes, una voz
proveniente desde el interior del salón familiar requirió su atención
utilizando llamativa familiaridad – Marcos
Longhi, te estábamos esperando, por aquí, tomá asiento -. La mano de
Francis Pernau se extendió amablemente ante la vigilante mirada de sus otros
tres compañeros de mesa. La presentaciones de marras se efectuaban mientras
Correa, el histórico mozo del lugar, acercaba una mesa adicional de modo
brindar mayor comodidad. La picada completa, minuta de enorme prestigio en el
barrio por lo abundante y variada, invadía con sus tablas cada centímetro
cuadrado de las mesas siendo escoltada por dos botellas de cerveza negra de
litro. Seguros de tener absoluta reserva comenzaron a debatir el futuro tomando
como base la información que cada uno de ellos había recibido por parte de
Rubén.
-
Tenemos a favor algo que es determinante –aseguró el Manco
Feliccetti-este Maffeo es absolutamente despreciado por propios y extraños. No
resultaría descabellado encontrarnos que no tiene cobertura. Accionar contra él
es algo que muchos de los suyos esperan. De hecho toda la información que
tenemos sobre el tipo la obtuve desde dentro de las estructuras oficiales, lo
curioso es que nadie me preguntó las razones de mis curiosidades.
-
Con gente de Villa Soldati – interrumpió el Mudo Troncoso –
le hicimos un seguimiento metidos dentro de la barra de San Lorenzo. Hasta
pudimos acceder a la cuenta que tiene en el almacén donde suele proveerse de
alimentos. Es un bolichito bastante modesto que está en Avelino Díaz casi
esquina Doblas, lo atiende un viejo socialista que en su tiempo llegó a ser el
principal caudillo político del barrio de la mano de Alfredo Palacios. Pudimos
corroborar que desde hace unas semanas ha incrementado exponencialmente sus
compras, razón por la cual nos es dable inferir que no está solo en su
domicilio. Inclusive el hombre ya le ha mostrado su preocupación por el
crecimiento de la deuda.
-
En mis informes lo tengo como soltero – agregó el Manco –. El
departamento que alquila está bajo la titularidad de Ministerio de Bienestar Social,
operatoria habitual, práctica normal con todo aquel cuadro que adolece de
inmueble propio. Hasta ahora en ningún momento dio aviso de haber contraído
matrimonio o formado pareja.
-
Parece todo demasiado sencillo – sostuvo el Yuga -. Una parte
de nuestro grupo lo retiene algunas horas mientras que otra partida ingresa a
su casa y corrobora la hipótesis. Si la piba está allí la liberamos. A Maffeo
lo estaríamos soltando bien lejos, en el conurbano y sin un mango, cosa que
haremos cuando nos hallemos absolutamente seguros de que Marcos y Graciela
están fuera de peligro. Un trámite.
-
Dónde y cómo lo levantamos – preguntó Marcos –
-
Lo ideal es cuando regresa de la Villa – propuso Francis –.
Un auto, con dos tipos, lo tiran en la esquina de Avenida Cobo y Senillosa,
tiene que hacer esas tres cuadras caminando, ni siquiera lo dejan en la puerta
de su casa. A esa hora el vecindario está muerto, levantarlo será cosa
sencilla. Además se sabe que el Corcho Maffeo es un cagón, si bien anda calzado
nunca usa el caño sino es para ostentar, cosa que suele molestar mucho a sus
pares. Sus camaradas lo odian. Parece que el tipo llegó a jefe de barrio
pisando algunas cabezas y ensuciando maliciosamente a varios de sus compañeros.
Hay una buena cantidad de cuadros que se la tienen jurada. ¿Ustedes saben
cuánto cobra por su laburo?
-
Calculo que arriba de dos lucas verdes – tiró el Yuga –
-
Te quedaste corto – aseguró Francis -, seis luquitas libre de
polvo y paja. A eso súmenle el departamento. Todavía no se nota porque hace
poco que conchabó; este tipo en un año en un verdadero bacán. Otra razón más
para aderezar el encono de sus “compañeritos de clase”.
-
¿Estamos de acuerdo con el día y la hora? – preguntó el Manco
Feliccetti -
-
Si – se oyó al unísono –
-
Bárbaro – continuó Feliccetti -. Ahora bien, necesitamos una
ambulancia, un auto de apoyo, bastante falopa para dormirlo y tres cumpas más,
debemos ser en total ocho, uno de ellos con conocimientos de enfermería para
que no se nos pase. Seis recursos llevarán a cabo el operativo dentro de la
ambulancia, los otros dos se mantendrán en el móvil de apoyo. Éstos, con las
llaves del propio Maffeo, se encargarán de ingresar al departamento. Francis se
hace cargo de la logística, el Yuga, de la gente. A las ocho menos cuarto
tenemos que estar apostados. El auto de apoyo debe estar estacionado en la
esquina de Senillosa y Cobo, bien visible, de modo que cuando Maffeo pase
caminando en dirección a su domicilio avise por medio de un breve juego de las
luces traseras. El resto, dentro de la ambulancia, estaremos con los rostros
cubiertos, lo interceptaremos metros antes de que entre al edificio. Es
probable que tenga las manos ocupadas en busca de las llaves. Lo dormimos con
una buena cantidad de éter y lo metemos adentro. Luego pegamos un par de
vueltitas para constatar que todo sigue tranquilo. Inmediatamente de enviar la
señal desde el auto de apoyo, con Marcos en su interior, se dirigirán
velozmente hasta la puerta del edificio para que éste reciba las llaves. Una
vez que ingresen al inmueble no tiene más que liberar a la piba, salir lo más
rápido posible y dirigirse con el vehículo hacia donde Longhi disponga. ¿Alguna
pregunta?
-
¿Adónde la llevo? – inquirió Marcos –
-
Le calculo que el tipo recién se enterará de lo sucedido no
menos de doce horas después en consecuencia tenés bastante tiempo para armar tu
escapatoria – sentenció Francis –. De todos modos, te aconsejo llegar hasta
Colón, Entre Ríos y cruzar a Paysandú. Por poca guita los balseros te cruzan
sin preguntar nada. Una vez a salvo en
Paysandú preguntá por el boliche del Nene Molina, cuando lleguen al bar informen
al dueño que van de mí parte. Ojo sólo a Molina, no hablen con nadie más. Va a
entender todo ¿Sabés manejar, tenés registro?
-
Si – contestó Marcos –
-
Entonces te vas en el auto de apoyo. Quedate tranquilo
siempre usamos coches limpios y en regla – aseguró el Mudo -. Dejalo tirado en
alguna calle de Colón, al otro día su propietario hará la denuncia de robo, eso
sí, limpialo de huellas o en su defecto utilizá guantes. Durante la semana
veremos qué coche utilizamos.
-
Perfecto – asintió Marcos –
-
Lo que debemos procurar es que Maffeo no te asocie con el
evento -aclaró Francis dirigiéndose a Marcos-. El tipo tiene que estar
convencido que fue víctima de una vendetta interna de modo que armar una puesta
en escena a favor de su confusión no estaría de más; por eso me parece muy
interesante dejarle en su departamento señales y muescas para direccionar su
pesquisa en dirección a esos Pagos. Qué sé yo, dejarle tirado un papel
amenazante con membrete, o en todo caso un arma oficial descargada como
testimonio de lo sucedido, cosa que ni siquiera se atreva a denunciar el
operativo.
-
Clarísimo – juzgó el Mudo Troncoso – El sábado que viene a
las siete de la tarde nos encontramos aquí mismo; demás está decir, todos
calzados, excepto vos Marcos.
La reunión finalizó abruptamente.
Cada uno se retiró de forma alternada luego de abonarle al viejo Correa la
adición. Durante esa semana Marcos tendría varios pendientes que atender. Su
madre, su trabajo, sus relaciones, constatar la versión de Maffeo sobre el
exilio de los padres de Graciela y de no ser así procurarse de los documentos
de la joven y algo de dinero. Esos siete días transcurrirían con extrema
tensión. Pensó que redimirse con David y jugar el desafío contra los egresados
del Marianista le otorgaría cierta cuota de necesaria distensión, de modo que
antes del irse de Tío Fritz se dirigió hasta el teléfono público para avisarle
a su amigo que al otro día cuente con él para una cita futbolera que tanto
ansiaban disputar.
Fue hasta Rivadavia, se tomó el 85.
Eligió ese colectivo debido a que la parada en la cual se tenía que bajar
estaba a pocos metros de la casa de Graciela. Lo hizo sin esperanzas, como
asumiendo lo suyo a modo de manotazo de ahogado, poseía demasiados mensajes
negativos, tener alguna esperanza de encontrar signos vitales dentro de la
vivienda resultaba parte de un optimismo para nada aceptable en esas
circunstancias. Bajó del colectivo en el marco de un Floresta oscuro y
recurrente. En apariencia el frente no mostraba un paisaje distinto al de los
últimos días. Sin embargo notó que bajo los portones del garaje cierta luz
mostraba el circular de pasos apresurados. No lo dudó, saltó la pirca y golpeó
con firmeza el portón. Angélica, la madre de Graciela, entreabrió uno de los
postigos de modo constatar la identidad de la visita; una vez corroborada la
afinidad del visitante rápidamente apartó una de las láminas para permitir que
Marcos ingrese a su domicilio.
-
Pasá chiquito, pasá rápido, estamos aterrados.
-
¿Julio?
-
En el dormitorio, armando el paquete del rescate.
-
¿Qué rescate?
-
Nos pidieron cien mil dólares para liberar a Graciela. La
última llamada nos ordena dejar la bolsa con el dinero este lunes, a las ocho
de la noche, en un volquete de materiales estacionado frente a la obra en
construcción ubicada en Senillosa casi esquina Avelino Díaz. Gracias a la
familia y a varios amigos pudimos juntar el monto exigido – explicó Angélica –
-
¿Qué seguridad tiene que luego la soltarán?
-
Ninguna, Marcos,
-
¿Usted y su marido en algún momento fueron intimados a
abandonar el país o algo por el estilo?
-
Para nada – contestó asombrada Angélica - ¿De dónde sacaste
eso?
-
Temo que sé quién la tiene. ¿Graciela le habló de un tal Luis
Maffeo?
-
Su compañero de facultad – interrumpió Julio a poco ingresar
al recinto– ¿Cómo te va Marcos, gracias por preocuparte?
-
Los muchachos que trabajaban junto con Graciela en Ciudad
Oculta y algunos compañeros de estudios sospechan que la tiene este tipo en su
departamento. Los datos coinciden debido a que el bolsón de plata lo tienen que
depositar a sólo una cuadra de su domicilio. Hay una mezcla de situaciones: Por
un lado cuestiones de índole política, este Maffeo ha quedado como Jefe del
barrio expulsando a todos los militantes voluntarios que allí trabajaban, en
segundo término cuestiones pasionales, está absolutamente enamorado de Graciela
y como tercer punto una mera especulación económica, obtener un rédito
pecuniario. Como verán es una basura. Dudo que la libere después de hacerse del
efectivo, es más creo que se duplica el riesgo – finalizó Marcos -
-
Si es como vos decís no la va a soltar ya que ella lo puede
identificar – afirmó Julio –
-
Justamente – sentenció Marcos -. Con la muchachada hemos
diseñado un plan para liberarla en la que no correrá ningún riesgo. Abonen el
recate, nosotros haremos lo imposible para recuperar tanto a Graciela como al
dinero.
-
¿Qué está pasando Marcos, en dónde se metió la nena, no
entendemos nada? – preguntó Julio -, desde que se separó de vos su vida ha
cambiado mucho.
-
Ella no hizo nada de malo, todo lo contrario. Es una chica
que vive el tiempo que le tocó en suerte, solidaria, comprometida y es muy
conciente de lo que sucede en la sociedad que habita. El problema es que se
topó con un desquiciado con cierta cuota de poder. Cosa que le pudo haber
pasado en un Banco, en una fábrica, y hasta en el club – garantizó Marcos – De
todos modos hay que cuidarse mucho porque esta gente ha provocado exilios y
cosas por el estilo. Manejan la política y la ideología con el fin de obtener
prebendas y privilegios. Se consideran impunes, en consecuencia yerran por
soberbios, pecado capital que podemos aprovechar. Nunca se olviden que nunca
dejé de amarla. Si todo sale tal cual lo planificado, dentro de siete días, a
esta misma hora, Graciela estará con ustedes.
-
Gracias Marcos, cumpliremos con nuestra parte, confiamos en
vos – reiteró el padre de la joven –
Marcos se retiró del domicilio
lamentando que nada podía hacer para acelerar la operación. Ese preciso momento
de la búsqueda del rescate por parte del Corcho hubiese sido una excelente
oportunidad para levantarlo y al mismo tiempo liberar a Graciela. Dejarle a
Maffeo manejar su libre albedrío desde el lunes a la noche hasta el sábado no
dejaba de ser peligroso. Estaba seguro que la joven no sufriría daño físico
pero temía por un abrupto cambio de domicilio que diera por tierra con el plan.
De modo casi casual la semana transcurrió por senderos no hilvanados. La
percepción de un exilio apresurado había quedado como disyuntiva lejana y
determinadas cuestiones debían resolverse de modo forzado minutos antes del
operativo. En esencia nada cambiaba, el dinero del rescate estaba poniendo las
cosas en otro lugar. No le fue necesario arreglar puntuales encomiendas, ni
siquiera se vio obligado a enterar a su madre sobre la coyuntura. Arrancó la semana
jugando su partido de domingo conforme la promesa que le hiciera a David,
ninguno de sus compañeros del equipo podía sospechar las verdaderas razones de
su baja performance. Los egresados del Marianista lograron una cómoda victoria
de la cual Marcos no prestó la mínima atención. Durante el crepúsculo del lunes
pudo corroborar que Maffeo fue quién retiró el bolsón que contenía el dinero de
acuerdo a lo pactado con los padres de Graciela. El hall de un edificio cercano
le sirvió para observar con detenimiento los movimientos del desquiciado. A
prudente distancia lo siguió hasta perderlo definitivamente en el preciso
instante que el Corcho ingresó a su domicilio. No había nada más por hacer.
Sólo restaba esperar hasta el sábado procurando que el antagonista no modifique
su estatus de impunidad.
Desde el martes hasta el sábado por
la mañana tuvo la posibilidad de hablar varias veces con los padres de
Graciela. No tenían novedad de la joven. En sintonía con lo previsto quedaba
claro que Maffeo no la liberaría y que solamente planificó un ingreso
extraordinario montado en su propia locura. Una única llamada por parte del
secuestrador les advertía que no hiciesen la denuncia ya que dicha actitud
conspiraría contra de la vida de la muchacha.
De modo puntual, como era su
costumbre, Marcos arribó a las siete de la tarde del sábado a la esquina de Bacacay y Artigas. Apenas
intentaba prender su Particulares 30 cuando se acercó hasta el borde de la
acera, apenas a dos veredas de donde estaba emplazado en estado espera, un Fiat
1600 color verde desde el cual el Yuga López le hacía gestos ampulosos
instándolo para que rápidamente subiera al vehículo. Dentro de éste, en la
butaca del acompañante, el Manco Feliccetti era el único habitante por fuera
del conductor. Apenas ascendió al automóvil Marcos informó a sus compañeros
sobre las novedades del caso: Las mentiras de Maffeo sobre la suerte que habían
corrido los padres de Graciela, el asunto del rescate, la corroboración de que
el mismo Corcho fue quién retiró el bolsón con los cien mil dólares eran tema
de conversación y debate. De todos modos el operativo no cambiaba en lo
substancial.
-
La cosa es así – interrumpió Feliccetti -. Ahora nos vamos
para la zona del Parque Chacabuco de modo encontrarnos con nuestros compañeros
de la ambulancia. Allí me quedo con ellos y ustedes siguen en el auto para
estacionarlo en el punto establecido. Como titular del vehículo el Yuga debe
ser a la fuerza el conductor. No estamos exentos de que algún policía los
detenga, de modo que estar en regla configura un reaseguro de libre
circulación. Repasemos; vos Marcos serás uno de los que ingrese al departamento
para que Graciela vea una cara conocida, no sienta temor y por ende no se vea
envuelta en una crisis nerviosa, de acuerdo como pinte la cosa veremos quién te
acompañara.
-
Nunca pensamos qué hacer si nos encontrarnos con algún
compañero de Maffeo dentro del departamento – cuestionó Marcos –
-
Quedate tranquilo, para eso son los caños – aclaró el Yuga -,
de todas formas y para prevenir podemos agregar que un compañero más suba con
nosotros; cómo pueden observar me estoy ofreciendo, ¿les parece?
-
De acuerdo –
respondieron los muchachos casi al unísono –
Dejaron al Manco en Asamblea y Emilio
Mitre, a pocos metros de allí podía observarse detenida a la ambulancia. De
inmediato el automóvil continuó viaje hacia su destino final asegurándose
previamente que la furgoneta los seguía a cautelosa distancia. Quince minutos
antes de las ocho estaban instalados a la espera de Maffeo. Siendo noche cerrada
varios cigarrillos negros fueron consumidos con ansiedad y nerviosismo por
ambos camaradas. Si bien el Yuga tenía experiencia de “combate” no podía evitar
un exceso de adrenalina ciertamente incómodo, mientras que para Marcos todo lo
que estaba viviendo no lo podía asimilar como real. La escasez de autos
estacionados posibilitaba observar con claridad la ubicación de la furgoneta.
Los ciento cincuenta metros de distancia entre ambos vehículos era el espacio
ideal para que las señales lumínicas puedan percibirse con claridad.
-
Ahí está ese hijo de puta, cruzando Cobo, va por enfrente –
observó Marcos –
-
Después que pase a nuestra altura toco los frenos para que
los de la ambulancia le corten el paso; mientras el grupo lo atiende, nosotros
pegamos la vuelta.
El operativo no tuvo mayores
sobresaltos. Tres fornidos encapuchados tomaron a Maffeo sin que éste prestara
notables resistencias, en menos de tres minutos el efecto del éter había
realizado su trabajo. Prácticamente desfallecido y balbuceado insultos en voz
baja lo introdujeron dentro de la furgoneta en donde se le aplicó otra dosis
aletargante, esta vez mediante una ampolla, tratamiento que lo dejó en estado
de inconsciencia definitiva. Sin demoras, el Mudo Troncoso abrió el bolso y
extrajo el llavero del que apenas colgaban dos llaves por lo que no habría
molestos engorros para ingresar rápidamente al inmueble. Marcos, Francis y el
Yuga accedieron al edificio luego que la ambulancia partiera con rumbo
desconocido. Subieron las escaleras deteniéndose en el departamento del primer
piso al contrafrente. Marcos les pidió a sus compañeros, encarecidamente, que
le permitieran irrumpir en primer lugar, y que en caso de necesitarlos, les
haría una señal. Luego de una breve discusión el Yuga y Francis dieron su
diestra a lo solicitado por Marcos quedándose ambos en el pasillo a la espera
de novedades. Longhi colocó la llave con suma delicadeza de modo no espantar a
la cautiva. Lamentablemente no pudo evitar que un móvil metálico instalado de
ex profeso en la parte superior de la puerta sonara al momento de abrirla.
-
Llegaste más temprano mi amor, me
estoy duchando, ya salgo. Ni se te ocurra abrir la heladera, quiero que la cena
resulte una auténtica sorpresa – La voz de Graciela era inconfundible -
-
Como vos digas – contestó Marcos,
marcadamente desconsolado y a medio tono para evitar sacar a la joven de su
ignorante presencia -
Antes de irse se detuvo en la
observancia del pequeño apartamento. Un escenario muy propio de recién casados.
Manteles con puntillas, centros de mesa, decoración juvenil y novedosa, adornos
de toda clase y especie vestían las cómodas y los módulos de pino, un aroma a
jazmín invadía con suma delicadeza la geografía del lugar. Pululaban las
fotografías de la pareja enmarcadas en portarretratos de variada calidad.
Sonrió de forma irónica, casi melancólica. No había necesidad de enfrentarla,
menos aún de cuestionarla. Decidió que lo mejor era retirarse como había
ingresado; en silencio, admitiendo que la derrota no siempre significa haber perdido
algo digno de atesorar. Sintió pena por el riesgo y el compromiso que habían
asumido sus compañeros militantes. Cómo explicarles lo sucedido, cómo calmar
sus juicios. Sabía que nada podía hacer con respecto al futuro de Maffeo; el
exilio obligado de Rubén no resultaba en absoluto amortizable para sus
camaradas. Le esperaba una dura tarea. Esa mujer que tanto amaba no tuvo
reparos en victimizar embustes con el objeto de saciar sus egoísmos y
apetencias ilegítimas, ni siquiera tuvo objeciones para embaucar a sus propios
padres. De todos modos aceptó que esa misma noche debía avisarles que Graciela
estaba sana y salva, y que no se preocuparan por sus decisiones. Intentaría
convencerlos de que el tiempo les otorgaría las respuestas que ellos urgentemente
necesitaban y merecían, inclusive sobre el tema del rescate. Eso sí, les
pediría expresamente que llegado el momento nunca hagan mención de su nombre.
Entreabrió sigilosamente la puerta del baño para verla desnuda por última vez;
no pudo dar testimonio, mientras la joven se secaba el cabello un toallón a
modo de precaria bata disfrazaba de forma íntegra su cuerpo. Pensó que el más
complicado de los besos no es el primero, sino el último. Recordó a Borges en
un reportaje televisivo y aquella cita sobre el Dante el Canto II de la Divina
Comedia en donde afirmó que el autor quiso hacernos sentir la velocidad de la
flecha que deja el arco y da en el blanco. Nos dice que se clava en el blanco y
que sale del arco y que deja la cuerda; invierte el principio y el fin para
mostrar cuan rápidamente ocurren las cosas...
Y
cual quién ya no quiere lo que quiso
cambiando
el parecer por otro nuevo,
y
deja a un lado aquello que ha empezado,
así
hice yo en aquella cuesta oscura:
porque,
al pensarlo, abandoné la empresa
que
tan a prisa había comenzado.
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