1974 Una historia de amor


1974
Una Historia de Amor
Cuento - Autor: Gustavo Marcelo Sala



                                                                                              

                                                                                                 

-         Y desde cuándo te comenzó a fascinar Rubén.
-         No hubo ni un momento ni una circunstancia determinada. La cosa se fue dando. Pasé del más absoluto desinterés a una observación paulatina de sus modos y formas. Comencé a sospechar que un tipo que se sometía a semejante ejercicio intelectual debía cuando menos tener alguna razón o excusa para tal conducta, cuestión que la mayoría de nosotros nunca había logrado interpretar – respondió Marcos -
-         A mí siempre me pareció un renegado, un mal llevado – sentenció David
-         ¿Te hizo algo?
-         Nunca.
-         ¿Entonces?
-         Si ya sé... peco de prejuicioso.
-         Como mínimo.
-         No me cierra. Juega al fútbol como los dioses, jamás vi algo similar, y nunca le interesó probarse en algún club, tiene una pinta envidiable y nunca lo vimos acompañado, ni siquiera viene a bailar con nosotros, labia le sobra, sin embargo habla menos que poco, tiene un buen pasar económico no obstante nunca se sintió atraído por la novedades que el mercado nos ofrece.
-         ¿Cuánto hace que lo conocemos?
-         Estábamos en cuarto - aseguró David -, hace unos siete años entonces. Lo recuerdo apocado y timorato. Después se fue soltando un poco, pero no mucho.
-         ¿Ves?
-         ¿Qué tengo que ver?
-         ¿No te da curiosidad?.. Qué se yo, conocer su historia, su familia – disparó Marcos -
-         El tema es entrarle, digo para que no se sienta invadido.
-         En eso estoy. Por el momento trato de ser tangencial, dejo que él decida, me abstengo de interrogar.
-         ¿Fuiste a la casa?
-         Aún no.
-         Te habló de su gente.
-         No. Por ahora la literatura es nuestro tema.
-         ¿Vos leyendo?
-         Veo que nunca le prestaste demasiada atención a la biblioteca que tengo en casa.
-         ¿Y qué tipo de literatura?
-         De todo un poco. No se cierra a ningún género – afirmó Marcos -. Le gusta mucho la novela romántica clásica, detesta lo comercial. Te hablo del Werther de Goethe, de la poesía Shelley, de las Flores del Mal de Baudelaire.
-         ¿Coinciden?
-         Estoy leyendo para no quedar descolgado. En lo personal siempre me dediqué a la literatura nacional. Borges, Cortázar, Bioy, Filloy. Mirá que cosa interesante; gracias a esta relación estoy ampliando mis horizontes culturales.
-         Demasiado esfuerzo en lo que a mí respecta.
-         No es un esfuerzo cuando el asunto incluye placer.
-         Supongo... ¿Hablan de minas?
-         Por el momento no son tema fuera de lo eminentemente literario.
-         ¿No te da qué pensar?
-         No tengo nada qué pensar. ¿Qué te pasa David? Ahora también sos homofóbico. ¿Y si fuera homosexual qué? De todos modos para tu tranquilidad te cuento que no me parece. Rubén maneja códigos inusuales para nuestra edad, es más, a veces siento que estoy hablando con mi viejo.
-         Tu viejo murió cuando estábamos en tercero.
-         Tengo recuerdos. Señales que el mismo Rubén refresca cada vez que nos encontramos. ¿Te acordás cuándo ganamos la final del torneo que organizó Parque?
-         Cómo me voy a olvidar. Los flacos de Villa Luro se vinieron esa noche con dos pibes de las inferiores de Vélez. Rubén la rompió. Me acuerdo que la gente de Parque, luego de finalizada la entrega de premios, le ofreció ficharse mientras nos estábamos cambiando. Todos nos fuimos a festejar menos ustedes dos – evocó David –
-         Bueno. A partir de esa noche comenzamos a desandar nuestra relación. Recuerdo que llegamos caminando hasta el Balón, cenamos una pizza acompañada con un par de cervezas. Desde que llegamos hasta que nos fuimos en ningún momento hablamos del partido. Cine, música, literatura, todo matizando con la política. A Rubén le interesa mucho relacionar la filosofía con la historia y ésta con la política. Por él me enteré de qué se trata militar socialmente desde las bases y todos esos asuntos que tanto movilizan en la actualidad a los sectores universitarios. Labura con un cura villero en Ciudad Oculta. Va los sábados a la mañana; mientras sus compañeros de grupo preparan las meriendas y los almuerzos, él entrena a los pibes que luego compiten en los torneos Evita – concluyó Marcos -
-         ¿Montonero?
-         Primero puto, ahora “monto”, estás repleto de prejuicios, David.
-         Estamos en 1974 Marcos.
-         Nada que ver. Aunque todavía no hablamos sobre el tema de la lucha armada me parece que sobre la base de sus concepciones humanistas la violencia no encaja en su estructura intelectual como método para la resolución de conflictos de clase; de hecho no está afiliado a ningún partido político, ni siquiera se autodefine como un tipo de izquierdas. Detesta los dogmatismos; suele afirmar que los extremos se concentran más en procura de correr los ejes de las discusiones de modo justificar sus fundamentalismos que instalarse de plano en la solución de los problemas reales que atañen de sus compatriotas. Afirma que esos tipos tienen más ganas de tener razón que de ser felices.
-         Debe estar preocupado.
-         Si lo está, por lo menos no lo exterioriza – afirmó Marcos -
-         Desde que murió Perón la cosa está jodida para la gente de nuestra edad. Somos todos sospechosos; me imagino que en su caso se potencia al laburar en la villa. Digo, por lo de Mugica.
-         Me cuenta poco sobre eso. En ocasiones corta la conversación abruptamente. Me da la sensación que no quiere involucrarme.
-         ¿Tu viejo falleció en un accidente verdad? – preguntó David –
-         Lo atropelló un auto a dos cuadras del sindicato. Era delegado gremial en la planta de Philips ubicada en Panamericana y General Paz. Algunos intentaron darle cierta connotación política, lo cierto es que el tipo que lo atropelló se detuvo y trató de asistirlo, incluso se quedó en el lugar hasta que llegó un patrullero con la ambulancia. La cosa daba para pensar. Eran tiempos en donde el sindicalismo dirimía sus internas a los tiros. Momentos de dictadura y extraños alineamientos. Dos CGT, peronismo sin Perón y cosas así. Fue un par de años antes de El Cordobazo. Mi viejo era muy amigo de Raimundo Ongaro, secretario general del sindicato de los gráficos. Hombre que supo venir a casa en más de una ocasión.
-         ¿Hubo juicio?
-         Homicidio culposo. Aparentemente y según testigos mi viejo cruzó entre dos autos estacionados sin observar el transito. El hombre estuvo algunos días detenido hasta que se resolvió la carátula de la causa. Los seguros, tanto del conductor como los del sindicato, se encargaron del resto. Buena parte del confort que tenemos en el presente con mi vieja se lo debemos a la muerte de mi Papá, toda una paradoja; el negocio, la casa, el auto... en fin; encima por ese asunto, durante la colimba, sólo tuve que afrontar el período de instrucción, a los cuarenta días me dieron de baja.
-         Es cierto, no me acordaba. Mientras todos estábamos entre milicos vos te paseabas con Graciela por el barrio. ¿Volviste a ver al tipo?
-         ¿Con qué objeto? A nosotros nos quedó todo muy claro. Nada nos hace pensar que no fue accidente.
-         ¿Invitaste alguna vez a Rubén a tu casa?
-         Si, pero hasta ahora no se dio la oportunidad. Traté de estimularlo con los títulos que tengo en mi biblioteca. La mayoría textos heredados de mi abuelo el anarquista; el diseño de las estanterías y su correspondiente ordenamiento temático me pertenece con exclusividad.
-         ¿Cuántos volúmenes tenés? – preguntó David -
-         Debo andar por los mil doscientos. Estamos hablando de una habitación de seis por cuatro con muebles laterales y centrales ordenados en galería. Una vez por semana, a modo de paseo, me voy al centro y recorro las librerías de Corrientes, me compro todo lo que me interesa. En más de una ocasión me acompañó Rubén. Priorizo textos clásicos de la literatura universal, mayormente usados; los adquirís a muy bajo precio aprovechando las ofertas. Por ejemplo, la semana pasada conseguí a precio de regalo el Cancionero de Petrarca, texto que hace décadas se dejó de editar. Últimamente y por su influencia he dejado un poco de lado a la literatura nacional y latinoamericana aunque siempre compro algún ejemplar del cual haya recibido buenas referencias.
-         ¿Cuánto gastas por semana?
-         No es gasto, es inversión, de todos modos te aclaro que es mucho menos de lo que vos gastas en el boliche cuando vas a bailar. Entre la entrada y el trago tenés no menos de cuatro títulos.
-         ¿Lees todo lo qué comprás?
-         No.
-         ¿Entonces?
-         Están allí, a la espera del curioso. Puedo ser yo, mi vieja, algún visitante, un amigo, mi prole cuando la tenga. Un libro comienza a tener vida cuando el lector decide incluirse dentro de sus infiernos.
-         ¿Qué manera de juntar polvo?
-         Qué boludo sos.
-         ¿Volviste a ver a Graciela? – preguntó descolgado David cambiando abruptamente de tema –
-         Desde que ingresó a la universidad nunca más la vi, y eso que vive a cuatro cuadras de casa. Mi vieja me contó que se la cruzó por el barrio un par de veces y que en ambas ocasiones le preguntó por mí, de todas formas cuando la llamé no me respondió, me decían que no estaba, nunca me devolvió la llamada. Ante esas circunstancias lo mejor es no joder, persistir es de necios.
-         Estuvieron de novios mucho tiempo, ¿no te parece raro?
-         Cuatro años. No me parece extraño, cuando el amor se va no hay nada por hacer. Forzar encuentros, situaciones, casualidades, nada sirve; es más, lo considero contraproducente, lastimoso y tedioso al mismo tiempo – sentenció Marcos –
-         ¿Qué estudia?
-         Después de tantas vueltas se decidió por Antropología. Cursa en Filosofía y Letras de la UBA.
-         Ponele la firma que se metió en alguna agrupación. Filo junto con Abogacía son las facultades de la UBA más politizadas. Quién no milita es sapo de otro pozo, le hacen el vacío.
-         No te lo puedo afirmar ni negar, simplemente lo desconozco.
-         ¿Le hablaste a Rubén sobre Graciela?
-         Te dije que de mujeres no hablamos. A propósito, el próximo sábado voy con Rubén a Ciudad Oculta. Me invitó y acepté. Creo que puede ser de mucha utilidad percibir otras realidades, de paso le doy una manito con los pibes.
-         Estás en pedo. Para conocer que existe el cianuro no es necesario tomarlo.
-         No estamos hablando de veneno, se trata de personas. Comunidades que desean y tienen esperanzas, igual que nosotros, y que por cierto determinismo histórico deben sufrir los avatares de las injusticias de la época.
-         No contés conmigo Marquitos.
-         Nadie te lo pide. De todas formas creo que se trata de una experiencia que te puede enriquecer, sobre todo desde lo humano.
-         Olvídalo, el sábado por la mañana tengo que dormir la resaca de los viernes.
-         Espero te des cuenta la razones por las cuales Rubén nunca estuvo cerca de la barra.

Rubén y Marcos se encontraron a las ocho y media de la mañana en la esquina de la Avenida Rivadavia en su cruce con Segurola, lugar exacto en donde tiene la parada el colectivo 92, medio de transporte indispensable para llegar a destino. Marcos estaba relativamente cerca del punto de reunión, apenas quince cuadras separan su domicilio del aquel lugar, de modo que la caminata era cuestión obligatoria ante la ausencia de un medio público que lo acerque. Floresta norte, por la mañana y en primavera, tiene señales particulares que la hacen bastante distintiva con relación al resto de las barriadas porteñas. Veredas muy anchas, arboledas de mediana traza prolijamente contorneadas y casas de única planta lo exhibían como un barrio más cercano al estilo suburbano que metropolitano. Ausente del vértigo céntrico se podía caminar con la misma seguridad tanto por las aceras como por las calles, algunas bicicletas y carros tracción a sangre se podían observar aún como usual medio de transporte vecinal cosa imposible de advertir en los barrios del este porteño. Recién en Floresta, Villa Luro o Villa Devoto era admisible tal paisaje. Mimbreros, lecheros y diarieros le hacían frente a la modernidad corriendo sus fronteras laborales hacia el oeste. Rubén venía de su bajo Flores natal. Barrio que marca como ningún otro las diferencias y contradicciones del sistema dominante. Calles de tierra, algunas pocas asfaltadas pero sin las necesarias cloacas, cuestión que propiciaba, ante cada lluvia importante, ríos que no siempre eran de agua. Escasa iluminación, una nocturnidad ciertamente peligrosa y poquísimos medios de transportes acrecentaban exponencialmente su modesto valor inmobiliario. Desde el punto de vista comercial se la calificaba como una barriada expulsiva, pero debido a su baja cotización la cuestión se volvía muy cuesta arriba para aquellos vecinos que pretendían proyectar una mudanza. Los ofertantes no abundaban y aquellos pocos compradores que se interesaban en la zona generalmente provenían del suburbano y lo hacían mediante créditos bancarios que difícilmente completaban las exigencias hipotecarias. Al mismo tiempo que Rubén descendía del colectivo 77 Marcos estaba intentando prender su primer Particulares 30 de espera.

-         Cómo te va – el firme apretón de manos entre ambos asentó amablemente la satisfacción por el encuentro -
-         Aquí me ves – contestó Marcos - a punto de prenderme un tabaco, como diría El Pampa
-         Mirá lo que te traje; es para tu biblioteca – Rubén extrajo de su bolso un libro cuya  traza era bastante deslucida-, sospecho que no lo debés tener, la última edición data de 1953
-         El Libro Negro, Giovanni Papini – leyó en voz alta Marcos -. Genial, te agradezco mucho. Justamente de Papini conseguí hace un mes La Novela de Gog. Me lo recomendó el librero. El volumen estaba tirado en uno de los anaqueles de ofertas, inclusive estaba sin tapa, literalmente me lo comí en dos tardes
-         Me alegro haberle pegado – exclamó Rubén con satisfacción -, es muy complicado regalar tanto textos como discos, es algo muy privativo, generalmente las personas los obsequian teniendo en cuenta sus propios gustos suponiendo que dichos criterios resultan inobjetables. Soberbia le dicen, aunque en lo personal no sería tan duro, cierta distracción egocéntrica si me permitís el sofisma.
-         ¿Son de madrugar los pibes de la Villa?
-         El hambre apreta desde el amanecer. Por fuera de la gente que labura directamente con el Cura Manuel de lunes a viernes, la organización de la Villa nos tienen divididos en dos grupos. El primero llega aproximadamente a las siete de la mañana, son cuatro chicos y lo hacen con una camioneta de uno de los compañeros cargando todos los comestibles que teóricamente deben alcanzar para la semana. Las donaciones las retiran de las unidades básicas de la zona. Esto forma parte de un acuerdo que el Cura tiene cerrado con varias agrupaciones peronistas de base. Leche en polvo, fideos, arroz, harina, azúcar, yerba, y demás productos no perecederos. Ellos se encargan de ordenar el pañol mientras que los propios colaboradores y vecinos preparan el desayuno. El segundo grupo, es decir nosotros, debemos arribar tipo nueve para comenzar con las actividades recreativas y culturales: deportes, teatro, música. Somos seis. Hay de todo, universitarios, obreros y algún que otro militante de la JP. Dentro de los diez pibes que laburamos con el Cura hay cuatro chicas. Desarrollamos las actividades durante todo el día, se almuerza, se toma la merienda y a eso de las siete y media nos vamos. Los días de eventos y competencias la camioneta es la que nos permite que ningún pibe se quede sin participar. Ahí viene el bondi, vos subí, yo saco...

El desvencijado Bedford circulaba por Avenida del Trabajo como podía. Era imposible continuar la conversación debido a la cantidad de sonidos que manaban desde el propio interior del colectivo, más aún, el magazine del chofer enfatizaba el dilema a propósito de su elevado volumen y un gusto musical ciertamente deplorable. El vehículo era uno de los escasos sobrevivientes que aún quedaba de principios de los sesenta, ejemplares que supieron poblar la ciudad de Buenos Aires ante la desmesurada explosión urbana y con ella el desarrollo del sistema de transporte privado de pasajeros. Dos hileras de asientos dobles con un pasillo central presentaban notorias incomodidades, molestias que se potenciaban debido a que la unidad adolecía de puerta trasera, por lo que observar el circular de pasajeros en direcciones encontradas era paisaje recurrente. Si bien a esa hora, y siendo sábado, el coche no estaba completo uno podía imaginar con alto grado de certeza el calvario usual que debían soportar sus peregrinos en las horas pico. Gran parte del parque automotor estaba prácticamente renovado. Las modernas carrocerías de los Mercedes once doce y once catorce circulaban por la ciudad en la mayoría de las líneas. Sólo unas pocas empresas intentaban especular tratando de sacarle jugo a los últimos frutos, remanentes de una olvidada opulencia, móviles cuyas cortezas sólo podían ser aprovechadas como precarios aguantaderos. La 92 era una de ellas, otra era la 105; mientras el 144, el 99 y el 77 no se quedaban atrás; con el tiempo algunas dejaron de funcionar debido a que no eran utilizadas por los usuarios justamente por la ausencia de eficiencia y rapidez en el servicio, otras debieron invertir forzosamente para no recorrer el mismo camino. Marcos y Rubén descendieron del colectivo en la esquina de Tellier y Avenida del Trabajo; para ambos abandonar el vehículo podía entenderse como un ejercicio liberador, sobre todo a los efectos de no tener que soportar más las cumbias y los cuartetazos del chofer. En ese sentido ambos coincidían con los gustos musicales: Pink Floyd, Yes y Creedence, fronteras afuera; Sui Generis, Pescado Rabioso, Alma y Vida, Aquelarre, en el ámbito nacional. En cuanto a solistas, odiaban todo lo latino que viniese con sello de la gusanería, dedicándose exclusivamente a escuchar trovadores de la talla de Heredia, Zitarrosa, Viglietti, Larralde, Mercedes Sosa y Atahualpa. De vez en cuando matizaban con música clásica, sobre todo a ritmo de los adagios. A las nueve en punto ingresaron por la calle principal del barrio rumbo a la capilla. La muchachada saludaba a Rubén como un vecino más, debiendo soportar a su paso y de modo estoico alguna cargada futbolera producto de su fanatismo por el famélico Deportivo Español, club que por entonces se debatía en las divisiones de ascenso de AFA. Si bien una buena parte de los muchachitos no podían esgrimir ostentos ni pergaminos, debido a que en su mayoría adherían por River y por Boca, clubes que por entonces tenían escasos laureles para exhibir, el primero con diecisiete años de sequía y el segundo con idas y vueltas marcadamente frustrantes, el disfrute por la desventura ajena es muy característica cuando de fútbol se trata. A principios de los setenta Estudiantes de la Plata e Independiente a escala internacional y San Lorenzo, Huracán, Newell´s y Rosario Central, en el ámbito local, eran los que dominaban la escena futbolera; equipos que no concitaban un masivo interés en la barriada. Sólo los cuervos de Boedo poseían algunos destacados hinchas en la Villa, uno de ellos el Cura Manuel, que bien acostumbrados estaban a los triunfos desde las épocas de los “carasucias” y los recordados “matadores” del 68. El mundial de ese año había pasado sin pena ni gloria al igual que el juego exhibido, sólo Holanda había ensayado algo de belleza futbolera. La tristeza por la muerte del General había superado cualquier desilusión de carácter terrenal. Se había muerto el único tipo que nos tiraba un hueso para el puchero – afirmaba Rubén -, la barriada se sentía menos protegida, acaso abandonada, más “Oculta”, menos “Ciudad” quizá.

-         Cómo le va Padre, le presento a Marcos, vino para colaborar en el barrio.
-         Un gusto, espero que no sea por única vez. Un par de brazos bien dispuestos se necesitan tanto como la misma comida.
-         El gusto es mío, Rubén me habló mucho de su obra.
-         ¿El resto de la gente? – preguntó Rubén –
-         Parte de los chicos están en el pañol acomodando la mercadería – contestó el Cura -, el resto colaborando en el comedor.
-         ¿Qué hacen esos dos Torinos con cuatro tipos dentro flanqueando la entrada? – inquirió Rubén -, el sábado pasado no estaban.
-         Los mandaron de Bienestar Social, están desde el miércoles, dicen que es para nuestra seguridad – contestó el Cura –. Hacen horario de oficina, a la noche se van. Según me informaron lo de Mugica los sensibilizó de tal forma que han decidido proteger las actividades barriales de los Curas villeros. Parece que hubo un acuerdo entre el Gobierno y la Curia.
-         ¿Les cree? – se atrevió a preguntar Marcos –
-         En absoluto.
-         ¿Entonces?
-         No los puedo echar, además todo lo que aquí ocurre es demasiado claro y transparente como para intentar cualquier desatino.

Un abigarrado grupo de pibes venía caminando desde lo profundo del barrio en dirección a la capilla, lugar físico en donde se apostaba el comedor. Media docena de muchachos y chicas se entremezclaban entre ellos; algunos cargando en sus hombros a los más pequeños mientras que los otros orientaban una suerte de espontánea murga que avanzaba a ritmo de un creativo popurrí siguiendo el singular estilo de los candombes orientales. Graciela era una de las más entusiastas preceptoras. Marcos, durante varios minutos, se mantuvo absorto ante el testimonio visual del cual era involuntario espectador.

-         ¿Conocés a esa chica? – preguntó Marcos –
-         ¿Cuál de ellas? – replicó Rubén -
-         La de overol y camisa cuadros
-         Graciela Molina, estudiante de Antropología. Llegó al barrio hace un mes de la mano del Corcho, aquel pibe de barba y de buzo verde, otro estudiante de Filo. Militan dentro del Peronismo de Base en el ámbito universitario. La piba parece buena gente, solidaria, muy laburadora.
-         Es muy bonita – ironizó Marcos -
-         Bellísima. Anda sola. Parece que hace poco salió de una relación muy fuerte, prefiere no hablar del asunto. Según dicen sigue enamorada aunque en lo personal jamás le doy entidad a los rumores. De acuerdo con lo que me contó el Corcho el ex no es del palo, un burgués que jamás comprendería su elección de vida. Es más, le hizo un tirito y rebotó del peor modo. ¿Te resulta familiar?
-         Soy el burgués que jamás comprendería, Rubén.
-         ¡No te puedo creer!... Me quiero morir. Mierda con los prejuicios y las casualidades.
-         Vive a pocas cuadras de casa; estuvimos cuatro años de novios.
-         Nunca mencionaste el tema.
-         Jamás hablamos de mujeres.
-         Siempre me pareció que el amor es una cuestión privada, y que si el tema salía bienvenido sea, no voy a ser yo quién fuerce determinados asuntos.
-         Así lo supuse.
-         ¿Incómodo?
-         Tremendamente. Estoy pensando seriamente en rajarme.
-         ¿Veo qué te sigue interesando? – preguntó Rubén –
-         No puedo negarlo.
-         Naturalizá el encuentro. Disculpá que me meta en distritos privados, pero me parece que es una buena manera de relajar el momento. Además es probable que deba revisar los motivos de la ruptura, si es que dicha ruptura efectivamente se elaboró a partir de un cambio muy profundo en sus intereses y cierto perjuicio que esas modificaciones generan con respecto a los demás.
-         Aclarame ese último punto.
-         Es una cuestión de paciencia. La mayoría pretende que sus propias modificaciones sean comprendidas, aceptadas y hasta imitadas dentro de la misma sintonía temporal. Tal vez Graciela te haya enviado señales que por prejuicios propios no alcanzó a desarrollar en su verdadera dimensión. Sumale a eso que ambos estaban muy lejos de estas cuestiones. De modo que en lugar de poner las cartas sobre la mesa tal vez optó por exponer su nuevo ser individual a partir de un mensaje subliminal, aristas generalmente  confusas y extemporáneas, complejas de percibir.
-         Tu mensaje fue más efectivo que el de ella.
-         Yo no forcé ninguna situación. Vos elegiste estar hoy conmigo y acá. No tuve ninguna necesidad de convencerte. Solo, sin presiones ni pedidos, te interesaste por mi mundo. Te tuve paciencia.
-         Eso quiere decir que me buscaste.
-         Que no te quepa ninguna duda. El resto de la barra no es como vos. Tomemos a David como ejemplo. Lo nombro porque sé que es muy amigo tuyo. El tipo siempre trató de exportar gustos y deseos propios, nunca se esmeró, en lo que a mí respecta, por intercambiar experiencias. Yo no soy un boludo por mis elecciones. No juego profesionalmente al fútbol sencillamente porque no me interesa, no me agrada dentro del campo de mí individualidad profesionalizar algo que prefiero mantener dentro del terreno lúdico. Tampoco debería ridiculizar mi desinterés por el boliche y las juergas nocturnas. Opto por otros ámbitos, otros universos, ni mejores ni peores, distintos. Mal haría en descalificar gustos ajenos para valorar los propios, aún teniendo mérito para ello. ¿Graciela conoce a David?
-         Tuvo la oportunidad de dar con él en esas típicas y aburridas reuniones de parejas. ¿Vos creer qué me juzgó tras ese prisma?
-         Es probable. En lo personal – continuó Rubén –, y después de tantos años no me había dado cuenta la calidad de tu madera hasta aquella noche de la final contra Villa Luro. Observé con agrado que ni siquiera planificamos nuestro íntimo festejo por ese campeonato. Es más, no hablamos del asunto en el Balón. Para qué arruinar con palabras un momento que disfrutamos con extrema intensidad.
-         Viene para acá.
-         Así debe ser, es hora de planificar la actividad del día. La Capilla es el centro de reunión. Hoy tenemos fecha libre en el marco del torneo, de modo que vamos a compartir las actividades con el resto del grupo, excepto durante los noventa minutos que dura el entrenamiento. ¿Me vas a dar un manito con los arqueros?
-         ¿Te parece? yo solamente atajo, calificarme como arquero es demasiado grande.
-         El sábado pasado les adelanté a los pibes que les traería al mejor.
-         Contá conmigo.
-         En ésta te dejo solo Marcos.. en quince minutos te espero en la canchita. Hacé una cuadra y doblá a la izquierda, el pasillo te lleva.

Ese tal Corcho establecía con Graciela una suerte de “Catenaccio”, digno cancerbero muy propio de los esquemas defensivos del exitoso técnico del Inter de Milán, Helenio Herrera. No la dejaba nunca en soledad; lo cierto es que parecía más preocupado en permanecer cerca de ella que concentrado en su específica tarea con los pibes. Hasta el mismo reencuentro lo tuvo como testigo del escueto diálogo.

-         ¿Vos acá? – se manifestó sorprendida Graciela –
-         Lo mismo pensé cuando te vi venir – retrucó Marcos -, de hecho conversaba con Rubén del tema.
-         ¿De dónde lo conoces?
-         Terminó la secundaria conmigo y esporádicamente viene a jugar al fútbol con la barra. Hace un par de meses comenzamos a frecuentar.
-         Es bueno cambiar de aire.
-         Tal vez el aire siempre haya sido el mismo, el asunto radica en no prejuzgar.
-         Ya lo creo. Te presento a Luis Maffeo, aquí lo conocen como el Corcho. No sólo es mi compañero en las tareas del barrio además cursamos juntos en la facultad.
-         Un gusto, Marcos Longhi.
-         Encantado viejo. ¿Amigo de Rubén?
-         Viejo conocido, amigo reciente.
-         Bienvenido entonces, siempre es bueno agrandar la nómina de voluntarios.
-         No sé si esto se va a extender en el tiempo. Hoy resulto solamente un invitado que viene a darle una manito a Rubén con los arqueros.
-         Me alegró de verte Marcos, sobre todo aquí – interrumpió Graciela -. Vamos Luis, ya estamos atrasados, los chicos esperan.
-         En el almuerzo nos vemos – se despidió el Corcho mientras ambos se alejaban en dirección a la Capilla –

Marcos notó en Graciela una llamativa frialdad, displicencia lindante con el desinterés. Una sorpresa inicial, muy poco efusiva, dejó paso para que su meloso guardaespaldas encamine un exánime coloquio.

-         ¿Cómo te fue? – preguntó Rubén apenas Marcos se colocó a su lado para las correspondientes presentaciones ante el grupo de chiquilines –
-         Después hablamos, tengo ganas de entrenar a los arqueritos.
-         Bueno, ya me has dado una buena parte de la respuesta.
-         Qué sabio resulta no hablar de mujeres.
-         No siempre – replicó Rubén –

Luego de una breve ceremonia en donde Rubén asombró a los chicos contando algunas de las proezas de su amigo Marcos como arquero del equipo del barrio, dispuso dos grupos para comenzar los ejercicios. Debido a la concepción que tenía por el juego todo el ensayo se realizaba con pelota, prácticamente no había entrenamiento físico, apenas diez minutos de calentamiento de forma tal evitar lesiones musculares: trote alrededor de la cancha matizado con algunas carreras cortas y saltos alternados alcanzaban como menú para evitar toda contingencia. El grupo a cargo de Marcos estaba compuesto por los arqueros y los delanteros, de ese modo, además de ensayar con los porteros, cierres, achiques y cortes, se trataba de practicar definición. La relación entre ambas jerarquías dentro del juego resulta de “perogrullo” en consecuencia el joven ayudante no puso la mínima objeción con relación a lo determinado por Rubén. Éste tendría a su cargo el diseño de juegos y estrategias con la defensa y el mediocampo; cuestiones de manejo, circulación de pelota, marca zonal y demás cuestiones que hacen a eficientizar la posesión del balón. Gracias a la generosidad de varios clubes de la zona, Nueva Chicago, Vélez, All Boys y Deportivo Español, contaban con la suficiente cantidad de pelotas para realizar un ejercicio futbolero dinámico y sumamente entretenido. Tal cosa se dio casi espontáneamente obligando a extender el entrenamiento hasta minutos antes del almuerzo debido al necesario picado que el piberío reclamaba a modo de tributo. En esta oportunidad Marcos y Rubén tuvieron que afrontar el compromiso exigido por los chicos jugando uno para cada lado; el Cura Manuel no tuvo inconvenientes para oficiar como juez del encuentro. El duelo entre el número nueve y el arquero maravilló a la concurrencia que casualmente se hizo presente en el predio; la descollante actuación de Marcos en la ronda final de penales lo comprometió con los chiquilines de cara al futuro. Con diez minutos de demora arribaron al comedor vitoreando a su nuevo héroe ante la perpleja mirada de Graciela, el Corcho Maffeo y el resto de los jóvenes ayudantes.

-         No me gusta para nada el Corcho, lo vengo observando desde hace un par de meses y no me logra convencer – manifestó Rubén a instancias de Marcos. Ambos habían decidido almorzar apartados del resto del equipo para poder conversar en privado -. Me huele a buche.
-         Disculpame, pero no logro comprender – respondió Marcos mientras disfrutaba de la ración que le tocó del estupendo guiso que cocinaron la madres de la Villa –
-         Tu presencia me sirve de mucho. Observarlo cómo te observa me resulta muy enriquecedor, evidentemente Graciela ya le habló de vos. El tipo no me cierra. Marita Vallejos, la dueña de la casilla que está en la calle más apartada del barrio, me comentó haberlo visto conversando muy amigablemente con los guardias del Torino. Dice que estuvo con ellos no menos de diez minutos, fue a la mañana bien temprano, antes que llegara la camioneta con la carga semanal. A esas horas del sábado es muy escasa la cantidad de transeúntes que circulan por el barrio.  Según sus dichos, cuando lo cruzó, so pretexto de haber ido ir a comprar cigarrillos me contó que le mencionó bromeando “ni el encendedor del auto les funciona a estos crotos”. Marita Vallejos son mis ojos dentro de la Villa. Me cuenta todo lo que sucede, quién entra, quién sale, el transitar de caras extrañas.
-         Deberías hablar con Graciela, ella lo conoce más.
-         Para eso está vos. Me parece que es un distrito que te abarca. Vos tenés o tuviste una relación que nos permite sopesar el afecto que ella siente por el Corcho. No tengo dudas que tu palabra tendría más peso que la mía con respecto a este sujeto.
-         De todos modos no entiendo las razones de tus temores.
-         Desde poco tiempo antes de la muerte del General se ha posicionado muy fuertemente la derecha fascista dentro del Gobierno. Toda actividad política que implique algún sesgo socialista o posea un tufillo de izquierda, sea dentro de la militancia concreta o en las organizaciones sociales es observada con mucha atención y cuidado por parte de la gente de López Rega. Incluso se corre la bola que armó una suerte de grupo paramilitar que supuestamente no sólo se cargó al Padre Mugica, sino además a varios de los militantes más notorios; también están intimando mediante amenaza de muerte a algunos compañeros comprometidos políticamente para abandonar el país. En otro plano la cacería contra las organizaciones armadas populares ya es un hecho; los tipos ven en cada colectivo solidario el caldo de cultivo para cuadros revolucionarios, en consecuencia la escalada de violencia estatal en cualquier momento se efectuará sin eufemismos, a cara descubierta y dentro del marco pseudolegal que les da este formato democrático ciertamente particular. Con los medios a favor manejar a la opinión pública no les costará demasiado, de modo que cualquier fusilamiento, cualquier emboscada, puede pasar como enfrentamiento sin solución de continuidad. La figura del infiltrado se ha generalizado. Hoy un tipo joven, barbado y con morral puede ser tanto un militante social como un suboficial de la bonaerense o de la federal encubierto. Lo mismo pasa con la pibas; detrás de una hippona drogona, supuestamente amante de la música de Janis Joplin y Jimi Hendrix, puede ocultarse una siniestra delatora.
-         ¿Y los milicos? – preguntó Marcos –
-         Por ahora oficialmente no hacen ni dicen nada. Creo que están esperando el natural desgaste. La banda del Brujo está desmadrada y las organizaciones armadas volvieron a la clandestinidad luego de la agachada de Perón a favor de la derecha en aquel discurso de la plaza.
-         Es un clima muy jodido el que me planteas. No alcanzo a entender quién fogonea ésta escalda de violencia.
-         Forma parte de la guerra fría. Por un lado impedir que el socialismo y el populismo se asienten en Latinoamérica, lo que ocurrió en Chile con Salvador Allende es un dato elocuente. Un Presidente democrático que intentó un esquema nacional y popular fue derrocado sin miramientos por los sectores más acomodados de la sociedad local, además dicho golpe contó con la anuencia de los Estados Unidos, motorizado por sus propios intereses económicos en alianza con las fuerzas armadas. Ahí tenés la respuesta. Por otro lado la propia desorganización de los sectores populares. En la actualidad salvo contadas excepciones la mayoría de los sindicatos, los partidos políticos y las organizaciones intermedias, como el Clero, acuerdan con dicho alineamiento. La demonización que se hace sobre la Revolución Cubana es elocuente al respecto. Socializar la riqueza, horizontalizar la propiedad de los medios de producción, instalar definitivamente que tras cada necesidad existe un derecho como decía Evita, profundizar una reforma agraria son tópicos que incluyen recortar privilegios, cuestión que los poderosos no están dispuestos a negociar alegremente.
-         ¿Pero acaso no son todos peronistas estos tipos?
-         En lo personal siempre me costó entender al peronismo. Esto no significa que no tenga explicación, es probable que a mí me falte capacidad analítica y formación política para elaborar semejante complejidad. Eso de aceptar que existe tanto un ala derecha como un ala izquierda tan marcadas me resulta, por el momento, una ecuación sin resolución. Puedo aceptar matices ideológicos dentro de rangos razonables. Me preguntarás ¿qué es razonable? A esta altura del partido ni yo mismo lo sé. Observemos al Radicalismo. Está la Línea Nacional con Balbín a la cabeza, un tipo de centroderecha bastante moderado. La presidencia de Illía, por ejemplo, tuvo rasgos muy interesantes en cuanto a tratar de horizontalizar los derechos, sin ir más lejos recuerdo la ley de medicamentos. Enfrentando a ésta se encuentra el incipiente intento de Raúl Alfonsin por armar un ala de centroizquierda, por ahora minoritaria, pero siempre presente dentro del debate. Es decir, ambos se manejan dentro de matices, siempre sujetos a los lineamientos ideológicos fundacionales. Nadie podrá asumir la existencia de un Radicalismo revolucionario, menos aún de uno fascista. Menú que sí te presenta el Peronismo. En las últimas elecciones yo me incliné por la Alianza Popular Revolucionaria: Alende – Sueldo era la fórmula. Emergentes de un radicalismo desarrollista en alianza con algunos sectores dispersos del socialismo. El Doctor Oscar Alende supo gobernar la Provincia de Buenos Aires desde el 58 hasta el 62 muy eficientemente y con un alto contenido social. El cáncer de la proscripción se lo llevó puesto; el pueblo, asumiendo el principio de acción y reacción nunca se detuvo en la valoración de su enorme tarea ejecutiva. La antidemocrática exclusión política hizo que hasta el mismo Bisonte cayera en la volteada de la indignación. Temo que el poder, dentro del peronismo, es lo único que cuenta; acceden a él y luego dirimen sus asuntos internamente, de modo democrático o a los tiros. Debemos admitir también que sin poder es imposible gobernar y menos aún llevar a cabo los cambios sociales que nuestra Patria reclama – finalizó Rubén –
-         Yo voté Perón – Perón, sospecho que convencido por cierta historicidad familiar, sobre todo de parte de mi viejo, te dije que fue dirigente sindical en la UOM. Hasta que te conocí siempre estuve muy alejado de estas cuestiones. Mi vieja odia la política, pero mucho más a los milicos. Mi abuelo materno fue un anarquista que buena parte de la década del treinta se la pasó preso. El peronismo lo convenció, estuvo en la plaza el 17 de octubre, adhirió al movimiento hasta que lo recagaron a palazos durante huelga de los ferroviarios. Nunca más militó, se dedicó a leer y a escribir. Murió en el 59, precisamente el uno de enero, día en que los barbudos entraban triunfantes en La Habana. ¿Crees qué Graciela puede estar en peligro?
-         Es una probabilidad, igual que el resto. Si este tipo es lo que sospechamos estamos todos marcados. Te aclaro que el primero en la lista es el Cura.
-         ¿Me estás asustando o probando?- inquirió Marcos algo disgustado –
-         Ni una cosa ni la otra. Te considero uno de mis más cercanos afectos, ni siquiera aquí tengo relaciones tan firmes, mal puedo invitarte para que compartas mi mundo sin mencionarte los riesgos que tiene. Y te aclaro que son riesgos con los que hace mucho tiempo he decidido convivir. Tengo miedo, y a esta altura me parece que resulta sano asumirlo, de algún modo te previene, te ayuda a sentirte falible, te aleja de ese sujeto ostentoso y soberbio que supone estar exento de dilemas. Para estar aquí es necesario tener un firme compromiso con las convicciones y saber que si el momento impone tener que tomar las armas no se puede dudar, ya que serán ellos o nosotros. Varias veces hablé con el Cura sobre el tema. Todas las noches reza para que alguien le ponga paños fríos al presente.
-         Pero si acá no estás haciendo nada malo o punible.
-         Por eso mismo. Los fachos nos ven impredecibles, no domesticables, ya que a la par de no tener precio nos observan como tipos que le entramos a la gente por el lugar en donde pasan sus verdaderas penurias cotidianas. Tienen una percepción lineal de la disyuntiva. Cualquier acción colectiva solidaria que perdura en el tiempo y llegan a grandes bolsones de la población te la pintan de rojo y se acabó el asunto: “Están tratando, mediante manejos demagógicos populistas de importar ideologías extrañas a nuestras costumbres occidentales y cristianas”, dicen muy convencidos con sus mentiras.
-         El panorama que me das no es para nada alentador – interrumpió Marcos sonriendo con marcado desdén -. Hasta hace cinco minutos me preocupaba Graciela, ahora me preocupa todo: vos, el Cura, el barrio, el resto de los muchachos. Gente que tan alegremente hace cosas por los demás en medio de un paisaje que no brinda comodidades ni esperanzas.
-         Yo no sé si vas a repetir esta experiencia sabatina de cara al futuro, lo único que te pido es que converses con Graciela sobre el “Corcho” Maffeo y me tengas al tanto. Te imaginarás que en la coyuntura es un tipo sin relevancia dentro de los resortes que maneja el Estado, pero sería muy bueno para el grupo darle salida cuanto antes, siempre que confirmemos nuestras presunciones.
-         Dalo por hecho, el único interrogante por saber es si Graciela me dará cabida.
-         No tengo dudas que vas a tener mucho éxito en la empresa. Vamos para el campito, los pibes no me perdonarían que los prive de su nuevo ídolo.

Esa noche de sábado Marcos llegó tan cansado como confundido a su casa. Supuso que ambas cosas estaban absolutamente justificadas y tenían íntima relación con el estado de tensión interno que supo cimentar luego del almuerzo. Durante la tarde había logrado cruzar un par de palabras con Graciela aprovechando cierta distracción por parte del Corcho. Sin insistir demasiado, de modo evitar molestias de las cuales no se puede retornar, logró que acepte tomar un café el domingo por la tarde en la San José, confitería ubicada en la ochava que dibuja Rivera Indarte con la Avenida Rivadavia, aprovechando que la joven iba a estar de visita en la casa de su parentela de Flores. Se pegó una ducha, puso la ropa a lavar y cenó en la soledad de su cuarto. Desoyó los cuatro llamados que David, con su acostumbrada insistencia, le hiciera para ir a bailar con la barra a Pinar de Rocha. Con la ayuda de su madre y la excusa de un estado gripal avanzado logró que el muchacho resigne en su porfía. Marcos prefirió concentrarse en la lectura del libro que le había regalado Rubén, cosa que pudo lograr a medias debido a que permanentemente se le cruzaba la imagen de Graciela y el encuentro que en pocas horas tendrían, no ya con la intención de recuperarla, sino para tratar temas en donde la vida y la muerte estaban a la vuelta de la esquina. Al llegar a la página cincuenta entendió que Papini no merecía el desplante, de forma tal, se inclinó por prender la radio; Del Plata incluye excelente música los sábados por la noche pensó. Apagó la luz y trató de encarar una diligencia que hasta el momento parecía imposible, dormir. El póster de Claudia Cardinale, fijo en la pared, aparecía y se ocultaba a instancias de la cortina americana en la misma medida que los focos de los automóviles anunciaban su circulación callejera; apenas una escueta lencería inferior de tono oscuro, la camisa totalmente desprendida dejando intuir su extrema opulencia, el cabello mojado, la cara lavada y su cuerpo tirado en la arena era toda una invitación para un joven sortilegio. Tampoco tuvo voluntad para gozar físicamente del maravilloso espectro tunecino que tenía delante. Cerró los ojos; diseñó decenas de argumentos, relatos, preguntas, discursos, hasta que por fin la luz de la mañana le comunicó que dormir no le había resultado una quimera, cuestión con la cual había especulado con exagerado denuedo.
La formalidad horaria de los jóvenes era cuestión histórica. Ambos coincidían que el respeto y el afecto por el otro comienzan a ser reconocidos a partir de la cortesía y la consideración que se tiene por la puntualidad. Un beso distante, casi amigable, acaso náufrago, precedió al ingreso por la puerta principal de la confitería. Una de las mesas linderas a los ventanales que orientaban hacia Rivera Indarte fue ocupada sin que medie debate ni cambio de opinión.

-         ¿Cómo te va tanto tiempo? – preguntó Marcos –
-         Nos vimos ayer – mencionó de modo tajante Graciela –
-         Me refiero al tiempo recorrido desde que dejamos de vernos.
-         No tengo mucho para contarte. Curso Antropología durante la mañana y pude conseguir por medio del “Corcho” un cargo de preceptora en el colegio Misericordia de Flores. Los sábados hago trabajo social en el barrio y el resto del tiempo ayudo en casa. Acaso algo de cine y de teatro los domingos, nada especial.
-         ¿No hacés más tenis en Ferro?
-         Dejé definitivamente. En un momento hice un corte definitivo con todo aquello que me incomodaba, obligaciones mucho más ligadas a deseos ajenos que a la satisfacción propia. En algún sentido estaba viviendo bajo el prisma de terceros. Mis viejos, vos, mis amigas del club, mis hábitos; todo ese equipaje lo sentía como extranjero de mí. Me harté de la niñita supuestamente perfecta, aplicada, formal, obediente. De hecho tengo pensando independizarme; esto se somete a que consiga otro cargo más como preceptora aunque signifique aletargar un poco la carrera o en su defecto tener que cursar de noche.
-         ¿No te parece qué a la distancia y de acuerdo con nuestra historia hubiese sido importante y enriquecedor conversar conmigo sobre tus dilemas de entonces?
-         Seguramente. Es probable que haya sido injusta, sobre todo con vos. Te quise y te quiero mucho, lo cierto es que no volví a tener relación con nadie. Detestaba mi vida Marcos y eso te incluía, aunque lo tuyo haya sido culposo estabas allí en el momento y en lugar inadecuado. Nunca te observé como posibilidad de auxilio ya que pertenecías a un círculo que odiaba. Ahora que tengo la oportunidad te debo agradecer la actitud que tuviste ante mi autónoma decisión. Evitaste todo tipo de conflicto y desmesura, fuiste caballero y dejaste que el tiempo hiciera lo suyo. Tal vez no todo está roto, acaso lo nuestro requiere de sabias correcciones.
-         Está en vos. En lo que a mí respecta no tengo nada que reprocharte. Lo único que le pido a las personas que deciden estar a mi lado es que lo hagan a satisfacción y en libertad. Nada de cerrojos ni cancelas.
-         Genial. Me sorprendió verte por el barrio con Rubén, no sabía que formaba parte de tus relaciones más cercanas.
-         Se dio naturalmente y justamente coincidió al poco tiempo de dejar de vernos. Ya te comenté juega conmigo en el equipo que tenemos con David y el resto de la barra.
-         ¿Todavía te ves con ese pavo?
-         Casi nada, diría que nada.
-         Eso te mejora.

La llegada de los dos cortados solicitados permitió alterar el sentido de la conversación hacia temáticas ciertamente más delicadas.

-         ¿Qué te une al Corcho Maffeo?. No te ofendas. Te lo pregunto sin el menor intento de indagatoria, tengo mis razones para detenerme en el personaje.
-         Ya lo sé, hace muchos años que te conozco. Es un simple compañero de facultad con el cual coincidimos en la militancia dentro del peronismo de base. Ya te dije, gracias a sus contactos estoy trabajando en el colegio como preceptora; el voluntariado solidario que hago en la Villa lo asumí como parte de un compromiso militante. Para nada estoy convencida de que la situación de indigencia de esas personas se modifique desde la caridad y la limosna. Volviendo a Luis no te voy a negar que al tipo le intereso de otro modo, lo cierto es que en oportunidades me pone bastante incómoda, creo que hasta ahora lo pude manejar. Sospecho que cuando no pueda la cosa explotará y veremos qué pasa. Con vos allí todo cambia, me siento más protegida.
-         ¿Y Rubén?
-         Es una suerte de líder. El menos histriónico quizás, bastante apocado, pero sin dudas el más observador. Todos sabemos que su ascendencia sobre los chicos es superior a la del resto de nosotros, no sólo por su don de gente y compañerismo sino porque además interviene activamente en lo que más seduce a los pibes: El fútbol. Con lo de ayer vos te ganaste buena parte del afecto de los chiquilines.
-         En qué compromiso me has metido Gra. Por un lado mi presencia te hace sentir más protegida, por el otro me hablás que los pibes se han entusiasmado conmigo. Y yo que ando con dudas. No creo tener la suficiente convicción como para aceptar los riesgos, sin embargo todo lo que vi ayer me pareció formidable desde muchos aspectos. Coincido con vos, el voluntarismo no va a cambiar a la sociedad, esto es estructural, en consecuencia la micro y la macroeconomía juegan su partido, y ese encuentro sólo es posible jugarlo en la cancha de la política. Los conflictos y los intereses están dentro de ese campo, imposible establecer una mejor distribución de la riqueza sólo a partir de un deseo individual.
-         Lamentablemente tenés razón aunque tu discurso suene a burócrata. En la agrupación te enviarían al ostracismo. En eso coincidís con el Cura Manuel. El tipo se considera solamente un paliativo, un mero placebo que se ofrece ante una enfermedad terminal.
-         ¿Y los muchachos de la agrupación?
-         Están recontra cebados. Pretenden cambiar ciento sesenta y cuatro años de historia con dos balines y una gomera. Además esas cuestiones no pueden ser llevadas a cabo por un grupo de iluminados que dicen responder a las masas cuando esas mismas masas ni siquiera saben de qué se trata la cosa. La conciencia social en primer lugar, la lucha armada y popular como consecuencia ineludible ante la ignominia. Alguna vez le pregunté al Corcho qué pasaría si en vez de estar nosotros en la Villa hubiera un grupete de fachos repartiendo comida simplemente para no crearse un conflicto social, cosa que a la vez les permitiese seguir manteniendo el orden establecido, tal cual  hicieron los caudillos conservadores del interior durante la década del treinta. No me supo responder.
-         Hace poco leí que a la Iglesia no le molestaba la existencia de la pobreza, lo que quiere en realidad es que los pobres sean buenos. Temo que para algunas ideologías extremas la cosa funciona igual. En este caso tampoco los incomoda el pobre, lo que intentan es domesticarlo. Debe ser por todo esto que considero, dentro de la coyuntura, que cualquier acción armada resultaría muy funcional a los fines de los que siempre ganaron. Creo que la lucha la debemos dar desde la política formal sin apartarnos un ápice de los preceptos democráticos. Es la mejor manera para asentar un proceso social con características evolutivas que tiendan a un progreso equitativo. Desarrollo económico sin equidad es la nada misma, peor aún, las diferencias acrecentarían los conflictos.
-         Entonces nada tenés que hacer allí. ¿Hablaste de esto con Rubén? – cuestionó la joven.
-         No todavía. Pero me permito corregirte. Yo puedo estar allí aún en disidencia con respecto a las formas y los modos de cómo se solucionan la penurias del pueblo. Puedo adherir al voluntariado social sin tener la necesidad de aceptar que un arma resulta un método válido para terminar con las urgencias. Rubén sospecha que el Corcho es un buche del Gobierno.
-         Vaya coincidencia. Hay un par de compañeros militantes de la Facu que lo tienen calado. El tipo se maneja con una libertad de acción que causa curiosidad. Habla delante de cualquiera sin importar el lugar y el tema. Habrás visto que ninguno de los chicos del grupo que trabaja en la Villa se mostró confianzudo y abierto. Tal conducta resulta una suerte de anticuerpo. Así de comportan todos, excepto el Corcho. Él se mostró muy conversador y afable con una persona, en este caso vos, de la que nada sabía.
-         Rubén me comentó que el sábado muy temprano, antes de que llegara el resto del grupo, lo vieron conversar muy amigablemente con los tipos de seguridad del Ministerio que están apostados en el barrio. Según comentan, cuando fue descubierto argumentó que les estaba pidiendo fuego. Fuentes confiables aseguran que la charla duró algo más de diez minutos.
-         Complicado el asunto – sentenció Graciela ciertamente preocupada -. Si lo echamos a la mierda pueden venir represalias; si lo dejamos dentro corremos peligro, sobre todo el Cura; si no naturalizamos su presencia se dará cuenta de inmediato que sabemos para quién trabaja de modo que su peligrosidad se potencia exponencialmente. De todas formas esta serie de razonamientos descansan sobre la base de una duda. Duda que es urgente despejar.
-         Y no podemos bajo ningún concepto dar por ciertas cuestiones no probadas.
-         Pensemos en voz alta – interrumpió Graciela -. Más allá de nuestras presunciones sobre la peligrosidad de Maffeo sabemos positivamente que es un tipo bastante limitado y algo soberbio en su modo de actuar. Quizás relacionándome con él un poco más cercanamente nos brinde la posibilidad de cotejar sus conductas.
-         ¿Llegando hasta dónde?
-         No es para tanto. Sé como manejar a los hombres. Él sabe que fuiste muy importante en mi vida en consecuencia diseñarle una estrategia temporal a sus aspiraciones no me costará demasiado. Ese tiempo me permitirá ingresar a su mundo interior y descubrir sus distritos más complejos. Me gustaría poner al tanto a Rubén sobre la idea para ver que piensa. De todas formas se impondría que vos no aparezcas más por la Villa. De alguna manera y ante su eventual consulta yo le explicaría que tu renuncia al voluntariado en el barrio se debe a simples motivos de incomodidad personal. Tal cuestión reforzaría sus apetencias individuales – finalizó Graciela –
-         A priori no puedo aceptarlo.
-         ¿Tenés el teléfono de Rubén?
-         Si.
-         Ahí está el público, yo tengo monedas llámalo, y si puede, decile que venga. Con suerte es probable que el asunto lo resolvamos hoy.
-         ¿Estás segura?
-         No. Pero no nos quedan muchas alternativas, sospecho que con el grado de calentura que tiene este pibe conmigo no corro riesgos. En el fondo sigue siendo un pendejo que buena parte de sus razonamientos pasan por la cama.
-         Veo que está en tu cabeza el límite.
-         Nunca me acosté con alguien por fuera de la comunión que sostienen el amor y el placer, por eso hasta ahora fuiste mi único amante. Y no sigas porque no respondo por mis recuerdos.
-         Entonces voy a seguir.
-         Llamá a Rubén, después vemos.

Un cartelito que indicaba “No Funciona” obligó a Marcos a cruzar Rivadavia e intentar hablar desde alguno de los aparatos instalados en la Plaza Flores. Con el más distante, aquel apostado en Yerbal y Artigas, tuvo el resultado esperado. Aproximadamente, y según sus propias palabras, en treinta minutos Rubén llegaría a la confitería San José.
Marcos pasó por el kiosco, compró un atado de Particulares 30 y un par de bocaditos del gusto de Graciela. De regreso lo estaba esperando una bella sonrisa femenina, gesto que ciertamente hacía varios meses necesitaba disfrutar. Hasta la llegada de Rubén la pareja conversó banalidades; Marcos insistía con erotizar la charla de modo incentivar el libido de Graciela tratando cuestiones que indudablemente ambos añoraban; ella al contrario de lo que fuera su contenida y apocada historia respondía con novedosa libertad sobre lecciones físicas que deseba experimentar. En cierto momento las manos se entrelazaron, ambos comprobaron que el tiempo no había logrado marchitar sus individuales sudores cuando de sexo se trataba. El arribo de Rubén fue recibido con notorias muescas de contradicción.
La propuesta del recién llegado para cambiar de mesa en procura de mayor comodidad no mostró objeciones al igual que la invitación para una ronda de submarinos con medialunas que él mismo se comprometía afrontar de modo cordial. De inmediato comenzaron a  desandar las ideas fuerza que habían bocetado hasta hace instantes encontrando en Rubén cuestionamientos anexos que enriquecieron notablemente la idea madre. Si bien no estaba convencido, debido a que un buchón más o menos no movía el amperímetro del riesgo, no consideraba un despropósito saber si tenían un infiltrado dentro del grupo, además estimó coherente, ante el panorama, que Marcos no regrese al barrio. Propuso poner en autos al Cura Manuel sobre la situación para que como responsable del programa se maneje con prudencia. Expuso como trascendente mantener la distancia dentro del ámbito de la Villa entre él y Graciela y que el nexo de la información circule por fuera de ella a través de Marcos. El trío acordó que la casa de éste sería el mejor lugar de reunión, comarca que esa misma noche daría fehaciente testimonio del reencuentro erótico de la pareja, sin las opacidades y los temores pasados, y ante la atenta y sugerente vigilia de Claudia Cardinale.
Durante las dos semanas siguientes Marcos no tuvo novedades de sus compañeros de modo personal. Muy poco adiestrado en la materia supuso que la jerarquía militante de Graciela y sobre todo la de Rubén determinaban que así debía ser. El viernes de la primera semana, luego de la reunión en la confitería San José de Flores, fue el último contacto telefónico que había tenido con la muchacha. En esa llamada la joven le había manifestado que estaba muy cerca de confirmar las presunciones y que la jornada solidaria del día siguiente en la “Ciudad” sería definitiva para desenmascarar al Corcho Maffeo. Un beso fue lo último que escuchó desde el otro lado de línea. En cuanto a Rubén varios llamados realizados no obtuvieron respuesta. Desde hacía un par de años el muchacho se había independizado habiendo alquilado un pequeño departamento tipo casa ubicado en la calle Esteban Bonorino casi esquina Balbastro en pleno bajo Flores. Al no tener el número telefónico de sus padres nada pudo avanzar para localizar su paradero. La severidad de la angustia estaba mostrando sus primeros rasgos. A estas alturas El Libro Negro de Giovanni Papini formaba parte de un gratísimo recuerdo. En varias oportunidades pasó por el frente de la casa de Graciela encontrando siempre el mismo panorama, todo cerrado; hasta se atrevió en una ocasión a tocar el timbre sin obtener resultado positivo por lo que decidió concurrir al día siguiente a la Villa. Esa misma noche de viernes David pasó por su casa para armar la nocturnidad del sábado y refrescarle a la vez que el domingo por la mañana tenían confirmado el desafío contra los egresados del Marianista. Ciertamente disperso Marcos aceptó ambas propuestas con el objeto que David se fuera prontamente; antes de irse, éste le mencionó que no se olvidara de llamar a Rubén. A media mañana del día siguiente ingresó por la calle principal de Ciudad Oculta. Prefirió llegar en ese horario entendiendo que con las actividades del voluntariado en pleno proceso nadie iba a repara en él. Efectivamente no se equivocó. Ambos móviles de seguridad estaban en las cercanías del campito por lo que su entrada no tuvo testigos que eludir. Ingresó a la capilla y de inmediato reparó que el Cura Manuel no era quién estaba confesando; un Sacerdote más viejo y de gesto adusto se mantenía firme en su casilla a la espera que los fieles finalicen su desfile penitente. A pesar de alguna cara familiar escogió no incomodar continuando con su recorrido hasta llegar al predio en donde acostumbraba ensayar la murga y el teatro. La esperanza de dar con Graciela se potenció al escuchar que la música sonaba tan fuerte como en su anterior visita. Su expectativa se desmoronó de inmediato al constatar que otro grupo de jóvenes estaba al frente de la actividad, un paisaje similar encontró cuando arribó al campito futbolero. Algunos pibes lo saludaron con afecto y le preguntaron en voz alta por Rubén; desde uno de los laterales sonreía amigablemente sin saber que decir mientras trataba de hacer tiempo en procura de algún gesto que lo invitase a conversar sobre las ausencias. La misma alegría, el mismo entretenimiento, el mismo escenario, simplemente los actores que él había visto en la primera presentación de la obra habían sido licenciados. Algunos minutos pasaron hasta que recordó a Marita Vallejos, señora de suma confianza que Rubén tenía dentro de la Villa. Inmediatamente partió hacia la zona del barrio en donde estaba su casilla. Cuando más o menos logró orientarse correctamente por entre el laberinto de los pasillos le preguntó a uno de los parroquianos la ubicación exacta de la casa. El hombre, luego de informarle con precisión el sitio buscado, le aclaró que no estaba en su domicilio debido a que tuvo que viajar con urgencia a Salta producto de una severa descompensación que había sufrido una de sus hermanas.
Marcos se sintió desprovisto, perdido, sin tener la menor idea de cual sería su próximo paso. Continuó recorriendo el barrio sin destino cierto, observando que la vida continuaba y que nadie se detenía a contabilizar las ausencias. A metros de salir del predio dos hombres bien portados, de civil, se le acercaron invitándolo a detenerse. Uno de ellos era el Corcho Luis Maffeo.

-         ¿Qué estás haciendo por aquí? – preguntó el Corcho -
-         Pasé a saludar, vine a ver como estaban – mintió Marcos, y continuó - Como no tuve oportunidad de volver y tenía el día libre se me ocurrió pasar la mañana con el piberío. ¿Y el Cura, y los chicos del grupo?
-         La cosa cambió. El proyecto solidario de voluntariado dejó paso a un modelo institucional a cargo de gente contratada directamente por el Ministerio de Bienestar Social. Son todos recursos rentados.
-         ¿Y vos?
-         Soy uno de ellos, más precisamente el supervisor.
-         ¿Qué pasó con el Cura?
-         Su congregación lo mandó de clausura a Córdoba.
-         ¿Siguen participando en los torneos Evita?
-         Si. El técnico es un muchacho que hasta hace poco jugó en la primera de Racing
-         ¿Rubén, Graciela?
-         No los vi más. Supongo que los habrán destinado a otro proyecto.
-         ¿Pero vos no militabas con ella en la facultad?
-         No curso más. Abandoné hace diez días.
-         Qué pena, se los veía muy unidos.
-         ¿Vos fuiste novio de ella, no?
-         Hasta hace seis meses.
-         Parece que las chicas cambian y uno se da cuenta tarde.
-         Parece.
-         No me dijiste nada de Rubén.
-         ¿Tenés algo de tiempo?
-         Si, de hecho como te dije venía con la intención de pasar toda la mañana – Marcos no se iba a retirar del lugar sin saber el destino de su gente -
-         Acompañame a la oficina, es una casilla que diseñamos para recibir solicitudes y  propuestas de los vecinos.

Marcos ingresó a la oficina ignorando si saldría vivo de ella. Cada vez estaba más seguro que ese hijo de puta era el responsable del presente de Graciela y de Rubén.

-         Oficialmente ambos se encuentran detenidos – confesó Maffeo –
-         ¿Detenidos? ¿Qué hicieron?
-         Aparentemente se los acusa de pertenecer a sendas células revolucionarias que hace poco tiempo comunicaron su entrada a la clandestinidad. Graciela lo hizo dentro del grupo denominado Montoneros, Rubén a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR.
-         ¿Están en pedo? Los conozco muy bien, es imposible. ¿Dónde los tienen?
-         Lo ignoro. De todas formas, que vos lo ignores no significa nada.
-         No me jodas, vos la conoces a Graciela tanto como yo. Un arma en manos de ella resulta una entelequia.
-         Mirá Marcos. Te recomiendo que vuelvas sobre tus pasos y no regreses. La cosa está jodida y se pondrá peor. No intentes nada que pueda ponerte en peligro ya que no sólo vos correrías riesgos innecesarios sino también tu vieja. Fijate que los padres de Graciela tuvieron que emigrar, les dieron dos días para abandonar el país. Yo mismo me tuve que hacer cargo de que se cumpla la orden. El matrimonio estuvo un día bajo el amparo de la diplomacia mejicana en dependencias de la Embajada a la espera de abordar el avión.
-         Debo entender que vos también elegiste un espacio de lucha – inquirió Marcos -
-         Yo siempre estuve del mismo lado – replicó el Corcho –
-         Rubén tenía razón entonces.
-         Temo que ese fue su error. Haceme caso, no te metas en quilombos, vos no sos un tipo que está comprometido en estas cuestiones. Armate de una vida y mirá para el costado. Es mejor que las disputas queden entre nosotros, los peronistas, a que intervengan los milicos como fue toda la vida. No te pienso decir nada más, andate y no vuelvas, Te aseguro que nuestro próximo encuentro no será tan amable.

Marcos llegó a su casa de Floresta luego de un viaje en colectivo ciertamente perturbador; apenas ingresó, su madre le comentó que le había dejado en su cuarto, sobre la cama, una carta dirigida a su persona sin remitente ni sello fiscal, misiva que había encontrado bajo el felpudo exterior media hora después que él se fuera para el barrio. Sin pérdida de tiempo se encerró en la pieza concentrándose en su lectura...

                                                                                     31 de Octubre de 1974

Marcos

                  Ni se te ocurra aparecer por el Barrio. La gente del Brujo nos ha borrado de un plumazo. Puso a su tropa. El laburo ya no es voluntario, estos tipos cobran y muy buena guita. En su mayoría son cuadros politizados de las distintas fuerzas de seguridad más algunos hijos de funcionarios y gente cercana a Puerta de Hierro. El hijoderremilputas de El Corcho es quién maneja la Villa. Marita ya voló, la llevaron hasta Retiro, la pusieron arriba del tren y la mandaron a su provincia; al Cura Manuel le inventaron una causa por abuso deshonesto, en dos días la Curia lo envió como penitente a Córdoba; el resto del grupo se disgregó, sospecho que cada uno habrá resuelto como pudo. Yo estoy en Uruguay, llegué hace una semana, paro en la casa de un compañero Tupamaro. Mis viejos ya están avisados y saben perfectamente lo que hacer. Dudo que me quede mucho tiempo en tierras orientales, la cosa por aquí viene tan pesada como en Argentina, supongo que en la primera de cambio intentaré vía Venezuela llegar a Méjico, según me comentaron ya se han agrupado varios clanes de exilados rioplatenses por aquella tierras. Tratá de mantenerte al margen, estos tipos no tienen límites. Son una banda de desquiciados autodenominada Alianza Anticomunista Argentina. Sus comunicados aparecen con la sigla AAA.  Hay en juego guita, poder, algo de racismo, y por sobre todas las cosas intereses económicos puntuales, tanto internos como externos. Los luchadores sociales están siendo marginados e invitados “amablemente” a exiliase, por ahora, con aviso mediante; esto se manifiesta en sindicatos, estructuras solidarias laicas y religiosas, cultura, medios de comunicación y partidos políticos. No sé hasta dónde puede llegar esta locura y más tendiendo en cuenta que las organizaciones armadas en la clandestinidad ya han declarado la continuidad de la lucha contra el régimen fascista.

Vamos a lo importante: Graciela. Dicen que el Corcho Maffeo, con ayuda de cuadros infiltrados en la Facultad, descubrió que la piba lo estaba forreando con el objeto de desenmascáralo. Pisó el palito, habló con la gente equivocada. Y mirá que se lo advertí. Sé que no está detenida en ningún centro penitenciario oficial por lo que no sería descabellado pensar que Maffeo la tiene en su poder. El tipo vive en un departamento ubicado en Senillosa al 1500, a una cuadra del gasómetro de Avenida La Plata. Cuando San Lorenzo juega de local siempre va a la cancha, y más por estas épocas que andan dulces, el gentío circulante puede servirte de pantalla. Además tené en cuenta que durante casi todo el sábado está en la “Ciudad”. Si vas a hacer algo podés contar con el Manco Feliccetti, con Francis Pernau, con el Yuga López y con el Mudo Troncoso. Al tiempo que estés leyendo esta carta ellos ya estarán al tanto de todo, le tienen unas ganas al Corcho que se salen de la vaina. Sólo esperan que vos te pongas en contacto. Paran todos los sábados por la noche en el bar Tío Fritz, fonda ubicada en la esquina queda de Bacacay y Artigas. Vos andá, ellos saben quién sos. Hace rato me hice cargo que te visualicen. La información es fehaciente, nosotros también tenemos gente infiltrada entre los fachos. El Manco está en coordinación federal, gracias a él salvé el pellejo, mientras que el Yuga es maestranza dentro de Bienestar Social. Aunque no lo puedas creer también tenemos algún milico de mediano rango de nuestro lado. Que tengas mucha suerte compañero, sólo espero que algún día nos volvamos a ver. Cuidate y no te expongas sin necesidad, evalúa los riesgos. Un abrazo

                                                                                         Rubén Caridi


Esa misma noche de sábado, una vez llegado al bar Tío Fritz, recordó su compromiso con David por lo cual se vio obligado a utilizar el teléfono público que estaba ubicado en la parte posterior del establecimiento, más precisamente en el salón familiar. La insistencia de su interlocutor en función de convencerlo para que asista tanto al boliche como al partido del día siguiente encontró un corte abrupto de la comunicación, cosa que trataría de enmendar durante la semana so pretexto de haberse quedado sin tiempo de llamada.
Mientras de disponía a ubicarse en una de las mesas del salón destinado para los parroquianos corrientes, una voz proveniente desde el interior del salón familiar requirió su atención utilizando llamativa familiaridad – Marcos Longhi, te estábamos esperando, por aquí, tomá asiento -. La mano de Francis Pernau se extendió amablemente ante la vigilante mirada de sus otros tres compañeros de mesa. La presentaciones de marras se efectuaban mientras Correa, el histórico mozo del lugar, acercaba una mesa adicional de modo brindar mayor comodidad. La picada completa, minuta de enorme prestigio en el barrio por lo abundante y variada, invadía con sus tablas cada centímetro cuadrado de las mesas siendo escoltada por dos botellas de cerveza negra de litro. Seguros de tener absoluta reserva comenzaron a debatir el futuro tomando como base la información que cada uno de ellos había recibido por parte de Rubén.

-         Tenemos a favor algo que es determinante –aseguró el Manco Feliccetti-este Maffeo es absolutamente despreciado por propios y extraños. No resultaría descabellado encontrarnos que no tiene cobertura. Accionar contra él es algo que muchos de los suyos esperan. De hecho toda la información que tenemos sobre el tipo la obtuve desde dentro de las estructuras oficiales, lo curioso es que nadie me preguntó las razones de mis curiosidades.
-         Con gente de Villa Soldati – interrumpió el Mudo Troncoso – le hicimos un seguimiento metidos dentro de la barra de San Lorenzo. Hasta pudimos acceder a la cuenta que tiene en el almacén donde suele proveerse de alimentos. Es un bolichito bastante modesto que está en Avelino Díaz casi esquina Doblas, lo atiende un viejo socialista que en su tiempo llegó a ser el principal caudillo político del barrio de la mano de Alfredo Palacios. Pudimos corroborar que desde hace unas semanas ha incrementado exponencialmente sus compras, razón por la cual nos es dable inferir que no está solo en su domicilio. Inclusive el hombre ya le ha mostrado su preocupación por el crecimiento de la deuda.
-         En mis informes lo tengo como soltero – agregó el Manco –. El departamento que alquila está bajo la titularidad de Ministerio de Bienestar Social, operatoria habitual, práctica normal con todo aquel cuadro que adolece de inmueble propio. Hasta ahora en ningún momento dio aviso de haber contraído matrimonio o formado pareja.
-         Parece todo demasiado sencillo – sostuvo el Yuga -. Una parte de nuestro grupo lo retiene algunas horas mientras que otra partida ingresa a su casa y corrobora la hipótesis. Si la piba está allí la liberamos. A Maffeo lo estaríamos soltando bien lejos, en el conurbano y sin un mango, cosa que haremos cuando nos hallemos absolutamente seguros de que Marcos y Graciela están fuera de peligro. Un trámite.
-         Dónde y cómo lo levantamos – preguntó Marcos –
-         Lo ideal es cuando regresa de la Villa – propuso Francis –. Un auto, con dos tipos, lo tiran en la esquina de Avenida Cobo y Senillosa, tiene que hacer esas tres cuadras caminando, ni siquiera lo dejan en la puerta de su casa. A esa hora el vecindario está muerto, levantarlo será cosa sencilla. Además se sabe que el Corcho Maffeo es un cagón, si bien anda calzado nunca usa el caño sino es para ostentar, cosa que suele molestar mucho a sus pares. Sus camaradas lo odian. Parece que el tipo llegó a jefe de barrio pisando algunas cabezas y ensuciando maliciosamente a varios de sus compañeros. Hay una buena cantidad de cuadros que se la tienen jurada. ¿Ustedes saben cuánto cobra por su laburo?
-         Calculo que arriba de dos lucas verdes – tiró el Yuga –
-         Te quedaste corto – aseguró Francis -, seis luquitas libre de polvo y paja. A eso súmenle el departamento. Todavía no se nota porque hace poco que conchabó; este tipo en un año en un verdadero bacán. Otra razón más para aderezar el encono de sus “compañeritos de clase”.
-         ¿Estamos de acuerdo con el día y la hora? – preguntó el Manco Feliccetti  -
-         Si – se oyó al unísono –
-         Bárbaro – continuó Feliccetti -. Ahora bien, necesitamos una ambulancia, un auto de apoyo, bastante falopa para dormirlo y tres cumpas más, debemos ser en total ocho, uno de ellos con conocimientos de enfermería para que no se nos pase. Seis recursos llevarán a cabo el operativo dentro de la ambulancia, los otros dos se mantendrán en el móvil de apoyo. Éstos, con las llaves del propio Maffeo, se encargarán de ingresar al departamento. Francis se hace cargo de la logística, el Yuga, de la gente. A las ocho menos cuarto tenemos que estar apostados. El auto de apoyo debe estar estacionado en la esquina de Senillosa y Cobo, bien visible, de modo que cuando Maffeo pase caminando en dirección a su domicilio avise por medio de un breve juego de las luces traseras. El resto, dentro de la ambulancia, estaremos con los rostros cubiertos, lo interceptaremos metros antes de que entre al edificio. Es probable que tenga las manos ocupadas en busca de las llaves. Lo dormimos con una buena cantidad de éter y lo metemos adentro. Luego pegamos un par de vueltitas para constatar que todo sigue tranquilo. Inmediatamente de enviar la señal desde el auto de apoyo, con Marcos en su interior, se dirigirán velozmente hasta la puerta del edificio para que éste reciba las llaves. Una vez que ingresen al inmueble no tiene más que liberar a la piba, salir lo más rápido posible y dirigirse con el vehículo hacia donde Longhi disponga. ¿Alguna pregunta?
-         ¿Adónde la llevo? – inquirió Marcos –
-         Le calculo que el tipo recién se enterará de lo sucedido no menos de doce horas después en consecuencia tenés bastante tiempo para armar tu escapatoria – sentenció Francis –. De todos modos, te aconsejo llegar hasta Colón, Entre Ríos y cruzar a Paysandú. Por poca guita los balseros te cruzan sin preguntar nada.  Una vez a salvo en Paysandú preguntá por el boliche del Nene Molina, cuando lleguen al bar informen al dueño que van de mí parte. Ojo sólo a Molina, no hablen con nadie más. Va a entender todo ¿Sabés manejar, tenés registro?
-         Si – contestó Marcos –
-         Entonces te vas en el auto de apoyo. Quedate tranquilo siempre usamos coches limpios y en regla – aseguró el Mudo -. Dejalo tirado en alguna calle de Colón, al otro día su propietario hará la denuncia de robo, eso sí, limpialo de huellas o en su defecto utilizá guantes. Durante la semana veremos qué coche utilizamos.
-         Perfecto – asintió Marcos –
-         Lo que debemos procurar es que Maffeo no te asocie con el evento -aclaró Francis dirigiéndose a Marcos-. El tipo tiene que estar convencido que fue víctima de una vendetta interna de modo que armar una puesta en escena a favor de su confusión no estaría de más; por eso me parece muy interesante dejarle en su departamento señales y muescas para direccionar su pesquisa en dirección a esos Pagos. Qué sé yo, dejarle tirado un papel amenazante con membrete, o en todo caso un arma oficial descargada como testimonio de lo sucedido, cosa que ni siquiera se atreva a denunciar el operativo.
-         Clarísimo – juzgó el Mudo Troncoso – El sábado que viene a las siete de la tarde nos encontramos aquí mismo; demás está decir, todos calzados, excepto vos Marcos.

La reunión finalizó abruptamente. Cada uno se retiró de forma alternada luego de abonarle al viejo Correa la adición. Durante esa semana Marcos tendría varios pendientes que atender. Su madre, su trabajo, sus relaciones, constatar la versión de Maffeo sobre el exilio de los padres de Graciela y de no ser así procurarse de los documentos de la joven y algo de dinero. Esos siete días transcurrirían con extrema tensión. Pensó que redimirse con David y jugar el desafío contra los egresados del Marianista le otorgaría cierta cuota de necesaria distensión, de modo que antes del irse de Tío Fritz se dirigió hasta el teléfono público para avisarle a su amigo que al otro día cuente con él para una cita futbolera que tanto ansiaban disputar.
Fue hasta Rivadavia, se tomó el 85. Eligió ese colectivo debido a que la parada en la cual se tenía que bajar estaba a pocos metros de la casa de Graciela. Lo hizo sin esperanzas, como asumiendo lo suyo a modo de manotazo de ahogado, poseía demasiados mensajes negativos, tener alguna esperanza de encontrar signos vitales dentro de la vivienda resultaba parte de un optimismo para nada aceptable en esas circunstancias. Bajó del colectivo en el marco de un Floresta oscuro y recurrente. En apariencia el frente no mostraba un paisaje distinto al de los últimos días. Sin embargo notó que bajo los portones del garaje cierta luz mostraba el circular de pasos apresurados. No lo dudó, saltó la pirca y golpeó con firmeza el portón. Angélica, la madre de Graciela, entreabrió uno de los postigos de modo constatar la identidad de la visita; una vez corroborada la afinidad del visitante rápidamente apartó una de las láminas para permitir que Marcos ingrese a su domicilio.

-         Pasá chiquito, pasá rápido, estamos aterrados.
-         ¿Julio?
-         En el dormitorio, armando el paquete del rescate.
-         ¿Qué rescate?
-         Nos pidieron cien mil dólares para liberar a Graciela. La última llamada nos ordena dejar la bolsa con el dinero este lunes, a las ocho de la noche, en un volquete de materiales estacionado frente a la obra en construcción ubicada en Senillosa casi esquina Avelino Díaz. Gracias a la familia y a varios amigos pudimos juntar el monto exigido – explicó Angélica –
-         ¿Qué seguridad tiene que luego la soltarán?
-         Ninguna, Marcos,
-         ¿Usted y su marido en algún momento fueron intimados a abandonar el país o algo por el estilo?
-         Para nada – contestó asombrada Angélica - ¿De dónde sacaste eso?
-         Temo que sé quién la tiene. ¿Graciela le habló de un tal Luis Maffeo?
-         Su compañero de facultad – interrumpió Julio a poco ingresar al recinto– ¿Cómo te va Marcos, gracias por preocuparte?
-         Los muchachos que trabajaban junto con Graciela en Ciudad Oculta y algunos compañeros de estudios sospechan que la tiene este tipo en su departamento. Los datos coinciden debido a que el bolsón de plata lo tienen que depositar a sólo una cuadra de su domicilio. Hay una mezcla de situaciones: Por un lado cuestiones de índole política, este Maffeo ha quedado como Jefe del barrio expulsando a todos los militantes voluntarios que allí trabajaban, en segundo término cuestiones pasionales, está absolutamente enamorado de Graciela y como tercer punto una mera especulación económica, obtener un rédito pecuniario. Como verán es una basura. Dudo que la libere después de hacerse del efectivo, es más creo que se duplica el riesgo – finalizó Marcos -  
-         Si es como vos decís no la va a soltar ya que ella lo puede identificar – afirmó Julio –
-         Justamente – sentenció Marcos -. Con la muchachada hemos diseñado un plan para liberarla en la que no correrá ningún riesgo. Abonen el recate, nosotros haremos lo imposible para recuperar tanto a Graciela como al dinero.
-         ¿Qué está pasando Marcos, en dónde se metió la nena, no entendemos nada? – preguntó Julio -, desde que se separó de vos su vida ha cambiado mucho.
-         Ella no hizo nada de malo, todo lo contrario. Es una chica que vive el tiempo que le tocó en suerte, solidaria, comprometida y es muy conciente de lo que sucede en la sociedad que habita. El problema es que se topó con un desquiciado con cierta cuota de poder. Cosa que le pudo haber pasado en un Banco, en una fábrica, y hasta en el club – garantizó Marcos – De todos modos hay que cuidarse mucho porque esta gente ha provocado exilios y cosas por el estilo. Manejan la política y la ideología con el fin de obtener prebendas y privilegios. Se consideran impunes, en consecuencia yerran por soberbios, pecado capital que podemos aprovechar. Nunca se olviden que nunca dejé de amarla. Si todo sale tal cual lo planificado, dentro de siete días, a esta misma hora, Graciela estará con ustedes.
-         Gracias Marcos, cumpliremos con nuestra parte, confiamos en vos – reiteró el padre de la joven –

Marcos se retiró del domicilio lamentando que nada podía hacer para acelerar la operación. Ese preciso momento de la búsqueda del rescate por parte del Corcho hubiese sido una excelente oportunidad para levantarlo y al mismo tiempo liberar a Graciela. Dejarle a Maffeo manejar su libre albedrío desde el lunes a la noche hasta el sábado no dejaba de ser peligroso. Estaba seguro que la joven no sufriría daño físico pero temía por un abrupto cambio de domicilio que diera por tierra con el plan. De modo casi casual la semana transcurrió por senderos no hilvanados. La percepción de un exilio apresurado había quedado como disyuntiva lejana y determinadas cuestiones debían resolverse de modo forzado minutos antes del operativo. En esencia nada cambiaba, el dinero del rescate estaba poniendo las cosas en otro lugar. No le fue necesario arreglar puntuales encomiendas, ni siquiera se vio obligado a enterar a su madre sobre la coyuntura. Arrancó la semana jugando su partido de domingo conforme la promesa que le hiciera a David, ninguno de sus compañeros del equipo podía sospechar las verdaderas razones de su baja performance. Los egresados del Marianista lograron una cómoda victoria de la cual Marcos no prestó la mínima atención. Durante el crepúsculo del lunes pudo corroborar que Maffeo fue quién retiró el bolsón que contenía el dinero de acuerdo a lo pactado con los padres de Graciela. El hall de un edificio cercano le sirvió para observar con detenimiento los movimientos del desquiciado. A prudente distancia lo siguió hasta perderlo definitivamente en el preciso instante que el Corcho ingresó a su domicilio. No había nada más por hacer. Sólo restaba esperar hasta el sábado procurando que el antagonista no modifique su estatus de impunidad.
Desde el martes hasta el sábado por la mañana tuvo la posibilidad de hablar varias veces con los padres de Graciela. No tenían novedad de la joven. En sintonía con lo previsto quedaba claro que Maffeo no la liberaría y que solamente planificó un ingreso extraordinario montado en su propia locura. Una única llamada por parte del secuestrador les advertía que no hiciesen la denuncia ya que dicha actitud conspiraría contra de la vida de la muchacha.

De modo puntual, como era su costumbre, Marcos arribó a las siete de la tarde del sábado a la  esquina de Bacacay y Artigas. Apenas intentaba prender su Particulares 30 cuando se acercó hasta el borde de la acera, apenas a dos veredas de donde estaba emplazado en estado espera, un Fiat 1600 color verde desde el cual el Yuga López le hacía gestos ampulosos instándolo para que rápidamente subiera al vehículo. Dentro de éste, en la butaca del acompañante, el Manco Feliccetti era el único habitante por fuera del conductor. Apenas ascendió al automóvil Marcos informó a sus compañeros sobre las novedades del caso: Las mentiras de Maffeo sobre la suerte que habían corrido los padres de Graciela, el asunto del rescate, la corroboración de que el mismo Corcho fue quién retiró el bolsón con los cien mil dólares eran tema de conversación y debate. De todos modos el operativo no cambiaba en lo substancial.

-         La cosa es así – interrumpió Feliccetti -. Ahora nos vamos para la zona del Parque Chacabuco de modo encontrarnos con nuestros compañeros de la ambulancia. Allí me quedo con ellos y ustedes siguen en el auto para estacionarlo en el punto establecido. Como titular del vehículo el Yuga debe ser a la fuerza el conductor. No estamos exentos de que algún policía los detenga, de modo que estar en regla configura un reaseguro de libre circulación. Repasemos; vos Marcos serás uno de los que ingrese al departamento para que Graciela vea una cara conocida, no sienta temor y por ende no se vea envuelta en una crisis nerviosa, de acuerdo como pinte la cosa veremos quién te acompañara.
-         Nunca pensamos qué hacer si nos encontrarnos con algún compañero de Maffeo dentro del departamento – cuestionó Marcos –
-         Quedate tranquilo, para eso son los caños – aclaró el Yuga -, de todas formas y para prevenir podemos agregar que un compañero más suba con nosotros; cómo pueden observar me estoy ofreciendo, ¿les parece?
-         De acuerdo  – respondieron los muchachos casi al unísono –

Dejaron al Manco en Asamblea y Emilio Mitre, a pocos metros de allí podía observarse detenida a la ambulancia. De inmediato el automóvil continuó viaje hacia su destino final asegurándose previamente que la furgoneta los seguía a cautelosa distancia. Quince minutos antes de las ocho estaban instalados a la espera de Maffeo. Siendo noche cerrada varios cigarrillos negros fueron consumidos con ansiedad y nerviosismo por ambos camaradas. Si bien el Yuga tenía experiencia de “combate” no podía evitar un exceso de adrenalina ciertamente incómodo, mientras que para Marcos todo lo que estaba viviendo no lo podía asimilar como real. La escasez de autos estacionados posibilitaba observar con claridad la ubicación de la furgoneta. Los ciento cincuenta metros de distancia entre ambos vehículos era el espacio ideal para que las señales lumínicas puedan percibirse con claridad.

-         Ahí está ese hijo de puta, cruzando Cobo, va por enfrente – observó Marcos –
-         Después que pase a nuestra altura toco los frenos para que los de la ambulancia le corten el paso; mientras el grupo lo atiende, nosotros pegamos la vuelta.

El operativo no tuvo mayores sobresaltos. Tres fornidos encapuchados tomaron a Maffeo sin que éste prestara notables resistencias, en menos de tres minutos el efecto del éter había realizado su trabajo. Prácticamente desfallecido y balbuceado insultos en voz baja lo introdujeron dentro de la furgoneta en donde se le aplicó otra dosis aletargante, esta vez mediante una ampolla, tratamiento que lo dejó en estado de inconsciencia definitiva. Sin demoras, el Mudo Troncoso abrió el bolso y extrajo el llavero del que apenas colgaban dos llaves por lo que no habría molestos engorros para ingresar rápidamente al inmueble. Marcos, Francis y el Yuga accedieron al edificio luego que la ambulancia partiera con rumbo desconocido. Subieron las escaleras deteniéndose en el departamento del primer piso al contrafrente. Marcos les pidió a sus compañeros, encarecidamente, que le permitieran irrumpir en primer lugar, y que en caso de necesitarlos, les haría una señal. Luego de una breve discusión el Yuga y Francis dieron su diestra a lo solicitado por Marcos quedándose ambos en el pasillo a la espera de novedades. Longhi colocó la llave con suma delicadeza de modo no espantar a la cautiva. Lamentablemente no pudo evitar que un móvil metálico instalado de ex profeso en la parte superior de la puerta sonara al momento de abrirla. 

-         Llegaste más temprano mi amor, me estoy duchando, ya salgo. Ni se te ocurra abrir la heladera, quiero que la cena resulte una auténtica sorpresa – La voz de Graciela era inconfundible -
-         Como vos digas – contestó Marcos, marcadamente desconsolado y a medio tono para evitar sacar a la joven de su ignorante presencia -

Antes de irse se detuvo en la observancia del pequeño apartamento. Un escenario muy propio de recién casados. Manteles con puntillas, centros de mesa, decoración juvenil y novedosa, adornos de toda clase y especie vestían las cómodas y los módulos de pino, un aroma a jazmín invadía con suma delicadeza la geografía del lugar. Pululaban las fotografías de la pareja enmarcadas en portarretratos de variada calidad. Sonrió de forma irónica, casi melancólica. No había necesidad de enfrentarla, menos aún de cuestionarla. Decidió que lo mejor era retirarse como había ingresado; en silencio, admitiendo que la derrota no siempre significa haber perdido algo digno de atesorar. Sintió pena por el riesgo y el compromiso que habían asumido sus compañeros militantes. Cómo explicarles lo sucedido, cómo calmar sus juicios. Sabía que nada podía hacer con respecto al futuro de Maffeo; el exilio obligado de Rubén no resultaba en absoluto amortizable para sus camaradas. Le esperaba una dura tarea. Esa mujer que tanto amaba no tuvo reparos en victimizar embustes con el objeto de saciar sus egoísmos y apetencias ilegítimas, ni siquiera tuvo objeciones para embaucar a sus propios padres. De todos modos aceptó que esa misma noche debía avisarles que Graciela estaba sana y salva, y que no se preocuparan por sus decisiones. Intentaría convencerlos de que el tiempo les otorgaría las respuestas que ellos urgentemente necesitaban y merecían, inclusive sobre el tema del rescate. Eso sí, les pediría expresamente que llegado el momento nunca hagan mención de su nombre. Entreabrió sigilosamente la puerta del baño para verla desnuda por última vez; no pudo dar testimonio, mientras la joven se secaba el cabello un toallón a modo de precaria bata disfrazaba de forma íntegra su cuerpo. Pensó que el más complicado de los besos no es el primero, sino el último. Recordó a Borges en un reportaje televisivo y aquella cita sobre el Dante el Canto II de la Divina Comedia en donde afirmó que el autor quiso hacernos sentir la velocidad de la flecha que deja el arco y da en el blanco. Nos dice que se clava en el blanco y que sale del arco y que deja la cuerda; invierte el principio y el fin para mostrar cuan rápidamente ocurren las cosas...

Y cual quién ya no quiere lo que quiso
cambiando el parecer por otro nuevo,
y deja a un lado aquello que ha empezado,
así hice yo en aquella cuesta oscura:
porque, al pensarlo, abandoné la empresa
que tan a prisa había comenzado.

                                                                                                                                                                                            

                                                                                                


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